Capítulo 23: Hoyo III
—Los escuché por aquí —dijo una voz masculina, más en lo profundo del camino que iba a seguir.
Escuchó el chapoteo de alguien pisando el barro a toda prisa. Una sombra se apareció por donde seguía el camino.
—¿Qué son? —preguntó una voz femenina.
—Son flirosh —respondió el chico.
Otra sombra apareció junto a la anterior.
—Son siete —comentó la chica.
—Cuatro para mí y tres para ti.
—¿Por qué te llevas uno de más?
—Porque el último monstruo que encontramos lo mataste tú. —La chica hizo un sonido de disconformidad—. Me la debes.
—De acuerdo, pero si uno se cruza en mi camino no me hago responsable de lo que le ocurra.
—Ni hablar, Lara —el chico emitió un aura de poder que envolvió la silueta de su cuerpo en una tonalidad amarillenta, similar a la del sol, e iluminó el sitio. La repentina muestra de luz obligó a Ludo a cubrirse los ojos—, no te dejaré.
—¡Veros! —la escuchó quejarse—. No toques a los míos —gritó ella, y luego hizo el mismo sonido que su compañero con el aura.
Escuchó los gritos de las criaturas a su lado, de los flirosh, justo antes de ser arrancados de golpe. Ludo consiguió acostumbrarse a la luz y abrió los ojos. No daba crédito a lo que tenía delante. El chico y la chica eran dos jóvenes entrando en la adultez. Ambos llevaban una vestimenta similar: pantalones grises, con botas, una camiseta de tirantes blanca con un símbolo solar en el pecho, y brazales dorados. El hombre, Veros, era de piel morena y cabello negro y corto, el cual ondulaba hacia arriba, como si una ráfaga de aire continua le soplase desde abajo. La mujer, Lara, tenía la piel más clara que el otro, y su cabello, castaño, presentaba las mismas condiciones que el de su compañero. Los dos tenían un cuerpo atlético y músculos marcados hasta un punto enfermizo. Toda su piel estaba tan tensa que parecía que iría a romperse. Y el cuerpo rodeado de aquella aura de luz solar. Volaban. Pero eso no era lo más impresionante, sino que ambos les estaban dando batalla a los flirosh.
Veros sujetó a uno de los flirosh del cuello, pese a que este le sacaba dos cabezas de altura. Flotaba en el aire mirándolo de cara mientras la criatura se retorcía, intentando liberarse. Esta arañó con desesperación el brazo del muchacho, dejándole cortes por toda la piel no cubierta por los brazales, pero los cortes eran superficiales, y estos no parecían importarle al muchacho. Veros sonrió y apretó con más fuerza. La criatura soltó un quejido asfixiado. Luego Veros se lanzó en picado hacia una pared y estampó al flirosh, dejándolo clavado.
—No son nada —dijo él.
Lara se lanzó contra otro y le dio una patada en el rostro que hizo que la criatura soltase un chillido antes de caer abatida.
Dos de los que quedaban se lanzaron hacia Veros e intentaron arañarlo. Este esquivó los ataques con una sonrisa en el rostro. Se movía de un lado hacia a otro, se agachaba y evadía. Era como ver a un niño intentando golpear a un adulto.
Veros detuvo uno de los golpes, atrapando el brazo de la criatura. Luego levantó su puño y le quebró el antebrazo de un solo golpe, produciendo un sonoro crack. La bestia aulló de dolor, pero Veros no le dio tregua. La tomó del brazo roto con ambas manos y la usó como un saco para azotar al otro flirosh y enviarlos al suelo. Luego se lanzó hacia abajo y cayó encima de ambos, partiéndoles el cuello a la vez.
Mientras tanto, Lara terminaba de arrancarle las alas a uno de los flirosh tirando de ellas mientras empujaba en su espalda con su pie. La criatura chilló de dolor, tirada en el fango, pero por poco tiempo, porque la mujer le aplastó la cabeza de un pisotón, como si se tratase de una sandía.
Ludo sintió que se le iban las fuerzas del cuerpo y la sangre se le helaba. No sabía quiénes eran aquellos dos, pero se sentía agradecido de no estar en el lugar de los flirosh.
Solo quedaban dos de las criaturas. Lara lanzó a una contra el suelo y cayó encima de su espalda, por la parte lumbar. Ludo escuchó un crujido atronador, seguido del grito de la bestia. Lara caminó hacia Ludo, y este cerró los ojos e intentó parecer un cadáver más de la cueva. No sabía quiénes eran ni qué querían, pero no podía asumir que no le harían nada. Además, eran mewmanos. Ninguna otra raza humanoide era capaz de manejar magia. O al menos eso creía. Notó como el esqueleto en el que se ocultaba se estremeció, antes de escuchar un hueso partirse. A los pocos segundos, un chillido desgarrador. Ludo entreabrió una fina rendija de uno solo de sus ojos para ver lo ocurrido. Lara había atravesado el pecho de la criatura con el hueso que había arrancado, como si de un cuchillo largo se tratase. Veros sostenía de la pierna al último y lo azotaba en el suelo y la pared una y otra vez, hasta que la criatura dejó de moverse. Luego la tiró como un trapo usado.
—No eran para tanto —dijo Lara, sus palabras eran arrogantes, pero la forma en la que las dijo transmitía serenidad—. La prueba del hoyo de la muerte está siendo una decepción de momento.
—Lo sé. Pero no hacemos esto para divertirnos, lo hacemos para que los mayores finalmente nos hagan caso —dijo Veros—. Aunque coincido contigo en que la prueba para convertirse en solari deja mucho que desear, de momento.
"Solari", pensó Ludo.
—Esperemos que se ponga interesante después de esto. Por cierto, ¿qué hacemos con el monstruo oculto en el cadáver?
El corazón se le saltó un latido, y Ludo cerró el ojo. Sintió la luz del ambiente volverse más intensa. Uno de los dos se le había acercado. Lo tomaron del cuello y él no se atrevió a mover un solo músculo. Dejó el cuerpo todo lo suelto que pudo y aguantó la respiración para que no se notase el movimiento en su pecho. Pese a todo, no soltó el cuchillo en su mano, más no lo apretó con fuerza.
—¿Está muerto? —preguntó Lara. No la escuchó cerca, lo que quería decir que quien lo sujetaba a era Veros.
—Eso parece. Aún está caliente. Además, está armado —dijo Veros, quitándole el cuchillo de la mano—. Que artilugio más precario. Debe haber muerto luchando contra los flirosh. Sobrevivió a la caída, solo para morir en el interior del hoyo.
—Es muy pequeño para representar una amenaza. Aunque hubiese seguido con vida, no habría sido un reto, solo un chiste.
Escuchó el quejido de uno de los flirosh, y luego se sintió caer en el lodo. ¿Aún había uno con vida? ¿Cuál de todos había soportado el ataque de los jóvenes?
—¿Todavía está con vida? —preguntó Lara.
—Mira con atención. Tiene una puñalada en el ojo. Debió haber sido el flirosh que atacó al monstruo pequeño. Qué final más triste: morir intentando salvar la vida y creer haber matado a uno de sus depredadores. —De haber estado en otra situación, Ludo habría fruncido el ceño y apretado los dientes con rabia, pero ese era un lujo que no se podía permitir en esta ocasión—. Habrá que terminar lo que él comenzó.
—Vas tarde —se apresuró a decir Lara.
—¡Espera! —gritó Veros.
Oyó un golpe seco, huesos rompiéndose y un chillido desgarrador. Luego, el silencio.
—Eso hacen cuatro para mí y cuatro para ti —dijo Lara.
—Me sigues debiendo uno del último monstruo que te llevaste.
—Se interpuso en mi camino. Supéralo de una vez.
—Bah, no importa. Sigamos caminando, aun nos debemos encontrar a una abominación mortífaga. Estamos en la entrada al hoyo desde el bosque de la muerte segura, así que tendremos que bajar más.
La luminosidad que notaba a través de los párpados cerrados se extinguió.
—Espero que la encontremos pronto —dijo Lara—. Es más divertido entrenar con el resto que con estas criaturas.
—Son las más débiles del hoyo según el registro de Solaria, así que podemos esperar que la cosa se ponga interesante más adelante.
—¿Qué esperamos, entonces?
—Que impaciente eres. Bien, sigamos. Tal vez encontremos algo que comer, de paso.
La conversación entre ambos se volvió banal. Escuchó sus voces alejarse, al igual que el chapotear de sus botas en el barro, hasta que ya no los pudo oír más. Solo entonces se atrevió a abrir los ojos. Todo estaba tranquilo. Los flirosh estaban todos destrozados. Y no parecía que alguno nuevo estuviese por los alrededores. Una vez hubo comprobado que no había de qué preocuparse, pudo relajar los músculos y reflexionar sobre lo que acababa de ocurrir. Esos jóvenes de antes eran mewmanos, de eso estaba seguro. Los solaris eran aquellos mewmanos que habían sido reclutados por la reina Solaria y luego convertidos en super soldados capaces de hacer frente ellos solos a grupos de monstruos. Era conocimiento básico en los pueblos de monstruos, siendo aquella una de las épocas más oscuras para las razas monstruosas. Ludo pensaba que los solaris se habían extinguido, siendo Mina Loveberry la solari que más tiempo se había mantenido con vida, hasta poco después de la ascensión de Moon al trono. Lo que acababa de ver le indicaba que los solaris no estaban tan extintos como él pensaba. O tal vez no lo solaris que él conocía de las historias, sino otro tipo de solaris. Esos eran bastante jóvenes para ser de la época de Solaria. Además, la transformación no era la misma de la que se solía hablar en las historias, ni la que se veía en las ilustraciones. Esta se veía menos tosca e intimidante, pero no por ello daba menos respeto al tenerlos delante.
Otro dato importante que le acababan de dar, es que se encontraba en el bosque de la muerte segura. Seguía en Mewni, no se había ido tan lejos. Cierto era que el bosque ocupaba casi la mitad de la región, pero ahora sabía que estaba en casa. Podría intentar recuperar a sus secuaces, a sus dos más fieles. Y, quién sabe, conseguir otros. Si el otro había sido capaz de hacerlo, entonces él también tenía que poder.
Se miró la mano izquierda, esta le temblaba por el cansancio y el dolor. Antes de intentar conseguir nuevos reclutas necesitaría mejorar sus habilidades. En eso, y por más que odiase admitirlo, el otro tenía razón. Necesitaba estar aislado para reflexionar sobre lo ocurrido. Para volverse mejor y evitar que se repitiera la misma historia. Tan solo tenía que encontrar una salida de aquel apestoso lugar sin morir a manos de otros monstruos ni de los dos solaris aquellos. Aunque, si ir al hoyo era una prueba, cabía la posibilidad de que viniesen más solaris.
Ludo suspiró con cansancio. De nuevo, la vida no se lo estaba poniendo fácil para sobrevivir. Aun así, no iba a rendirse, no ahora. Todavía había mucho por hacer. Y no dejaría que nada ni nadie le impidiera seguir adelante.
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¿Qué quienes son los solaris? Bueno, más adelante se explica, así que tranqui.
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