Capítulo 84: ¿Enemigos o aliados? II

Cuando se acostumbraron a la luz, vieron a alguien encapuchado caminando hacia ellas. Cuatro guardias envueltos en su armadura intentaban detener a la figura desconocida, sin resultados.

—Lara, te dije que esto no está bien —dijo otro encapuchado que entró corriendo tras ella.

—Demasiada burocracia para ver a los reyes —respondió la mujer envuelta en luz—. A este paso seremos más viejos que Eadric.

Su madre carraspeó la garganta, llamando la atención de todos los presentes. Los dos encapuchados miraron hacia ellas y luego hincaron las rodillas y bajaron la cabeza. La que estaba brillando perdió esa luz que se escapaba de sus ropajes, adoptando el mismo aspecto que su compañero. Los guardias se pusieron en pie y apuntaron ambos con sus armas.

—Ahora vendrán con nosotros —dijo uno de ellos.

Su madre volvió a carraspear la garganta y levantó una mano para que los guardias se detuvieran.

—¿Su majestad? —preguntó el guardia, mirando a la mujer, confundido.

Ella solo le dirigió una mirada severa que no dejó lugar a dudas. Nervioso, el guardia se puso derecho y levantó su arma. El resto lo imitó. Solo entonces su madre dirigió su total atención a los recién llegados.

—¿Quién osa irrumpir en el castillo Butterfly? —preguntó su madre mientras bajaba por los treinta escalones que había hasta el suelo. Sus tacones resonaban en la sala como el hacha de un verdugo siendo arrastrada.

Los dos desconocidos alzaron la mirada.

—Su majestad —dijo el muchacho, poniéndose en pie—, me llamo Veros —señaló a la otra con su mano—, y esta mujer que viene conmigo se llama Lara.

—¿Y qué es lo que los ha llevado a irrumpir en el castillo?

—Tenemos que advertirles de algo —dijo la mujer. Lara.

Su madre bajó el último escalón, se acercó al guardia que tenía más a mano y tomó su espada. Luego caminó hacia los intrusos y se detuvo a pocos metros de ellos. Para Star, su madre siempre fue alta, pero Veros y Lara la superaban por unos centímetros (sin contar el cabello).

—Es para una audiencia, entonces.

—Sí, eso.

—Es curioso. Normalmente, cuando alguien viene para tener una audiencia con los reyes, no entra aquí por la fuerza y oculta su identidad debajo de una capucha.

Ambos encapuchados se miraron. Veros asintió, y luego revelaron su rostro: él, un hombre moreno de cabello oscuro; ella, una mujer de piel blanca y llena de vida, y un cabello castaño claro.

—Lamentamos haber entrado de las formas en las que lo hicimos, majestad —habló Veros, hincando la rodilla una vez más—, pero es por un buen motivo. El reino entero corre peligro.

Al escuchar eso, Star se levantó de su asiento y bajó por las escaleras mientras su madre seguía hablando con ellos.

—Esas son grandes palabras para ser pronunciadas a la ligera. ¿Por qué debería escuchar su advertencia? No sería la primera vez que un enemigo irrumpe en mi casa intentando apoderarse del reino. Denme un motivo para no encarcelarlos ahora mismo —alzó su espada hacia ellos con gesto severo y desafiante—, y voy a necesitar algo más que sus nombres para creerles. ¿De dónde vienen? ¿Quién los envía? Y, sobre todo, ¿tienen alguna prueba de lo que van a decirme?

Star bajó el último escalón y miró a su madre. Cuando quería, ella también podía ser genial, lo había olvidado después de la batalla contra Toffee.

Veros se mantuvo inmóvil ante su madre, y asintió, solemne.

—Su majestad, entiendo que usted está familiarizada con los solaris, ¿estoy en lo correcto?

—Así es, conozco su origen y su situación actual. Creados por Solaris durante la gran guerra y perecidos en la misma, todos, excepto por Mina Loveberry, la cual sigue prófuga desde la última vez que la vi.

—Yo la vi —intervino Star—. Fue hace unos meses. Apareció en las ruinas de los aposentos de la antigua reina Eclipsa.

—Princesa —dijo Veros, adivinando su posición—. Si no es mucha intromisión, ¿en qué circunstancias se halló Mina con usted?

—Eso no es de su incumbencia —zanjó su madre, apuntando a Veros con la espada.

—Siento mi impertinencia.

—Yo estaba dando una fiesta donde había monstruos, razas aliadas y mewmanos —explicó, ignorando a su madre.

—Star —reprochó la mujer, como cabía esperar.

—No, mamá, esto puede ser importante.

—No sabemos quiénes son.

—Tal vez, pero esta parece ser la oportunidad que estaba esperando. No pienso quedarme de brazos cruzados ante la posibilidad de hacer algo. —Se giró hacia Veros y lo miró con determinación—. Mina se enteró de la fiesta, no sé cómo, y vino para exterminar a todos los monstruos.

—Veros, tal vez fue eso de lo que nos habló Mina —pronunció Lara.

—¿Han visto a Mina? —preguntó Star.

La mirada de su madre se acentuó, un destello de luz envolvió la espada que sujetaba y la colocó cerca del cuello de Veros. Al instante, Lara se puso en guardia, pero el muchacho alzó una mano para que se calmara.

—Sí, la hemos visto.

—No desviemos más la conversación —dijo su madre, tajante, la espada sin moverse un ápice de su sitio—, antes nos preguntaste sobre los solaris, ¿por qué? Querías decirnos algo al respecto, ¿no?

Veros asintió.

—Lo que dijo sobre los Solaris, es cierto, pero solo el principio. Ellos debieron haber muerto, y muchos lo hicieron, pero otros pocos no. Ahora ellos han conseguido expandir su número.

—¿Qué? —reaccionó Star.

Su madre la mandó a callar sin apartar la mirada del muchacho.

—Continúa —indicó la madre.

—Ellos consiguieron procrear y expandir su número después de varios intentos fallidos. Lo hicieron con la intención de prepararse para cuando volvieran a ser necesarios. Para cuando se produjera una segunda gran guerra. La cual nunca llegó.

—¿No estuvieron presentes en la guerra contra ejército de Toffee? Aquella en la que te convertiste en reina, mamá.

—Aquella guerra no se compara con la que vivieron los solaris, Star. Durante la gran guerra, los monstruos que amenazaron el reino eran colosales. Muchos del tamaño de torres, y alguno del tamaño de un castillo. Desde esa época no se ha visto una guerra igual.

—Exacto —prosiguió Veros—. Por ese motivo los solaris no se hicieron presentes en todo este tiempo. El problema es que, después de lo ocurrido en la fiesta que dio la princesa, los solaris que sobrevivieron a la gran guerra piensan que los mewmanos ya no son lo que eran, porque podrían estar dispuestos a relacionarse con monstruos, y por eso consideran que estos mewmanos deberían ser exterminados.

—¿Qué? ¿Por qué? —reaccionó Star de nuevo—. Se supone que ellos están del lado de los mewmanos. ¿Por qué querrían matarlos por algo así? ¿Y cómo es que saben algo así?

—Star, ¿no has prestado atención? —le preguntó su madre—. Lara ha entrado envuelta en un brillo similar a la luz del sol, cargando con todos esos guardias a sus espaldas como si no pesaran nada. Luego Veros nos ha hablado de la expansión de los solaris.

En ese momento, Star cayó en la cuenta.

—Son sus descendientes —adivinó, sintiéndose estúpida por no haberse dado cuenta—. Pero, eso no puede ser. Cuando Mina se transforma, su cuerpo, además de brillar, crece un montón, pero Lara solo brillaba.

—Permítame mostrarle, princesa —miró a su madre—. Si su majestad está de acuerdo.

Ella asintió y apartó un poco la espada.

Teniendo espacio libre, Veros procedió a quitarse las ropas que llevaba, hasta dejar su torso descubierto. Luego apretó los puños y tensionó los músculos.

—Les recomiendo que cubran su vista.

Star hizo caso, pero su madre no. Una luz brillante inundó la habitación, y después de unos segundos, Star miró con atención. El cuerpo de Veros se había tornado más musculoso y marcado. El crecimiento no era ni por asomo tan desproporcionado con Mina, pero sí que sus muchos eran algo más grandes. Lo que sorprendía era lo detallados que estaban, cada tendón, cada vena era visible. Daba la sensación de que la piel no daba de sí para estirarse más, como si fuese a romperse como un trozo de tela. Su cuerpo emitía una luz, como dijo su madre, similar al sol, y el cabello ondeaba hacia arriba, casi como si hubiese una corriente de aire viniendo desde abajo.

—Este es el estado albor, es en lo que todo solari puede transformarse. Sin embargo, solos los solaris de primera generación, los originales, pueden transformarse de una forma muy superior a la nuestra. Nosotros, en cambio, estamos más limitados.

—Hay muchas cosas que no entiendo —dijo Star.

Su madre bajó la espada, sin quitarle el brillo de magia que la envolvía.

—Creo que esta es una conversación que debe tenerse con calma, y tiempo. Además de que quiero que haya otros presentes delante —anunció su madre—. Guardias, pueden marcharse. Yo me encargo a partir de aquí. —Estos asintieron, solemnes, y obedecieron—. En cuanto a ustedes —miró a Veros y Lara—, vendrán conmigo. Tú también, Star.

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El deber llama a la puerta, y la reina está dispuesta a actuar. ¿A dónde irá el debate que tendrán estos personajes?

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