Capítulo 69: Realidad II
Mientras entrenaban, Veros se percató de una sombra que pasó por encima de ellos. Alzó la vista y lo siguiente que notó fue una patada en el rostro que hizo que el mundo diese un giro brusco, cuando abrió los ojos, lo siguiente que sintió fue el suelo. Se llevó una mano a la mejilla, giró la cabeza y le lanzó una mirada hostil a Lara.
—Estabas distraído —se defendió ella.
Frunció el ceño y estuvo a punto de quejarse, pero se detuvo cuando reparó en que aquella sombra aterrizó en el asentamiento solari.
—¿Quién crees que sea? —preguntó Lara, acuclillándose para estar cerca de él.
—No lo sé, pero es extraño. Cuando la vi pasar encima de nosotros, no parecía llevar uno de nuestros uniformes.
—Debería ser una de los nuestros si fue directa al asentamiento.
Lara tenía un buen punto. Los suyos solían moverse a pie, sin utilizar el estado albor y así no llamar la atención, por lo que rara vez entraban a la base volando. "Excepto aquella vez", pensó Veros, recordando aquel día en el que regresó cargando con Lara y Edwin.
—Vamos a ver —dijo Lara, golpeándole con el codo.
—Pero estamos en nuestro entreno —le recordó él.
—¿Y qué? No nos han dado una misión en meses —le recordó ella—. Si nos saltamos el entrenamiento no pasará nada.
Por lo general tenía una respuesta para esa clase de comentarios rebeldes, sin embargo, el moreno no podía negarle la razón a su compañera. Relegados a labores menos importantes, como si hubiesen sido degradados, ella y él pasaron meses sin ver a un solo monstruo al no haber cumplido con la misión que les encomendaron en la fortaleza. Aunque entendía la dureza y el criterio de sus superiores, no le pareció justo que solo Lara y él recibieran un castigo como aquel cuando uno de los de primera generación también cayó en combate.
Esa sensación de que sus superiores estaban siendo injustos lo enervaba. Tanto que a veces pensaba que no escucharlos tampoco era tan malo. Aunque ese pensamiento le hizo recordar las palabras de Eadric: "te enviarían a un pozo infernal si no les sirvieras de nada".
No podía creer algo así. Tal vez los de la primera no serían perfectos, pero al menos tenían una convicción justa y seria, y su juicio también solía ser justo. Casi siempre.
Lara se puso de pie y se ubicó delante de él.
—¿Vienes o qué? —preguntó, extendiéndole una mano para ayudarle a ponerse de pie.
Veros la miró por un momento, luego tomó su mano.
Fueron hasta el asentamiento a trote ligero (sin el estado albor) para fingir que estaban entrenando y así tener una excusa en caso de que preguntasen qué hacían allí. Al llegar, se fijaron en que no eran los únicos de tercera generación que estaban allí curioseando. Sin embargo, a los de la primera no parecía importarles. Había alguno que otro con gesto descontento, pero no les dijeron nada.
Dos de primera generación bloqueaban la entrada al edificio mayor, aquel al que solo entraban los de esa generación. Permanecieron así por unos minutos, hasta que se giraron hacia la puerta y luego se alejaron. Una figura emergió del interior en su forma albor. Una solari que no seguía las mismas reglas que el resto. Aquella que fue considerada como la primera de todos los solaris: Mina Loveberry.
¿Qué hacía allí? Por lo que tenía entendido, ella era la única solari que tenía contacto directo con los reyes, la única que estaba "oficialmente con vida".
La mujer se giró hacia todos y les echó un rápido vistazo.
—Muy bien, solaris, vine hasta aquí porque tengo algo importante que contarles. Como muchos saben, nuestra cruzada es contra los monstruos de todo Mewni. Sin embargo, estos últimos meses han ocurrido cosas que han hecho que esta cruzada —hizo una pausa, buscando la palabra indicada— cambie.
¿Qué quería decir con eso? ¿Qué iba a cambiar? ¿Acaso su deber ya no sería matar monstruos?
—Como muchos saben —comenzó a decir Edwin, el cual estaba junto a Mina—, uno de los nuestros, uno de segunda generación, se alió con un grupo de monstruos, y por eso este solari es considerado un máximo traidor. Todo aquel que nos abandone para aliarse con nuestros enemigos, será nuestro enemigo. Eso es algo que está más que claro.
Mina asintió.
—Es por eso que tengo que decirles que la actual princesa de Mewni está intentando formar una alianza y tratado de paz con los monstruos —reveló Mina.
—¿Qué? —soltó Veros sin poder evitarlo.
Lara se quedó con gesto pasmado.
—Ahora mismo estos intentos no han concluido en nada —continuó la mujer—, pero háganse a la idea de que, en caso de que se forme una alianza entre monstruos y mewmanos, tendremos que exterminarlos a ambos.
No podía ser cierto. Los mewmanos jamás se aliarían con monstruos. Ellos no serían capaces... "pero Eadric lo hizo", se recordó. Cuando lo vio, recordó que sintió repugnancia por él, por haberlos traicionado. Sin embargo, la idea de eliminarlo con sus propias manos no se le había pasado por la mente. ¿En caso de ser necesario, podría matarlo? ¿Podría matar a mewmanos por aliarse con monstruos?
Al parecer, él no era el único alterado. El resto de sus compañeros de tercera generación estaban murmurando entre ellos.
—No puede ser. Los monstruos son nuestros enemigos. Los mewmanos jamás nos aliaríamos con ellos —dijo Lara, mirándolo de frente.
—A mí también me resulta difícil de creer, pero Eadric nos abandonó. Tú misma lo viste —le recordó a la chica—. A mí también me suena a algo irreal. Pero, si llega a darse el caso, entonces —no pudo continuar la frase.
—Eso no va a pasar, Veros.
—Pero, ¿y si pasa?
—Entonces no mataré a ningún mewmano —aseguró.
—Lara, serán traidores.
—Los mewmanos no pueden defenderse. Es por eso que existimos, para protegerlos. Si ahora somos nosotros los que tienen que matarlos, ¿qué sentido tiene nuestra existencia?
Para ser tan impulsiva, a veces Lara tenía más de un pensamiento que dejaba a Veros congelado.
—Superiores —dijo uno de sus compañeros de la misma generación—, disculpen mi insolencia, pero ¿no se supone que nuestro trabajo es: primero, proteger a los mewmanos; y después, matar monstruos?
—¿Cómo te atreves a cuestionar...? —comenzó Edwin, señalando al muchacho, pero Mina le colocó su mano encima de la de él, indicándole que parase.
El gesto de la mujer era firme y severo. No había detenido a su igual por defender al muchacho.
—En el momento en el que los mewmanos elijan traicionarnos, nuestro trabajo se convierte en una mentira, en un engaño. Nosotros seremos solaris, pero también somos mewmanos. Todo aquel que se oponga a nuestro régimen será eliminado. Pero perdonaremos a todo mewmano que no quiera seguir los mismos pasos que su futura reina.
—En ese caso, lo mejor sería advertirles a los mewmanos lo que pasará si se alían con los monstruos —dijo otra de primera generación, cosa que sorprendió a muchos—. Solaria no solo quería que matásemos monstruos y luchásemos guerras, quería que protegiéramos a los nuestros. Si ellos se desvían del camino, lo mejor que podemos hacer es reconducirlos.
Mina entornó la mirada.
—Deberíamos discutir esto entre todos los de primera generación —dijo ella, y luego miró a todos los de tercera—. Sin importar lo que se decida en esta reunión. Mentalícense de que, llegado el momento, tendrán que enfrentarse a los mewmanos —aseguró con gesto severo—. Retírense.
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Mina entra en el territorio solari, haciendo su aparición y dando una cuestionable declaración. ¿Qué pasará con respecto a la situación? Síganme para saberlo.
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