Capítulo 40: ¿Aliado? III

Eadric, el cual observó con detenimiento la muerte del flirosh, se dejó caer en el suelo y respiró con alivio.

—No sé quién seas —dijo el solari, sin girarse hacia Ludo—, pero gracias.

El monstruo no desperdició la oportunidad. Antes de que Eadric intentara levantarse, buscó su cuchillo de piedra y se lanzó hacia él tipo. Cayó sobre él, apoyando su coxis en el pecho, los pies a ambos lados de su cabeza y el filo del cuchillo en la garganta. Eadric miró a Ludo con una expresión de sorpresa y terror.

—Escúchame, sin hacer ruido ni ningún movimiento extraño, o te abriré el cogote como si fuese un saco de harina. ¿Entendiste? —dijo Ludo con gesto serio y amenazante.

Eadric tragó saliva.

—Sí —dijo con voz temblorosa.

—Bien. Voy a hacerte unas preguntas, y tú vas a responderlas.

—¿Y qué va a pasar conmigo cuando termine de responder a tus preguntas?

—Depende de las respuestas —respondió él, entornando la mirada—. Vamos con una sencilla. ¿Quién eres?

Eadric intentó mantener la calma. Se notaba que la situación lo estaba llevando al borde de un ataque de nervios. Ludo intentó no presionarlo. Necesitaba respuestas serenas.

—Me llamo Eadric Ironside. Y soy mewmano.

—Y yo un monstruo, ¿no te jode? —se quejó él—. Sé que eres un solari. —Eadric no pudo ocultar su sorpresa al escuchar eso—. También sé que los dos de allí lo eran. Lo que no soy capaz de comprender, es ¿por qué su estirpe aún sigue con vida? Se supone que tendrían que estar muertos hace siglos.

—Eso es lo que todos creyeron. Debieron haber muerto en la guerra, la mayor guerra entre mewmanos y monstruos, aquella a la que ni siquiera la propia reina Solaria sobrevivió. Pero no lo hicieron, no todos, al menos. Sobrevivieron pocos, pero los suficientes como para que intentaran reconstruir su ejército.

—¿Un ejército? —repitió Ludo, intentando comprender lo que eso significaba. Trató de recuperar el porte y reafirmó la presión del cuchillo—. ¿Por qué están reconstruyendo su ejército? La última guerra fue hace más de treinta años.

—No los conoces como yo. Tienen el cerebro podrido. Creen que en cualquier momento se desatará la guerra. Se están preparando para una batalla imaginaria.

—¿Y cómo se están preparando? Antes has dicho que están preparando un ejército. Y por la ayuda que te prestaron tus "compañeros" puedo imaginar que no reclutan a quién sea.

—Veo que eres alguien muy observador —comentó Eadric, relajándose un poco. Ludo volvió a presionar el cuchillo contra su cuello para recordarle la situación—. Ellos no están reclutando nuevos miembros, los están produciendo.

Ludo abrió los ojos, comprendiendo.

—Ustedes son sus hijos. —Eadric asintió muy levemente—. Pero no tiene sentido. Veros y Lara pueden transformarse en esa versión más fuerte de sí mismos. Pero tú, en cambio, no puedes —se lo pensó mejor un momento—. O aparentas no poder.

—Esa transformación se llama estado albor. Y no, no puedo adoptar el estado albor.

—Digamos que te creo, solo porque si no ya me habrías matado. ¿Por qué no puedes acceder a ese estado? ¿Y por qué ese estado no es el mismo del que hablan las historias acerca de los solaris?

—Resulta que crear un ejército de solaris no es tan sencillo como follar y esperar nueve meses. Hay un proceso por el cual se debe pasar. Y por si mi existencia no lo ha dejado claro, no todos pasan —dijo él, con un regusto de asco en su voz.

—Sí, eso puedo verlo. De acuerdo, no todos los hijos de los solaris tienen las mismas cualidades. Ahora dime lo más importante, ¿debería preocuparme de los solaris?

—¿Si deberías preocuparte? —repitió Eadric, riendo.

—Estás muy calmado para tener un cuchillo pegado al cogote.

—Lo siento, es que preguntar algo como eso es como preguntar si se debe tenerle miedo a la muerte.

Ludo entornó la mirada.

—Explícate —exigió este.

—Los solaris usan el Bosque de la Muerte Segura como campo de entrenamiento. El día que consideren que tienen el ejército listo, arrasarán con todo el bosque. Y puedo intuir que vives en él. ¿No?

—El bosque es demasiado grande como para que hagan algo como eso.

—Subestimas a los solaris. Eso es un error. Su odio hacia los monstruos trasciende el razonamiento. Creen que su objetivo final en la vida es exterminar a todos los monstruos de Mewni. Y sí, no lo conseguirán en un año, ni en dos, pero ya saben cómo expandirse, así que solo es cuestión de tiempo. Y puedo asegurarte de que son persistentes.

Pensó en lo que acababa de oír. Pensó una vez más en cómo la vida lo seguía obligando a nadar contra la corriente. Cada esfuerzo era poco reconocido. Cada paso era tan solo un ápice en la enorme distancia que tenía que recorrer. Pero, eso no lo detuvo la primera vez. Tampoco lo haría ahora.

—¿Hay alguna forma de vencer a los solaris? ¿Algún punto débil?

—Los golpes no les afectan. El metal no les hace daño. He llegado a pensar que son inmortales.

—Inmortales, ¿eh? —repitió Ludo—. Puedo asegurarte de que no existe nada que sea inmortal. Todos morimos, tarde o temprano. Solo hace falta encontrar el método indicado.

—Pareces muy seguro de ti mismo.

—Solo por experiencia. Pero, ahora dime, Eadric —Ludo sonrió—, dame algún motivo por el cual no deba matarte.

—Antes de dártelo, responde a mi pregunta, por favor.

—Tienes valor para esperar que te responda, estando en la situación que estamos. —Eadric sonrió—. Pregunta.

—¿Planeas acabar con los solaris?

—No era uno de mis objetivos, pero es difícil ignorar el hecho de que seremos masacrados si no hacemos nada.

—A veces la vida no nos deja opciones.

—Sabias palabras. Una pena que sean las últimas.

—Espera, aún no he dicho el motivo por el cual debas dejarme con vida. —Ludo no respondió, solo se mantuvo a la espera—. Si me matas, perderás a un valioso aliado.

—¿Aliado? —repitió, casi como si la propuesta le hiciera gracia—. ¿Por qué querría a un solari como un aliado?

—Por qué sé mucho más de los míos que tú. Porque puedo indicarte cuales son las zonas seguras en donde sé que mi gente no irá. Al menos de momento, porque tarde o temprano peinarán todo el bosque.

—No descarto que seas de utilidad. Seguramente hay cosas que me estás ocultando —dijo Ludo con un tono lleno de convicción. Motivo por el cual Eadric se sorprendió—. ¿Sabes por qué lo sé? Porque todo el mundo me oculta algo. Todo el mundo se guarda cosas. Y porque la última vez que tuve algo cercano a un "aliado", este acabó robándome el cuerpo, destruyendo el artefacto que me daba poder y escupiéndome como si fuese un montón de carne podrida. Sabiendo eso, ¿por qué debería confiar en ti?

—Porque perseguimos el mismo objetivo —Ludo enarcó una ceja—. Dime, ¿alguna vez te has sentido menospreciado por tu familia solo por no cumplir con sus expectativas?

Ludo no pudo evitar que un pensamiento sobre su familia le pasase por la mente. El recuerdo fue casi inmediato.

—Digamos que puedo hacerme una idea —dijo, manteniendo un perfil bajo.

—Los míos me desprecian. Fueron mis propios padres los que me lanzaron a este agujero infernal. A ellos les importa un comino si salgo vivo o no de aquí. Todos los solaris originales, no merecen vivir —dijo Eadric. Su semblante había adoptado un tono serio. El ceño fruncido y un odio profundo oculto tras sus ojos. Un odio con el que Ludo podía sentirse identificado. Tal vez las palabras intentasen engañar a la gente, pero esa mirada no podía ocultar la realidad que mostraban.

—Quieres matar a los solaris originales. Digamos que te creo. Pero ¿qué me dices de los que son como Veros y Lara? ¿A ellos los querrías matar? —En esta ocasión, Eadric tardó en responder—. Vamos, miénteme. Me encanta.

—No. Necesito que me creas. Por el momento no tengo nada en contra de esos solaris. Creo que aún pueden salvarse. Solo actúan bajo la influencia de sus padres.

—Siguen siendo una amenaza para mí.

—Lo sé. Por eso, déjame intentar convencerlos de desistir de su objetivo. Ellos no están cegados por la sed de sangre de monstruo como sus padres. Sé que puedo convencerlos.

—¿Y si no lo consigues?

Eadric dudó por un momento.

—En ese caso, puedes hacer lo que quieras con ellos —dijo este. Se notaba por el titubeo en su voz que no le gustaba la idea, pero ante esa situación tampoco tenía muchas opciones.

El solari intentaba parecer sereno, pero tenía la frente perlada de una película de sudor. Pese a todo, tenía razón. La información que podría aportarle era demasiado valiosa como para ignorarla.

—Ten por seguro que eso es lo que haré. Pero que sepas que no pienso ayudarte a convencerlos ni exponerme a mí ni a ninguno de mis soldados en tu intento suicida. Y si alguno de ellos intenta atacarnos, no dudaré en defenderme.

—¿Tienes tu propio ejército?

Ludo se quitó de encima y guardó su cuchillo.

—Lo tendré. Es lo mínimo si quiero deshacerme de los solaris.

Eadric se levantó mientras Ludo recogía las dagas del cadáver del flirosh.

—¿Siquiera sabes cómo o dónde conseguirlo? —preguntó el solari mientras se sacudía la ropa.

—Es imposible que sepa eso sí me he enterado de que tarde o temprano tendré que enfrentarme a los solaris. Pero es importante tener metas claras y definidas para poder dividirlas en tareas más pequeñas y asequibles.

—Ah, ¿sí? ¿Y cuál sería la primera tarea?

Terminó de guardar las dagas en los amarres del cinto. Luego alzó la mirada hacia Eadric.

—Salir de aquí —sentenció—. Vivos, a poder ser.

—Es un buen comienzo. Por cierto, ¿cómo te llamas?

El monstruo miró a Eadric y sonrió. Hacía tiempo que no pronunciaba su propio nombre.

—Me llamo Ludo. Ludo Avarius.

—-—⩵ ⨀ ⩵—-—

A new member joins the party.

Un nuevo aliado, un nuevo secreto descubierto y una nueva amenaza. ¿A dónde llevará todo esto?

Si te gustó el capítulo, escribe un comentario, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.

Gracias por tu tiempo y apoyo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top