Capítulo 76: Rescate III
Fue tan repentino que apenas tuvo tiempo de digerir lo ocurrido. Algo cayó del cielo y destruyó el techo, pero no el suelo de la habitación. Astrid estaba allí con ella. Ambas vieron la nube de polvo entre los escombros de madera. Detrás de esa cortina se vio una silueta con tres ojos rojos brillantes. Astrid se mostró confundida y algo aterrada. Jackie, por otro lado, tenía una sospecha de quién se trataba.
Una bola de fuego salió disparada, disipando la nube e impactando a Astrid. Esta comenzó a rodar en el suelo, intentando apagar las llamas de su pelaje. Jackie no pudo evitar preocuparse.
—Jackie, ¿estás bien? —dijo Tom, acercándose a ella.
—Tom, ayúdame a apagar las llamas.
—¿Qué? —dijo este, mirando a la licántropa, confundido mientras Jackie intentaba extinguir el fuego con la sábana de la cama—. Es una de tus secuestradores.
—Lo sé. Créeme que lo sé, pero ella no es mala. Lo prometo.
Tom dudó por un segundo, pero luego cerró su puño y las llamas en el pelaje de Astrid se apagaron.
—Está bien, Jackie, confío en tu palabra. Pero, prefiero que mantenga las distancias. Tenemos que salir de aquí cuanto antes.
—¿Qué ocurre?
—Ocurre que ni Star ni yo íbamos a dejar a nuestros amigos a su suerte.
Escucharlo decir eso hizo que Jackie se sintiera, más que nunca, agradecida por los amigos que tenía.
Marco observó preocupado aquella especie de meteorito caer desde los cielos e irrumpir en la torre.
—Jackie —dijo, apartando el brazo de Star, listo para ir a socorrer a la chica.
—Marco, está bien, es Tom —dijo ella, a lo que Marco se giró—. Él se encargará de rescatar a Jackie. Yo me encargaré de mantener ocupados a Ludo y el resto para que Tom no tenga problemas en salir. Con un poco de suerte, tal vez pueda recuperar la varita. Tú escóndete y te buscaremos cuando esto acabe.
—De eso nada. Pienso echar una mano. Y más ahora que no tienes magia.
—Siento decirte que estás equivocado en eso, Díaz. —Star alzó los puños y estos brillaron con los colores del arcoíris, luego esa aura multicolor se hizo más grande, tanto como la cabeza de la mewmana—. Puño arcoíris —gritó Star, golpeando hacia adelante y disparando aquel puño como si de un cohete se tratase.
El puño mágico fue directo a Ludo y este lo esquivó. Al chocar contra el suelo explotó emitiendo una onda de fuerza en un radio muy pequeño. Justo después, Star lanzó el otro. Ludo volvió a esquivarlo, pero se mostró sorprendido.
—Aún puedo luchar sin varita —dijo Star—. Ahora, escóndete.
Marco estaba impresionado, pero no estaba dispuesto a dejar sola a su amiga.
—No —dijo mientras se colocaba el collar carmesí que Star le regaló, solo para luego buscar algo más en la bolsa—. ¿De verdad piensas que después de venir hasta aquí para salvarme a mí y a Jackie te dejaré así sin más? No, Star. No te dejaré sola —sacó un silbato del bolso y se lo llevó a los labios—, ni a ti ni a nadie.
Marco hizo sonar el silbato con fuerza y un rugido tronó en los cielos. Star alzó la mirada y vio a Nachos descender de los cielos hasta aterrizar junto a Marco. Este tomó la espada que la dragona llevaba en la espalda y la desenvainó.
—Yo también tengo mis recursos —dijo él.
Star le sonrió y volvió a alzar los puños.
La situación estaba empeorando por momentos. Tenía a un infiltrado en la torre y a la princesa y el humano contra él. Eso sin contar al dragón. Rasticore a su lado desenvainó una espada que sacó de la torre. La situación se iba a poner fea. "Necesitamos refuerzos", se dijo para sí.
—Rasticore, toma mis tijeras y trae a Nefraxis. Que ella se encargue del intruso. Astrid y Ulrik deben recuperar a la rehén. Así evitaremos que esta confrontación vaya a más —ordenó mientras se desabrochaba la capa.
—¿Y tú qué harás? ¿Quedarte solo contra ellos?
Ludo se quitó la capa de un tirón y la dejó caer. Revelando todos los cuchillos y dagas que tenía amarrados a su armadura.
—¿Crees que no puedo? —sonrió este.
—Si se trata de ti, te daré mi voto de confianza.
—Qué considerado. Ahora, vete.
Rasticore echó a correr a la torre y Ludo pronunció su hechizo mentalmente. Los ajustes de las dagas se abrieron y cinco de estas comenzaron a levitar frente a él. Ludo levantó su muñón, apuntó a sus oponentes y todas las dagas se giraron en esa dirección.
—Mierda, Rasticore está por subir por Jackie. Hay que detenerlo —dijo Marco.
Echó a correr y justo cuando lo hizo, Ludo le lanzó una de sus dagas. Desde esa distancia el lanzamiento perdería fuerza por el efecto Coriolis. Desviarla no sería ningún problema. O al menos eso es lo que Marco pensaba, sin embargo, la daga no solo no caía, sino que su fuerza no disminuía por más que avanzara. Fue directa y precisa hacia una de sus piernas. Apenas si tuvo tiempo para esquivar. Y, aun así, tuvo la sensación de que la daga se desvió para intentar darle. Estaba claro que había gato encerrado.
—Marco, cuidado —escuchó gritar a Star.
Se giró para ver cómo la daga de antes volvía hacia él. Tuvo que dar un salto hacia atrás para evadirla, solo para ver la daga regresar con Ludo.
—Nachos, vete, es muy peligroso —le dijo Marco. La dragona pareció dudar un momento, pero Marco le lanzó una mirada severa que la hizo obedecer al final.
—Vuelve a acercarte, Marco, y la próxima daga no irá a tu pierna —amenazó Ludo.
Marco apretó los puños, pero luego sintió a Star atacar por encima de él. Otro puño arcoíris salió volando, directo a Ludo, y este lanzó una daga que lo hizo estallar a medio camino, pero justo detrás le sobrevino otra daga que fue con tanta velocidad que Star no tuvo tiempo de reaccionar. Un movimiento rápido y preciso de la katana impidió que la daga hiriese a su amiga.
—Gracias —dijo ella, aún sorprendida.
—Esas dagas parecen teledirigidas. Lo mejor es bloquearlas.
De pronto, Star abrió los ojos.
—Eso es, hagamos equipo. —Marco enarcó una ceja, escéptico—. Corre delante de mí y bloquea las dagas. Yo atacaré desde atrás.
La expresión llena de determinación y seguridad en el rostro de Star acabó por convencer al muchacho.
—Me parece bien.
Marco comenzó a correr hacia Ludo y Star le siguió, ubicada en su espalda. Ludo lanzó dos dagas rápidas que Marco desvió con cierto esfuerzo. Esos proyectiles eran tan mortíferos que no podía quitarles el ojo de encima.
Los puños de Star salieron disparados justo cuando Ludo intentaba recoger las tijeras con el muñón de su brazo y la extraña magia que estaba utilizando, obligándolo a defenderse con las dagas restantes. Star continuó lanzando una ráfaga de ellos, poniendo en un aprieto al monstruo.
Ya estaban cerca. Star lanzó otro puño y luego le gritó.
—Marco, hazme de trampolín.
No se lo pensó ni por un momento, Marco paró de correr, se arrodilló y apoyó los puños en el suelo para tener un soporte firme. Notó las botas de Star apoyándose en su espalda y luego dar un salto. Marco vio a la chica con las manos juntas para caer sobre Ludo como un martillo, sin embargo, este último reaccionó apuntando a Star con su muñón, deteniéndola en el aire. Tanto él como ella se quedaron pasmados, pero Marco reaccionó corriendo todo lo rápido que pudo hacia Ludo para atacarlo. Este lo vio, y después de mover el muñón, lanzó a Star contra él. El muchacho apenas tuvo tiempo de bajar la espada y atrapar a Star. Ambos salieron volando hasta chocar contra un árbol y caer al suelo.
Se levantaron con esfuerzo, solo para ver a Rasticore volver junto a Ludo, espada en mano.
—Es muy fuerte —dijo Marco—. Antes no podía hacer todo eso.
—No sé qué le habrá pasado, pero no me voy a rendir todavía. —Star se puso de pie y apretó los puños—. Inmersión profunda.
Los ojos de la chica comenzaron a brillar. Unas cintas doradas aparecieron de la nada y comenzaron a envolverla. Su cuerpo sufrió una rápida metamorfosis hasta adoptar la misma forma que cuando luchó contra Toffee y Mina. La forma Butterfly.
—Esto aún no acaba —dijo ella.
Tom mantuvo a raya a Astrid y Ulrik. En el momento en el que el licántropo subió por las escaleras y vio lo que Tom le hizo a Astrid, no hubo oportunidad alguna de dar explicaciones. Y Astrid, pese a ser más tranquila y taimada que Ulrik, no permitió que su marido luchara solo. Ambos se movieron con fiereza y salvajismo, como dos animales coléricos. Tom era consciente de que Jackie no quería que les hiciera daño, y eso hacía que la chica se sintiera mal, puesto que el demonio se estaba conteniendo. Ella, en cambio, intentaba mantenerse lo más alejada posible para no recibir daño durante el fuego cruzado. Sin embargo, tenía que hacer algo para detenerlos.
—Por favor, paren —gritó ella, pero fue ignorada.
Volaban zarpazos y mordiscos a cada segundo, y Tom los evadía y contraatacaba con fuerza, echándolos hacia atrás. En una de esas ocasiones, Tom fortaleció su cuerpo de la misma forma que lo hizo durante la fiesta, solo que menos excesivo. Luego le dio una fuerte patada a Ulrik en el estómago, estampándolo contra la pared. Astrid miró a Tom con furia renovada, enseñando los dientes y sacando aún más las garras. Iban a chocar. Jackie tenía que hacer algo, o la situación acabaría muy mal. Tragó saliva, insegura de si era la mejor elección, pero también cansada de no hacer nada. Echó a correr, se plantó delante de Tom y Astrid antes de que atacaran, y cerró los ojos, esperando el golpe. Pasaron dos segundos en los que lo único que notó fue el temblor en sus manos. Solo entonces se atrevió a abrir los ojos. Detrás suyo estaba Tom con un puño en alto, delante estaba Astrid con el cuerpo inclinado hacia adelante, los dientes a la vista y una garra que se congeló en el aire justo antes de caer encima de Jackie.
—Astrid, para. Tú no eres así. Eres una madre que quiere lo mejor para su familia. No una asesina desalmada. Tom y yo no queremos hacerle daño a nadie. Solo queremos irnos.
La licántropa respiró de forma pesada. Se notaba que intentaba contenerse. La garra le temblaba. Esta cerró los ojos, apenada, y poco a poco relajó la postura.
—Gracias —dijo Jackie.
—Váyanse. Le diremos a Ludo que tu amigo nos derrotó en combate.
Ulrik iba a levantarse, pero Astrid le pidió con la mano que no lo hiciera. Él obedeció.
Jackie se giró hacia Tom con una sonrisa.
—Vámonos.
Este también sonrió y relajó la postura. Caminaron con calma en dirección a las escaleras, cuando la figura de una mujer de piel roja, cabello negro, cuernos y ojos amarillos apareció en la puerta. Al mirarlos a ambos, esta sonrió con unos dientes de sierra y luego cargó hacia adelante, justo a donde se encontraba Tom.
—Nefraxis —dijo este antes de que la chica lo placara y se lo llevase consigo.
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Se ha desatado la batalla. Star y Tom no están dispuestos a abandonar a sus amigos así como si nada, y Marco no piensa quedarse de brazos cruzados mientras sus amigos lo dan todo para salvarlos. La batalla continuará en el siguiente capítulo. No se lo pierdan.
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