Capítulo 58: Defensa IV
Aquella mujer le había dado guerra hasta el último momento. Que se pusiera a volar fue algo problemático, pero al final acabo por caer. Mejor para Nefraxis. Ya había consumido la suficiente cantidad de sangre como para mantener esa fuerza y energía por un día entero. Aun así, no podía dejar de consumir su sangre. Necesitaba más. Toda la posible.
Algo la tomó del pelo y tiró con fuerza. En un abrir y cerrar de ojos, acabó con el rostro en el suelo.
—Lara. Lara —pronunció una voz masculina. Nefraxis levantó la mirada, y allí, con el rostro pegado al suelo, vio a un hombre moreno con la misma vestimenta que la mujer—. Lara, ¿estás bien? Háblame.
"Así que había más de uno", pensó Nefraxis. Sonrió para sí, feliz de que hubiese más sangre por recolectar.
Se paró de golpe, captando la atención del hombre.
—Tú, maldita —dijo el solari, lleno de furia, pero Nefraxis no le dejó continuar, porque lo tomo del rostro con la segunda piel de sangre, la cual se había estirado hasta él.
Tiró de él, pero este se resistió, elevándose por los aires y tirando de ella. El solari aprovechó la inercia para detenerse y lanzarle un fuerte puñetazo que le dio en el rostro. Nefraxis abrió la boca y atrapó el puño, enterrando los dientes en él. El chico endureció su mano y comenzó a golpearle en la cara con la otra. Ella lo sujetó del torso usando sus piernas mientras iba perdiendo poco a poco la visión debido a los continuos ataques, pero no le importó.
Con sus manos libres se perforó las costillas, justo debajo de las axilas, y el solari se detuvo. Probablemente estaría confundido de que su enemigo se estuviese mutilando a sí mismo, pero nada más alejado de la realidad. Nefraxis tenía demasiada energía acumulada, y necesitaba liberarla un poco. La sangre de los costados salió como un geiser, y esta adoptó la forma de un par de brazos de sangre.
El solari volvió a arremeter, esta vez con más violencia y desesperación, pero ya era tarde. Uno de los brazos de sangre lo tomó por la muñeca. El otro hizo lo mismo. El solari comenzó a forcejear e intentar golpearla otra vez, pero Nefraxis no le dejaba, no podía impedir que se moviera, pero sí que se alejase o acercase más de la cuenta. Cuando su rostro se regeneró lo suficiente para recuperar la visión, comenzó a atacar al muchacho de forma indiscriminada con sus puños normales. Podía notar los nudillos hundirse en el rostro del muchacho una y otra vez mientras este luchaba por defenderse, pero no podía. En cierto punto, el solari dejó de forcejear, y ambos comenzaron a caer. El suelo los recibió con los brazos abiertos, y Nefraxis se aseguró de corresponder el gesto con el muchacho entre medias.
El impacto levantó tierra y polvo, como con la chica. Ahora tenía a dos enemigos con los cuales alimentarse. Temblaba de la emoción. Sentada encima de él, abrió la boca y las comisuras de los labios, lista para morder, sin embargo, algo la tomó por la espalda con tanta fuerza que literalmente le rompió la piel y le partió los huesos de la columna. Eso tiró de ella y la envió a volar sin control hasta chocar contra un edificio y partir la fachada debido al impacto. Su cuerpo tenía espasmos involuntarios. Se estaba regenerando, pero también se estaba emocionando por lo que acababa de descubrir. Un nuevo enemigo, uno mucho más fuerte que los anteriores. Si consumía su sangre, quién sabe cuánto más podría aumentar su poder. Tal vez, incluso, sería un poder capaz de hacerla rivalizar contra Tom.
—Estos dos inútiles no valen nada —oyó gritar a alguien, probablemente el mismo desgraciado que la había atacado por la espalda—. Son una vergüenza para los solari. Yo mismo me encargaré de exterminar a todos ustedes, escoria. Empezando por el traidor.
Salió del edificio y profundizó en ese pensamiento: "rivalizar contra Tom". Con eso en mente, hizo crujir sus huesos, reacomodándolos en su sitio, y se centró en su objetivo. Una vez lista, salió disparada hacia el enorme solari. Este sujetaba a Eadric del cuello y preparaba el puño. No se había percatado de ella.
—Espera... —se quejó Eadric con voz rota— padre.
Nefraxis encajó las garras de su mano derecha de carne y la de sangre en uno de los costados del solari, y este detuvo su puño a medio camino. Se giró para verla, y soltó a Eadric.
—Eres una molestia —dijo este.
Le dio un codazo tan fuerte que le hundió el rostro. Todo se volvió negro, pero seguía consiente. El impacto le hizo sentirse desequilibrada, debido a la sacudida de su cerebro, pero, antes de darse cuenta, el solari la tomó por la boca, partiéndose la mandíbula y arrancándosela junto con la lengua. Luego la tomó y se la llevó volando. Nefraxis notó el viento en todo su cuerpo, hasta que chocó contra otro edificio, en donde el tipo le hundió la cabeza hasta partir los ladrillos. Nefraxis intentó tomarlo del brazo, pero antes de que lo hiciera, este apretó su antebrazo y lo aplastó en un segundo, produciendo varios crujidos. Luego tiró de él y se lo arrancó de cuajo. Nefraxis ni siquiera podía quejarse del dolor, tampoco pudo cuando el solari hizo lo mismo con el otro brazo. Los brazos de sangre se quedaron colgando, y para rematar, un puñetazo que le atravesó el estómago, justo entre el abdomen y la caja torácica. Luego fue empujada con tanta fuerza que rompió la pared del edificio en el que estaba, cayendo de espaldas y siendo aplastada por varios escombros.
—Ya no serás un problema para los solaris —dijo el hombre antes de escucharlo alejarse.
Nefraxis había sido aniquilada en toda regla, y de no ser por la sangre de los tipos anteriores, ahora no podría contarlo. Tardaría en regenerarse, pero, aunque lo hiciera, no sería capaz de derrotar a aquel tipo. Le había conseguido hacer un rasguño con las garras de su brazo de sangre. No fue capaz de comprobar cuanta sangre le había quitado, pero eso no importa ahora. Aunque fuesen unas simples gotas, tenía que tomarlas. Su boca ya no estaba, por lo que era incapaz de consumir la sangre, así que solo le quedaba una opción.
Con su brazo izquierdo de sangre (aquel que no tenía sangre) se quitó los escombros que estaban encima de su estómago, dejando descubierto el espacio en donde tenía aquel agujero. Se metió la mano de sangre derecha dentro y la hundió entre sus órganos antes de cortarla y dejarla ahí, luego dejó caer los brazos y esperó.
La sangre que mantenía los brazos firmes se deshizo, dejándola sin extremidades que controlar, cuando, de pronto, lo sintió. Su cuerpo se movió con violencia, apartando todos los cascotes y trozos de ladrillos de encima. Su rostro se regeneró con tanta violencia que apenas tuvo tiempo para darse cuenta de que volvía a ver. Sus brazos volvieron a estar intactos, tanto los normales como los de sangre, y su estómago se recuperó como si nunca hubiese estado perforado. La energía dentro de su cuerpo estallaba y quemaba como el mismísimo sol. Sintió sus músculos retorciéndose debido a aquella fuerza. Un par de brazos de sangre más emergieron de su espalda de forma repentina, en un intento de su cuerpo por darle salida a tanto poder. Su mente se nublaba. Sangre. Necesitaba más. Necesitaba abrirle el pecho a aquel solari y arrancarle el corazón.
Salió del edificio, partiendo los escombros delante suyo de una patada, llamando la atención de solari. Este se giró hacia ella y abrió los ojos con furia.
—Maldita escoria.
Nefraxis torció el cuerpo hacia adelante y cargó con tanta fuerza que no supo dónde estaba. Lanzó un golpe de gancho que conecto con el estómago del solari y sonó como la explosión de un relámpago al romper contra un árbol. El hombre escupió saliva y se inclinó hacia adelante. El golpe le había hecho daño. Sin embargo, Nefraxis no había salido indemne de ello. El golpe que había dado contenía tanta fuerza que los huesos de su brazo y hombro habían estallado en un montón de crujidos simultáneos. Sintió como si el brazo fuese a reventarle, pero su regeneración era tan abrumadora que evitaba que su brazo llegase a deshacerse por el golpe. Esa sensación era dolorosa, tanto, que sólo podía apretar los dientes, pero también era excitante. Su poder tenía una vía de escape, y soltarlo le daba el mayor de los placeres. Si quería evitar que fuese el poder quién la dominase, entonces tendría que seguir.
Con su otro brazo enterró las garras de su mano en la carne del solari, esta vez, perforándola. Extrajo los dedos bañados en sangre, se los llevó a la boca y les dio un mordisco tan fuerte que se los amputo y tragó de una sola vez. Una segunda oleada de poder empujó sobre la anterior.
Nefraxis abrió los ojos y sonrió. Pero, antes de que pudiese seguir disfrutando de la sensación, el solari la tomó por la pierna y la lanzó con tan fuerza que se la arrancó y la mandó a volar. Nefraxis se recompuso en el aire y clavó las garras en el suelo para detenerse. El solari apareció encima suyo, ella se curó la pierna cercenada y la apoyó en el suelo para girarse y atacar con un puñetazo. Ambos golpes chocaron, produciendo un sonoro estallido. Los huesos de Nefraxis se rompieron, y mientras se recomponían, lanzó otro puñetazo con su brazo sano. El solari respondió de la misma forma, y se produjo la misma reacción. Antes de que ninguno de sus dos brazos se regenerase, el solari volvió. Nefraxis no tenía tiempo a regenerarse para utilizar esos mismos brazos y defenderse. Sin embargo, tenía otros cuatro de sangre listos para responder mientras tanto.
Así comenzó un baile de golpes, los cuales cada uno era más atronador que el anterior. Los puños volaban y zumbaban en sus oídos como una lluvia de flechas.
Nefraxis no podía parar de sonreír. La euforia era tal que ya era incapaz de sentir los golpes y los huesos rompiéndose, tan solo sentía la contundencia de estos al impactar y el sonido que hacían al chocar.
Era increíble. Maravilloso. Una batalla en la que se perdía a sí misma y solo quedaba la emoción y la adrenalina. Su cuerpo temblaba de los nervios y la columna se le estremecía cada vez que los golpes chocaban. El aire no paraba de entrar y salir de sus pulmones y la agitación no hacía más que aumentar. La sangre volaba a su alrededor como las chispas de los metales en una batalla. Los golpes causaban daño al solari, pero este resistía, mientras que los golpes a Nefraxis le destrozaban los huesos y la piel, pero se regeneraban en un instante.
Un puñetazo le destrozó el costado y ella respondió con un golpe en el rostro que crujió como la madera seca e hizo inclinarse hacia un costado al solari. Este le lanzó un gancho que le arrancó la mandíbula y parte de la cara y ella respondió lanzándole un zarpazo que le rasgó desde la oreja hasta el pecho. El solari la tomó del cuello, y ella le clavó todas las garras en el mismo sitio, como si fuesen un montón de agujas. Se lo iba a arrancar. Nefraxis rasgó la piel, destrozando carne y músculos, pero antes de que pudiera continuar, el solari le pegó un manotazo en uno de sus costados y le arrancó la cabeza de cuajo.
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Pelea de Edwin contra Nefraxis. Espero que la hayan disfrutado, porque yo disfruté mucho escribiéndola. Permanezcan atentos para lo que se viene.
Si te gustó el capítulo, escribe un comentario, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.
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