Capítulo 72: Comienza el plan II

Por la noche se mantuvo despierta ante la incertidumbre de lo que harían sus captores. Sin embargo, en cierto punto los párpados le pesaron más de lo esperado, y se rindió al ensueño. Poco le duró su letargo, porque las inquietudes no le daban tregua.

Ahora le ardían los ojos y sentía el cuerpo cansado. Con la luz del sol entrando por su ventana, intentó mirar mejor su habitación para distraerse, pero no había mucho que ver. Tenía una cama de paja sobre la cual estaba recostada. No era tan cómoda como la de casa, pero era mejor que estar en el suelo. A parte de eso, no había mucho más por esa habitación. Sus secuestradores quitaron todos los muebles antes de meterla ahí. Le quitaron todas sus pertenencias, menos la ropa. Así que no tenía nada con lo que distraerse. Tan solo una ventana cubierta de barrotes a los cuales estaba atada por una cadena que no le dejaba llegar hasta la puerta de entrada. Se asomó para ver lo que había fuera, solo para hallarse con un bosque de árboles altos y robustos, con copas tan frondosas que apenas dejaban pasar la luz del sol. Miró hacia abajo y comprobó que estaba alto. Puede que a más de diez metros de altura. Una caída poco agradable, si pudiera caerse. No estaba muy segura de donde estaba, pero el suelo era de madera y las paredes de piedra, como si se tratase de un edificio antiguo.

La puerta se abrió de golpe, sobresaltándola. Jackie se pegó a los barrotes y se giró. En el lado opuesto de la habitación vio a una criatura humanoide con rasgos de lobo. Le recordó a las criaturas de las leyendas, esas que se transformaban bajo la luz de una luna llena, pero no era de noche siquiera. Por un momento pensó que actuaría como un perro rabioso, ladrando y escupiendo saliva, pero no fue así. Actuaba como una persona. Iba vestida, aunque sus ropajes consistieran en trozos de tela raídos que le cubrían el pecho y la pelvis. Eso le hizo pensar que se trataba de una mujer. Entre sus manos traía una bandeja con algo de pan, queso y agua. Los ojos de esta clavados en los suyos. Jackie intentó mantener la calma, pero sentía el cuerpo tan tenso como una cuerda a punto de romperse.

—Tranquila —dijo la mujer mientras daba un par de pasos hacia ella—, no te haré daño. —Dada la situación, era difícil creerse esas palabras—. Ten. —La mujer se agachó y dejó la bandeja en el suelo, justo a la mitad de la habitación—. Tienes que comer. —Pese a su aspecto intimidante, sus palabras eran gentiles.

Jackie alternó la mirada entre la mujer y la comida, gesto que esta última pareció captar, y se alejó para darle algo de espacio. Solo entonces Jackie se acercó para tomar la bandeja y llevarla consigo. Una vez se alejó de la mujer lobo, le dio un mordisco al pan. Estaba algo duro, pero era mejor que nada. Luego bebió un poco de agua y se atrevió con el queso.

—Cuando acabes, deja la bandeja tan cerca de la puerta como puedas —dijo la mujer, a punto de irse.

Jackie tragó de golpe y tosió.

—Espera —dijo, mientras bebía algo de agua para aclararse la garganta. La mujer se detuvo y se giró hacia ella—. Ustedes... —tenía miedo de preguntar, pero quería saberlo—. ¿Qué van a hacer conmigo?

La mujer se la quedó observando. Sus ojos transmitían pena. Pena por ella.

—No te haremos nada. Te mantendremos aquí y te iremos trayendo comida. El jefe te quiere con vida, y no tiene intención de hacerte daño, pero, conociéndolo, yo no abusaría de esa suerte.

—¿Por qué me secuestraron? No los conozco, ni soy alguien importante. —Hizo una pausa—. ¿Qué es lo que quieren de mí?

—Escucha, a mí tampoco me gusta lo que estamos haciendo. Soy... He sido madre, y yo no querría que esto les pasase a mis hijos.

—Entonces, ¿por qué lo haces? Ahora mismo mi padre debe estar preocupado. —"Marco debe estar preocupado", pensó.

—Lo hago porque no tenemos alternativa. Te necesitamos para llevar a cabo el plan. Porque necesitamos esto si queremos vivir. Siento que te haya tocado a ti, pero si haces lo que te pedimos, no te pasará nada —aseguró ella—. Te mantendremos con vida. Te alimentaremos. Solo no hagas nada estúpido. —Jackie se la quedó mirando, y luego asintió—. Bien, ya he dicho suficiente. Te dejo comer tranquila.

—Espera —pidió de nuevo—, ¿cómo te llamas?

La mujer miró al suelo y se lo pensó por un momento, pero luego volvió los ojos en ella.

—Astrid.

—Astrid —repitió la chica—. Yo me llamo Jackie.

—Come Jackie, y come con calma. Nos veremos luego.

Y con esas últimas palabras, Astrid abandonó la habitación. Escuchó la puerta cerrarse con llave, y luego los pasos de la mujer alejarse hasta perderse.

Jackie se quedó en silencio un momento, meditando todo lo que Astrid le respondió. No parecía una mala persona, pero tampoco sentía que pudiese confiar en ella. No cuando era una de sus captores.

Miró la comida en su plato. Pese a todo, no estaba mal. Por lo que siguió comiendo mientras pensaba en su situación.

Como no tenía otra opción, tuvo que suponer que lo que Astrid le dijo era verdad, no por confiar en ella, sino para hacerse una idea de lo que ocurría. No conocía a sus captores. La querían con vida. No estaban interesados en hacerle daño, por lo cual no habrían de torturarla. Astrid no le hizo preguntas acerca de nada, por lo que tampoco necesitaban información que tuviese solo ella. Entonces, ¿para qué la necesitaban? ¿Por qué era importante?

Aún había muchas cuestiones en el aire. Cuestiones que, dada la situación, no esperaba resolverlas todas, pero sí alguna si conseguía hablar con Astrid lo suficiente.

De nuevo, no podía pensar que todo lo que le dijo era verdad, pero, por ahora, era cuanto tenía. Saberlo la hacía sentirse más tranquila, sin embargo, no se olvidaba de que la situación era la que era. No sabía cuánto tiempo la mantendría encerrada. Así que, por el momento, solo podía esperar.

Apoyó la espalda contra la pared, se sentó en el suelo y dobló las rodillas para apoyar los brazos encima. Mientras masticaba, miró al techo, pensando en sus amigos y familia. Esperando que estuviesen bien y que su ausencia no les afectase demasiado.


Ya hacía una semana desde la desaparición de Jackie. Marco se hartó de poner carteles por toda la ciudad. Eco Arroyo no era un lugar demasiado grande, así que en esos días fue capaz de peinar la ciudad, pero no halló nada. La policía tampoco. Y nadie llamó de los carteles. Se hicieron anuncios por las redes sociales pidiendo ayuda y dejando un número de teléfono por si alguien veía algo.

Esos días Marco durmió poco debido a las noches en vela pensando dónde podría estar Jackie. Los siguientes días de clase Marco estuvo descentrado. La mayoría del tiempo miraba al sitio de Jackie, todavía incapaz de creer que la semana pasada ella estaba ahí, al alcance de una mirada. Tuvieron que pasar más de cinco meses para que pudieran estar juntos de nuevo, solo para que en menos de una semana se separaran otra vez. No era justo. Mucho menos para Jackie. Ella no hizo nada y, sin embargo, tuvo que sufrir las penurias de la maldición, y ahora esto. Solo quería volver a verla, a escuchar su voz pronunciando su nombre.

—Marco. —Sí, así—. Marco —se repitió la voz, femenina, en efecto, pero no era la de Jackie.

Alzó la mirada y vio a la profesora y al resto de la clase observándolo. No se había percatado hasta ahora.

—¿Estás bien? —preguntó con un ligero tono de preocupación impropio de ella. Los profesores estaban al tanto de lo ocurrido, y con el tiempo que Jackie y él llevaban juntos, algunos también sabían que eran pareja, la señorita Skullnick era uno de ellos.

—Sí —tardó en responder—. Lo siento. —La respuesta no pareció convencer a la profesora, pero, dada su posición, no podía hacer mucho al respecto.

—Está bien. Pero si no te encuentras bien, dilo. —Marco asintió y luego la profesora se fijó en el resto de la clase—. Ey —gritó, golpeando la pizarra con un borrador—, los ojos en la pizarra. Los exámenes ya han acabado, pero eso no significa que puedan relajarse con lo que vendrá luego.

Los alumnos aceptaron de mala gana y se giraron.

Esa misma tarde, al llegar a casa, subió directo a su habitación y se echó en la cama, mirando el techo. Dejó la mochila tirada en cualquier sitio. Le daba igual. Mañana era sábado, y no tenía plan alguno, tampoco se sentía con ánimos de hacer nada.

Escuchó su teléfono y lo miró con ojos cansados. Era Leo preguntando si había noticias de Jackie. A lo cual respondió, a su pesar, que seguían sin novedades. Desde lo ocurrido, Leo preguntaba por ella cada día. Se notaba que la quería bastante. Hope también le habló un par de veces preguntando en qué podía ayudar. Ella también publicó en las redes sociales peticiones de ayuda para encontrar a Jackie. Hasta consiguió que su madre hiciese unas pequeñas tarjetas para que la gente que iba a la florería pudiera llevársela e informar en caso de ver algo. Cada quién estaba poniendo su granito de arena, negándose a rendirse. Jack aún seguía levantándose temprano por las mañanas para dar vueltas por la ciudad con su coche con la esperanza de ver algo. De todos, él era el que menos se daba por vencido. Y, sin embargo, Marco...

Alguien llamó a la puerta.

—Adelante —dijo él.

La puerta se abrió y apareció su padre.

—Mijo, ¿quieres venir al parque a pasear a los perritos? —preguntó él. Al instante, la jauría de cachorritos entró como si hicieran una estampida y se le echaron encima, provocándole cosquillas con sus pequeños hocicos y lenguas.

—No. Paren —decía este sin poder reprimir una sonrisa divertida.

—Chicos, chicos, dejen al niño en paz —pidió su padre, palmeándose las piernas para llamar su atención.

Los cachorritos se giraron hacia él un momento y luego lo asaltaron sin piedad alguna. Marco se quedó con uno entre manos y lo levantó para verlo mejor. De nuevo pensó: "Todo el mundo lo sigue intentando. Yo tampoco debería rendirme".

—Gracias, papá, pero no iré —dijo mientras dejaba al cachorrito en el suelo para que se uniera con el resto—. Veré si puedo aumentar el alcance de las peticiones.

—¿Estás seguro, mijo?

Marco sonrió, de verdad.

—Sí. Lo estoy.

Su padre pareció comprenderlo.

—De acuerdo. Si cambias de opinión, ya sabes dónde estoy.

Marco asintió y vio a su padre alejarse mientras los cachorritos lo seguían. Luego se puso de pie y fue directo a su escritorio. Miró una vez más la foto de él y Jackie juntos. Se prometió a sí mismo que la encontraría. Pensó que tal vez algo de magia podría ayudarle. Recurrir a Janna era una opción. Y dada la situación, era una opción más que aceptable.

Buscó su espejo de bolsillo, dispuesto a hablarle para preguntarle si le podría ayudar a encontrar a Jackie. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera buscar el espejito de bolsillo, lo escuchó sonar. Extrañado, estiró la mano hacia este, y cuando lo vio, el corazón le dio un vuelco.

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Jackie ha sido secuestrada por los monstruos de Ludo y nadie sabe de ello. ¿Cuál será el destino de la joven? Síganme para saberlo.

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