Capítulo 6: Ayuda II

River movió la roca que sustituía al peón y lo llevó al final del tablero dibujado en el suelo del calabozo.

—Ahora mi roca se convierte en una fuerte reina —celebró este, alzando los brazos para luego colocar un trozo de pelusa encima de la roca para designarla como reina.

Tom, del otro lado del tablero, observó la jugada de su oponente, sonrió con soberbia, levantó su pieza e hizo el movimiento.

—Jaque mate —dijo con una sonrisa triunfal, pero moderada.

River, aún desconcertado, dejó su mentón a ras del suelo para ver las piezas de cerca y entender lo que había ocurrido. Después de un par de segundos se puso de pie, se rascó la calva y colocó los brazos en jarra.

—Sí, sí, parece que he perdido. Bien, jugado, Tom.

—Se te da bastante bien el ajedrez —comentó Marco.

—Es que Brian me hizo jugar ajedrez contra una computadora en varias ocasiones para controlar la ira, y de paso agilizar la mente.

—Interesante.

—No, no es interesante es aburrido —se quejó Janna—, el juego es aburrido, y estar encerrados en un calabozo es aún más aburrido —gritó, extendiendo los brazos y las piernas—. Hace días que tengo hambre. ¡Días! Ahora mismo mataría a cualquiera de los que estamos aquí por una hamburguesa.

En esos momentos Marco agradecía que todos estuviesen encadenados a las paredes, aunque solo se mentía a sí mismo, porque eso, en verdad, no lo tranquilizaba en lo más mínimo. A él tampoco le gustaba la situación, pero era mejor estar encerrados que estar muertos.

Por otro lado, él también comenzaba a impacientarse. Cuando Ludo y su ejército llegaron al castillo prefirieron rendirse para evitar bajas innecesarias. Por suerte, el monstruo no tenía intenciones de hacerle daño a nadie, y solo los tomó como prisioneros a ellos cuatro. Durante el momento que se encontraron con Ludo, Marco le preguntó qué había hecho con Star, su madre y el resto de miembros de la Alta Comisión. Por desgracia, no sabía nada. Y si bien Ludo era su enemigo, era muy fácil distinguir cuando mentía y cuando no. Le gustase o no, el paradero de Star era todo un misterio, y hasta saber algo de ella, lo mejor que podían hacer era esperar. Conociéndola, intentaría volver al reino de alguna forma para derrotar a Ludo. Estaba seguro de ello.

La puerta del calabozo se abrió y dos ratas con alabardas entraron en escolta de Ludo.

—Recojan las cadenas —ordenó este.

Una de las ratas comenzó a girar una manivela junto a la entrada y las cadenas de todos comenzaron a enrollarse en el mecanismo interno del calabozo, obligándolos a estar con las muñecas casi pegadas a la pared. Ludo caminó directo hacia River con cara de pocos amigos.

—¿Qué quieres, búho desplumado? —preguntó River.

Teniendo en cuenta la torpeza de River, aquel chiste era bastante bueno.

—Tú, asqueroso mewmano, tu pueblo no me quiere como gobernante —se quejó.

—¿Y cómo culparles? ¿Quién te querría como gobernante?

—Uh, justo en el orgullo —dijo Janna.

Ludo se giró hacia ella, apretando los dientes con rabia. Luego volvió a River, y lo tomó de la barba.

—Escúchame, rey de pacotilla.

—Ves, hasta estando encadenado reconoces que el rey soy yo.

—¡Suficiente! —chasqueó los dedos y una de las ratas se acercó a él con una llave—. Mira, te voy a sacar de aquí, vendrás conmigo y le dirás a tu pueblo que ahora el rey soy yo, que deben obedecer mi voluntad, y que deben quererme como tal.

River negó con la cabeza.

—No lo entiendes. No importa lo que yo le diga al pueblo, si ellos no te perciben como rey, nunca lo harán, da igual lo mucho que se lo órdenes.

Ludo se puso rojo de la ira, dio un par de pasos hacia atrás e hizo una rabieta, como si se tratase de un niño pequeño.

—¿Sabes qué? Al diablo contigo. Al diablo con todos. Harás lo que yo te ordene, o sufrirás las consecuencias.

—Mira como tiemblo.

—Tienes veinticuatro horas, River. Sí para cuando vuelva no haces lo que te ordeno, entonces te elevaré hasta el cielo para que caigas en el infinito —amenazó, haciendo brillar la media estrella de la varita que tenía incrustada en la palma de su mano. Acto seguido, abandonó la habitación.

Cuando las puertas se cerraron el sistema de las cadenas se aflojó, permitiéndoles una mayor libertad de movimiento.

—Es un charlatán. Tan solo quiere asustarnos —dijo River.

Y tenía razón. Ludo siempre había sido un enemigo que hablaba más de lo que hacía, pero en esta ocasión las cosas eran diferentes, había conseguido un ejército a su disposición, tenía la varita incrustada en su cuerpo y parecía saber cómo usarla.

Tal vez, solo por esta ocasión, tendría que tomarse sus palabras en serio.

—Bueno, Marco —comenzó Janna—, a menos que Star aparezca en las próximas veinticuatro horas, tu plan fallará. ¿Qué sugieres que hagamos?

—Ludo se ve más inestable que nunca. Tal y como está la situación ahora mismo, no hay garantía de que respete las veinticuatro horas. Lo mejor que podemos hacer es salir de aquí y escondernos hasta que sea el momento oportuno.

—¡Por fin! —exclamó Janna.

Se llevó la mano a la nuca y sacó una horquilla. Con ella forzó la cerradura de sus esposas durante unos segundos hasta que el sonido de un clic las hizo caer.

Tom, por su parte, derritió las suyas con sus llamas.

Janna liberó a Marco y luego a River. Ambos palparon sus muñecas para comprobar que tan dañadas estaban. Tenía una marca rosácea que escocia al aire, pero nada que Marco no hubiese soportado antes en sus años en la dimensión X-103.

—Perfecto, ahora necesitamos recuperar nuestras cosas y esperar al momento adecuado. Aprovecharemos el tiempo que nos queda para estudiar los turnos de guardia —comenzó a contar con los dedos de la mano—, las rutas de patrullaje, las...

—Sí, sí. Salgamos de aquí de una vez —se quejó Janna, abriendo la puerta del calabozo—. Me muero de hambre.


Hope se agachó para ver más de cerca sus flores. Jackie no estaba segura de por qué, pero ahora mismo no es que le estuviera prestando mucha atención.

—Dime qué te ocurre, Jackie —dijo con su tono alegre de siempre, sin quitar la vista de sus flores.

A veces se preguntaba si Hope era adivina o algo similar, o si, por el contrario, era ella la que ese día era un libro abierto que cualquiera podía leer.

—Es por Marco, ¿no?

Sí, era una bruja. No había otra explicación.

—¿Cómo lo has sabido?

—Bueno, te conozco desde hace años, así que una aprende a ver estas cosas. Eso y el hecho de que has mirado tu celular unas veintitrés veces desde que estás aquí. —Jackie se giró un momento y miró su celular. Lo tenía en la mano derecha. No lo había soltado. Aprovechó para desbloquear la pantalla y comprobar si había algún mensaje. Nada—. Veinticuatro.

Jackie suspiró y guardó el teléfono.

—Ya han pasado cinco días desde que se fue a Mewni, y sigo sin saber nada de él. —A diferencia de Leo, Hope sí que conocía a Star, y por eso mismo también había visto en más de una ocasión las cosas locas y mágicas que hacía, algo que agradecía, porque así podía hablar del tema con total transparencia—. Pero no es solo por eso. Al principio pensé que el motivo por el cual Star se había ido no sería nada grave, y con grave me refiero a peligroso. Debido a eso no quise ir con ellos a Mewni. Ahora me siento culpable por ello. —Jackie se miró las manos y luego se las llevó al rostro, echando la cabeza hacia atrás—. Ah, debería haberlos acompañado.

Hope no respondió, sino que se levantó, llenó la regadera y regó las plantas para luego volver a agacharse y mirarlas de cerca.

—Ahora dime, Jackie, ¿por qué no fuiste con ellos?

—Porque no pensé que me fuesen a necesitar.

—¿Y?

Jackie se quedó en silencio por unos segundos. Lo había estado pensando desde la partida de Marco y los demás, lo había estado pensando aún más a cada día que pasaba y no sabía nada de ellos, pero no se lo había dicho a nadie.

Apretó los puños y miró al suelo, avergonzada.

—Y porque estaba celosa de Star. —No hubo respuesta por parte de Hope, una clara señal de ella para que Jackie se explicase—. Estaba celosa porque Marco había estado deprimido desde el momento en el que ella se fue, y solo cuando pensó que podría hablar con ella para comprender la situación fue cuando comenzó a mostrar mejor aspecto. Entiendo la situación, y entiendo que Marco se preocupase tanto por ella. Es su mejor amiga, ha vivido con él casi un año entero, y la perdió en una noche. Aun así, no soy capaz de evitar sentirme así. —Sentía que la sangre le subía a las mejillas. Sin apartar la mirada del suelo se tragó el nudo en la garganta y se obligó a continuar—. Se supone que soy su amiga. Debería haber ido con ellos y averiguar por qué se fue de esa manera. Ahora mismo debería estar ayudándola, pero en su lugar solo estoy arrepintiéndome de lo que no hice. —Relajó los puños y abrió las manos. Sentía que le temblaban—. Merezco estar así. He sido egoísta.

Hizo un esfuerzo horrible para contener las lágrimas. Pese a que había pensado en ello más de una vez a lo largo de esos cinco días, contárselo a alguien era como reafirmar lo que se temía, y provocaba que todo tomase un nuevo tinte, uno más real. Sentía vergüenza al admitir su culpa, pero también, una sensación de liberación al compartir sus pensamientos.

—No creo que debas estar celosa de Star, Jackie —respondió Hope, poniéndose de pie, y Jackie alzó la mirada.

—Lo sé, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

—No, Jackie, lo digo de verdad. Star no es un mapache que se mete en tu jardín a arruinar tus plantas. Es una flor, como tú. Y las flores no deberían estar celosas de otras flores, porque cada flor atrae a un tipo de persona diferente, y tú eres el tipo de flor que atrajo a Marco. —Esta vez, Hope se giró hacia Jackie—. ¿Recuerdas lo que me respondiste cuando te pregunté por qué te gustaba Marco?

Jackie asintió.

—Te dije que me gustaba porque nunca se rendía. Da igual cuantas veces tropezase, cayese o fuese humillado, siempre se levantaba para seguir adelante y conseguir lo que quería. Su determinación. Eso fue lo que me gustó de él.

—Exacto, y pese a vivir con Star bajo el mismo techo, él te siguió buscando sin dudar ni un poquito. Tú eres el tipo de flor que él quiere —dijo Hope sin borrar la sonrisa en ningún momento.

Su amiga no le había dicho nada que Jackie no hubiese pensado ya. Ella ya sabía que no tenía que sentir celos de Star. Aun así, la perspectiva de Hope, o tal vez el hecho de que expresase con palabras, y a su manera, lo que Jackie ya había pensado, hacía que le diese menos importancia a los celos.

—Vaya, eso ha sido extraño, sobre todo por lo del mapache. Pero me ha ayudado —le sonrió—. Gracias.

—Oh, lo del mapache ha sido cosa mía, es que he tenido un problema con una de esas alimañas, y ahora estoy alerta por si aparecer para atraparlo y hacer que se arrepienta del día en el que se atrevió a colocar una pezuña en mi jardín. —Esa última parte había sonado más siniestra de lo que Jackie pensó que Hope quería que sonara, o al menos eso esperaba. Y, lo peor, aún mantenía la sonrisa.

Jackie sonrió nerviosa.

—Estoy segura de que conseguirás atrapar a ese mapache. Solo recuerda que el maltrato animal está penado.

—Tranquila, Jackie, no te pueden castigar por aquello que no saben —dijo, guiñando un ojo.

—Seguro. Tan solo no te metas en problemas.

—Por favor, Jackie, sabes que yo no soy de esa clase de chica.

Ambas se rieron porque sabían la verdad de lo que acababa de decir. Se sintió agradecida de que, al igual que Leo, su amiga también la apoyara. Aún quedaban cosas en el tintero. Podría haber intentado ir y ver que le ocurría a Star para ayudarla en lo posible, pero ya era tarde para eso. Lo único que podía hacer era esperar que todos estuviesen bien, y cuando volviese a verlos, escuchar lo ocurrido y, en caso de que lo necesitasen, ofrecer su ayuda.

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Hope, a diferencia de Leo, ya existe en la serie, solo que aquí tendrá más relevancia. Si no recuerda cómo se veía Hope, dejo link abajo, en el comentario:

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