Capítulo 4: Cuídate II

Siguió a las chicas al interior del edificio. Cuando pasaron la equis de madera el suelo rechinó bajo sus pies y el olor a humedad se hizo presente. Estaba oscuro, pero Janna había venido preparada con una linterna. La luz chocó contra el polvo que estaba en el aire. Había telarañas en las esquinas, pintura descorchada y telas raídas.

La chica de cabello azul siguió caminando con naturalidad, como si supiese a donde ir. Jackie la siguió de cerca y Marco hizo lo mismo con ella, a la par que sus ojos observaban con bastante curiosidad, y preocupación, todo lo que había a su alrededor. Tanto fue así, que casi se lleva una telaraña por delante.

Bajaron por unas escaleras ocultas tras la pared de un armario y bajaron a una especie de sótano. Para ese momento Jackie se había acercado a él para tomarlo de la mano. En parte lo agradeció, porque desde hacía rato quería hacer lo mismo, pero lo había evitado para no parecer cobarde.

—Es aquí —dijo Janna, deteniéndose—. Ten, Romeo, sujétame esto. —Le entregó la linterna sin prestarle atención, mientras buscaba algo en su mochila. Marco miró a Jackie y se sintió un poco apenado. Y ella se rio—. Eh, te quiero atento. Necesito que apuntes aquí con la linterna. —La chica crujió sus dedos—. Es momento de que mamá se ponga a trabajar.

Janna sacó una tiza y comenzó a dibujar un círculo de invocación. O pentagrama, para ser exactos. Su trazo sobre el suelo era bastante limpio. Se notaba que tenía experiencia. Cosa que preocupaba al muchacho, pero era por eso mismo por lo que la había llamado.

Cuando terminó de dibujar, colocó una vela en cada punta del pentagrama, y las encendió.

—Bien, ahora hay que depositar una ofrenda en el centro —dijo Janna, buscando algo en su mochila y dejándolo en el centro del pentagrama.

Marco iluminó el objeto para ver de qué se trataba. No se lo pudo creer.

—¡Es uno de los muñecos de Justin Towers de Love Sentence de la edición limitada que venían de regalo con la compra de una hamburguesa doble con queso y picante! Por un error de fábrica el cantante salió con un bigote mexicano. Se entregaron cien en todo el país antes de que lo corrigiesen. —Se acercó para verlo mejor—. Yo perdí uno igual hace medio año. —Se repitió a sí mismo lo que había dicho y su cerebro ató cabos—. Espera, este es mi muñeco de edición limitada.

—Silencio —exigió Janna—, el ritual va a comenzar. —Abrió un libro negro que sujetó con su mano izquierda mientras que con su mano derecha buscaba la página indicada—. Aquí está. —Carraspeó su garganta, miró al centro del pentagrama y alzó su mano derecha—. Oh, príncipe de los demonios, escucha mi llamado y acepta mi regalo —las llamas de las velas comenzaron a agitarse, un viento imposible comenzó a levantar polvo y a sacudir sus ropas. Marco y Jackie dieron un paso hacia atrás y se cubrieron el rostro—, yo, que sigo tu senda, reclamo tu presencia. Muéstrate ante mí. ¡Klaatu barada nikto! —Las últimas palabras resonaron en la habitación.

El viento cesó y las llamas se volvieron delgados pilares de fuego que crecieron hasta casi tocar el techo. El círculo brilló y una mano surgió de él, tomando el juguete. La figura te Tom emergió, como un tiburón al salir del agua.

—No puede ser. Uno de los muñecos de Justin Towers de edición limitada, tan solo hay cien en el mundo. —Tom estaba de espaldas a ellos. No se había percatado de su presencia. Janna carraspeó su garganta, y Tom dio un respingo—. Claro. —Esta vez fue él quien se aclaró la garganta y luego se giró de golpe, adoptando un porte amenazador—. ¿Quién se atreve a invocar al príncipe del inframundo? —detuvo su discurso a medio camino cuando reparó en quienes eran—. Ah, son ustedes. ¿Qué quieren?

Janna miró a Marco y apuntó a Tom con la cabeza. Marco asintió.

Le explicó lo ocurrido la noche anterior. En especial la parte donde Star se fue de la fiesta sin explicación alguna.

—¿Sabes algo al respecto? —preguntó Marco. Sentía la pequeña esperanza de que Tom le dijese que sí, que Star estaba atendiendo asuntos políticos importantes, pero que se encontraba bien y no había nada de lo que preocuparse.

—No. —Pero no fue así.

—Me lo temía. Mira, tengo motivos para pensar que a Star le puede estar pasando algo grave. Uno de sus enemigos más grandes tiene la otra mitad de su varita y el libro de hechizos, y posiblemente un ejército —fue cortado a media frase por un carraspeo de garganta por parte de Jackie—. Bueno, lo del ejército aún está por confirmar, pero lo de Ludo sí es cierto, después de todos sus intentos por tomar la varita, no veo por qué no intentaría apoderarse del reino y conseguir la otra mitad.

Por la expresión de Tom, Marco pensó que este no estaba muy convencido.

—No me crees, ¿no?

—No es eso. Te creo. Pero es muy extraño que Star se vaya así de repente para no volver jamás.

—Lo sé. Eso es lo que me preocupa.

—¿Y para qué me necesitas? —preguntó.

—No sé cómo es el reino de Star. Debido a eso no puedo abrir un portal para ir allí y preguntarle yo mismo por qué se fue. No tengo forma alguna de contactar con ella, excepto esta. —Bajó la mirada hacia su mano derecha, donde estaban sus tijeras. Las había traído consigo, por si acaso. Luego volvió a mirar al demonio—. Por favor, Tom, necesito que me eches una mano en esto.

No supo qué expresión debió haber puesto al decir esas palabras, pero, por lo visto, tuvo que haber sido una bastante preocupante para que Tom pasase del desconcierto a la pena.

—De acuerdo, de acuerdo. Te ayudaré. No te preocupes —dijo Tom, intentando tranquilizarlo—. De paso iré yo también, que con todo esto me has dejado intranquilo.

—Te lo agradezco.

—Ni lo menciones. ¿Quieres partir ahora?

—No, antes tengo que pasar por casa para buscar un par de cosas y prepararme para lo que sea. —Se giró hacia Janna—. Janna, si quieres, ve a tu casa y busca lo que necesites antes de que vayamos.

—No hace falta. Tengo todo lo que necesito aquí —dijo esta, dándole un pequeño golpe a la mochila.

—¿Segura? ¿No tienes que avisar a tus padres también? La idea es ir, aclarar la situación y volver, pero nada nos asegura que las cosas salgan así.

—Tranquilo, mis padres ya saben que cuando salgo no tengo hora de regreso.

Eso le hizo pensar a Marco lo irresponsables que eran los padres de Janna. O lo terrible que era ella para llegar al punto de que sus propios padres se dieran cuenta de que no había nada que evitase que su hija hiciera lo que quisiera. No iba a indagar en el tema.

—Está bien. En ese caso, vengan conmigo. Buscaré un par de cosas y nos vamos.


Jackie se sentía contenta Marco. Se le veía motivado y decidido. Alguien totalmente distinto a la persona de la noche anterior.

—Listo, podemos partir —dijo el chico.

Marco se había buscado una vestimenta apta para las acampadas: útil y cómoda en caso de tener que moverse. También llevaba una espada a la espalda. No sabía si decir que aquello era demasiado, después de todo solo iban a hablar. Pero cada uno tenía su propia forma de superar sus conflictos, y si esa era la forma en la que Marco podría estar tranquilo, mientras no le hiciera daño a nadie, entonces estaba bien.

—¿Ustedes están listos?

—Hace rato —dijo Janna.

—Cuando quieras —añadió Tom.

Marco volteó hacia ella y dio un par de pasos. Era momento de despedirse.

—Oye, Jackie, ¿no quieres venir con nosotros? —preguntó Janna, sobresaltando a Marco.

No supo qué decir. No tenía planeado ir con ellos. Por lo que la pregunta la tomó por sorpresa también.

—Janna, no creo que sea seguro que venga con nosotros. No sabemos a lo que nos enfrentaremos cuando estemos allí —dijo él.

—Estás asumiendo que nos enfrentaremos a algún peligro o algo parecido.

—Ya viste a Star anoche. Viste como se despidió. ¿De verdad crees que solo cuando lleguemos nos hallaremos algo trivial?

—Chicos, no hace falta que discutan —dijo Jackie, interviniendo. Miró a la chica—. Janna, te agradezco la oferta, pero no creo que mi padre me deje ir a otro reino en otra dimensión, así como así. Yo los esperaré aquí. No me molesta. —En parte era por eso, pero su padre confiaba en ella, y según como le explicara la situación, la dejaría ir, lo sabía. Por lo que ese no era el motivo, sino el hecho de que sabía que Marco se mostraría atento con Star cuando las viera. Y era normal, después de lo ocurrido, estaba en su derecho de estar por ella. Pero Jackie, por su parte, no podía evitar sentirse de lado. Entendía la situación, de verdad que la entendía, pero los celos no la dejaban en paz, sin importar lo que hiciera. Y si bien se sentía contenta de que Marco recuperase los ánimos, verlo tan empeñado en saber lo que le ocurría a Star y ayudarla le hacía preguntarse si haría lo mismo por ella si estuviera en la misma situación—. En serio.

Tom y Marco se miraron, y este último le sonrió y le entregó unas tijeras.

—Ve abriendo el portal, tengo que despedirme. —Marco vino rápido y le dio un abrazo. Jackie correspondió el gesto, y en ese momento cayó en la cuenta de que no sabía cuándo volvería a verlo. Tal vez sería mañana, o tal vez sería dentro de dos semanas. La única certeza era que no lo sabía.

—Ten cuidado, ¿sí? Quiero que tengamos una cita en cuando regreses.

Él se separó de ella y la miró a los ojos. Esos ojos profundos y cafés que la miraban con anhelo y añoranza, incluso antes de irse.

—Te prometo que volveré —le dijo, en un intento por calmarla—. No te preocupes.

No pudo soportarlo. Lo tomó de la nuca con su mano y lo atrajo hacia él. Sus labios buscaron los suyos con impaciencia, y cuando los encontró, no los dejó libres. Lo iba a echar de menos. De eso estaba segura. Pero no importaba. Ahora mismo Marco necesitaba su apoyo. Y se lo daría. Lo esperaría a su regreso, como la luna espera a la salida del sol, y lo volvería a besar cuando lo viese.

Se separaron despacio y compartieron una última mirada.

—Suerte —dijo ella, casi en un susurro.

—Gracias —respondió él, con ojos vidriosos.

Janna ya se había ido, y Tom estaba esperando. Se despidieron por fin, y Jackie los vio desaparecer tras aquel portal antes de cerrarse.

Se quedó mirando el lugar en el que el portal desapareció, como si este fuese a abrirse en cualquier momento.

Sintió una opresión en el pecho y apretó los puños.

—Espero que todo salga bien —susurró al viento.

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Siguiente capítulo, batalla por Mewni. Es hora de la pelea.

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