Capítulo 41: Rescate I

Estaba recostado en un tronco mientras afilaba su cuchillo de piedra. Debido a lo endeble que era, tenía que hacerlo con cuidado para no romperlo. Cuando acabó, dejó la piedra de afilar y examinó la hoja a la luz del sol. "Aceptable", pensó. Bajó el arma y se fijó en una roca que había delante. Era tan grande como él. ¿Cuánto pesaría? ¿Lo mismo que un hombre adulto?

Apuntó hacia esta con su mano derecha, y exhaló.

—Levitato.

La roca tembló, al igual que su mano. Hizo caso omiso a la punzada de dolor en la sien. Alzó la mano, y con ella la roca. Notó el esfuerzo en todo su cuerpo, y también en su cabeza. Aquello no sólo lo cansaba físicamente, sino que le daba una extraña sensación de jaqueca. Pero nada que pudiera compararse con aquella vez que intentó levantar el cuerpo de un vulpino. No sabía decir cuánto, pero bien podría haber pasado un mes desde aquel día. Teniendo en cuenta el peso de la roca, el progreso era considerable. Practicar todos los días con ella estaba dando sus frutos. Pero, si sus enemigos iban a ser los solaris, entonces necesitaría mucho más que poder levantar una roca.

Se sintió tentado de probar a lanzarla, pero eso alertaría a muchos de los monstruos hostiles de la zona. Se quitó la idea de la mente y se limitó a bajarla. O al menos eso quiso, pero no pudo mantener la concentración, y la roca cayó. Se miró la mano con cierta decepción. Aún le temblaba. Se dijo a sí mismo que tenía que mejorar cuanto antes. Antes sus poderes solo eran necesarios para sobrevivir a lo salvaje, ahora que sabía que estaba en el bosque de la muerte segura y que sus enemigos eran los solaris, significaban la diferencia entre morir y seguir con vida. Y cuantas más cartas tuviera a su favor, mejor.

Escuchó algo acercarse por los arbustos. Ludo se pasó el cuchillo a la mano derecha y con la otra se preparó para sacar las dagas arrojadizas en caso de ser necesario. Un rostro negro con rallas rojas en la frente, mentón y debajo de los ojos se asomó entre los arbustos. Al verlo, Ludo depuso las armas.

—He recorrido este bosque infinidad de veces y, aun así, siempre encuentra la forma de despistarme —dijo Eadric, tomando asiento sobre la roca que Ludo acababa de levantar.

El solari se había colocado una piel de lobo sobre los hombros, la cual le llegaba hasta la mitad de la espalda, porque la habían cortado, y la cabeza del lobo reposaba encima de la de él, como si de un sombrero se tratase. Se había arrancado la camiseta con el símbolo de los solaris para así no llamar la atención, así que iba con el chaleco que llevaba y el pecho descubierto. Para que no se notase tanto que era mewmano, Ludo sugirió lo de la pintura en la cara usando carbón y sangre del lobo que mataron. Eso cumplía su función, pero a medias. Nadie podría decir que era un solari, pero si uno lo miraba más de la cuenta, comenzaría a sospechar. Había varias razas humanoides en el bosque. Con un poco de suerte, podrían decirle a cualquiera que pertenecía a una de ellas.

—De no ser así, le habrían puesto otro nombre al bosque —comentó Ludo mientras guardaba sus armas—. ¿Encontraste lo que buscamos?

—Querrás decir lo que busqué —corrigió Eadric.

—Lo que sea. ¿Tuviste suerte?

El hombre sonrió con una expresión de seguridad. Señaló hacia al este con su brazo.

—Están a tres cuartos de hora a paso ligero.

—¿Qué son?

—Johansen. Un campamento de unos veinte, por lo menos. Han capturado cinco monstruos inteligentes —comentó Eadric, dejando una pausa—. Y una mantícora.

—Una mantícora —repitió, entre asombrado e incrédulo—. ¿Cómo demonios hicieron para atrapar a una de esas?

—No lo sé, pero si conseguimos que se una a la causa, significaría una gran baza para nosotros.

—Después de ver como Veros y Lara derrotaban a esa criatura en el hoyo, me hace pensar que una mantícora no los detendrá. Pero debo admitir que podría ser de ayuda —sentenció, enfrascándose en sus pensamientos, intentando dar con la forma correcta de convencer a esos esclavos para formar un grupo con él y Eadric. Sobre todo, la mantícora—. Buen trabajo, Eadric.

Desde que ambos formaron grupo, Ludo pudo ver en el solari a un gran aliado. Fue gracias a él que pudieron salir del hoyo por un camino que, sin la ayuda de la magia de Ludo, no habrían podido cruzar. Además de los conocimientos que Eadric tenía sobre los solaris (los cuales aún no le había contado) se sabía mover por el bosque. Según él, gracias a las expediciones de los demás solaris, se había aprendido la geografía de gran parte del lugar. Además de eso, Eadric era un hombre muy precavido. Prefería evitar cualquier situación de peligro siempre que fuera posible. Y en caso de no serlo, se aseguraba de no salir malparado de esta antes siquiera de afrontarla. Él era alguien que apreciaba su vida tanto o más que Ludo la suya.

—Gracias, pero felicítame cuando estemos todos sentados alrededor de una hoguera celebrando la victoria —tomó un palo y comenzó a hacer un dibujo en la tierra—. Por el momento, debemos prepararnos, acercarnos al campamento y pensar en cómo podremos salvar a todos sin que nos descubran.

Sí, aquel era el plan que Eadric había sugerido para comenzar a reclutar monstruos para la causa. Por lo que le contó, a lo largo y ancho de todo el bosque había varias facciones del clan Johansen, los cuales cazaban y capturaban monstruos como si fuesen esclavos. Salvar a esos esclavos provocaría, en la mayoría de ocasiones, que estos lo siguieran a él y a Eadric como agradecimiento por ser salvados. Además, al haber sido esclavos, estarían deseosos de vengarse de sus captores. Y la venganza era un buen sentimiento al que apelar para que quienes se unieran se sintiesen motivados a luchar. Alimentar ese odio para que diese igual el enemigo al que tenían que enfrentarse si este encajaba en la misma categoría que lo hacían sus captores originales. Un plan que requería de esfuerzo, tiempo y perseverancia, pero era mejor eso que entrar en un bar y preguntarle a todo el mundo si les apetecía formar un ejército para enfrentarse a los solaris, los cuales podrían mandar a cualquiera a la otra vida con un simple puñetazo, al menos los originales. En palabras de Eadric "formar un ejército con esa premisa solo significaría que quienes lo conforman son o muy valientes o muy estúpidos". Y tenía razón. Su mejor opción era comenzar con un grupo pequeño y educarlo para que se preparen poco a poco contra el enemigo principal. Hasta entonces, solo se concentrarían en liberar esclavos y derrotar a los clanes Johansen.

Ludo miró hacia el cielo. El sol estaba a punto de ocultarse.

—Yo tengo mis armas listas —dijo Ludo—. Si es por mí, podemos partir ahora. ¿Tú estás preparado?

Eadric se llevó la mano al arco de su espalda. Lo hizo con elementos del bosque, igual que Ludo tiempo atrás, solo que el suyo no era tan bueno como el del solari.

—Esto es todo cuanto tengo, por el momento. Y espero no tener que utilizarlo.

—Vamos a escabullirnos dentro de un campamento enemigo —le recordó Ludo—, prepárate para lo peor. —No intentó ser suave con sus palabras. El camino que habían decidido tomar iba a estar lleno de dificultades. Y no había lugar para la compasión—. Además, ya hemos hablado de esto. Los esclavos querrán sangre. Si se los impides, solo conseguirás que se pongan en tu contra, y entonces el plan acabará antes de empezar.

—Sé lo que dije. Es solo... ellos también son mewmanos —objetó Eadric con gesto compasivo en su rostro—. No me hicieron daño alguno.

Ludo frunció el ceño y se puso de pie. Clavó los ojos en el solari y caminó hacia él, inclinado hacia adelante.

—Entonces, ¿cuándo estés delante de tus propios progenitores con la daga en la mano, dudaras?

Eadric frunció el ceño.

—Ludo, no es lo mismo, y lo sabes —dijo Eadric con firmeza.

—No, no lo es. Pero elegimos este camino, y si vamos a tomarlo tenemos que acarrear sus consecuencias. No me explicaste los motivos por los cuales quieres acabar con los solari originales, tampoco te los he pedido. Confiaba en que tu odio hacia ellos fuera genuino. —Ludo relajó el gesto y soltó un suspiro, aun así, mantuvo un porte firme y severo, pese a la diferencia de estatura—. Aún estás a tiempo de abandonar si así lo deseas. Pero, si decides quedarte, necesito saber qué harás lo necesario para que ambos cumplamos nuestro objetivo.

El solari cerró los ojos, arqueó la espalda y apoyó los codos sobre sus rodillas. Ludo no le metería prisa. No la había. No de momento.

—Haré lo que haga falta —sentenció, abriendo los ojos—. Además, dudo que me dejaras ir en caso de abandonar el plan.

—Lo primero que habría hecho cuando me dieras la espalda sería clavarte el cuchillo en el cuello.

—Ya lo suponía.

—Sabes que no me gusta dejar cabos sueltos. Y dejar libre a alguien que tiene información precisa sobre lo que voy a hacer es un cabo que no puedo dejar sin anudar. —Eadric le sonrió y luego se puso de pie, aumentando más la diferencia de tamaños—. De acuerdo, considera esto como una charla motivacional—. Ludo se puso en pie—. Ahora, pongámonos en marcha.

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Comienzan los preparativos para conseguir un ejército de monstruos con Ludo al frente. ¿Qué posibles integrantes se encontrarán?

Ya saben qué hacer para saberlo.

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