Capítulo 10: Kleyn al descubierto

Una noticia circulaba por las calles. Murmullos, cuchicheos y chismorreos. La información revoloteaba en la boca de todos y se colaba por sus oídos. Se transmitía por todas partes, desde los barrios más adinerados hasta los más pobres. Cada ciudadano ayudaba a circular la noticia. Los adultos la comentaban con moderación y debatían su veracidad. Los mayores hablaban de ella como si esta fuese verdadera. Los pequeños se lo comentaban a sus amigos, poniendo énfasis en sus palabras, como si fuese una leyenda, una leyenda verdadera. De la noche a la mañana era de lo único que se había comenzado a hablar, y es que, para todos, el regreso del forjador no era algo a lo que darle poca importancia, y menos en esa época en la que había robos de tijeras por todas partes. Hablar de ello los emocionaba y les daba un poco de seguridad, y también motivaba a algunos para volver a tener la esperanza de convertirse en merecedores de recibir una tijera dimensional.

Star había llamado a Kleyn para hablar con él. Este pensó, en el mismo momento que supo lo de la noticia, que sería para llamarle la atención porque ahora todos hablaban de su regreso. No sé cómo lo haces, pero siempre acabas metiéndote en líos.

― Estoy acostumbrado, aunque me molesta un poco. Esto tal vez afecte al criterio de la reina en su decisión de permitirme ser un miembro de la alta comisión. ―le comentaba a la voz en su cabeza mientras esperaba sentado en la misma habitación en donde había charlado con Star cuando ella le hizo unas cuantas preguntas acerca de él.

Ya se estaba preparando para recibir una reprimenda por parte de la reina, lo cual no le molestaba, pues había actuado a sabiendas de las posibles consecuencias. Aunque le hacía un poco de gracia que alguien miles de años menor que él le dijese algo con respecto a sus acciones. Eso le hizo rememorar varias situaciones similares que vivió con Loretta, y le recordó que las edades no le daban a uno toda la sabiduría y la experiencia suficiente como para que nadie fuese capaz de enseñarle algo nuevo.

― Hay cosas que no cambian sin importar la época o la dimensión. ―se dijo a sí mismo, sonriendo.

Segundos después, la reina entró por la puerta y la cerró tras de sí. Kleyn intentó fijarse en su rostro para adivinar de qué humor se encontraba. A primera vista, no se veía enojada. Tomó asiento delante de él y se puso cómoda.

― Hola, Kleyn. Gracias por venir. ¿Cómo te encuentras? ―saludó ella cordialmente.

― Saludos, reina. Bien, a decir verdad. ¿Cómo te encuentras tú? ―correspondió el gesto tomándose la confianza de tutearla. Ya sabía que Star prefería que tuviesen la confianza de hablar con ella de forma natural.

― Bien, aunque últimamente me encuentro un poco atareada. Y, ¿qué tal te está yendo con el tema de los ladrones de tijeras? He oído que tú y la Orden han progresado de forma significativa.

Parece que quiere saborear la reprimenda. Por eso está tomándose la conversación con calma antes de reñirte.

― Bastante bien. Hemos hecho un progreso significativo en nuestra búsqueda. Los ocho ladrones de los que Dendrei nos había hablado han sido atrapados. ―explicó de forma positiva― Aunque, después de eso, llegamos a un punto muerto. Ninguno de los ladrones tenía mayor información de la que ya sabíamos. Al menos, así lo era hasta hace unos días. ―dijo captando la atención de la reina― Un semibestia camaleón comenzó a atacar a los clones que vigilaban la ciudad durante la noche. Fue difícil dar con él porque se hacía invisible. Tuve que hacer uso de mis habilidades ígneas para poder localizarlo. Pude reducirlo y capturarlo. Luego lo llevé a la guarida de la Orden Armada, pero, para evitar ser interrogado y encarcelado, este se quitó la vida.

Sin duda alguna había captado la atención de Star, se le notaba en el rostro, tenía una expresión pensativa. Se preguntaba si eso habría hecho que se olvidase de lo de su identidad.

― Sin duda es algo curioso, sobre todo si este es el primero en quitarse la vida antes que ser encarcelado. ―comentó indagando en el caso― ¿Pudiste saber algo de él antes de que se suicidara?

― Sí, el llamó al grupo de ladrones "traficantes de tijeras". Nunca nadie los había llamado de esa forma. Además, cuando descubrió que yo era el forjador, dijo que no podría hacer nada para detener a los traficantes.

Star frunció el ceño. Se preguntaba qué significaba todo eso, y si aquello podría afectar al reino de una forma peor que la que habían afrontado tiempo atrás. Kleyn no lo sabía, pero Star se estaba encargando de un problema interno del reino, uno ajeno al de los ladrones, uno a nivel político-social. Así que ahora mismo estaba centrada en otro tema, pero no por ello ignoraría otro posible problema.

― ¿Crees que haya más enemigos de los que pensábamos? ―preguntó en tono serio.

― Es exactamente lo que creo. Pero no sé si esos enemigos están aquí, ni quienes son. Me falta información. Pero ahora sé que hay algo más, y que, de una forma u otra, averiguaré de qué se trata, y resolveré este misterio.

― Me alegra ver que estás implicado en la labor. Quería saber que todo estaba yendo bien, pero también te llamé por otro motivo. ―aquí viene, y lo peor de todo es que se escucha tranquila. Nunca es bueno si se oyen tranquilas antes de regañarte Habrás escuchado que, últimamente, la gente habla del regreso del forjador de forma efusiva, ¿No?

Esta es la parte en la que te ves forzado a decirle la verdad, que la culpa es tuya, y prepararte para los gritos, las críticas y las advertencias.

― Sí, soy consciente. Creo que se debe a las llamas que utilicé para atrapar al semibestia camaleón. Alguien debió de haberme visto y comenzó a correr la voz. Siento no haber podido mantener la discreción durante más tiempo. ―se disculpó inclinando levemente la cabeza.

― Hiciste lo que tenías que hacer, no podrías mantener ocultas tus habilidades para siempre si necesitabas usarlas. Pero tengo motivos para creer que no es tu culpa. Tal vez sí ayudaste a que se creyera más en tu regreso, pero no creo que fueses tú quien lo provocara.

Curioso, por una vez en tu vida no tienes la culpa de algo. Este día debería ser recordado.

Ignorando ese comentario, Kleyn realmente se sintió extrañado, pensaba que él había sido el causante de aquella propagación. Tampoco se le ocurría otro motivo o forma en la que esa información se hubiese sabido. Quiso esclarecer sus dudas así que preguntó a la princesa:

― ¿Qué es lo que te hace pensar que no fue mi culpa?

― Digamos que cierto ser mágico abrió la boca más de la cuenta.

En ese momento, en otra parte del castillo, Rhombulus estaba manteniendo una conversación con uno de los guardias.

― ¿Sabías que ha vuelto el forjador de tijeras dimensionales? Yo ya lo sabía, pero el resto en la sala de reuniones no quería creerme, pero al final yo tenía la razón.

― Ya lo sabemos Rhombulus, hace una semana nos lo repetiste, y la noticia ya circula por todo el reino. Es imposible no enterarse.

― Lo sé, pero es que estoy realmente emocionado. ―expresó con notoria euforia.

― Entonces a Rhombulus se le fue la lengua. ―comentó Kleyn, comprendiendo por qué todo había sucedido tan deprisa, por qué ya había rumores, y por su demostración de habilidad de la otra noche acabó por confirmar aquellos rumores y transformarlos en hechos.

― Sí, siento que esto haya ocurrido. ―dijo Star, inclinando levemente la cabeza― Para evitar que la noticia se esparza de manera equívoca, hemos decidido que lo mejor sería anunciar tu regreso de forma oficial. Para ello necesitaré que me acompañes al balcón del castillo desde el que se hacen los anuncios, espero que no tengas algún inconveniente en mostrarte ante todo el reino.

Como respuesta, Kleyn le ofreció una sonrisa conformista. Sabía que en algún momento tendría que darse a conocer en todo el reino entero. No esperaba que fuese pronto, ni tarde, solo esperaba que el momento llegase cuando tuviese que llegar.

― Tranquila, princesa, no tengo inconveniente alguno en revelarme ante todos.

― Perfecto, en ese caso, tendremos que anunciar la noticia.

Esa misma tarde se informó a todos los ciudadanos que el día siguiente habría un anuncio importante por la tarde. Y que este era de asistencia obligatoria. Algunos, inocentes, se preguntaban qué sería, otros fantaseaban conque fuese algo relacionado con el nuevo forjador, y otro poco no fantaseaba, sino que afirmaba que sería algo acerca del nuevo forjador.

Poco a poco, durante ese mismo día, la emoción comenzó a aumentar entre los ciudadanos. Estaban ansiosos por saber de qué se trataba, pero otros lo estaban por saber el nombre del nuevo forjador y conocer su rostro.

Finalmente, el esperado día había llegado. Eran las cinco de la tarde, y el sol estaba a pocos minutos de comenzar a ocultarse por el horizonte. Todo el mundo estaba situado delante del balcón desde el cual la reina hacía sus anuncios. Murmuraban entre ellos, platicaban y dilucidaban, todavía, de lo que trataría la noticia.

Aún no salía la reina, y eso solo ponía más ansiosos a los presentes.

― ¿Listo? ―le preguntó Star al forjador, quienes estaban a tan solo unos pasos de salir al balcón.

No, es mucha gente, estoy nervioso, no quiero salir ahí.

Kleyn tomó un largo respiro y suspiró con calma. No estaba nervioso, pero si emocionado.

― Cuando quieras.

Star asintió y salió al balcón. El pueblo, al verla, gritó eufórico. Ella ya sabía cómo procedían los anuncios, así que les dejó a los ciudadanos unos momentos para que se calmasen antes de empezar a hablar. Poco a poco el bullicio se fue calmando entre la gente, hasta dejar solo pequeñas voces y murmullos que no eran más que simples susurros. Solo entonces, Star se dispuso a dar comienzo.

― Reino de Mewni, hoy los he llamado porque he de anunciarles algo de gran importancia. Varios meses atrás sufrimos lo que sería el comienzo de una serie de robos de tijeras dimensionales a los ciudadanos. ―inició para dar a entender el tema del cual quería hablar la chica― Varios robos habían sido reportados durante meses, pero en ninguno de ellos se había dado con el culpable. No sé si se habrán percatado, pero hace no mucho tiempo eso cambió. Los robos comenzaron a disminuir, hasta el punto que, incluso, parecen haber cesado. ―desde allí arriba podía escuchar los sonidos de concordancia acerca de las palabras que había dicho― Se preguntarán qué ha podido suceder para que, de pronto, estos robos comenzaran a disminuir. Y, la verdad, es que todo esto es gracias a la ayuda de un nuevo ciudadano del reino. ―al oír eso, los murmullos aumentaron. Aquellos que sospechaban lo que la reina iba a revelar, se estaban relamiendo al pensar lo que sería, pero algo les decía que su idea no era errada― Damas y caballeros, es para mí un gran honor presentarles al nuevo forjador...

― Sí, lo sabía, sabía que tenía razón, se los dije. ―gritó un tipo de entre la multitud, luego echó a correr mientras se reía de forma desquiciada.

Star mantuvo la compostura ante aquella interrupción, carraspeó un poco su voz y se dispuso a seguir.

― Como iba diciendo, les presento al nuevo forjador de tijeras dimensionales, Kleyn. ―anunció apuntando a las cortinas del balcón en el que ella se encontraba, de allí salió el nuevo forjador, quien se quitó el manto y la capucha para que todo el mundo lo viese.

Este se mostró un poco sobrecogido, había mucha gente gritando de alegría y expresando su euforia con silbidos, alabanzas y aplausos.

Por alguna extraña razón, eres popular entre esta gente.

De entre la gente que estaba en la multitud, se hallaban Barden y Hermet, quienes también habían asistido al importante anuncio de la reina. Por un momento, Barden empalideció.

― ¿Ese es Kleyn? Kleyn es el nuevo forjador de tijeras... el forjador... el nuevo forjador alabó mi trabajo como herrero. ―se dijo a sí mismo, recordando su primer encuentro con Kleyn.

El muchacho no pudo contener la emoción al darse cuenta de que se había relacionado con el forjador de forma simple y cercana, por lo que su cuerpo le falló y su mente se apagó; había sufrido un desmayo.

Hermet, quien estaba a su lado, lo atrapó en brazos antes de que se cayera al suelo.

― Tendrá la edad para ser considerado un adulto, pero en el fondo sigue siendo un niño. ―refunfuñó el viejo.

Kleyn no sabía que decir, la situación lo había tomado por sorpresa, a pesar de saber de antemano que tendría que plantarle cara a todo el reino. Saludó con su mano derecha, pero todo el mundo clamaba por oír algunas palabras de él.

Tendrás que abrir la boca.

Inspiró profundamente e intentó calmarse. No le costó mucho, pues en diez mil años ya había tenido la oportunidad de hablar ante públicos tan grandes como aquel.

― Pueblo de Mewni, tal y como la reina Star ha anunciado, yo soy el nuevo forjador, Kleyn. ―dijo con la mano hacia adelante, cerrándola al momento de decir su nombre. Junto con este gesto, la llama de su cabeza se avivó por un momento, elevándose y sorprendiendo a todos― Lamento haber tardado tanto tiempo en tomar el puesto de mi antecesora, sé que probablemente me hayan necesitado, pero ahora estoy aquí para cumplir con mi deber como forjador. Me encargaré de acabar con la crisis de las tijeras dimensionales. Y yo mismo me aseguraré de que todo aquel que haya perdido su tijera la recupere. Solo tengan paciencia. Yo y mis clones resolveremos esto. ―clamó alzando el puño. A la par, los clones sobre los tejados se quitaron sus capuchas y alzaron sus puños derechos, la llama de sus cabezas creció justo como lo había hecho la de Kleyn.

El pueblo quedó maravillado. Gritaban llenos de euforia y emoción. Comentaban acerca de lo que estaban viendo. Era un hombre el nuevo forjador. Se veía intimidante, pero confiable, al menos desde allí les parecía eso. Algunas de las mujeres del público pensaban que se veía atractivo. Los niños se ilusionaban al ver a los clones sobre los tejados, vigilando al reino.

Kleyn miraba la escena con una sonrisa, aún tenía el puño alzado. Le resultaba reconfortante no tener que ocultarse más, y por lo que veía, sería aceptado por todos.

Por su espalda, Star le apoyó la mano en el hombro, lo cual hizo que este se girase para verla. Tenía una sonrisa de conformidad en su rostro.

― Lo has hecho bien, Kleyn. ―le felicitó ella.

― Gracias, Star.

Desde ese día, la noticia se expandió como las llamas de un incendio. Pronto todos los reinos cercanos se enteraron del regreso del nuevo forjador, y de su nombre. Con la noticia, también les llegó el aviso de que varios clones acudirían a sus territorios para atrapar a los ladrones locales. Ahora que ya no había secretismos, Kleyn podría actuar a sus anchas.

Pero no todo sería positivo para el forjador, pues el hecho de que su noticia se esparciera no significaba que lo beneficiaría, pues, aquellos que no se alegraban del regreso del forjador tomarían medidas para que este no los molestase en sus asuntos.

― Vlagna. ―llamó una voz gruesa y pesada de entre la oscuridad. Una figura gentil se posó delante del dueño de aquella voz.

― Señor, he acudido a su llamado.

― Quiero que vayas a Mewni y le des un mensaje al forjador de mi parte. ―la silueta delante de la voz levantó la cabeza y miró al dueño de esta, a la espera de oír el mensaje― Si sobrevive a ti, dile quien soy, y dile que lo estaré esperando. Seguro que vendrá.

Aquella a la que llamaba Vlagna asintió y se esfumó en la oscuridad del lugar.

Habían transcurrido un par de días desde el anuncio del regreso del forjador. Y la gente aún no se acostumbraba a ello. Cuando veían a uno de los clones de Kleyn, lo saludaban pensando que era él, sabían que sus clones estaban en los tejados, pero tenían el pensamiento de que alguno de ellos podría ser el auténtico.

A pesar de todo, Star aún no lo había admitido como miembro de la Alta Comisión. Quería ver cómo se comprometería Kleyn con el pueblo. Aun así, a él no parecía importarle eso. Su deber como forjador era lo único que rondaba su mente. Pero, al no pasar a ser miembro, siguió realizando sus labores como uno más de los Caballeros de la Orden Armada. Aquella noche en particular, decidió salir a patrullar personalmente, tanto tiempo encerrado en la sala de espejos lo tenía un poco cansado, por lo que dejó esa labor a sus clones. También dejó a un clon específico para que este hablase con Kelly, ya que sabía que platicar le hacía los turnos más amenos a la melenuda.

En ese momento se encontraba moviéndose entre los tejados. Como de costumbre, sus clones estaban ahí. Estos ya no portaban sus mantos, pero sí que llevaban sus capuchas, al menos para ocultar la llama de sus cabezas debajo de estas, si no, ellos serían como una vela en la oscuridad. Los saludó a su paso, incluso compartió algunas palabras con alguno de ellos, pero no durante mucho rato.

Sentía deseos de moverse de forma ágil, así que desenvainó sus espadas y comenzó a correr. Al saltar de un edificio, realizaba un corte en el aire y creaba un portal para atravesarlo, apareciendo un par de edificios más adelante. Volvía a repetir la acción y así recorría la ciudad entera. Aunque le llamó la atención alguien que lo llamaba con la mano desde las calles. Por lo general intentaba no atender a esos llamados, pues solían ser para pedirle algún autógrafo o para charlar con él. Por eso solía dejarle eso a sus clones, pero en esta ocasión, al ser tan tarde y solo ser una persona, decidió acudir.

Un portal rojo se abrió delante del solicitante a un par de metros delante suyo. Kleyn salió disparado con los pies en la tierra, arrastrándose por el impulso hasta llegar delante de esa persona. Se fijó en que esta era una mujer. Parecía una semibestia del tipo insecto. Su piel era totalmente negra. Su figura era femenina y sexual, de pechos prominentes y caderas generosas. Tenía un cabello de color gris pálido, un par de antenas saliéndole de la frente, una boca cuyas comisuras llegaban hasta el final de su mandíbula y un par de ojos oscuros. Toda ella envuelta en un vestido ajustado de color púrpura, el cual realzaba su figura.

― Eres el forjador, ¿verdad? El auténtico, Kleyn. ―preguntó con voz suave y madura.

― Así es, ¿qué se le ofrecer, señorita? ―quiso saber al haber acudido a su llamado.

― Verás, he salido hace unos minutos de una reunión, y por lo que se ve, se me ha hecho un poco tarde. Cuando te vi por el cielo pensé que a lo mejor tendrías la gentileza de acompañarme hasta mi casa, después de todo, las calles no son seguras para una dama a altas horas de la madrugada.

― No se preocupe, hay clones por doquier, además de guardias, si algo le sucede, alguien acudirá en su ayuda al instante.

― Lo sé. ―dijo ella acortando las distancias con el muchacho― Pero me sentiría más segura si alguien fuerte como tú me acompañase. ―expuso con voz seductora, aferrándose al brazo de Kleyn y presionando de forma discreta uno de sus pechos contra este.

Kleyn sonrió a la par que levantó una ceja, ya sabía por dónde iban los tiros, pues aquella era una situación evidente para él. No era lo que estaba buscando esa noche, pero no se negaría ante la petición de una dama, además, esa mujer le resultaba atractiva.

― Bueno, supongo que no tengo elección. ―concluyó, aceptando la petición― Tú guías.

Sabía que con solo dejarle una de sus espadas podría haber abierto un portal para ir a su casa en un instante, pero Kleyn no era estúpido, y tampoco le dejaba a nadie usar sus espadas.

La mujer asintió ante la palabra del tipo, y comenzó a caminar tirando de él sin despegarse de su brazo. Llevaba tacones, se podía oír claramente por el ruido que hacían a cada paso que daban. Caminaba cruzando un pie delante del otro, meneando la cadera con naturalidad. Con una de sus manos acarició el brazo de Kleyn.

― Vaya, eres muy fuerte. ―comentó― Tus brazos son enormes y duros.

― Gracias. ―respondió junto con una risita― Es lo que pasa cuando te dedicas a forjar cosas. El calor de la fragua, el ardor de las llamas y el repiqueteo de los metales, todos en conjunto fortalecen el cuerpo de uno. ―explicó, mostrando énfasis en sus palabras― Por cierto, no sé tú nombre.

― Vlagna, puedes llamarme Vlagna, cariño.

― Y dime, Vlagna, ¿qué tipo de reuniones acaban a estas horas?

― El tipo de reuniones en las que te juntas con algunos compañeros y todos beben un poco... Algunos más que solo un poco.

― ¿Y tú has bebido...?

Ella lo miró a los ojos con una sonrisa que trataba ocultar indisimuladamente de lo que había.

― ¿...un poco? ―respondió sin hacerlo realmente, denotando en su voz y en la expresión de su rostro que no decía la verdad.

El tipo lo entendía perfectamente, una chica que había bebido de más y ahora no sabía lo que hacía, nada de lo que preocuparse. Aunque se rio un poco por ello.

― No te preocupes, te llevaré hasta tu casa y luego podrás descansar. ―aseguró con firmeza.

― Gracias, eres un hombre muy amable. ―halagó presionando más su pecho contra el brazo del tipo― Oh, espera. ―lo soltó un momento y se agachó. Esta comenzó a quitarse los tacones.

Kleyn se fijó en ella desde arriba, podía verle el escote desde la posición en la que se encontraba. No sé percató de que ella estaba sacando un objeto extraño de su calzado. Para cuando se dio cuenta, la mujer le había lanzado una daga desde el suelo, este tuvo que actuar muy rápido para evitar que esta lo tocase. Su mano derecha estaba muy cerca del mango de una de sus espadas. Haciendo uso de su gran velocidad la sacó de su enganche y la interpuso entre él y la daga. Aquella hoja salió volando por los aires, mientras que la mujer saltaba hacia atrás y le lanzaba más dagas.

Oh dios mío, esa no me la esperaba.

Rápidamente desenganchó su segunda espada y comenzó a moverla junto con la otra para bloquear las dagas.

Cuando estas cesaron, vio a la mujer lanzándose hacia él, había roto su vestido, mostrando un cuerpo negro con dos pies finos, cuatro brazos y un par de alas de insecto, las cuales agitaba febrilmente para avanzar más rápido. Esta colocó sus dedos filosos como cuchillas hacia adelante para apuñalar al forjador.

De inmediato, Kleyn interpuso sus hojas entre aquellas garras y él. Pero en el mismo momento que estas impactaron contra las hojas, retrocedieron y se volvieron a lanzar hacia él. Rápidas sucesiones de cortes intentaban rebanar a Kleyn, quien conseguía bloquear y esquivar gracias a su velocidad, pero no podía descuidarse, pues un error le costaría mucho.

Durante uno de los bloqueos, Kleyn hizo un portal delante de la mujer mosquito, haciendo que esta lo atravesara. Apareció en el cielo nocturno y abrió sus alas manteniéndose suspendida en el aire. Pero no tuvo un momento de calma, porque el forjador fue el siguiente en salir de ese portal, este cayó con el pie hacia adelante y consiguió conectar una patada contras las garras de la mujer, quien se había defendido.

Kleyn no se detuvo ahí. Después de darle aquella patada, comenzó a caer y aprovechó el brío de la caída para abrir otro portal y volver a atacar a la mujer, más esta no se dejaría atacar dos veces por el mismo truco.

En el mismo momento en el que Kleyn salió del portal que apareció a su derecha, Vlagna lo eludió y luego le dio un zarpazo lateral, el cual fue bloqueado por las espadas de Kleyn, pero que lo lanzó hacia el suelo. Para evitar el impacto, este abrió un portal debajo de él, y salió disparado hacia arriba desde otro portal que se había abierto en el suelo. El impulso llevó al tipo a una altura similar a la que se encontraba Vlagna, por lo que imbuyo sus espadas en llamas y luego lanzó dos cortes ígneos hacia ella.

Vlagna solo sonrió haciendo que las comisuras de su boca se expandiesen y mostrase toda su mandíbula llena de dientes finos y filosos. Haciendo uso de sus alas, evadió los cortes sin dificultad alguna.

― Bien hecho. ―pronunció Kleyn desde los aires― Ahora inténtalo con todos estos. ―dijo abriendo sus brazos, para mostrar a todos los clones que se habían reunido alrededor de ellos, había al menos seis.

Los clones comenzaron a lanzarles llamaradas al mosquito, la cual estaba encima de ellos, lo que les permitía lanzarle fuego sin temor a que este quemase a nada ni a nadie.

Aquello fue un reto para la mosquito, un reto que superaría. Gracias su velocidad de vuelo, Vlagna eludió todas y cada una de las llamaradas, estas la rozaban, pero ella no se inmutaba, solo se centraba en eludirlas y atacar al clon más cercano. Se abalanzó sobre este en el momento en el que vio un hueco en su defensa, entonces lo atrapó en sus fauces y luego lo lanzó contra otro clon, ambos se esfumaron debido al impacto. Luego lanzó dagas al resto de clones, impactando a tres de ellos. El último se lanzó hacia esta con una espada en mano, listo para azotarla sobre ella, pero esta se lanzó hacia él para contraatacar. Dio un quiebro en el aire, evitando el ataque del clon y clavándole sus garras en el cuello, haciendo que se esfumase.

Vlagna respiraba con pesadez, tantos ataques consecutivos la estaban cansando. Buscó con la mirada al original. Buscó por los tejados, por las calles y callejones, pero no lo veía por ningún lado. Pronto se dio cuenta de que él estaba mucho más cerca de lo que esperaba.

Una fuerte patada en la espalda la hizo caer en picado, consiguió girarse a la par que caía, solo para ver a Kleyn encima de ella. Esta se valió de sus alas para impulsarse hacia abajo y alejarse de él. Pero este tenía otros planes. Abrió un portal debajo suyo y salió disparado hacia adelante en tierra, corriendo y aprovechando el impulso hacia el sitio en el cual estaba a punto de caer Vlagna. Esta tuvo la pericia para detener la caída usando sus alas, pero no la suficiente como para volar. En el mismo momento en el que tocó el suelo, tuvo que prepararse para recibir al forjador, pues ya estaba encima de ella.

El sonido de choque de dos elementos filosos cortó el aire. Kleyn había rebasado a Vlagna, y ahora se encontraba varios metros detrás de ella con las espadas en mano, sujetadas con firmeza.

Un poco aliviado del furor del momento, notó como un escozor se marcaba en su cuello; había sido cortado. Se giró hacia la mujer, y esta hizo lo mismo a su vez. Jadeaba enseñando todos los dientes de su boca, pero sonreía, porque había sido capaz de afrontar todos los ataques de su oponente, o al menos eso pensó.

Debido al calor de la batalla y a la adrenalina, no lo había notado. Su cuerpo tampoco se lo había mostrado, pues los cartílagos, músculos y otros elementos viscosos los mantenían unidos momentáneamente, pero solo fue por un momento. Vlagna notó como sus dos brazos izquierdos se desprendían lentamente de la unión de sus bíceps. Estos caían mostrando un tejido marrón viscoso que unía el brazo y el bíceps, se estiraba y contraía, hasta romperse y dejar los brazos caer al suelo.

― Debo admitirlo, pasas de las palabras a la acción en cuestión de segundos. Aunque tal vez estás siendo demasiado salvaje. Tanto que podrías salir herida. ―se burlaba este.

― Eres un maldito engreído, forjador. ―dijo ella, con odio― Debo admitirlo, eres formidable, pero esa confianza que muestras es lo que ha jugado en tu contra.

― Es muy valiente de tu parte decir eso cuando está claro que estás en desventaja. Pero eso no importa, te atraparé y luego te interrogaremos para saber quién eres.

Comenzó a avanzar hacia ella para llevársela consigo, pero por lo que veía, la mujer no se iba a dar por vencida. Se lanzó hacia él para cobrar venganza, pero el forjador la recibió con ambas espadas alzadas. Aun así, esta consiguió hacerle un corte en uno de sus hombros usando una daga.

Kleyn se mostró extrañado al ver que había sido herido fácilmente, fue entonces que se dio cuenta de algo. Sus músculos estaban entumecidos, moverlos le resultaba laborioso, y no entendía el porqué. A su espalda escuchó la risa de su enemiga.

― Ya lo has notado, ¿verdad? Tu cuerpo no responde tan bien como quisieras, tus músculos flojean y ya no te mueves rápido. ―dijo mirando al forjador y alzando su daga para que este se enfocase en ella― Esta daga estaba bañada con un veneno que paraliza el cuerpo de quién es cortado por ella.

Ahí fue cuando Kleyn lo comprendió, ese primer corte había ayudado a la mujer a ralentizarlo y, muy probablemente, el segundo habría acelerado el proceso. Ya lo notaba, su cuerpo no quería moverse, cada intento de gesticular una articulación se traducía en un temblor.

Tomando provecho del estado de su enemigo, Vlagna empezó a acercarse a Kleyn de forma calmada. Este intentaba por activa y por pasiva mover sus brazos y atacarla, pero no lo conseguía. Ya delante de él, Vlagna le dio un pequeño empujón y lo tiró al suelo. Luego lo despojó de sus espadas, tomó ambas con sus dos brazos derechos y apuntó al forjador con ellas.

― Tal parece, que hasta aquí llegaste. ―se burló aproximando más y más el filo de sus armas hacia él― Di tus últimas palabras, forjador.

Aún en esa situación, Kleyn intentaba reaccionar de alguna forma, pero no lo conseguía por más que lo intentase. Notó que podía mover la boca al menos, lo cual le permitiría hablar, o hacer algo más. Comenzó a tomar aire, profundamente.

― Vamos, grita si quieres, no te servirá de nada.

Pero Vlagna estaba lejos de saber cuáles eran las intenciones de Kleyn.

Una vez tomado el suficiente aire, el forjador escupió una llamarada hacia su enemiga, la cual fue tomada por sorpresa y se alejó rápido.

No esperaba que el forjador también pudiese escupir fuego. Incluso sufrió varias quemaduras.

― Malnacido. ―se quejó esta.

Ante la reacción de la mujer, el forjador se sintió complacido, incluso se permitió reírse de ella. Más Vlagna no le dejaría regodearse por mucho más tiempo. Corrió hacia el para acabarlo, pero una enorme espada de metal se interpuso entre ambos.

Kleyn, que se encontraba de espaldas al suelo, inclinó el cuello para ver la escena. Allí delante estaba Kelly, quien había acudido a su ayuda.

― Parece que llegué a tiempo. ―comentó la chica manteniendo a raya a la mujer mosquito.

― Bueno, ―respondió alargando la mitad de la palabra― no me habría molestado que llegarás un poquito antes.

― Parecías estar entretenido, así que no quise molestar.

― Oh, no, por favor, moléstame con total libertad.

En un momento el ambiente había cambiado por completo, el forjador no parecía estar preocupado. Vlagna se preguntó si acaso la presencia de esa mujer era capaz de reconfortarle tanto. Para evitar sorpresas, decidió tomarse a ese enemigo con mayor cautela. Pero se percató de que el ambiente no era lo único que había cambiado, la situación en general lo había hecho. Miró a su alrededor, y vio sobre los tejados a diez clones listos para luchar. Incluso ella sabía que no estaba en condiciones para enfrentarse a tantos enemigos. Dio un salto hacia atrás con las espadas para alejarse de la chica.

― Bueno, forjador, parece que llegó la hora de retirarme. ―dijo con una sonrisa torcida en el rostro― Pero antes de irme, tengo un mensaje para ti, de parte de mi jefe, el líder de traficantes de tijeras de la zona este. ―en el momento en el que pronunció esas palabras, Kleyn cambió su expresión por una de seriedad total, clavó los ojos en esa mujer y esperó a que ella prosiguiera― Dice que lo busques al sur de Mewni, por el terreno boscoso, en el Claro Silvestre. Te estará esperando, responde al nombre de Tal'kar.

Una vez dichas aquellas palabras, la mujer se preparó para huir. De inmediato, Kleyn reaccionó ante su gesto.

― Rápido, no dejen que se escape, ella sabe más que el resto, y tiene mis espadas. ―ordenó a todos los clones presentes, con cierto tono de desesperación en sus palabras.

Todos y cada uno de los clones cargaron llamas en sus manos, y luego lanzaron un torrente de fuego conjunto hacia la mujer. Esta no mostró en más mínimo indicio de preocupación. Solo sonrió antes de realizar un rápido corte con las espadas de Kleyn y desaparecer a través de un portal.

El torrente de llamas chocó contra la tierra en donde antes estaba Vlagna, estallando unas contra otras debido al choque entre llamas.

El ruido del lugar llamó la atención de los habitantes, quienes buscaban asomarse para ver de lo que se trataban. Rápido, Kelly abrió un portal en el suelo y se fue de allí, llevándose a Kleyn consigo.

La gente al salir solo vio un pequeño desastre en las calles, y alguna que otra parte con signos de incendio, debido a las marcas negras, pero nada más que eso. Los clones habían regresado a sus puestos para evitar crear una situación.

Mientras tanto, Kelly depositaba a Kleyn en una silla, ya que este no podía moverse.

― Quédate aquí, buscaré ayuda. ―dijo Kelly antes de dejarlo solo.

Tampoco es como que vayas a ir a ninguna parte, ¿no crees? ¿Kleyn?

El tipo no dijo nada, estaba frustrado, aquella mujer lo había vencido, y ahora tenía sus espadas, aquellas que durante tantos siglos lo acompañaron. Apretó los dientes y se juró a sí mismo que las recuperaría de una forma u otra, pero, ahora tenía una nueva pista, sabía a donde ir, y a quien buscar.

― Tal'kar. ―dijo en voz baja, enfatizando su pensamiento, a sabiendas de que tendría que prepararse cuanto antes para su nueva búsqueda.

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