La persona detrás de todos los incidentes que había sufrido Emma, fue un familiar. Desde los mensajes que su esposo recibió sobre su supuesto engaño, hasta el accidente donde perdió a su hijo y pierna.
El hombre a quien contrató como chofer y escolta, junto con mi padre y Gregory estuvieron detrás de los hechos que dieron con su captura. Ella no salió lastimada y más allá del pánico inicial por la llegada de la policía, no hubo inconvenientes.
Recibí la llamada de mi padre indicándome que habían encontrado al acosador de mi hermana. La sorpresa fue mayúscula al ver la almohada donde debería estar la cabeza de mi hermana, con las tres marcas de balas y a Epson, un primo nuestro, ser esposado.
Epson era la persona que quedaba a cargo cuando Jason debía ausentarse. Jason era la persona a cargo de la seguridad de la compañía y el único con acceso a toda la información privada nuestra. Gracias a esa información pudo dañar a mi hermana.
Meredith, su madre, tía de papá e hija del gran Epson Frederick, convocó a una reunión. Traía en sus manos una propuesta que debería agradar a todos. La venta del veinticinco por ciento de las acciones de la multinacional. Pedía a cambio una pequeñez (fueron sus palabras).
Convencer a mi padre de levantar los cargos a su hijo.
—¿Me pides perdonar el asesinato del hijo de mi hermana? —preguntar Gregory. —la pérdida de su pierna, seis años de matrimonio, incendio en su casa y varias denuncias falsas —enumera. —por poner algunos ejemplos.
La indignación es notoria en su tono de voz, rostro y todo su cuerpo que a todas luces se nota tenso. Le hemos dejado al tratar a él directamente con ellos; antes de entrar a la reunión tuvimos la nuestra y llegamos a una decisión.
Apoyar a nuestro padre y no ceder ni un ápice en su propuesta.
—Somos familia, podemos solucionar esto entre nosotros. —habla Wilson un hijo de la tía Margaret, otra hija del anciano.
Wilson, es tal vez el que no se ha convertido en un problema para nosotros; si bien, hasta hoy se haya negado a vendernos sus acciones, que les obsequió su madre veinticinco horas después de recibirlas en herencia. Se limita a acudir a las reuniones de juntas y guardar silencio. Esa fue su manera de mostrar su desacuerdo, tristemente el resto, actúan como Epson en menor o gran escala.
—Los cargos son difíciles de eliminar, no sólo Emma sufrió en esos asaltos —explica Jason viendo a Wilson. —aun cuando consideremos lo que nos piden, la investigación seguirá.
—Nos queda el alivio que nuestra familia no nos hundió.
—Hablas como si nosotros tuviéramos la culpa de la situación de tu hijo tía —hablo por primera vez —no puedes negar que los hechos son delicados y que estamos en todo nuestro derecho de proceder. Ustedes hubieran hecho lo mismo.
—Tienes razón hijo, pero me cuesta entender lo que Epson hizo y solo recurro a su buena fe.
Se cree que se aprovechó de los desórdenes mentales de una chica, para dañar a mi padre a través de Emma. Una historia llena de intrigas y oscura que obtuvo los resultados esperados para él. Kamil era su nombre, a quien le vendió la historia que papá era culpable que no creciera con su madre, de su caída en el alcohol y hasta del accidente.
Gracias a los datos que manejaba Epson, Kamil logró entrar a la casa de Emma y dispararle. La herida no fue letal, pero causó problemas en su estado emocional y hubo que internar en un centro de reposo. Nuestro miedo era de una posible recaída.
La buena noticia es que contaba con el amor de todos y la llegada de un segundo hijo y un matrimonio que daba todas las muestras de poder recuperarse.
—Consideraremos la venta de las acciones como una muestra de buena fe y la manera de limar asperezas —habla Isabella —Una disculpa que será aceptada una vez se firmen la entrega.
—Con disculpa abarcamos todo el sentido de esa palabra —explica Gregory y todos afirman.
La reunión era en la sala de juntas del hospital, un sitio discreto y libre de curiosos. La ausencia de mi hermana estos casi dos meses ha empezado a crear rumores sobre su salud. El edificio de la empresa tiene a la prensa siempre en espera, hasta helicópteros he visto sobrevolar alrededor del penhouse.
Hemos sido discretos a la hora de lanzar acusaciones en contra de Epson y en dar declaraciones sobre su captura. Hasta el momento, la prensa cree es por problemas fiscales, pero la suerte no durará mucho.
La tía Meredith lo sabe y ese es tu temor.
—Debemos llegar a un acuerdo entre todos.
La tía Meredith habla al fin y veo el rostro de sus acompañantes perplejos. Wilson está dispuesto a vender y solo necesita ponerse de acuerdo en el monto que le pagaran. El resto piensa lo mismo dejando a la tía sola en esa decisión.
Una disculpa aceptada por nosotros es un pase de cortesía a casi cualquier cosa. No tendrán un espacio en la mesa directiva, ni dinero, pero seguirán disfrutando los privilegios como si fueran accionistas, en los diferentes lugares de la empresa.
Es más, de lo que se merecen.
Una vez la reunión acaba, me despido de todos y avanzo hacia mi oficina. Hemos quedado en acompañar a mi hermana el día que salga del centro. Alexis no debe estar solo en esta ocasión, para cuidar de ella.
Ingreso al ascensor y me encuentro a Charlotte como acompañante. Observo la hora en mi reloj, luego a ella. Llega media hora tarde, pero no parece alterarse por ello.
—¿Hubo fallas en la escoba señorita Joly?
Presiono el botón de cerrar ignorando al grupo que pide detenerlo, con ese gesto mío me gano su mirada de desprecio. Detesto ser hipócrita tan temprano.
—Parece que durmió bien en su sarcófago. Yo puedo cambiar ese buen humor.
La miro de reojo, tiene la vista fija en los botones, abraza ese enorme bolso como si lo que llevara allí fuera de vital importancia. Ha permanecido conmigo dos meses. Tiempo suficiente para aceptar es buena empleada; sin embargo, me sigue molestando que su ascenso sea gracias a mi padre.
—Acaba de suceder, al verla.
—Lo lamento —se excusa y sonríe al decirlo sin verme. —le llamó Hillary.
Un comentario despreocupado en esa boca pequeña y sexy que nadie la creería dueña de las palabras ofensivas más duras.
—¿Cuando? —pregunto buscando mi móvil dentro de mi saco.
No hay un mensaje, llamada o algo que me diga los motivos por los cuales llamó a la compañía y no a mí. Un gesto informal que me da mala espina y todo mi cuerpo se tensa al descubrirlo.
—Esta mañana. Muy temprano en realidad. —responde indiferente —le dejó un mensaje. ¿Se lo escribo o se lo digo?
Hace una pausa esperando mi respuesta y en sus labios la sonrisa se va ampliando. ¿Qué diferencia hay? Me hago esa pregunta internamente sin dejar de ver como parece disfrutar de ese momento.
Hillary es la chica con la que llevo saliendo estos siete meses. Modelo, de cuerpo perfecto, sin curvas exageradas. No como esta desquiciada, cuya manía de hablar sola era muy común.
—¡Dígalo! —ordeno molesto por tantos rodeos.
—Será un placer —se aclara la garganta, alza el rostro para verme y sonríe —"Vete al infierno, Matthew Frederick."
Parpadea de forma coqueta, sonríe y regresa la mirada a los números. La veo perplejo, sin entender porque ese recado tan fuerte, de alguien que es casi un ángel. Cuando las puertas metálicas de abren, yo tengo claro que necesito una explicación.
—Comuníqueme con Hillary...
—¿Necesita la Ubicación del GPS del infierno jefe?
Detengo mi avance a mi oficina y suspiro. La pregunta es en tono inocente, aunque ella de eso no tenga nada. No respondo y ella no espera por ellas. Pasa por mí lado ignorándome deja en el escritorio un grupo de documento y sale haciendo una reverencia cuando cree no le estoy viendo.
Minutos después, me anuncia que Hillary está en línea.
—Espero el dato de que aerolínea señor para reservar su vuelo directo al infierno.
¿Es que no se apaga? Me quejo apretando el auricular con fuerza.
Debe existir un error en esa información, de otra manera, Hillary no hubiera querido pasarme.
—Buenos días, Ángel —saludo lo más dulce que puedo —he recibido un recado tuyo, pero creo que no llegó el correcto.
—Te mande al diablo —explota enfada soltando un sollozo —no quiero saber de ti Matthew...
—¿Puedo saber por qué? —pregunto en calma.
Soy un hombre monógamo, la edad adulta ha opacado mi vida de fiestas, rumba y mujeres a montón. Ya no soy un adolescente para vivir al límite. Lo que sea le hice a Hillary, sé que no fue infidelidad.
—Aryana estuvo en el set, hizo un maldito escándalo Matt. —aprieto aún más el aparato mientras la escucho llorar y contar lo que vivió.
Fue minutos antes de ella empezar la sesión de fotos, destruyó todo el set, la golpeó en el rostro. Tiene una incapacidad de una semana producto de las lesiones. Alguien le contó que estaba pensando en comprometerme y muy seguramente sería con ella.
—Conoce a todas tus conquistas. No será la única llamada.
No lo dudo, tampoco me interesa. Los daños que hizo puede pagarlos ella, ya no es mi responsabilidad. Lo es del miserable de Dick, quien tuvo la buena idea de quitármela de encima.
—Enviaré un coche a recogerte.
—No...
—Necesito que te valoren, llamar a la policía...
—Ya lo hice Matt. —me interrumpe fastidiada.
—Te enviaré escoltas y que te protejan.
—Dije que no...
—No es necesario tomar medidas tan drásticas.
Suspira largo antes de responder, en realidad, lo que no deseo es que Aryana se salga con la suya. Sabe que no hay manera de volver a mi vida, no contesto sus mensajes y mis hombres tienen prohibido dejarla pasar.
Su manera de vengarse es dañando mis relaciones. Sí, tenía pensando comprometerme con Hillary, con quien compartía muchas cosas. Formar un hogar e hijos era una de ellas; quizás la más importante.
—No puedo estar rodeado de matones Matthew, me niego a ser comparada con la amante de un narco...
—No soy nada de eso Hillary —le aclaro en calma.
—Es lo que pensaran y lo sabes. Me debo a mi público.
—Te estoy dando salidas y apoyo, a todas ellas dicen que no ¿Qué quieres que haga?
—Ya te lo dije esta mañana Matt. —responde angustiada —le he dedicado tiempo y dinero a este trabajo. No voy a dañarlo por buen sexo y lujos que yo puedo darme.
Cuelga la llamada negándome la posibilidad de convencerla. Me abstengo de lanzar las cosas de mi escritorio, ya que eso llamaría la atención de la víbora que está detrás de esa pared. Estoy seguro, ella disfrutaría verme perder el control.
Tomo con violencia los documentos que ha dejado al llegar e intento controlar mis emociones. Sin dejar de pensar en la salida a esta situación. Hillary era la mejor para el puesto de señora Frederick, no se iba a deslumbrar por el lujo. Venía de una buena familia y gracias a su trabajo contaba con su propia fortuna. Divertida, hermosa, inteligente y con cierto don para hacer negocios.
Miro atento los documentos sorprendiéndome, es un grupo de demandas y reclino mi cuerpo en la silla. Charlotte ha dejado notas pegadas a cada uno de los casos, con datos importantes y el historial de la policía de algunos pacientes (aquellos que han llegado con herida de arma de fuego). Son casi treinta de los más de cien que existen y a los que por tiempo no he podido solucionar.
Al final de mi lectura, llego a la conclusión que la sugerencia puesta por ella en cada una es la correcta. Resulta un enigma por qué tiene tanto conocimiento jurídico, una llamada a su antiguo jefe resuelve mis dudas.
—Charlotte era estudiante de derecho, carrera que abandonó a mitad del último año. —responde Harrison con algo de orgullo en su voz —¿Hizo algo mal?
—Todo lo contrario—corrijo viendo los documentos.
—Me alegra saberlo, por Dorothy sé que no quiere irse de la empresa dando una mala impresión.
—¿Irse? —pregunto con interés.
—Recuerde que Charly...la señorita Joly solo esta con usted por dos meses. Ella fue enviada a ese puesto por los dos meses que le quedaban de trabajo...
—¿Qué cargo y sueldo ha manejado este tiempo Harrison?
—Auxiliar señor, con el sueldo respectivo. —cuelgo la llamada sin hacer comentarios y veo los documentos ante mí.
Le envío por correo las felicitaciones, solicitándole enviarlos a la empresa e ingreso al cuarto de baño. El hospital no tiene área jurídica, siendo los de la multinacional los encargados de ellos. Con una idea rondando mi cabeza y viendo mi reflejo en espejo del lavamanos me retraigo, hasta que empiezo a escuchar extractos de una discusión.
—Este es mi sitio y quien no tiene por qué estar aquí eres tú. —escucho decir a mi asistente —llamaré a seguridad. —amenaza.
—¿Estas persiguiéndome? ¿No te bastó con ofrecerte a Dick y ahora lo intentas con mi Matt? Y ese tono de rojo te queda asqueroso, pareces una vaca con peluca...
Seco rápidamente mis manos al descubrir quién era la causante del enojo de Charlotte. Detengo mi salida al escuchar las acusaciones de ella a Aryana.
—¿Me criticas tu? —se mofa en medio de risas. —la mujer que no encontró otra manera de desquitarse con su amante infiel que perseguir a una familia que nada tuvo que ver.
—No sé qué haces aquí y en esas fachas, pero enseguida me encargaré de que te saquen a patadas
—¿No es chistoso? La vida se encargó de encontrarnos y justo aquí. Recuerdo tu mirada de orgullo al decir eras la Ex de un Frederick ¿Es lo mismo siendo Murray?
Abro la puerta encontrándome una frente a la otra. Aryana es más alta que Charlotte le sobre sale en centímetros, porte y elegancia. Una altiva y orgullosa, la otra con el mentón en alto cruzada de brazos relajada. Su cabello rojo normalmente recogido esta suelto y le llega muy por debajo de los hombros. Sus pies llaman mi atención, delgados, pequeños, rosados y con una manicura impecable.
—Pensé encontrar unos pies grandes, llenos de callosidades y agrietados producto de ser usado como frenos. —sonrió cuando los recoge al notar los observo y pido—déjanos solos por favor.
Charlotte
Lo que sea dijeron allí no duró mucho, minutos después era escoltada a la salida por mi jefe. Solo ella miró en mi dirección y con desprecio, él se veía muy enojado al salir con ella no miró en ningún momento hacia mí.
Suelo retirar mis zapatos cuando trabajo, el contacto de mis pies con en suelo frío me relaja. No debería verme descalza, ni en esas fachas. Era horario de almuerzo, era mi descanso y creía tener privilegios a esa hora. Además, él contaba con cierta rutina. Revisaba los documentos, enviaba un correo y entraba a asearse las manos. En ese tiempo yo iba por los documentos a hurtadillas sin que me viera, ahorrándome sus chistes oscuros.
Leo el mensaje de Dorothy que me pregunta si estoy bien, pues no bajé a almorzar y temía mi jefe me hubiera lanzado por la azotea. "Aún no, pero dentro de poco lo hará" le respondo rápidamente.
— ¿Cómo puede la vida ser tan miserable conmigo? Justo ella ser su exesposa. —me quejo. —regresara y te va a despedir Charlotte.
El ruido del teléfono en mi escritorio me hace verlo aterrada. Lo dejé sonar una primera vez, era claro de donde era. Cuando suena una segunda vez, suspiro resignada y lo tomo.
Me tenso ante la voz de Beatriz del otro lado.
—Tu jefe acaba de irse hace unos minutos. No sé qué le hiciste, pero no se veía feliz y el señor Harrison exige verte ahora mismo.
Cuelga no sin antes burlarse e inspiro fuerte. Recojo mis cosas antes de bajar, una manera de calmar mis nervios y aceptar mi triste realidad. Iré por mi cheque, lo recogeré y buscaré otro empleo. La buena noticia es que duré el tiempo estipulado y el último correo de mi jefe no fue un comentario hiriente hacia mí, sino, una felicitación.
Le brindó una última mirada a lo que fue mi sitio de trabajo por dos meses, le voy a extrañar. El señor Matthew solo subía un par de horas para revisar o firmar algo. El resto del tiempo era mio seis o siete horas sola, sin el estrés de un jefe y eso hacía rendir mi trabajo.
Con mucha información para hacer mi tesis, lamentaba irme antes de acabarla. Pero, contaba con varios datos para seguirla en otro lado o en casa.
Las puertas del ascensor se abren en el piso de administración y tengo la sensación de ser observada por todos o es mi paranoia la que me hace pensar asi.
—Charly —hablan al tiempo Dorothy y Neal al verme en la entrada.
—Buenas tardes, chicos —saludo en un hilo de voz. — ¿Qué tal les va sin mí?
—Muy aburrido... ¿Qué pasó?
—Es una larga historia...
—Que nos contaras esta noche en el bar de Joe. —sonrió ante esa exigencia avanzando a la oficina del señor Harrison.
Detrás de su escritorio observa mi entrada. Retira sus lentes dejándolos encima de unos documentos y me invita a sentarme. A un lado Beatriz sostiene en sus manos lo que imagino es un cheque con mi liquidación y sonríe dándose aires con él.
—Buenas tardes, señor Harrison, Beatriz —saludo a cada uno sin mirar de más.
—No sé qué has hecho cariño —empieza a decirme y bajo el rostro al saber lo que seguirá —Lo único que tengo que decirte es.... Gracias.
Alzo la mirada hacia él sorprendida "¿Gracias? ¿Acaso a dicho gracias?" Beatriz cesa de darse aire con el cheque y lo mira igual de sorprendida, con una mezcla de enojo.
—¿Dijo Gracias? —me atrevo a preguntar —¿Por qué?
El jefe de recursos humanos mi antiguo jefe y casi mi ángel de la guarda sonríe.
—Él señor Frederick está muy a gusto con tu trabajo, tanto que ha pedido seas pasada a su nómina. —explica.
Mi reacción inmediata es levantarme, al entender que significa ese título. Yo estaría trabajando directamente con la multinacional, no con el hospital. El señor Harrison continúa diciéndome lo que influyó en su decisión. Aquel puñado de demandas en los que quise trabajar para no olvidar lo aprendido y porque imaginé para eso estaba allí.
—No sé qué decir —me animo a decir en medio de tartamudeos. —era mi trabajo y, y ...usted me dijo que necesitaban de alguien con experiencia en leyes.
Eran parte de mi tesis...
Ríe y comenta que mi jefe le llamó cuando estaba revisando esos documentos. Si mis cálculos no fallan fue antes de la llegada de su ex, en este instante, él puede haber cambiado de opinión. Muy seguramente se le olvidó llamar y retirar mi nombramiento. Por el momento y mientras dure, disfrutó viendo a Beatriz verme con envidia y enojo.
Ordenó entre otras muchas cosas, mi horario flexible para que pudiera acabar mis estudios y hacer el desembolso del excedente de los dos meses trabajados. Esa última parte me hace mirarlo perpleja, yo solo estaba allí de encargo.
—Tengo un contrato como auxiliar —le recuerdo —con un sueldo bastante bueno. —me animo a decir.
—El de asistente es mejor, tres veces más —escucho y me siento de golpe en la silla —felicitaciones Charlotte y bienvenida a Ind. Frederick.
Mis ojos se empañan estrechando sus manos que beso una y otra vez. Sonríe alejándolas con suavidad, asegurando que no hizo nada.
—Todo el trabajo fue tuyo.
A Beatriz se le va a explotar una ulcera, su rostro rojo de la rabia parece hacer combustión en cualquier momento. Ella que creía ese puesto seria mi ruina ¿Qué diría ahora?
—Usted me envió allí, no se quite créditos. —respondo feliz.
Miro el cheque en mis manos, puedo comprar la lavadora y secadora que mamá le había gustado ¿A papá? Creo que amará llevar el miedo Mustang al taller, pueda que me quede para hacerle unos arreglos a la casa.
—Regresa a tus labores Charly, no quiero que tengas problemas con tu nuevo jefe —asiento levantándome y saliendo en búsqueda de mis compañeros.
Me esperan de pie juntos y casi que de manos tomadas. Sueltan un suspiro de alivio cuando sonrió casi que corriendo hacia ellos. Le entrego el cheque y el documento que me han entregado sin evitar llorar.
—¡Felicidades! —correan y no puedo con tanta dicha en mi pecho.
—Era obvio caería rendido a tus pies —sigue Neal y niego.
—Todo esto puede cambiar.
Narro rápidamente lo sucedido luego que el hiciera esa solicitud y ambos me ven preocupados. No conocen a la ex del jefe, entraron estando ya divorciado. Tiene fama de ser como jefe duro e inflexible, pero como ser humano es justo.
—Mira el lado bueno, puedes seguir con la tesis —dice Neal —estafas a aseguradoras —sonríe intercambiando miradas con Dorothy.
—Eso espero chicos —ruego tomando sus manos y despidiéndome. Al dar media vuelta encuentro a Beatriz mirándome de manera extraña y le sonrío.
Niego la salida de esta noche y la aplazo para el viernes. El día de hoy la dedicaré a hacer las compras para sorprender a mis padres.
—Cuando tenga seguridad esto es festejamos —prometo.
—Lo será, estoy seguro no puede culparte por defenderte — me alienta Neal —Nadie que se ame, da acceso a personas que ya te han dañado.
Con esa frase rondando en mi cabeza salgo a los pasillos y pido el ascensor. La buena o mala suerte quiso que me lo topara de nuevo en ese lugar. Me dije internamente y muerta de miedo que era mejora aterrizar ahora, no más adelante.
—¡jefe! —saludo entrando y asiente viéndome directamente a los ojos.
—Asi que señorita Joly ... ¿Abandonará su escoba y ocupara un lugar en mi sarcófago? —pregunta enarcando una ceja y notando en él un interés que jamás he visto.
Lo miro con sospecha de reojo y me ubico lo suficientemente lejos de él por no creer en su repentina buena fe.
—¿Por qué yo? —me atrevo a preguntar y sonríe viendo los números iluminarse.
—¿Quién más podría ocupar ese puesto? Nadie mejor que usted señorita Joly...es mejor bruja conocida que ángel por conocer.
Entorno los ojos al verlo sonreír y esta vez me ve directamente a los ojos mientras lo hace. Todas sus facciones son como un imán que atrae por el sexa peal que proyecta. Relajado, sonriente y con una mano en su bolsillo.
—Algo se trae —le señalo con el dedo índice —lo sé.
Su risa aumenta, mientras mi corazón amenaza con salirse por la boca.
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