Capítulo 70: Realidad III
Esa noche, Veros tuvo problemas para dormir. Su mente estaba llena de dudas, de cuestiones. Todas rondando los mismos temas: ¿Seré capaz de matar a un mewmano? ¿Es correcto el juicio de los de primera generación? ¿Era él un traidor solo por plantearse esas preguntas?
Sus pensamientos no iban a ninguna parte, solo estaba dándole vueltas a las mismas preguntas sin llegar a ninguna parte. Decidió levantarse y salir de la cama. Tal vez una caminata nocturna le ayudase a despejar la mente.
Anduvo por un rato, disfrutando del aire nocturno. Le ayudó a enfriar los pensamientos, incluso bostezó. Una clara señal de que ya era hora de volver.
Cuando estuvo a punto de llegar a las habitaciones masculinas, se fijó en que alguien encapuchado salía por la puerta. Pero no como él, con calma para una caminata nocturna, sino con la misma cautela que alguien que no desea ser visto.
Echó a correr sin activar el estado albor. Primero tenía que ver qué estaba ocurriendo, luego se aseguraría de reducir al intruso. Este se percató de que iba corriendo hacia él. Veros cerró los puños y se preparó para atacar en caso de ser necesario.
—¿Veros? —preguntó con voz femenina en tono bajo.
Veros se detuvo a pocos metros de la desconocida, pensando que su tono de voz le resultaba bastante familiar.
—¿Lara? —preguntó, confundido.
Ella se acercó rápido hacia él y le cubrió la boca con su mano. Con la que tenía libre se llevó un dedo a los labios en gesto de silencio. Este la miró extrañado, pero sus ojos bajo la sombra de la capucha decían que hablaba en serio. Asintió y Lara le quitó la mano.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él, esta vez en un susurro.
—Vine a buscarte —dijo ella en el mismo tono.
—¿A buscarme?
—Sí. Nos vamos de aquí.
—¿Irnos? ¿A dónde?
—A donde sea, pero lejos de los nuestros.
—¿Qué? —preguntó este, alzando la voz de más sin querer. Lara le echó una mirada de reproche—. Lara, lo que estás diciendo es motivo de traición. ¿Estás loca?
—El loco eres tú si piensas que me quedaré aquí después de lo que Mina nos dijo. Yo entreno para matar monstruos, no personas.
—Eso no es lo que han dicho. Solo las mataran si se oponen a nosotros. Y nadie lo haría.
—¿Y si lo hacen? —Esa era la pregunta que lo atormentó toda la noche—. ¿Serías capaz de matar a un mewmano que no te ha hecho nada?
No sabía que decir. Ni siquiera había encontrado una respuesta para sí mismo. El solo pensarlo lo carcomía por dentro.
Soltó un suspiro.
—¿Por qué vienes a buscarme? —evitó la pregunta de ella—. Podrías haberte ido y correr menos riesgo.
—Veros —dijo ella, tomándolo de los hombros—, eres mi compañero. Somos un equipo. No te voy a dejar solo con ellos. Y menos cuando sé que tú jamás matarías a un mewmano. —Veros se la quedó mirando, pensativo. No sabía qué hacer. Ir con ella sería lo mismo que convertirse en un traidor. Sin embargo, el panorama que le planteaba no le resultaba para nada agradable—. Ven conmigo, Veros. Recoge tus cosas y vámonos.
Pero, ¿a dónde iban a ir? ¿Qué harían? ¿Qué sería de su vida después de dejar todo cuanto habían conocido? Aquella era una cuestión para la cual sus superiores jamás lo prepararon. Ninguna norma a la que acogerse. Ni orden que acatar. Era una decisión que dependía completamente de ellos. Una cuestión que iba en contra de todo lo que era. Y, aun así, ¿no revelarse era estar de acuerdo con convertirse en un asesino? No era una decisión que pudiese tomar a la ligera. Pero, si no lo hacía, Lara se iría, y tal vez no la volvería a ver nunca.
—Suficiente —dijo una voz de la nada, provocando que ambos se girasen en dirección a ella. Un solari de primera generación salió de entre los arbustos y adoptó el estado albor, iluminando el lugar. Era Edwin—. He oído suficiente.
El de primera generación se acercó presuroso hacia Lara sin que esta pudiera reaccionar. En parte por la velocidad, en parte por el miedo de estar cara a cara con alguien de esa categoría. Edwin la tomó del brazo e impidió que se moviera.
—¿Cómo lo supieron? —preguntó Lara entre confundida y asustada.
—Los de segunda generación no pensaron que nuestras decisiones fueran del agrado de todos. Así que nos sugirieron vigilarlos por un tiempo —dijo Edwin con voz severa—. ¿Quién habría adivinado que tú serías la primera en huir?
—¿Qué pasará con ella? —preguntó Veros, intentando sonar lo más respetuoso posible.
Edwin se giró hacia él, muy serio. Veros tragó saliva y se obligó a no titubear.
—Ya escuchaste lo que dijo Mina. Todo aquel que nos traicione será ejecutado.
Al escuchar eso, Lara adoptó su forma albor y luchó por liberarse, pero Edwin le apretó al antebrazo, provocando que la chica soltara un grito de dolor y se arrodillase.
—Señor... señor Edwin —comenzó Veros, llamando la atención de su superior—, le pido que recapacite. Creo que Lara solamente está confundida y algo conmocionada. Ella no sería capaz de abandonar a los solaris.
Sus palabras no parecían tener efecto alguno en él.
—Veros —pronunció—, el más leal de los soldados. El más recto de ellos. Me extraña que no hayas detenido a tu compañera y venido a informarnos de su intento de deserción. Desde la derrota en la fortaleza de los monstruos no has hecho otra cosa más que traer vergüenza a tu estirpe. —De nuevo lo juzgaba, aun teniendo en cuenta que él también había estado allí. Y que también fue derrotado—. ¿Quieres limpiar tu nombre? ¿Volver a cazar monstruos y participar en misiones de alta relevancia? Puedo ofrecerte la oportunidad. —Edwin pasó los brazos por debajo de las axilas de Lara y evitó que pudiera moverse—. Acaba con la traidora —dijo, sin más.
—¿Qué? —dijo Veros, reaccionando de golpe.
—Acaba con tu compañera. Si lo haces, habrás demostrado que podemos confiar en ti y que no nos traicionarás tú también.
—Suéltame —se quejó Lara—. Veros nunca haría eso.
—Hablaré bien de ti en las reuniones. Nadie dudará de tu lealtad ni de tu valía. Serás el primero en acatar la nueva orden. Un ejemplo a seguir.
Veros no sabía qué hacer. Si se negaba, también sería considerado un traidor. Si aceptaba, tendría que asesinar a su propia compañera. El aire comenzaba a ser pesado. Respirar le costaba. Varias de las palabras que Eadric le había dicho pasaron por su mente: "no puedes confiar en ellos. Solo quieren matar monstruos de forma indiscriminada. Pero su sed de sangre es desmedida. Nunca estarán satisfechos", tenía razón, ellos, más que nadie, odiaban a los monstruos. "Enviaron a sus hijos a una muerte segura... porque los consideraban débiles. A sus propios hijos", quiso negarlo en su momento, pero sus palabras eran la verdad, eran hechos; "Algún día considerarán inútiles al resto de mewmanos, y tal vez hasta se deshagan de ellos. Y otro día, cuando ya no quede ningún otro aliado con el que comparar su valía mediante el poder, los considerarán inútiles a ustedes", y la última, la más infame de las verdades, se estaba haciendo realidad allí mismo, delante de sus ojos. Tan cruda y tan apabullante como podía serlo. Veros se dio cuenta en ese momento que Eadric no fue el primer traidor, sino el primer solari en descubrir la verdad y hacer algo al respecto.
Veros agachó la cabeza y soltó un suspiro. Tomó aire y adoptó el estado albor.
—¿Veros? —preguntó Lara, incrédula.
"Tenías razón, Eadric. Todo este tiempo la tuviste. Debí haberte creído", pensó para sí. Veros miró a Lara con rostro serio y apretó los puños. "Sin embargo, ya es tarde para mí". Levantó los brazos y deslizó su pie derecho hacia atrás, adoptando su posición de ataque. "Llegados a este punto, no tenemos opción".
—Eso es, Veros —rio Edwin—, has elegido bien.
—Seré rápido —le dijo a la chica, sin apartar la mirada.
Veros giro su cuerpo con violencia, intentando utilizar la inercia para darle a su golpe toda la potencia posible, trazó un arco horizontal con su pie y le dio una fuerte patada a Edwin en el rostro. El golpe lo hizo volar. Lara opuso la suficiente resistencia para no salir volando con él. Cuando se giró, no pudo creer lo que acababa de ocurrir, pero Veros no tenía tiempo para que ninguno de los dos estuviese sorprendido. Tomó a Lara de la muñeca y salió volando con todas sus fuerzas. Se alejó todo lo que pudo y no miró atrás. Ya no había nada ahí para ellos. Ahora se habían vuelto fugitivos y traidores. Perdieron su hogar, su familia, y su propósito. Lo único que se habían ganado eran un montón de enemigos a los que no podían hacer frente.
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La pareja de solaris ha tomado su elección, una deja a ambos en mala posición, pero que deja sus corazones tranquilos. ¿En qué acabará este acto? Lo sabremos más adelante.
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