Capítulo 17: Campamento IV
Se puso de pie entre temblores. Le dolían los codos, el trasero y la espalda. Las piedrecitas que hicieron de canicas y facilitaron su caída lo dañaron. Las manos le temblaban sin control. Tenía raspones y algún arañazo, pero nada grabe. Por suerte, sus pantalones y la sudadera habían evitado que recibiese más daño.
Se fijó en Jackie a su lado, tirada en el suelo, con el rostro en la tierra.
—Jackie —dijo, preocupado. Se agachó al instante y le movió el hombro—. ¿Estás bien?
Ella soltó un quejido y luego se apoyó sobre sus brazos, sin que las manos tocasen el suelo. Marco dirigió su mirada a estas, y entonces lo comprendió. Las manos y dedos de Jackie estaban llenas de sangre y no paraban de temblar. Ella había caído de frente, y había intentado frenar la caída sujetándose a lo que sea, y como resultado acabó con las manos heridas. Había cortes y piedrecitas incrustadas en la piel.
—Espera, deja que yo te levante —dijo él, y se apresuró a ponerse delante, pasar sus brazos por debajo de los de ella y levantarse. Jackie se apoyó en él y se levantó con esfuerzo.
Ella comenzó a quejarse del dolor y Marco se preocupó.
—Bien, espera, espera. Mejor siéntate un rato.
Ayudó a la chica a agacharse y sentarse un momento. Entonces pudo verlo. No solo se había hecho daño en las manos, también en las rodillas. Tenía sangre en ambas, y casi se podría decir que se las había pelado. No le gustaba nada el aspecto que tenían, y por la expresión de Jackie, a ella tampoco.
—Necesitamos que te atiendan —dijo Marco.
Comenzó a pensar en qué hacer. Tenían que volver al campamento, pero en ese estado Jackie no iba a poder moverse bien, además de que no sabían cuál era el camino de regreso, porque intentar subir por la cuesta estaba descartado. También podría ir él solo en busca de ayuda, pero no le hacía gracia la idea de dejar sola a Jackie, además de que no conocía el camino de regreso. ¿Sería una opción intentar buscar refugio y esperar a que amaneciera? Volvió a mirar las heridas de la chica. Si bien no eran algo grave más allá del sangrado y el daño visible, Marco creía que, como mínimo, necesitarían limpiarlas.
—Marco —dijo Jackie, sacándolo de sus pensamientos al instante.
—Dime.
—¿Se ha asomado alguien por la cuesta?
Marco levantó la mirada para comprobar si alguien había ido a buscarlos o no. Para su desgracia, no vio a nadie.
—No. Intentaré pedir ayuda desde aquí. Tú no te muevas. —Marco se paró frente a la cuesta y colocó ambas manos junto a su boca para hacer un megáfono improvisado—. ¡Auxilio! —comenzó a gritar. Usó toda la fuerza de sus pulmones en repetir la frase una y otra vez tan fuerte como podía.
—Marco —interrumpió Jackie en cierto punto. Se había puesto de pie.
—Jackie, no deberías —se calló a media frase cuando siguió la trayectoria de los ojos de la chica y vio que delante de ambos, a unos treinta metros, había un jabalí salvaje mirándolos—. Jackie, escúchame, no hagas movimientos bruscos. Yo lo distraeré y tú intenta esconderte.
—Marco, no creo que eso sea buena idea.
—Confía en mí. No es la primera vez que me enfrento a este tipo de situaciones.
—Tal vez no nos ataque.
Y como si el destino quisiese estar en contra de Jackie, el jabalí cargó hacia ella. Marco corrió sin pensarlo y saltó hacia el jabalí, dándole una patada con ambos pies. El golpe consiguió tumbar al jabalí de costado. Marco se cayó al suelo y se levantó tan rápido como pudo en el tiempo que el jabalí también lo hacía. Este se giró hacia él en cuando se mantuvo sobre sus cuatro patas y se preparó para cargar. Marco tragó saliva, pero se sintió satisfecho. Había llamado su atención.
Cuando el jabalí cargó hacia él, esperó al momento indicado para evadirlo.
—Jackie, ve y ocúltate. Yo me ocuparé de esto y me reuniré contigo luego.
—Pero...
—Ve —dijo Marco con firmeza. No podían perder el tiempo.
Jackie se sobresaltó al oírlo hablar así, pero asintió e hizo caso. Lo primero era su seguridad.
Cuando la vio alejarse, Marco se aseguró de memorizar la dirección en la que ella se ocultaba, y luego volvió toda su atención hacia el jabalí. No era capaz de hacerle ningún daño con sus puños o los pies, así que necesitaría de la ayuda de otro elemento.
Evadió otra embestida y buscó en la oscuridad algo que pudiese utilizar como arma. Buscó por el suelo, volteando a uno y otro lado con desesperación, hasta que halló el objeto indicado: un palo. Corrió hasta él y lo tomó sin detenerse. Se giró de golpe para no perder al animal, y colocó el palo delante, listo para atacar. El palo no era su espada. Era menos resistente y más robusto, pero el jabalí no era Toffee, no podía regenerarse ni realizar ataques complicados. Podía con esto.
Sujetó el palo con firmeza, intentando mitigar el temblor en su mano.
El jabalí cargó contra él. Marco esperó al momento oportuno, y cuando lo tuvo cerca, le acertó dos golpes rápidos en el hocico. El animal comenzó a exhalar aire por la nariz y a agitar la cabeza. No podía dejar que se recuperase, se colocó en una posición ventajosa y golpeó reiteradas veces al jabalí sin darle descanso. Cada vez que el animal intentaba retroceder, Marco lo seguía y lo fustigaba.
Cuando el animal se quedó atontado, Marco levantó el palo y le golpeó con tal fuerza en el cráneo que la madera crujió y el jabalí quedó postrado en el suelo. Marco lanzó el palo a un lado mientras respiraba con pesadez. Al ver al animal en el suelo, jadeando y con la lengua afuera, pensó que, de haber tenido su espada consigo cuando luchó contra Toffee, tal vez ahora no tendría cicatrices en su brazo izquierdo. De paso, se replanteó si había sido buena idea no traer la espada.
Dejando de lado aquello, emprendió paso firme al camino por el que Jackie se había ido. De paso, se llevó otro palo similar al anterior, por si acaso.
Caminó por pocos minutos, hasta que escuchó la voz de Jackie.
—Marco, estoy aquí.
El chico se giró a la derecha y vio a Jackie apoyada en un árbol, saludando con la mano.
—¿Estás bien? —preguntó ella mientras él se acercaba—. ¿Qué le pasó al jabalí?
—Conseguí abatirlo —dijo, levantando el palo que llevaba—. No me hizo nada. —Miró un momento a su alrededor, comprobando que no hubiese más animales salvajes—. Aun así, creo que no deberíamos alzar la voz, o podremos atraer a otro. En vistas de la situación, creo que lo mejor sería que busquemos un sitio donde pasar la noche e intentar pedir ayuda por la mañana.
—No tenemos muchas opciones —dijo ella. Por la expresión en su rostro, Marco pudo adivinar que se estaba pensando lo de pasar la noche fuera—. De acuerdo. ¿Buscamos algún refugio o dormimos al aire libre? —Después de decir eso, Jackie soltó un pequeño temblor—. ¿Sabes? Creo que sería mejor si buscamos algún refugio.
—Estoy de acuerdo, pero antes necesitamos limpiar esas heridas.
—Escuché agua en aquella dirección —señaló ella hacía un punto que se perdía entre los árboles.
Marcó aguzó el oído unos segundos, y pudo escuchar el tenue sonido del agua correr.
—Tienes razón. De acuerdo, pasaremos por allí primero y luego buscaremos un refugio. Tal vez haya algo cercano a la pared de la montaña. —Se giró hacia Jackie—. ¿Puedes andar bien?
—Si, no te preocupes —aseguró ella, con expresión serena.
Fueron juntos hasta donde el sonido los llevó. Se trataba de un arroyo. Uno que a Marco le pareció familiar.
—Este podría ser el mismo arroyo que vimos hoy. O, al menos, podría conectar con él.
—¿Prefieres que lo sigamos?
Marco se giró hacia ella y luego miró sus heridas. También se le vino a la mente el jabalí de antes. Quería llevarla a un sitio seguro lo antes posible, pero prefería ir por la mañana, cuando era más fácil ver a un animal en la distancia.
—No. Lo mejor será hacerlo mañana. En cuanto el sol salga seguiremos el camino arroyo arriba.
—De acuerdo.
—Por el momento, vamos a limpiarte esa sangre.
Jackie se agachó para colocarse junto al arroyo. Metió ambas manos y comenzó a agitarlas para quitar las manchas de sangre. No podía frotarlas debido a las piedras incrustadas. Como el agua estaba limpia, no había que preocuparse por algún tipo de infección, al menos no una grave.
Cuando terminó de limpiarse las manos, Marco le ayudó con las rodillas, tomando agua del arroyo entre sus manos. Al acabar, se quitó la sudadera.
—Sujétala un momento —pidió él, envolviendo el cuello de Jackie con la sudadera.
—¿Qué es lo que quieres hacer? —preguntó ella antes de que Marco comenzara a sacarse la camiseta—. No pensarás... —pero antes de que ella terminara la frase, Marco rasgó la tela de la camiseta, luego arañó una parte con sus dientes y cortó una tira—. Marco, eso no hace falta.
—Sí que hace falta. —Mojó dos tiras en el arroyo y las escurrió—. Estás herida. —Envolvió ambas rodillas con una tira de tela húmeda en cada una de ellas—. Esto es cuanto menos puedo hacer. Además —terminó de atar la tira—, tengo cientos de camisetas. Esta me estaba quedando pequeña y quería cambiarla. Al menos así le estoy dando un mejor uso. —En realidad, aquella era una de sus camisetas favoritas por lo cómoda que era, pero nunca le diría eso a Jackie. Humedeció el resto de la tela y la colgó en su antebrazo—. Cuando te quite las piedrecitas en tus manos te las vendare también.
—¿No tendrás frío? —preguntó ella mientras él se volvía a colocar la sudadera y recuperaba la tela húmeda.
—No te preocupes. En cuanto encontremos refugio encenderé una fogata y nos calentaremos. Con la luz del fuego te veré mejor las manos y te quitaré las piedrecitas. Vamos.
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Por esta parte del mundo es un día festivo, así que lo celebro subiendo el capítulo antes de lo habitual. Espero lo disfruten.
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