Capítulo 5: Ayuda I
Aparecieron en el salón de los reyes del castillo. Lo primero que los recibió fue el estruendo de la música que les hacía vibrar los huesos. Marco miró a su alrededor y vio a un montón de mewmanos bailando y festejando de forma descontrolada y salvaje.
—¿Qué es todo esto? —dijo Tom.
—Marco —dijo una voz masculina con alegría en su melodía.
Se giró para ver de quién se trataba, y antes de darse cuenta, tenía al rey River estrujándolo entre sus brazos.
—Marco, hijo, qué gusto verte —dijo, demostrando su alegría de forma desorbitada y dolorosa.
—El gusto es mío, River —intentó articular con el poco aire que disponía.
El rey lo soltó y saludó al resto con menos énfasis, aunque a Marco le dio la sensación de que así lo preferían.
—¿Qué los trae por aquí?
—Bueno, anoche Star se fue de forma repentina, y veníamos para comprobar que todo estuviese bien —explicó, intentando disimular la espada en su espalda.
—Oh, sí, estamos de maravilla. Justamente estábamos celebrando eso.
Marco y el resto se miraron entre ellos, dubitativos.
—¿Están celebrando que todo está bien?
—Exacto.
Marco miró a su alrededor.
—¿Y dónde está Star?
—No lo sé —respondió. Este abrió una lata de refresco de maíz y la bebió de una sola vez, soltó un eructo y la aplastó contra su cráneo—. Moon se la llevó consigo y me dijo que me encargase del reino en su ausencia.
—¿Moon te encargó el reino? —preguntó, sorprendido por tal imprudencia.
—Sí —exclamó River con una sonrisa semioculta tras su barba desalineada.
Ahora sí estaba preocupado de verdad. Ni siquiera el propio rey, su padre, sabía dónde estaba Star. Volvían a estar en el punto de partida.
Soltó un largo suspiro para desestresarse. Lo último que necesitaba era venirse abajo.
—Eh, Marco, tal vez quieras venir a ver esto —llamó Tom, junto a una ventana.
Fue hacia él, seguido por Janna y el rey.
—¿Qué pasa?
—Mira. —Tom señaló al horizonte.
Se podía ver algo, pero no estaba del todo claro. Marco intentó entornar la mirada para ver mejor, pero de poco servía.
—¿Qué son? ¿Ovejas pastando? —intentó adivinar, más para darle sentido que para acertar—. No consigo distinguirlo.
—Yo tampoco —dijo River mientras usaba sus manos como visera—. Esto es ridículo. Sirviente, tráeme los binoculares reales.
—Como ordene, alteza —dijo Manfred, apareciendo de la nada.
El sirviente, con porte noble e impecable se fue y volvió en menos de un minuto con los binoculares reposando sobre un cojín lujoso.
River los tomó y observó por la ventana. Janna también se había traído unos en su mochila. Y Tom no parecía necesitar de binoculares para ver lo que ocurría.
—¿Qué es? —preguntó Marco al ver a los tres embobados.
River no le dijo nada, solo le pasó los binoculares. Solo cuando vio a través de los cristales pudo distinguir de lo que se trataba. Un ejército de ratas de la altura de un niño humano pintaba el horizonte. Venían directo a ellos. Pasó la mirada por todo el grueso del ejército hasta encontrar al individuo diferente del resto. Un monstruo verde y barbudo montado a lomos de una araña del tamaño de un león y un águila de igual tamaño sobrevolando el terreno. Y no había duda, aquel monstruo no era otro que Ludo. Todo lo que había especulado era cierto. Había dado en el clavo. No estaba loco.
—En tú cara, Janna —dijo con orgullo, apuntándole a la chica con su dedo índice—. Yo tenía razón.
Esta lo miró con gesto indiferente y apuntó con ambas manos hacia el ejército.
—Viejo, ¿en serio?
Cuando pasaron los cinco segundos de disfrute por haber acertado en su predicción, la realidad lo golpeó de lleno.
—Mierda, yo tenía razón. —Rápido, se giró hacia el rey—. River, ¿cuál es el plan de defensa para estos casos?
—¿Plan?
—Sí. ¿No tienen un plan a seguir cuando están bajo ataque?
—No. No tenemos de eso —dijo, encogiéndose de hombros y negando con la cabeza—. Desde que Moon es reina nunca nos atacan.
—Mierda. —Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a masajearse la sien. Tenía que pensar en algo—. Ya sé. Llama a los miembros de la Alta Comisión de Magia.
—No puedo. Ellos están desaparecidos.
—¿Qué?
—Sí. Antes de irse, Moon me dijo que no contara con ellos.
No podía creérselo. No tenían planes. No tenían aliados. Estaban solos en esto.
—Estamos acabados.
Habían pasado dos días desde que Marco y el resto se habían ido. Desde entonces, Jackie no había tenido noticia alguna de ellos. La primera noche no había sido tan mala, pudo dormir bien, y no tuvo pesadillas, aunque al despertarse lo primero que hizo fue mirar el celular y comprobar que no tuviese ningún mensaje. Aquel día se descubrió a sí misma estando más pendiente de su celular que de todo lo demás cuando quemó un par de huevos fritos para la cena.
El día siguiente se preocupó más, aunque intentó no pensar en ellos. Bien podrían estar pasando unos días con la familia de Star antes de volver. No había motivo para sacar conclusiones precipitadas. De momento.
Sin embargo, el tercer día sí que estaba preocupada de verdad. Eran las cinco de la tarde y seguía sin tener noticias. De pronto las divagaciones de Marco no le parecieron tan exageradas. Tal vez tenía sus motivos para creer en ellas. Se había despedido de él diciéndole que tuviese cuidado, en parte porque de verdad le estaba pidiendo que tuviese cuidado, en parte por mostrarse cortés. Ahora estaba mandando la cortesía al basurero municipal y rezando porque no le hubiese pasado nada a nadie. No necesitaba saber qué estaban haciendo. Tan solo quería saber que estuviesen bien. Anhelaba con desesperación escucharlo pronunciar su nombre. Lo anhelaba tanto, que hasta casi podía escucharlo de verdad.
—Jackie —le gritaron al oído, provocando que diese un respingo de sorpresa.
Se giró a su izquierda y vio a su amigo de cabello claro con una ceja arqueada.
—Leo, no me grites al oído —se quejó ella.
—Si no lo hiciera seguirías con la mirada perdida en el horizonte. —Mierda, se había quedado en trance mientras pensaba en sus cosas—. Desde que llegaste has estado con la cabeza en otra parte —le riñó, dándole un par de golpes en el casco—. ¿Qué te pasa?
Miró el reloj en su muñeca. Eran más de las cinco. ¿Cuánto tiempo había estado con la cabeza en las nubes?
Se llevó una mano a la frente y soltó un quejido.
—Lo siento, Leo, últimamente he estado preocupada por Marco.
—¿Es porque se fue a aquel pueblo que me dijiste para ver qué le ocurrió a su amiga que vino aquí de intercambio?
—Sí. Desde que se fue no he vuelto a saber nada de él. Me dijo que volvería lo antes posible, pero que, dependiendo de la gravedad del asunto, podría tardar más.
—¿Y no ha intentado llamarte o enviarte algún mensaje?
—No puede, en ese pueblo no hay señal.
Leo entornó la mirada, frunció el labio inferior y se rascó la barbilla mientras pensaba.
—Sí, yo creo que te está siendo infiel —respondió, orgulloso, intentando emular el porte de un detective.
—No hace falta que exageres. —Leo respondió enarcando una ceja—. Es un buen chico. Incapaz de hacerle daño a nadie. —Aunque era cierto que bajo el concepto que Jackie le había explicado era fácil malinterpretar la situación, pero era mejor eso que intentar convencer a Leo de que Marco en realidad se había ido a otra dimensión para ver qué le ocurría a su amiga, la cual era una princesa mágica.
—Uno nunca llega a conocer del todo a una persona. ¿Conoces a ese chico lo suficiente como para poner la mano en el fuego por él?
—Leo, para, de verdad que estoy preocupada —dijo Jackie, frunciendo el ceño, pero no demasiado.
—Está bien, está bien, no me meteré más con el sucio infiel —hizo una pausa—, por ahora —susurró con mal disimulo—. Pero sí que puedo asegurarte una cosa, y es que no deberías preocuparte por él. —Se sentó junto a ella y le rodeó el cuello con su brazo—. Él está allí y tú aquí. Eso no cambiará, aunque te preocupes, así que lo mejor que puedes hacer es despreocuparte y pensar en lo que es importante: el torneo de patineta de Eco Arroyo —pasó la mano frente a ambos, como si con ella pintase un cuadro en el aire—. Si uno de nosotros consigue ganar el torneo podrá conocer a varias de las leyendas del patinaje. —Se acercó más a ella, hablando para susurrarle un secreto—. Y por lo que me he enterado, también habrá sponsors interesados en sangre nueva. Sabes lo que eso significa: fama —la palabra salió de sus labios como si el solo hecho de pronunciarla fuese motivo de deleite. Se separó de ella y volvió a ponerse de pie—. Es nuestra oportunidad, Tomás, tenemos dos meses para prepararnos para el concurso y llegar a la cima. Y una vez que yo esté ahí, me aseguraré de que también se interesen por ti.
—Oye, sabes que también puedo ser yo la que llegue antes a la cima —añadió con una sonrisa y una expresión de desafío.
—No es la sensación que me da cuando te veo sentada en el banco en vez de estar practicando en la pista —señaló con su pulgar al circuito a sus espaldas—. ¿Qué me dices, estás conmigo, o quieres que te lleve a la cima a mis espaldas? —le extendió la mano.
Jackie la miró por un momento y luego la tomó con fuerza y se puso de pie, aprovechando el tirón.
—Está bien, Leo, estoy contigo. —Chocaron los puños y caminaron hacia la pista—. Siempre sabes cómo convencerme.
—Obviamente. Y si resulta que ese tal Marco sí que es un infiel, ya sabes a quién llamar para patearle el trasero —aseguró con una sonrisa soberbia que acentuaba su colmillo mientras se apuntaba el pecho con el pulgar.
Jackie sonrió y le dio un par de golpecitos en la espalda. Pensó que, si ambos peleasen, probablemente Marco acabaría ganando, debido a su entrenamiento en karate. Pero Jackie no tenía el corazón para decirle eso a Leo justo cuando él intentaba subirle los ánimos.
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Por si alguien se lo pregunta, sí, Leo es un personaje inventado. Y no, que Leo le diga Tomás a Jackie no es un error.
Y una cosa más. Si te gusta el markapoo tanto como a mí, entonces deberías leer la historia de @Ms-Eleven, sé que te va a encantar:
Sí te gustó el capítulo escribe un comentario, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.
Gracias por tu tiempo y apoyo.
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