Capítulo 64: Maldición VI

La profesora estaba terminando de escribir en la pizarra los puntos a estudiar para los exámenes que iban a tocar las próximas semanas. Sin embargo, Jackie no estaba apuntando nada. Tenía la mente en otra parte.
Miraba su cuaderno, pero no el grande de apuntes, sino otro, el pequeño, aquel en donde iban tomando nota de todo lo relacionado con las maldiciones y las formas de romperlas. Era algo muy complejo. Por lo que, aquello que pensaron que podría llevarles algunas semanas, se extendió por más de cinco meses y medio.
Durante ese tiempo, Jackie aprendió bastante de las maldiciones: las formas de lanzarlas, la forma de afectar a las víctimas, y las formas comunes de romperlas. Lo malo: las formas comunes no aplicaban a todas las maldiciones. Había maldiciones de varios grados de poder, y a mayor fuera el grado, menor era la probabilidad de que las formas comunes de romperlas funcionasen.
Por lo que había investigado sobre la maldición de la luna sangrienta, sabía que era una maldición muy poderosa debido a que solo podía ser lanzada durante un día en concreto y bajo unas condiciones concretas. Al no ser una maldición que uno pudiera hacer en cualquier momento para adaptarla a su situación, sino una a la que aquel que quería lanzarla tenía que adaptarse, romperla se había vuelto un dolor de cabeza.
Ahora mismo Jackie estaba cavilando que otras opciones podrían probar. Tenía una lista con los métodos que podían utilizar. Aquellos que ya habían usado y que, obviamente, no habían funcionado, estaban tachados. Y los que quedaban no los había tachado porque no los había probado. Había estudiado la posibilidad de utilizarlos, pero ninguno le convencía. Aunque, llegados al punto en el que estaban, estaría dispuesta a probar cualquier cosa.
Se giró un momento, mirando de reojo hacia el sitio de Marco. Este estaba tomando apuntes de forma diligente, sin embargo, en cierto momento se giró hacia ella y se sorprendió al ver que lo estaba mirando. Entonces volvió la atención a la pizarra e intentó disimular el rubor en su rostro.
Jackie sonrió.
Aquellos meses no se habían hablado ni una sola vez. Ni tan siquiera un "hola". Tampoco se habían hablado por teléfono. Es lo que Tom les había dicho. Tenían que mantener la mayor distancia posible y no interactuar a menos que fuese totalmente indispensable. Por eso, Jackie solo hablaba con Tom y con Star, cada uno en una conversación individual a través de los espejos mágicos de bolsillo, pues ellos dos no podían interactuar entre ambos, tampoco. Cualquiera del grupo podía hablar con cualquiera, siempre y cuando no fuese su pareja.
Pese a ello, Jackie a veces miraba a Marco, sintiéndose algo traviesa por tentar el poder de la maldición. En parte le gustaba, porque le hacía sentir como si luchasen por tener un amor prohibido, como Romeo y Julieta. Era el máximo romance que podía tener con él en esa situación, lo cual se sentía como si no fuera nada, pero era algo a lo que se aferraba para no caer en la desesperación. Las primeras semanas le había costado horrores no ir a casa de Marco, saludarlo o enviarle un mensaje. Al cabo del tiempo se hizo más llevadero, pero mentiría si dijera que no echaba de menos poder hablar con él con normalidad, mirarlo a los ojos, abrazarse o darse un beso.
Sus labios. Como echaba de menos sus labios. Se juraba a sí misma que, el día que acabase la maldición, besaría tanto a Marco que para separarlos tendrían que utilizar una palanca.
—Jackie Lynn Thomas, ¿estás atendiendo a los apuntes? —preguntó la maestra, sacándola de sus pensamientos.
La profesora se acercó a ella y miró su cuaderno de apuntes (el de las maldiciones). Lo tomó con una mano y lo leyó con una ceja alzada.
—¿Qué son estos apuntes? —dijo mientras sus ojos se movían de izquierda a derecha—. ¿Maldiciones? ¿Qué es esto?
Con las manos en la masa.
—Bueno, es que quería ver si había una alguna forma de devolverla a su forma humana —comentó ella, intentando sonar lo más creíble posible—. Siempre pensé que le gustaría dejar de ser una trol.
—Jackie —dijo la profesora, conmovida por un momento. Sin embargo, recordó donde se encontraba y recobró la compostura—. Agradezco tu interés, pero los jóvenes no deberían preocuparse por los problemas de los adultos. Por el momento, con que te centres en tus estudios ya está bien. —Se acercó a ella para susurrarle—. Aunque, si encuentras la cura, no dudes en llamarme. —La profesora le devolvió el librito de apuntes y siguió con la clase—. Muy bien, todo el mundo, nos vamos a la página doscientos quince.
Por poco, pero se salvó. No supo si atribuir eso a un descuido propio o a la maldición de la luna de sangre. Un pequeño momento de mala suerte por un pequeño gesto indebido. "Maldita luna de sangre", pensó ella, aunque no pudiese atribuirle la culpa con total certeza. A ese punto, le daba igual.
La campana sonó, la señal de que la clase acabó, y la señal de Jackie para continuar con su investigación. Como ya era habitual, esperaba a que Marco saliera primero por la puerta para no cruzarse. Aun así, ella le dedicaba una mirada a su espalda. Era duro, pero lo que Tom le dijo era cierto. Todas las desgracias que le ocurrieron en el pasado cesaron, y si quedaba alguna, no pasaba de una molestia puntual y poco relevante.
La mayor parte de la clase se fue, y Jackie tomó su mochila, dispuesta a regresar a casa.
Hope le había acompañado parte del camino y ambas estuvieron charlando. Durante ese tiempo, ella le había hecho de apoyo emocional. Además de que a veces se acercaba a Marco para hablar con él y preguntarle cómo estaba. De paso le decía cosas como que Jackie lo extrañaba, y luego hacía lo mismo con ella. Eso no rompía las reglas del todo, pero tampoco abusaba demasiado de ello.
Aquella tarde no vería a Leo, pero él también estaba poniendo de su parte. Había sido complicado convencerlo de que todo estaba bien entre ella y Marco, pero al final le creyó. Y, al parecer, no guardaba resentimiento alguno hacia el chico. Todo lo contrario. Por lo que Leo le había dicho, ambos se habían vuelto buenos amigos. Decía que ambos se juntaban con el grupo de amigos de Marco y jugaban a juegos de mesa juntos. No sabía que a Leo le gustasen los juegos de mesa, pero eso no quitaba el hecho de que se alegrase por él.
Tras despedirse de Hope, llegó a casa. Su padre no estaba, así que subió directo a su habitación. Sin duda alguna, disimular ante su padre había sido lo más difícil. Habían buscado una excusa relacionada con la oportunidad que le había surgido a Marco tras ganar el torneo de karate. Alegando que ahora sus horarios de entrenamiento le venían un poco mal para ir a casa de Jackie, pero que aún se seguían viendo. Los Díaz hasta habían tenido el detalle de reforzar su coartada. Por lo que, durante todo ese tiempo habían sido capaces de evadir a su padre. Aun así, Jackie estuvo tentada de decirle la verdad en más de una ocasión. Aunque, cuando recordaba que tenía que explicar todo lo de Star y el mundo de la magia partiendo de que Marco tenía una maldición que la afectaba a ella, ya no le parecía tan buena idea contárselo. Al menos no en ese momento.
Dejó la mochila a un lado y se fue directa al escritorio, donde estaba su laptop. Junto a esta había varios libros de los que Tom le había dejado con posits en múltiples páginas en donde había encontrado entradas interesantes y útiles. Había menos posits que antes, lo cual se debía al ir descartando entradas que no le sirvieron de nada.
Pensó que aquellos libros iban a ser la única fuente de información que podía consultar, sin embargo, después de mucho investigar, pudo dar con un par de páginas webs que poder consultar. Tenía varios artículos guardados en un documento para acudir a ellos para cuando los necesitase.
Pese a haber avanzado en su investigación, tener más recursos y cada vez menos opciones por las que optar debido a los descartes, ahora mismo, Jackie se encontraba en un punto muerto. Hacía varios días que se encontraba en ese punto muerto.
"A este paso, romperemos la maldición porque llegará a producirse el fenómeno de la luna de sangre antes de que nosotros encontremos una forma de anularla", se dijo a sí misma.
Repasó esa frase en su cabeza mientras miraba su escritorio, dejando que su vista deambulara de un lado a otro sin control.
Una idea se le vino a la mente. Algo distinto a todo lo anterior.
Rápido, buscó el espejo de bolsillo que le dieron y llamó a Tom. Durante ese tiempo, Tom se convirtió en un gran compañero para ella. Él era el único que comprendía por lo que estaba pasando. A veces intentaban debatir sobre qué método para romper maldiciones era mejor probar en esa ocasión, o cual requería de menos preparación o menos cantidad de componentes. También solían hablar de lo que harían cuando pudieran volver a estar con sus respectivas parejas de forma normal. Era algo que ayudaba a ambos a seguir adelante pese a no conseguir resultados. En esa situación, ambos se convirtieron en un apoyo para el otro.
—Hola, Jackie —saludó el demonio en tono amigable—. Dime.
—Tom, ¿recuerdas que nos dijiste que se podía levantar la maldición de la luna de sangre mediante un ritual durante el momento en el que se producía ese fenómeno?
—Claro. ¿Qué ocurre con eso? ¿Has encontrado algo?
—No, pero se me ocurrió una cosa. A lo mejor podríamos usar ese método para asegurarnos de romper la maldición, pero sin tener que esperar hasta que ocurra el evento.
—¿Qué tienes en mente? ¿Viajes temporales? —bromeó este, pero Jackie no se rio, cosa que hizo que el demonio entendiera lo que estaba ocurriendo—. Jackie, no podemos hacer eso.
—¿Por qué? Si es por lo de afectar a la línea temporal, ya lo había pensado. Podemos viajar al futuro e ir a la fecha en la que ocurrirá el fenómeno.
—No, no me refería a eso. Quiero decir que literalmente no podemos. La magia temporal es algo sobre lo que nadie tiene control. Ni siquiera los infernales o los celestiales. Es un tabú, y como tal, es inaccesible para nadie.
Esa noticia desilusionó a la joven, aunque, a esas alturas, era algo habitual que una idea no funcionara. No pasaba nada, tan solo tendría que probar otra cosa y esperar que esta vez tuviera más suerte.
—Bueno, había que intentarlo —dijo, soltando un suspiro y echándose hacia atrás en la silla—. Y a ti no se te ha ocurrido nada nuevo, ¿no, Tom? —el chico no respondió—. ¿Tom?
—Dame un segundo —pidió él—. Creo que me has dado una idea. —Jackie esperó y, al cabo de un momento, Tom prosiguió—. Jackie, te llamo en diez o quince minutos, quiero investigar algo.
—De acuerdo.
Ambos colgaron.
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El paso del tiempo y las distancias que Jackie debe mantener con Marco la estan molestanto más de lo que ella habría esperado, pero eso no hace más que aumentar su motivación por encontrar una solución. ¿Habrá conseguido Tom dar con ella? Lo sabremos en próximos capítulos.
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