Capítulo 14: Campamento I
Comprobó la maleta: ropa de recambio, bañador, toallas, champú, acondicionador, desodorante, spray para los mosquitos, linterna, botiquín de primeros auxilios, y muchos otros objetos que prevendrían cualquier situación adversa a la intemperie, al menos las más frecuentes, y asintió con una sonrisa, conforme.
Miró su espada guardada en la vaina, recostada contra el cabezal de su cama. Dudó si llevarla consigo. En caso de que apareciera algún peligro salvaje tendría algo con lo que defenderse, a él y a los demás. Pero, por otra parte, sería difícil explicarle a los demás qué hacía con una katana entre sus pertenencias sin que estos se espantasen ni llamasen a la policía.
Se lo pensó mejor y decidió no llevarla.
Todo lo demás estaba listo. Miró la lista de actividades que había para el campamento por última vez, y luego la dejó en su escritorio. Necesitaba relajarse un poco y no preocuparse tanto por los horarios, como Jackie le había dicho.
De todas formas, ya se había memorizado la lista y tenía una copia en documento digital en su celular. Estaba listo para partir.
Tomó la maleta con la mano izquierda. Ahora que se había desecho de todo el vendaje y volvía a usarla, necesitaba acostumbrarse a realizar esfuerzo con ella.
Bajó al comedor a despedirse de su madre.
—¿Tienes todo listo, Marco? —preguntó ella al verlo.
—Sí, ya lo revisé —dijo con firmeza—. Dos veces.
—Así me gusta. Si se te olvida algo avísanos antes de la tarde y lo llevaremos por ti.
—No te preocupes. ¿Jack ya les pasó la ubicación del campamento?
—Sí. Yo terminaré de preparar algunas cosas y en cuanto venga tu padre iremos con ustedes.
—Perfecto. —Echó un vistazo a todo lo que su madre estaba preparando en la cocina. Además de varias maletas y bolsas que vio en el comedor—. ¿Segura que no te importa que vaya antes? Puedo ir con ustedes y ayudarlos a cargar algunas cosas.
—Marco, vas a ir de campamento con Jackie y sus amigos. No te preocupes por nosotros. Solo diviértete.
Marco sonrió y le dio un abrazo de despedida a su madre.
—Sé que nos veremos pronto, pero, cuídate —dijo ella.
—Lo haré, ustedes también.
Con eso dicho, Marco terminó de despedirse y fue directo a casa de Jackie. Al llegar, se encontró a Jack cargando las maletas en la parte trasera del coche. Este lo saludó al verlo.
—Marco, ¿me echas una mano con esto? —dijo Jack de forma tan natural que hasta daba miedo—. Buenos días, por cierto.
—Buenos días —dijo él, y aceleró el paso para ayudarlo.
Dejó sus maletas cerca del coche y fue junto a Jack. Este le dio una cuerda para que le ayudara a pasarla en los enganches de techo del coche para llevar más equipaje. Solo las dejaron preparadas, debido a que los demás no habían llegado aún.
—Perfecto, con esto solo tendremos que colocar las maletas que faltan y podremos irnos —dijo Jack—. Gracias por la ayuda.
—No es nada —dijo él. No habían tenido mucho trato y, aun así, parecía que Jack lo trataba como si lo hubiese conocido de toda la vida. Cierto era que lo habría visto en más de una ocasión en algún acto escolar o graduación, pero entre una cosa y la otra había un trecho considerable. O bien Jack tomaba confianza rápido con la gente, o bien le había causado una gran primera impresión cuando vino a buscar a Jackie, o bien Jackie le habría hablado bien de él.
Marco dio un respingo cuando notó a alguien apoyarse en su espalda y rodearle el pecho por debajo de los brazos.
—Buenos días, Marco —dijo Jackie, apoyando el mentón en su hombro izquierdo, por su espalda. Provocando que Marco se sonrojara.
Instintivamente Marco había colocado sus manos encima de las de Jackie mientras esta lo abrazaba. Se fijó en ellas, luego en Jackie y luego dio un vistazo rápido a Jack, procurando que este no se diera cuenta, y entonces Marco sintió como toda la sangre de su cuerpo le iba al rostro. No tenía vergüenza de estar cerca de Jackie. Por el contrario, lo disfrutaba y a veces él mismo se tomaba la libertad de ser afectuoso con ella. Pero comportarse de esa manera delante del padre de ella, era algo que jamás se le habría pasado por la cabeza. Eso solo le dejó en claro lo atrevida y despreocupada que podía llegar a ser Jackie.
Comenzó a balbucear. No sabía qué hacer o decir. Corresponder el gesto era demasiado atrevido para él. Y separarse de Jackie se vería como si su contacto no le gustase. Ambas opciones tenían su parte negativa. Y el exceso de sangre en la cabeza le impedía determinar cuál era la opción óptima. Necesitaba encontrar una salida para esa situación.
—Hija, deja en paz a Marco. Lo estás haciendo pasar vergüenza —dijo Jack.
—No, no es eso, es solo que... —se quedó a media frase cuando escuchó el clic de una cámara. Se fijó en Jack, y vio que este sostenía su celular entre sus manos.
—La primera foto para el álbum del campamento —dijo el adulto. Cosa que no ayudó en nada a que Marco recobrase el porte.
Sintió como Jackie se separó de él, y este se giró para verla.
Llevaba unos shorts cómodos que dejaban a la vista sus muslos, una camiseta cómoda, ideal para ir por el bosque o montaña, unas zapatillas deportivas, y nunca olvidar su collar de concha marina.
—Tranquilo, Díaz, solo estoy jugando —dijo ella, rascándole la espalda de forma juguetona.
Cuando Jackie se comportaba así, daba miedo pensar hasta donde podía llegar su atrevimiento. Sin embargo, resultaba emocionante. Le gustaba.
—Iré adentro a buscar un par de cosas. Ahora vuelvo —dijo Jack, entrando a la casa.
—¿Qué tal tu brazo? —preguntó ella. El cambio de tema le ayudó a recobrar la compostura—. Te quitaron todo el resto del vendaje ayer, ¿no?
—Sí —respondió, girando la muñeca de un lado a otro—. El doctor dijo que ya está curado del todo.
Marco subió la manga izquierda de su sudadera y le mostró a Jackie su brazo. La mirada de ella se ensombreció al verlo. Las cicatrices de los dientes de Toffee permanecían en su piel, todavía rosadas, todavía frescas, pero cerradas, al fin y al cabo. Jackie tomó su brazo y pasó sus dedos de forma suave por encima de las cicatrices. Ahora mismo eran notorias. Se difuminarían con el tiempo, pero nunca desaparecerían.
—Conozco esa expresión —dijo él—. Estoy bien, Jackie. —Marco movió ambos brazos y tomó las manos de ella, ofreciéndole una sonrisa—. No te preocupes.
Ella lo miró a los ojos y también sonrió. La angustia en su rostro disminuyó, pero se notaba que no desaparecería la preocupación. Se acercó a ella, aprovechando la privacidad que Jack les había dejado, y le obsequió un beso, uno que ella correspondió. Un beso ligero, suave y reconfortante.
—Buenos días, tortolos —dijo una voz femenina, sorprendiendo a Marco y Jackie, quienes se separaron de golpe. No le hacía falta que se viera en un espejo para saber que se había puesto rojo otra vez. Lo que le sorprendió fue ver que Jackie también se había sonrojado un poco. "Jackie también puede avergonzarse", pensó Marco, y la chica le pareció aún más linda ese día.
—Hope, buenos días —dijo Jackie. Marco también saludó.
—¿Qué estaban haciendo? —preguntó Hope con mirada pícara.
—Solo nos estábamos saludando —se apresuró a decir Marco.
—¿Con un beso? —presionó ella.
Marco carraspeó su garganta.
—Sí —dijo, apartando la mirada.
—Pero que atrevidos.
—Hope, ya estás aquí —dijo Jack, saliendo de la casa—. Ven, tráeme tu maleta para que la asegure al techo. Marco, ayúdame.
—Ya mismo —dijo Marco para huir de la situación.
Mientras ayudaba a Jack a asegurar las maletas, Marco se fijó en Hope mientras hablaba con Jackie. Era, sin dudas, una chica extraña. Había ido a su misma clase por años, pero nunca había llegado a conocerla. Solo sabía que le gustaban las flores, probablemente porque su madre llevaba una floristería. Pero, aparte de eso, solo sabía lo que Jackie le contaba, lo cual no era mucho. Cuando Jackie hablaba de ella solo le hablaba de las experiencias que tuvieron juntas, cosa que ayudaba a Marco a hacerse una imagen más o menos definida de cómo era Hope, pero solo eran puras conjeturas. Aunque al final del día eso era algo que le daba igual. Si era amiga de Jackie, entonces no podía ser una mala persona.
—Ah, listo —dijo Jack, sacudiéndose las manos—. Con esto ya está. Ahora solo falta Leo y podremos irnos. Jackie, cariño, ¿podrías preguntarle a Leo dónde está? Si aún no ha salido podemos pasar a buscarlo.
—No hace falta —dijo el pelirrojo, apareciendo desde la esquina con una mano alzada a modo de saludo.
—Por fin llegas —le dijo Jackie.
—Lo mejor se hace esperar —respondió Leo.
—Seguro que no pusiste el despertador.
—Sí que lo puse —dijo Leo, llegando hasta ellos—, pero lo apagué en cuanto comenzó a sonar.
—Sube al coche de una vez.
—La maleta —les recordó Jack, cantando.
Marco le ayudó a colocar la última y todos se subieron al auto. Jackie se puso en el asiento delantero. Leo se adelantó para sentarse el primero, y se puso detrás de Jackie. Hope insistió en ponerse en el medio. Y Marco se ubicó detrás de Jack.
Durante el viaje, Hope le mostró a Marco algunas fotos de las plantas que podrían encontrarse en el campamento "El Oso Forestal", y las propiedades que estas tenían. No era un tema en el que fuese muy versado, ni uno que buscara por su cuenta, pero tenía que admitir que era interesante. Jackie iba hablando con su padre de la temporada de surf y de que a este le gustaría montar algunas olas como en los viejos tiempos. Marco ya decía que aquel bronceado en su piel le recordaba al de los surfistas que había por Eco Arroyo. Y Leo, por su parte, se fue dormido durante todo el viaje. Grave error, porque Jackie y Hope se aprovecharon en su momento de mayor vulnerabilidad. Lo maquillaron usando el estuche de Hope y luego sacaron varias fotos. Primero junto juntos, luego solo a él, y de nuevo solo a él, pero con filtro. Uno de los filtros le ponía un marco con un ramo de rosas y una cinta en el pecho que ponía "reina del baile". A Jackie le costó horrores contener la risa para no despertar a Leo. Marco no quiso admitirlo, pero también le hizo gracia.
Llegaron al campamento antes del mediodía. Jack recogió las llaves de la casa de madera que tenían asignada y luego se dirigieron allí. Al llegar, se pusieron a recoger las maletas y meterlas en la casa. Había cuatro habitaciones para compartir: una con cama litera para los chicos; otra con cama litera para las chicas; una tercera con cama litera que ocuparía Jack; y la última con cama de matrimonio para los padres de Marco. Cada habitación tenía sus sábanas y toallas, además de un armario para dejar la ropa.
Era el momento de desempacar las cosas, así que Marco abrió su maleta, admirando con orgullo toda la ropa y objetos perfectamente ordenados como si fuese el Tetris. Leo se asomó desde la litera de arriba, y se fijó en el trabajo organizativo de Marco. No era para menos, cualquiera se habría sorprendido que su método de organización hubiese soportado el viaje hasta el campamento.
—Tú tienes un problema —dijo Leo, aunque Marco no se lo podía tomar en serio con todo ese maquillaje.
—El orden no es un problema, es una solución.
—Esa cantidad de orden parece más un problema que una solución. Déjame adivinar, eres de esos que pierde los nervios cuando algo no está acomodado de forma perfecta, ¿verdad?
Justo en ese momento Marco estaba clasificando la ropa sobre el colchón y pensaba en cómo distribuir de forma equitativa el espacio del armario.
—No. Bueno, solo disfruto del orden como cualquier otra persona. Nada especial.
—Seguro. —Se bajó de la litera de un salto—. Me voy al baño. Tanto dormir me provocó querer orinar.
Como su habitación estaba frente al baño, Marco se asomó un momento para ver a Leo cerrar la puerta y luego contó hasta cinco.
—Me las vas a pagar, Tomás —gritó este, provocando que las chicas estallasen en carcajadas.
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Volvemos con la parejita feliz y sus amigos. Espero lo disfruten.
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