Capítulo 28: Fiesta monstruosa V
Jackie vio a Marco y sonrió. Se alegraba de verlo recuperar los ánimos.
—Gracias, Jackie —dijo Star, tomándola del brazo—, tú sabes cómo tratar a la gente.
—No, es solo que los conozco bastante bien.
—Muy bien. Ahora estamos listos para recibir a los invitados —dijo Star, golpeándose los puños—. Que vengan.
Pasaron como veinte minutos en los que nadie vino. Ni siquiera el DJ. Tom jugueteaba con los mezcladores. Marco seguía ofuscado en la cocina. Parecía ser el único que disfrutaba del tiempo libre. Ponyhead jugaba con la iluminación. Kelly hablaba por teléfono con su exnovio. O, más bien, peleaba con él. Y Janna jugaba con una moneda, haciéndola aparecer y desaparecer de su mano con movimientos de dedos.
—¿Dónde están todos? —gritó Star, alzando las manos.
—Esperemos que no se hayan perdido por el camino —dijo Jackie.
—Se acabó, voy a ver qué pasa —dijo Star, levantando su vestido para caminar rápido.
Jackie la siguió hasta la entrada, y desde arriba, ambas vieron una escena curiosa. Más abajo, en las escaleras, se hallaban dos grupos numerosos: uno de monstruo y otro de razas aliadas. Ambos grupos se miraban el uno al otro de forma desafiante, esperando que uno dijera o hiciera algo para tener motivos para tomar acción.
—¿Qué hacen? —dijo Star, con el ceño fruncido—. Tenemos que hacer algo, antes de que se peleen. —Star estuvo a punto de poner un pie en el escalón para bajar, pero Jackie interpuso su brazo en medio.
—Espera, podemos aprovechar esta situación. ¿Todavía tienes a tu compañero Nubi contigo?
—Sí. No lo expulsé. ¿Por?
—Tráelo. Nos será de ayuda.
Ambas chicas volvieron al interior. Star fue directo a buscar a su compañero nuboso y Jackie corrió hasta donde estaba Tom.
—Tom, hazme todas las bebidas estándar que puedas y pónmelas en bandejas separadas —dijo ella con el mismo porte que un sargento.
—A la orden —dijo él, llevándose una mano a la frente y poniéndose a trabajar.
—Marco —se giró hacia él, pero antes de poder decirle nada, ya había varios platillos con entrantes colocados cuidadosamente en varias bandejas sobre la barra—, eres el mejor —dijo, pero él seguía ofuscado en la cocina, hablando para sí mismo sobre cantidades y alimentos.
—Aquí tengo a Nubi —dijo Star, trayendo a su compañero.
—Perfecto. Coloquemos estás bandejas encima de él y bajemos.
En cuestión de segundos ambas chicas estaban bajando por las escaleras con bandejas llenas de comida y bebida.
—Que bien, por fin están aquí —dijo Jackie—. Les hemos traído algunas bebidas y algo de comida para que vayan probando.
Jackie no esperó a que ellos se acercaran, tenía que darles el empujón. Tanto ella como Star tomaron algunas copas y cuencos pequeños con comida y se los acercaron a los invitados. Estos se mostraron reticentes al principio, pero luego se animaron a probar, y en tan solo un chasquido la expresión les cambió.
—Pero no nos quedemos aquí en el frío —comenzó Star—, vamos arriba. Hay música y buen ambiente.
Ambos grupos se miraron. Del de los monstruos salió uno y comenzó a subir.
—Yo voy a la fiesta —soltó, con tono decidido.
—Yo también —dijo otro.
Pronto se comenzaron a animar. Algunos tenían cuidado de no caminar demasiado cerca de otros, pero todos avanzaban por igual.
Star miró a Jackie con rostro agradecida. Ella le sonrió y apuntó hacia arriba con la cabeza. Ambas subieron y se encontraron con la multitud en la entrada, mirando el local, impresionados. Kelly había puesto música de ambiente mientras llegaba el DJ, y Ponyhead parecía haber dado con la iluminación correcta para que la pista reluciera y se pudiera apreciarse los espacios contiguos a esta.
—Vamos, no sean tímidos, pasen —dijo Jackie, tocando con suavidad las espaldas de los de atrás, pero sin empujar.
Estos parecieron superar el primer momento de sorpresa y comenzaron a entrar. Janna estaba junto a la entrada. Parecía estar repartiendo algo.
—Hola a todos, tomen una carta, la que sea, y guárdenla bien. Recuérdenla y entréguenla en la entrada del espectáculo de artes oscuras de una servidora —decía ella, mientras entregaba una carta a cada invitado que pasaba.
De entre los invitados salió un semi bestia que tenía seis brazos. Al parecer, compartía los mismos rasgos que una araña. Este fue directo al mezclador de música.
—Lamento llegar tarde —decía en su camino a la tarima. Se colocó los auriculares y tronó sus dedos antes de posar las manos sobre los discos. Jugueteó con los sonidos unos segundos antes de dar con aquello que le gustaba, y entonces, hizo que la pista estallara con el ritmo de la melodía.
Eso animó a los invitados, los cuales comenzaron a dispersarse. Antes de que las chicas pudieran darse cuenta, los invitados ya estaban integrados en las actividades. Jackie se acercó a los puestos para ver cómo les iba. Primero fue a la barra de bebidas de Tom.
—El príncipe del reino tritón —dijo Tom, señalando al chico de buen porte y piel escamosa, como la de un pez—, ¿qué puedo ofrecerte?
—¿Tienes un batido de algas con lima y un toque de jengibre de los pantanos?
—Empiezas fuerte —rio él, tomando el mezclador y batiéndolo antes de introducir algunas bebidas de la estantería a su espalda y continuar agitando.
Tom soltó el mezclador, pero este siguió agitándose en el aire. Mientras tanto, tomó un vaso de tubo en el cual puso dos hielos y una rodaja de lima en el borde.
—¿Sí?, el trol de huesos —señaló Tom.
—Quiero algo con mucho calcio, y que sea dulce, pero también amargo.
—Tuétano de alimaña colado, marchando.
Tom tomó el mezclador de nuevo y vertió el contenido en el vaso de tuvo antes de entregárselo al príncipe del reino tritón. Limpió rápido el recipiente utilizando un chorro de agua que salía de abajo hacia arriba cuando lo presionaba y pasó a hacer el pedido del trol de hueso. El chico se movía con presteza, vertiendo cosas en el mezclador y en una batidora que luego encendió. Sus movimientos maravillaban los invitados, y estos se animaban a pedirle más cosas. Se veía como algo estresante, pero Tom parecía estar disfrutando con ello.
—Estoy en mi salsa —dijo él, entregando otro pedido habiendo comenzado otros dos.
Jackie sonrió y se fue a ver a Marco. La gente se arremolinaba alrededor de la barra de comida e iba probando varios de los bocaditos que dejaba. Los probaban entre intrigados y escépticos, pero después de hacerlo, no dudaban en repetir.
—¿Qué es esto? —preguntó un sátiro.
—Eso es un taco. Un tipo de pan muy delgado hecho con maíz y relleno con distintos elementos. Este en concreto tiene finas tiras de carne de ternera, un sofrito de cebolla, ajo, pimiento verde y rojo, y un poco de tomate cortado en cubitos pequeños para darle un toque fresco. Estos de aquí son de pollo y estos de pescado. Y para los veganos, tenemos tacos de falafel. Hechos con leche de soja —dijo este con una sonrisa de confianza, alzando sus cejas varias veces—. Y por favor, no duden en probar las salsas —señaló a botes de la izquierda—. Hay las típicas: mayonesa, mostaza y kétchup, pero también hay otras de mi propia selección, como cebolla dulce, chipotle, salsa tártara, y mi especialidad —acarició un bote rojo—, la salsa picante Díaz, secreto de la abuela.
Después de escucharlo, la gente estaba aún más intrigada. Casi se atropellaban entre ellos para probar las comidas.
De pronto, Jackie sintió en el ambiente un ligero aroma a felino. Se giró hacia atrás y vio a Letosh en la entrada.
—He llegado, por fin —anunció este—. ¿Dónde está el chef Marco?
La gente que lo escuchó, se giró hacia él y abrió un hueco directo hacia Marco. Él miró a Letosh con gesto extrañado.
—¿Te conozco?
—No, pero me han hablado te ti. Dicen por ahí que eres uno de los mejores chefs de todo el lugar, y que tus platos exóticos deleitan a las masas.
Cómo si lo hubiese intuido, Marco se giró hacia ella, preguntándole con la mirada, y Jackie sonrió nerviosa.
Marco, sin dejar de prestar atención a la cocina, sonrió con confianza y miró a Letosh a los ojos.
—Creo que las pruebas me delatan —dijo, con los brazos abiertos, abarcando a toda la gente que disfrutaba de sus platillos.
—Con eso no me convences. Los chefs tenemos, no, debemos saber cómo complacer el paladar de los comensales, ¿pero tus platos son lo suficientemente buenos como para satisfacer el paladar de un chef? —se podía sentir el desafío en el tono de su voz, y el escepticismo en sus bigotes.
—Adelante, prueba lo que quieras.
Letosh vio unos triángulos pequeños que había dentro de un cuenco. Estos parecieron llamar su atención.
—¿Qué son estos? —preguntó.
—Nachos, son tortillas de maíz fritas y cortadas en forma de triángulos —explicó—. Tienen queso.
Letosh se llevó uno al paladar sin dudarlo. Lo saboreo, notó su textura, y luego trago.
—Interesante, sin duda, pero no tiene un sabor muy...
—¿Marcado? Eso es porque es un aperitivo, y va muy bien con salsas. Mi recomendación es probarlos con chile, guacamole, o cualquiera de mi surtido de salsas picantes —señaló a los cinco cuencos pequeños con salsas que había más a la izquierda—. Las salsas picantes están graduadas en tres niveles —explicó poniendo un tono de interés curioso.
—Conque picante —dijo Letosh, haciendo énfasis en las palabras de Marco—. De acuerdo. Veamos de lo que se trata.
Letosh tomó tres nachos y fue directo al guacamole. Mojó uno de ellos en la salsa y la probó.
—El guacamole, una salsa suave con base de aguacate —explicó Marco.
Letosh abrió los ojos, con deleite.
—Impresionante.
Sin perder el tiempo, llevo el siguiente nacho y lo mojó en el chile.
—El chile, una salsa echa con frijoles rojos.
—Sublime.
Y, por último, fue a la salsa picante.
—Espera, espera, ¿irás por la más picante de las tres? ¿No prefieres probar la más suave?
—Un chef debe ir por lo mejor. Sobre todo, con el picante. Si uno echa demasiado, opaca el sabor de la comida. Por eso a mayor sea el picante, más difícil es encontrar un sabor capaz de estar al mismo nivel. Es por eso que voy al más fuerte —dijo, entornando la mirada.
Jackie lo comprendió, aquella era la prueba de fuego de Marco. Este sonrió y miró al otro lado de la pista.
—Tom —gritó—, pásame una botella de leche fresca, por favor.
Del otro lado salió disparada una botella de cristal que Marco atrapó y destapó en el aire para plantarla justo delante de Letosh. El cual se lo quedó mirando, ambos con chispas en los ojos.
—Por si acaso —pronunció Marco.
—Gracias —dijo el felino.
Mojó el nacho en la salsa y se lo llevó a la boca, masticó un par de veces y esperó paciente. Ninguno de los dos apartó la mirada del otro, como si aquello fuera una batalla de orgullo.
Un par de lágrimas aparecieron en los ojos de Letosh y este tosió un poco, obligado a apartar la mirada. Llevo una de sus patas a la botella de leche y bebió con moderación, sin darle a Marco la satisfacción de parecer desesperado. Todos esperaron que terminara para escuchar su veredicto.
Letosh se terminó la botella, se limpió con su pata y lamió los restos que quedaban en su pelaje.
—Tienes habilidad, lo veo, pero aún tienes un par de cosas que aprender. —Letosh rodeó la barra y se colocó en la entrada—. Sal de la cocina, te voy a mostrar cómo se hace.
—Oh, no señor. Tuve dos ataques de ansiedad para poder estar aquí. Así que no pienso abandonar este puesto.
—Entonces hazme sitio —dijo el, pasando al espacio de cocina.
El felino pensó rápido, atrapando un delantal y un sombrero de cocina.
—No harás mucho sin esto —dijo Marco con una sonrisa y un brazo en el aire tras lanzar la vestimenta.
Letosh sonrió. Este buscó un cuchillo cercano y una tabla de madera. Se lavó las manos, buscó algunas verduras y las colocó encima.
—Será mejor que mires con atención, o perderás de vista mis manos —fanfarroneó el gato.
—A ver de qué estás hecho, Letosh.
Ambos de pusieron a cocinar, dándose órdenes entre ellos, probando lo que el otro hacia y dándose recomendaciones. Marco en verdad se veía feliz. Jackie se alegró por él. En un momento dado, el chico se acercó a ella y le dejó un pequeño plato con unos bocaditos pequeños que parecían empanadas. Jackie lo miró y él le guiñó un ojo antes de volver a su labor. Intrigada, Jackie probó uno y sintió que este se le derretía en la boca. Eran los bocaditos de pizza que tanto le gustaban, pero estos estaban mejores que los de la última vez. Esa noche Marco se había ganado un beso. Uno largo.
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La verdad es que me divertí bastante escribiendo este capítulo. Me gustó el darle a cada personaje su propia tarea y que se desenvolviera en esta. Me da la sensación de haberme divertido con ellos.
Si te gustó el capítulo, escribe un comentario, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.
Gracias por tu tiempo y apoyo.
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