Capítulo 16: Campamento III

Cuando se cansaron de jugar en la piscina, se fueron a los vestuarios, se cambiaron y volvieron a la cabaña. Los padres de Marco llegaron por la tarde, como le habían dicho, y los ayudaron a desempacar las cosas.

Tarde por la noche, rato después de haber cenado, se reunieron en la entrada al bosque, dentro del territorio del campamento. Esa noche se iba a celebrar una actividad grupal.

Toda la gente estaba conglomerada alrededor de la entrada, la cual estaba delimitada por una valla de madera, justo donde el aparcamiento.

Un monitor con un chaleco representativo del lugar se colocó delante de la entrada para ser visto por todos. Era un hombre joven que no llegaría a los treinta, de cabello corto y buen estado físico.

—Les doy la bienvenida a todos al campamento el Oso Forestal. Esta noche, como muchos sabrán, haremos un evento especial. —Explicó el monitor—. Este año hemos visto que las luciérnagas han aumentado en número, y hemos decidido comenzar una caza. Cómo son muchas luciérnagas, necesitamos de su ayuda para atraparlas, y para hacerlo más divertido e interesante, decidimos convertir esto en una competición. Para la actividad necesitamos grupos de dos personas. A cada grupo se le proporcionará dos chalecos con el mismo número para identificarlos, un frasco de plástico transparente para guardar las luciérnagas y una red para atraparlas. La idea es que uno de los dos lleve el frasco con las luciérnagas, sin agitarlo ni romperlo, puesto que no queremos hacer daño a las luciérnagas, y que el otro lleve la red para atraparlas. Tendrán hasta la medianoche para cazar luciérnagas por todo el bosque. El grupo que no esté aquí antes de la medianoche será descalificado. El grupo que tenga más luciérnagas será el ganador, y dicho grupo se llevará un premio misterioso. Así que, quienes quieran participar acérquense por favor a la mesa de registro con su pareja.

A Marco la actividad le parecía interesante. Además de que le atraía la idea de adentrarse en el bosque para cazar luciérnagas. Le hacía recordar viejos tiempos en la dimensión X-103, cuando tuvo que aprender a sobrevivir en el bosque y cazar animales. Claro que atrapar luciérnagas no era comparable a cazar a su primer stikag. Las luciérnagas no intentarían matarlo a mordiscos. Aunque debía admitir que adentrarse en el bosque por la noche y sin linterna le daba algo de respeto. Por fortuna la luz de la luna se prestaba para la ocasión. Tal vez por eso los monitores no ofrecían linterna. O tal vez porque así sería más fácil de ver a las luciérnagas.

Buscó a Jackie con la mirada para hacer equipo con ella, pero se halló conque Leo se le había adelantado.

—Tomás, hagamos grupo —dijo Leo.

Jackie parecía que iría a decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, Hope apareció por un lateral tomó a Leo de la muñeca.

—Leo, eso no está bien. Debemos dejar que los novios vayan juntos —dijo ella con total serenidad, sin borrar su sonrisa.

—Oye, solamente quiero atrapar unas luciérnagas con Tomás —dijo Leo, intentando zafarse del agarre de la chica— ¿Qué hay de malo,,,? —calló un momento y clavó los ojos en la mano de la chica—. Qué buen agarre tienes —dijo, sorprendido.

—Gracias. Necesito un agarre fuerte para que los mapaches no se me escapen de las manos cuando comienzan a gritar y retorcerse.

Leo frunció el ceño y miró a la chica, nervioso. Luego se giró hacia Jackie.

—Jackie, no me dejes con ella —señaló a Hope, la cual solo sonreía ante la situación.

—Ven conmigo, Leo —dijo Hope, tirándole de la muñeca como a un niño cuando tiene que ir al médico.

Leo comenzó a suplicar piedad, pero Jackie no le hizo caso, solo se despidió de ellos mientras el chico era arrastrado. Marco miró a Leo, apenado, pero cuando se acercó a Jackie no le prestó más atención.

—Señorita Lynn Thomas, ¿me concedería esta pieza? —dijo él, haciendo una exagerada reverencia y luego extendiéndole la mano.

Ella se rio de golpe, inflando las mejillas y luego soltando el aire.

—¿Qué es esto? ¿El baile de graduación?

—La situación era parecida. Aunque no bailamos aquella noche.

—Y fui yo quién te pidió ir al baile.

—Cierto. No te quitaré méritos. Pero mi pregunta sigue vigente —estiró la mano para ofrecérsela—, ¿me concedes esta pieza?

Ella sonrió, le tomó de la mano y con la otra se estiró una pequeña parte de su propia sudadera, simulando ser un vestido, e hizo una reverencia.

—Será un honor, señorito Díaz.

Ambos se rieron y se unieron a la cola de inscripciones. Antes de que pudieran darse cuenta, se hallaban caminando por el bosque. Para desgracia de Marco, Jackie fue la que llevó la red. Le habría pedido que se la dejara, pero en verdad se veía contenta atrapando luciérnagas. Ya llevaban cinco, y había muchas más por conseguir.

Mientras Jackie lideraba el paso, Marco miraba a su alrededor. El resto de participantes eran casi imperceptibles. A veces podía ver parte de la silueta de uno perderse entre los árboles gracias a la luz de las luciérnagas que había atrapado. Los árboles eran grandes columnas negras de las que tenían que estar pendientes para no chocar en un despiste, y que cada uno parecía ser una copia del anterior.

—Espero que luego no tengamos problemas para volver —dijo Marco, mirando a sus espaldas.

—Oye, Marco, mira esto —le dijo Jackie. Estaba de espaldas a él, parada en el borde de algo—. Es una cuesta. Parece que esto desciende a la parte más baja del bosque.

—Bueno, es normal. El campamento está en una montaña. Por cierto, ten cuidado.

—No te preocupes. El terreno parece firme. —Eso fue lo que dijo ella, pero la tierra bajo sus pies se desmoronó como si fuese un montón de arena.

Jackie se cayó y Marco soltó el frasco de luciérnagas para tirarse en plancha y evitar que se cayera. Llegó para tomar la red e impedir que Jackie siguiera cayendo. Ella miró hacia abajo un momento y luego lo miró a él. Marco sujetaba la red con ambas manos, y tenía medio cuerpo en la pendiente. No podía hacer esfuerzo para levantarla, sino, la mitad inferior no aguantaría, y acabarían cayendo los dos.

—Jackie, ¿puedes subir? —gritó Marco.

—Creo que sí. —Ella tomó la red con ambas manos y luego intentó pararse.

Cuando Jackie intentó ponerse en pie, se resbaló y se llevó un golpe en la rodilla del cual se quejó.

—¿Estás bien? —preguntó Marco, haciendo esfuerzo para mantener el agarre.

—Sí, he tenido golpes peores. Pero no puedo subir. La superficie es muy inestable y mis pies se resbalan.

Marco maldijo para sus adentros. Miró a uno y otro lado, intentando hallar la respuesta, pero no dio con nada.

—Marco, tenemos que pedir ayuda.

El chico se giró hacia ella con el corazón en la mano. Sentía algunas gotas de sudor frío caerle por el rostro. Jackie tenía razón. Necesitaban ayuda. No había otra opción. Solo esperaba que sus brazos aguantaran hasta entonces.

Ambos comenzaron a gritar, pidiendo ayuda, esperando ser escuchados por alguien, cuando Marco sintió algo que hizo que se le saltara el corazón. La tierra debajo de la mitad inferior de su cuerpo comenzó a desmoronarse. Tenían que salir ya de ahí.

—¡Jackie, Jackie! —gritó este, provocando que ella se callase, intentando tirar para subirla—. ¡Tienes que subir, rápido!

—¿Qué?

—Tienes que subir. La tierra está cediendo.

La preocupación de la chica se plasmó en sus ojos cuando se abrieron de par en par. Intentó ponerse de pie, desesperada, pero no lo conseguía. cada vez que Jackie intentaba ponerse firme acababa cayendo de rodillas. Parecía ignorar el dolor.

Marco intentaba tirar de la cuerda para subirla, pero cada vez que intentaba hacer un esfuerzo su brazo izquierdo se resentía. Notaba como las heridas en su brazo izquierdo ardían, provocando que toda la extremidad le temblara. Apretó los dientes con fuerza y se obligó a seguir tirando, sin importar qué. Pero, antes siquiera de que tuviese tiempo para sorprenderse, su cuerpo se echó hacia adelante, y ambos cayeron por la cuesta.

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¿Será este el fin del hombre ara... digo, del Jarco? Solo hay una forma de saberlo.

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