.Capítulo 6.
Virgil recordó, en el momento en el que Logan le preguntó sobre su trabajo, todo lo que su pasado lo había echo sufrir. No podía decir que su presente era mejor, pero hubo un cambio, una mejoría algo notable. Podía decir con seguridad que su ansiedad había bajado, incluso su depresión.
Virgil, cómo se lo comentó a Logan anteriormente, posee un cuarto especial dedicado a las personas que sufren un alto nivel de baja autoestima. Dedicado a esas personas que sienten que ya nada funciona en sus vidas. ¿Por qué dedicarse a esto?, simple, él sabe lo que es sentirse inseguro e incluso tener una visión mala de si mismo. Conoce y siente esos problemas lo suficiente como para poder alertar a otros sobre lo que está mal en ellos y mejorar.
Algo a lo que solía dedicarse también era a “la liberación de almas”, Roman solía decirle así, de las personas que cometieron suicidio. Esto supuestamente era fácil, ya que solo debía agarrarlos de las manos y los cuerpos irían desapareciendo gracias a su magia, pero nadie sabía que ciertos cadáveres podían hablar con Virgil.
- cometió suicidio esta mañana, mi príncipe -. Dijo uno de los investigadores pertenecientes a la sociedad científica -. No sabemos las razones todavía
Virgil miró al cadáver que estaba sosteniéndo en sus brazos, agarró sus manos dispuesto a llevar el alma del pobre hombre a un mejor lugar, pero no pudo hacerlo lo más rápido que podía, ya que el difunto comenzó a hablar.
- nada importa de todos modos -. Susurró, sus ojos abiertos y sin brillo continuaron mirando el techo -. Todos estamos acabados. Es mejor rendirse
Virgil lo miró, estaba sudando frío, sabiendo que pedir ayuda sería en vano porque nadie más que él puede ver y escuchar a los muertos hablar. Daba igual. Usó su magia, viendo el cuerpo de su acompañante irse poco a poco.
- recuerda mis palabras y piensa en tus actos -. Susurró nuevamente, sus ojos fríos mirándolo ahora
Desapareció por completo. Virgil se levantó, recibiendo al instante una palmada en el hombro de parte de Roman, una señal de “buen trabajo”. Siempre era así y no se quejaba. Una oportunidad de poder pensar mejor en las palabras que los fallecidos le daban sin ser interrumpido.
Otro suicidio ocurrió y Virgil pensó muchas veces si dar su presencia o no, no es como que tenga opción, Roman iría a buscarlo si no se presentaba de inmediato. Esta vez era una mujer, estaba en la bañera y con las muñecas cortadas. El suelo del baño estaba inundado en agua y sangre, y Virgil no podía evitar sentirse horrible cuando escuchaba la manera en la que salpicaba cuando Roman y los demás pisaban el suelo.
- tranquila, te sacaré de tu dolor -. Virgil le dijo, agarrándola con suavidad de la mano
- la vida es un infierno -. Dijo ella -. No importa cuanto lo intentes, el final siempre es el mismo
- no es cierto, y-yo... -. Virgil no sabía realmente que decir, viendo con los ojos llenos de lágrimas las cortaduras que la pobre mujer poseía en sus muñecas -. ¿Por qué hiciste esto?
- recuerda mis palabras y piensa en tus actos -. Lo miró antes de desaparecer
Siempre era así. Recuerda mis palabras y piensa en tus actos. Virgil ya no podía dormir, estaba más pálido que de costumbre, tenía ojeras y ya ni quería quedarse junto al difunto mientras desaparecia. Sólo era negatividad tras negatividad.
- todo es en vano -. Dijo uno
- eres un parásito en este mundo y en el mundo de los demás -. Dijo otro
Todo era en vano, no estaba ayudando a nadie, era un simple parásito. Es un inútil. Todo esto llegó al punto en el que comenzó a creerlo, y era tan inmenso el dolor y la ansiedad que lo único que pensó fue en acabar con todo.
Fue al parque que dejaba ver la belleza de las montañas, se sentó en la cerca y miró hacia abajo, dejando que el viento se lleve todos sus pesares y malos pensamientos. Estaba agotado, ansioso y sobre todo deprimido.
Tomó un suspiro, cerró los ojos y, escuchando todos esos malos comentarios, intentó saltar. Intentó.
- ¡Virgil!
Roman había llegado y no dudó en correr hacia él para agarrarlo por la espalda y tirarlo al suelo para alejarlo del peligro. Virgil miró a Roman unos segundos antes de ponerse a llorar, ignorando que su supuesto amigo le esté hablando y agarrándolo de los brazos en un intento de tranquilizarlo.
- ¡¿acaso estás loco?! -. Lo sacudió un poco, Virgil se cubrió el rostro con sus manos -, ¡¿en qué demonios estabas pensando, Virgil?!
- l-lo siento -. Se disculpó, abrazándose las rodillas que cubrían ahora su rostro -, es demasiado, n-no podía evitarlo...
- ¿de qué hablas? -. Roman estaba confundido, intentando comprender el porque de todo esto. Nunca fue un gran amigo de Virgil, pero si lo veía en problemas no iba a dudar en ayudarlo lo máximo posible
- no puedo ver más cadáveres, Roman -. Admitió -. Simplemente no puedo. N-No puedo hacerlo. Traen una carga negativa tan fuerte que me hace reflexionar sobre mis propios valores...
Roman lo comprendió ahora. Escuchando lo destrozado que Virgil estaba, lo primero que hizo fue darle un abrazo. Estuvieron así por unos minutos, Virgil llorando en el hombro de Roman y agarrándose de las ropas de éste lo más fuerte que sus manos le permitían, mientras que Roman miraba hacia abajo, preocupado por la salud mental de su acompañante.
- todo está bien, Virgil -. Comenzó a hablar -, lamento todo esto. De verdad lo siento. No debí obligarte a hacer nada si no querías hacerlo. Me hubiera gustado que me lo hayas dicho con anterioridad, pero no te culpo
- no quería decepcionar a nadie, Roman...
- no lo hiciste -. Sonrió, acariciándole la espalda -. Mejor te dejo en paz de ahora en adelante. Creo que es mejor enterrar los difuntos después de todo, ¿cierto?
Ambos se riéron, sin soltarse, y cuando lo hicieron se levantaron del suelo. Virgil se ató la túnica en la cintura y, usando su magia, unas alas blancas aparecieron en su espalda, tomando por sorpresa a Roman.
- ¡oh mis estrellas! -. Exclamó, sus ojos brillando de emoción y una sonrisa enorme en su rostro -, ¡es fantástico!
- ¿t-tú crees? -. Preguntó, moviendo sus alas un poco, logrando que Roman grite y de saltos -, usualmente las hago aparecer cuando hay peligro o cuando me da pereza caminar
- ¿puedo tocarlas?, ¡di que sí, por favor!
- am... c-claro
Roman tocó las plumas, emoción en su mirada. Virgil nunca pensó ver al príncipe de esta forma, siempre actuaba firme y con clara autoridad frente a todos, y verlo así, cómo si fuera un niño, hacía sonreír a Virgil.
- será mejor que me vaya, Roman -. Dicho esto, el príncipe asintió y se apartó -. Gracias por ayudarme hoy y comprender mis temores, significa mucho para mí...
- no hay de qué, emo nightmare -. Le guiñó un ojo, riéndose al ver a Virgil rodar sus ojos con cierta irritación
- cómo sea, nos vemos, Romano
Virgil extendió sus alas y al segundo se fue volando, haciendo que las hojas de los árboles de su alrededor se muevan con el viento que sus alas provocaron. Roman sonrió de nuevo, asombrado y feliz por conocer un poco más a su amigo.
- ¿Virgil?
Virgil abrió los ojos cuando escuchó la voz de Patton, miró alrededor y sonrió al verse lejos de sus pensamientos. Ahora recordó que debía llevar a Logan a su cuarto especial.
- lo siento, vamos ahora antes de que me pierda en mis pensamientos de nuevo
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