Capítulo 9: Bienvenido II
Estaba contento de volver a casa. Después de solucionar todo lo ocurrido en Mewni, Marco sintió que se había quitado un gran peso de encima. Fue por eso mismo que la noche anterior había podido dormir a pierna suelta, aunque no negaría que estaba un poco nervioso por volver a casa con toda esa parafernalia encima. El resultado fue más o menos el esperado. Su madre se preocupó al verlo y lo abrazó y besó como si estuviese a punto de romperse. Su padre hizo lo mismo, y al final fue su madre la que se relajó y decidió calmar la situación y darle algo de espacio. Ella solía ser la que se hacía cargo de las situaciones en la familia. Cómo la vez en la que Marco se enteró que había sido ella la que le dijo a su padre que era el momento de darle "la charla". Le gustaba que su madre fuese tan asertiva y le diese bastante libertad para hacer lo que quisiese.
También, como cabía esperar, Jackie se había preocupado, pero una vez pasado el susto inicial, se tomó la situación con más calma y naturalidad. Necesitaba eso, después de todo lo ocurrido solo quería pasar unas vacaciones divertidas con Jackie, los amigos y la familia. Echaría de menos a Star, pero no sería la primera vez que alguna amistad se distanciaba, así que lo superaría en algún momento. Además, seguía teniendo sus tijeras, así que podía visitarla cuando quisiera. Y ellos seguirían en contacto, todo gracias al espejo de bolsillo que le regalaron para que pudiera comunicarse pese a estar en dimensiones diferentes. Así que, para Marco, la situación actual estaba bien.
De camino al parque, Jackie le explicó que durante la semana había estado practicando con la patineta para un torneo que habría antes del final de las vacaciones. Parecía bastante interesante. Nunca había visto uno. Y por lo que ella le estaba contando, parecía que, si ganaba, podría tener la posibilidad de entrar al mundo de los patinadores de forma profesional. Algo que le hizo recordar a Marco que, si bien eran adolescentes, cada vez se acercaban más y más al mundo de los adultos. Él ya había pasado por esa transición, pero no en la tierra, no en la sociedad, con los estudios y las ofertas profesionales. De hecho, él mismo ya estaba ganando dinero por ceder sus derechos de imagen para la venta de productos comerciales de la princesa Turdina. Sin darse cuenta, poco a poco comenzaba a entrar en el mundo de las carreras profesionales, y eso le hizo preguntarse a lo que quería dedicarse en un futuro. Una pregunta que más de una vez le habían hecho y se le había pasado por la mente, pero que nunca se había planteado de forma seria.
Cuando llegaron al parque, Marco casi ni se dio cuenta, debido a que se había hundido en sus pensamientos. No era la primera vez que pasaba por aquel sitio, pero sí la primera que se fijaba en él. La pista era como una enorme piscina sin agua y con paredes curvas. Por su interior había desperdigados varios montículos de concreto y otras formas diseñadas para maniobrar con las ruedas. Rampas por todas partes, barandillas, y también dos medios tubos (esas rampas tan características en forma de u). Todo el lugar estaba pintado con grafitis. No había estructura o superficie que no tuviese algo pintado. Aunque las pinturas que realmente destacaban eran las de los murales. Al parecer, allí solo pintaban aquellos que en verdad tenían buena mano para manejar el spray. Varios de los dibujos recordaban a los personajes de series y videojuegos que solía ver de niño, y de no tan niño. El ambiente era agradable, con todos aquellos adolescentes y preadolescentes moviéndose de un lado a otro, acompañados por el sonido de las ruedas en el pavimento y la madera deslizándose por los tubos. Había gente allí donde mirase, pero había suficiente espacio para todos. No podía negar que era algo impresionante.
—Marco, te quiero presentar a un amigo —dijo Jackie. Se había separado un momento sin que él se diera cuenta. Traía consigo a un chico de piel morena, ojos pardos y un cabello rebelde y rojizo. Al igual que Jackie, estaba envuelto en protecciones para el cuerpo. En su mano derecha llevaba su patineta. Y la expresión en su rostro no era la más amigable de todas. Cuando llegaron, se percató de que este era un poco más alto que él—. Este es Leo —señaló Jackie—. Somos amigos desde hace años. Practicamos juntos cada vez que podemos. Y, Leo, él es Marco.
—Jackie me ha hablado de ti alguna vez —dijo Marco, intentando romper el hielo—. Un gusto. —Extendió su mano y le ofreció un apretón amigable.
Leo se la quedó mirando un momento y luego sonrió. Se fijó en que Leo tenía una pequeña malformación en uno de sus dientes: un colmillo inferior era más grande que el resto, y estaba torcido hacia adelante, poniéndose por delante de los superiores cuando sonreía. Casi le recordaba al colmillo de un depredador.
—Ella también me ha hablado de ti —respondió, estirando su mano y aceptando el apretón. Marco notó la presión que este ejercía. La típica batalla para ver quién aprieta más. Con gusto Marco habría entrado en esa competencia, de no ser porque le dolían los nudillos por el combate contra Toffee. Una cosa de la que nadie solía hablar cuando se golpeaba a alguien con los puños es que el impacto también acababa haciendo daño al que golpea—. Entonces, ¿él es el infiel? —lo señaló a él, mirando a Jackie.
Marco frunció el ceño en una expresión de incomprensión y confusión.
—Leo, que bromista eres —dijo Jackie, dándole una palmada en la espalda que provocó que soltara la mano y que hasta a Marco le dolió.
—Está bien, está bien —soltó tras toser un poco—. Capto el mensaje. —Mientras tosía, Leo se fijó en el yeso de Marco. Luego alzó la mirada e hizo contacto visual—. ¿A qué se debe el yeso? —acabó por preguntar.
—Esto, pues... —Mierda. A sus padres y a Jackie podía decirles lo ocurrido sin ningún tipo de problema, pero a una persona que no tenía conocimiento alguno de Mewni, ¿qué le podía decir? Si le decía la verdad lo tomaría por loco. No se había tomado la molestia de pensar en una coartada para las personas normales. No había necesidad. O eso pensaba.
—Marco, está bien —dijo Jackie, apareciendo por su izquierda y colocando una mano en el hombro—. Dile que fue por un perro que los atacó a ti y a Star cuando estabas con ella en su pueblo.
Estuvo a punto de preguntarle de qué demonios le hablaba, hasta que ella le guiñó un ojo de forma discreta.
—Sí, lo siento, es que no fue un momento muy heroico. Estaba ayudando a Star y su familia a recolectar maíz, cuando el perro de ellos me atacó pensando que era un ladrón, y bueno, pasó lo que pasó. Por suerte todo acabó con unos puntos y un yeso para controlar los hematomas —dijo, palpándose el yeso con suavidad.
—Debió haber sido un perro grande.
—Sí, como de esta altura cuando se paraba en dos patas —elevó la mano hasta marcar la altura aproximada de Toffee.
—¿Y no has pensado en demandarlos por los daños? Si un perro me hiciera eso me aseguraría de que los dueños le pongan un bozal y no lo dejen suelto.
—Leo —le reprochó Jackie.
Marco sonrió y le quitó importancia a la pregunta con un gesto de su mano.
—No. El perro solo estaba haciendo lo que tenía que hacer, aunque Star no fue tan benevolente con él. La familia se aseguró que mis heridas fueran atendidas, además de que me trataron muy bien. No podría estar enojado con ellos.
Leo se encogió de hombros.
—Si fuera yo, haría que se arrepintieran de lo que su perro me hizo.
—¿Incluso si fuese mi perro? —dijo Jackie.
—Tú no tienes perro.
—Estaba pensando en adoptar a uno.
—¿En serio? —preguntó Marco.
—No, solo quería hacer enfadar a Leo.
—Oye, ¿podemos dejar de hablar de animales y continuar con la práctica? —le recordó Leo—. El torneo se acerca.
—Sí, sí. Ve hacia la pista, ahora te alcanzo. —Leo asintió y se despidió con un saludo simple, luego Jackie volvió su atención hacia Marco—. ¿Seguro que no te aburrirás?
—Sí, tranquila, me sentaré en uno de estos bancos a ver como patinan.
—De acuerdo. Dime algo si te aburres, ¿sí? Podemos ir por algún batido o algo.
—Tranquila. Diviértete.
Ella sonrió y le dio un beso en la mejilla antes de ir con Leo a patinar. Este sonrió para sí y luego se sentó en uno de los bancos cercanos a verlos practicar.
Era la primera vez que veía a Jackie realizar trucos con la patineta. Siempre que pasaba por el colegio la veía patinar con normalidad, como si la patineta no fuese más que un mero medio de transporte. Pero ahora era distinto. Ella y Leo se movieron por la pista, intentando aprovechar la velocidad de la caída y mantenerla para realizar saltos y piruetas. Ambos tenían que flexionar las rodillas continuamente para seguir impulsando la patineta, una tarea constante que podría cansar a cualquiera que no estuviese acostumbrado, aunque a ellos no parecía afectarles demasiado.
Lo que le seguía pareciendo impresionante a Marco era que los patinadores fueran capaces de levantar los pies junto con la patineta aprovechando el impulso del salto. Era como si la propia patineta estuviera pegada a sus pies. Hasta se veía fácil cuando lo hacían.
En un momento dado, Jackie intentó hacer un truco apoyando las ruedas en el borde de la pista, pero le salió mal y acabó rodando en el suelo. Marco se levantó, casi por instinto, para intentar ayudarla, pero se detuvo cuando vio a Leo ir hacia ella.
—Mierda —se quejó Jackie. Tenía gesto adusto y expresión de frustración.
—Vamos, Tomás, ponte de pie —le dijo Leo—. Puedes hacerlo mejor que eso y lo sabes.
—Sí, lo sé —dijo ella, plantando un pie en el suelo y luego apoyando una mano en su rodilla para levantarse—. Otra vez.
Jackie parecía bastante determinada a mejorar. Nunca la había visto de esa forma. Se estaba tomando sus prácticas muy en serio. Lo cual le hizo pensar que también se estaría tomando en serio el torneo.
Sintió un poco de envidia por ella. Tenía un objetivo a cumplir, y parecía ir por el primer puesto. Él, en cambio, se encontraba a la deriva en sus ambiciones. Se preguntó a sí mismo qué quería hacer durante las vacaciones de verano. Sí, pasaría tiempo con Jackie y con sus amigos. Ferguson y Alfonso habían encontrado a un par de personas que se podrían unir a sus sesiones de rol, contando a Janna, cuando volviera, y a él serían seis, un número bastante bueno para las sesiones de rol. También iría a ver a Star cuando estuviese menos ocupada con la reconstrucción del reino, además de que había un funeral de por medio, de Lekmet, según tenía entendido. Y tenía algunos videojuegos a los que quería jugar, pero no era un mero entretenimiento lo que buscaba. No. Lo que él quería era perseguir un objetivo, hacer algo que se le diera bien, comentar las bases de su futuro.
Se miró el yeso y pensó en su batalla con Toffee. Le hubiese gustado haber luchado mejor, haber sido de más ayuda. Su versión adulta habría podido con él sin problemas, pero él no era su versión adulta. No tenía la misma fuerza, resistencia ni velocidad. ¿Tendría que ser su objetivo intentar convertirse otra vez en el Marco adulto de la dimensión X-103?
No estaba seguro de su respuesta. Echaba de menos aquella vida llena de emociones y peligros. También echaba de menos sus músculos. La sensación de que era capaz de enfrentarse a cualquier peligro. Pero todo eso pertenecía a un Marco criado en un mundo hostil que le exigía ser capaz de enfrentarse a todo eso y más. En cambio, su yo actual no tenía que enfrentarse a peligros para la supervivencia. La tierra, si bien no estaba exenta de peligros, no era un lugar tan hostil como la dimensión X-103. El sitio en el que vivía no le estaba pidiendo que se convirtiera en un hombre imbatible. Aun así, la idea resonaba en su cabeza.
Sus pensamientos se interrumpieron por un momento cuando escuchó a alguien chocar con algo.
—¡Cuidado! —gritó alguien.
Marco miró al cielo y vio una patineta en el aire, la cual iba directo hacia un niño que estaba aprendiendo a utilizar patines, no había visto el peligro. Tampoco habría podido reaccionar de haberlo visto.
A Marco se le cortó la respiración, la garganta se le secó, el cuerpo le ardió y los músculos se le tensaron. No pensó, tan solo reaccionó por instinto. Corrió hacia él niño dando unas zancadas enormes y con su mano buena atrapó la patineta por el borde de la punta. Solo cuando sostuvo el objeto entre sus dedos y pasó el peligro, volvió a respirar. Tenía el cuerpo ardiendo, el corazón a mil y varias gotas de sudor recorriendo le la frente. Estaba jadeando, más por el temor de no conseguirlo que por cansancio.
Como bien se había dicho, ya no tenía el cuerpo de su yo adulto, pero su memoria muscular seguía intacta. Seguía teniendo los conocimientos y nociones de movimientos de combate que había aprendido y, al parecer, su cuerpo también. Tenía que intentar no perder eso.
—Eso ha sido increíble —le dijo el niño al que había salvado. El pequeño tenía los ojos bien abiertos y prácticamente le brillaban por lo que acababa de ver. No podía culparlo. Él también estaría emocionado después de que un patinete estuviese a escasos centímetros de abrirle la cabeza. O más bien, conmocionado.
El padre apareció corriendo detrás del niño.
—Tim, ¿estás bien? —preguntó este agachándose para estar a su altura. Lo examinó de arriba abajo—. Gracias a dios. —El señor alzó la mirada y se puso de pie—. Gracias, joven —dijo este, estrechándole la mano—. ¿Cómo te llamas?
—Marco, señor —dijo él, un tanto apenado.
—Gracias, Marco. Tim, dale las gracias a Marco.
—Gracias, Marco —dijo Tim, dándole un abrazo a la altura de la pierna.
Jackie y Leo aparecieron corriendo a los pocos segundos. Había llamado la atención.
—Marco, ¿estás bien? —preguntó ella con los ojos como platos y su pecho bajando y subiendo por haber corrido hasta él.
—Sí, solo ha sido un susto —respondió, separándose del padre y el niño.
—Buenos reflejos —comentó Leo.
—Gracias.
—No me extraña. Marco practica karate —comentó Jackie.
Leo alzó una ceja.
—No es para tanto, en serio —de verdad que la situación lo estaba apenando. Hacía tiempo que no recibía tanta atención, contando sus años en la dimensión X-103.
Se miró la mano sana con una sonrisa reflexiva en el rostro. Puede que hubiese dado con una pista para aquello que estaba buscando.
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¡Curiosidades! Para quien no lo sepa, la dimensión X-103 es el nombre que recibe canónicamente la dimensión de Hekapoo.
¡Fin de las curiosidades!
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