Capítulo 103: La aventura de Jackie X

Llegaron hasta una empalizada en la que los recibió un guardia que sostenía una lanza. Este se puso en medio del camino.

—Julie, veo que no vienes con las manos vacías —comentó el tipo—. ¿Son nuevos reclutas?

—Yo creo que sí. Los salvé de un Perseguidor, así que tengo fe en que se nos unan.

El guardia observó a Jackie y a Oliver de arriba abajo, pero se quedó mirando de más a este último. Con su lanza apuntó hacia el arco de Oliver.

—¿Sabes usarlo?

Oliver aún estaba decaído por el tema de su familia, ella también, pero no tanto como el muchacho. Después del momento de tensión con los Perseguidores, el muchacho pudo tranquilizarse, lo cual dio paso a que pudiera pensar en todo lo ocurrido.

El chico miró un momento su arco y luego al hombre.

—Sí.

—No suenas muy convencido. —El hombre se colocó la lanza junto a la cabeza, como si se tratase de una jabalina, y la arrojó contra un árbol. Esta se clavó en la madera con fuerza, provocando que el palo se sacudiera hasta detenerse—. Dispara tan cerca de la punta de la lanza como puedas. A ver qué tan bien se te da.

El comentario consiguió que Oliver se pusiera serio por un momento.

—Vas a ver.

Oliver tomó el arco, una flecha, y apuntó a su objetivo. Tomó aire, aguantó la respiración y soltó la cuerda. La flecha silbó al viento y se clavó en el tronco del árbol, muy cerca de la punta de lanza. El hombre caminó hacia ella y los miró de cerca, acercando la mano.

—Tres dedos —dijo el castaño, girándose hacia el resto—. Nada mal. —Su expresión denotaba reconocimiento.

Arrancó la lanza y la flecha. Volvió a su posición y le entregó.

—Un poco más de práctica y seguro que consigues maravillas con ese arco.

Oliver dibujó una ligera sonrisa en su rostro.

—Gracias —dijo mientras tomaba la flecha.

—Nos vendría bien que alguien como tú se uniera a los Halcones. ¿Cómo te llamas?

—Oliver, señor.

—Un buen nombre. —Hizo una pausa—. Niel. Si te quedas con nosotros me verás mucho por aquí. Te sugiero hablar con Lars. Él sabe más de arcos que ninguno. Seguro que te puede ayudar a mejorar.

—Me lo pensaré, gracias.

Con un gesto de su cabeza, Niel les indicó que pasaran.

—Los veré por el campamento.

Julie asintió y tiró de las riendas de su caballo para que este caminara. Los chicos la siguieron y se despidieron del guardia.

No lo habían visto debido a la frondosidad de los árboles, pero, cuando pasaron la empalizada, se hallaron con algo increíble. Un campamento repleto de gente. El lugar estaba lleno de chozas hechas de madera y barro. Luego, subiendo los árboles, había cabañas construidas en estos mismos, aprovechando la forma de las ramas. Las chozas conectaban unas con otras mediante puentes colgantes de madera. Hasta había cuerdas entre árboles, las cuales simulaban ser la red de una araña, como si hubiesen sido puestas para prevenir alguna posible caída.

Era imposible no quedarse pasmado con las vistas que tenían ante sus ojos.

—¿Les gusta? —preguntó Julie mientras avanzaba. La mujer iba delante, pero se había girado para dedicarles una sonrisa.

—Es genial —dijo Oliver. A Jackie le alegraba vez que la experiencia parecía estar subiéndole un poco los ánimos.

La gente que había por allí iba de un lado a otro. Alguno que otro se fijaba en ellos, pero la mayoría no parecía darles importancia, sino que seguían con sus asuntos cotidianos.

—Me alegro. Le dejaremos el Perseguidor a Henrik y después los llevaré para que conozcan a Fargas.

—¿Quién es Fargas? —preguntó Oliver.

La sonrisa de Julie se ensanchó.

—El líder.


Llegaron hasta una cabaña alejada del resto. Un cartel en la parte de arriba advertía a la gente que no se acerque, algo que no daba buena espina a nadie. Sin embargo, Julie caminaba con total tranquilidad y confianza, como si ese cartel no existiera.

Llegaron hasta la entrada, donde los recibió otro guardia con lanza. Julie lo saludó. No parecía saber su nombre.

—Dile a Henrik que le traigo a un Perseguidor.

—Ahora mismo... —respondió el guardia, pero fue interrumpido.

—No hace falta. Ya lo he oído yo mismo —dijo una voz cansada desde dentro de la cabaña.

Una figura salió de dentro, revelando la imagen de un hombre de ojos agotados, cabello negro, largo y desordenado, y, lo más llamativo, una horrible cicatriz vertical que cruzaba la parte izquierda de los labios del hombre. La herida hace tiempo habría cicatrizado, pero en su estado actual no permitía que el labio superior se tocase con el inferior en esa parte, dejando expuestos los dientes y las encías de forma parcial. Esa era la cara de Henrik.

Este miró un momento al Perseguidor y soltó un quejido de protesta.

—Maldición, Julie, yo estaba tranquilo, ¿por qué me traes trabajo?

—Bueno, es lo que tengo que hacer cuando encuentro a un enemigo que interrogar.

—Seguro que todo el mundo ya lo habrá visto, así que fingir que no había Perseguidor alguno será absurdo. —Se llevó una mano a la cabeza y se rasco la frente, solo para soltar un refunfuño—. Supongo que no tengo elección. —Se giró hacia el guardia y le apuntó con una mano—. Tú, ayuda a Julie con el Perseguidor. Llévenlo dentro y espérenme. Yo me encargaré de él una vez que lo aseguré. —Bajó la mirada un momento y posó los ojos sobre Jackie y Oliver, luego miró a Julie—. ¿Quiénes son ellos? ¿Más gente a la que tengo que interrogar?

—No —se apresuró a decir Jackie, preocupada por lo mal que podría ser que aquel hombre malinterpretara quienes eran ellos.

Julie se rio, no supo por qué.

—Ellos son a los que el Perseguidor estaba siguiendo. Los ayudé a salvarse y los traje para que conocieran a Fargas y se unan a nosotros.

Henrik soltó un suspiro de alivio, cosa que Jackie pensó debieron haber hecho ella y Oliver.

—Menos mal. Por un momento pensé que tendría que trabajar más. —El hombre se fijó en Oliver de nuevo, el pequeño no había dejado de mirarlo en ningún momento. Se hizo un segundo de silencio incómodo en el cual Henrik se acercó a ellos y luego se agachó para estar cara a cara con Oliver—. ¿Qué es lo que miras con tanta curiosidad? —le preguntó con la misma tranquilidad con la que había hablado desde el comienzo.

—¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —preguntó Oliver con la inocencia que lo caracterizaba.

—¿Esta? —Henrik se señaló a la cicatriz de los labios—. Una vez, durante una batalla, me encontré con una sanadora del bando contrario. La mujer estaba desarmada y no parecía tener experiencia alguna en el combate. Me suplicó por su vida, y cometí el error de compadecerme de ella. —Henrik se acercó a Oliver y se agachó hasta ponerse a su altura—. Se trataba de una sanadora, una mujer sin experiencia alguna en el campo de batalla. Teníamos órdenes de acabar con todos, y el enemigo lo sabía. Por eso me pidió clemencia. Me dijo que estaba allí por obligación, y que solo se interesaba en tratar a los heridos. Lloró y se puso de rodillas ante mí. Me apiadé de ella y le di la espalda. Confíe en que no me haría nada. ¿Y por qué pensar lo contrario? —dijo mientras encogía los hombros—. Tan solo era una sanadora. Pero, aun así, ella fue capaz de tomar un cuchillo quirúrgico y echárseme encima. Apuntó a la cara, como te lo podrás imaginar. Apenas tuve tiempo de reaccionar. Fue todo lo que necesito. —Henrik colocó un dedo en el rostro de Oliver, justo por encima de su labio—. En un instante me clavó el cuchillo, un con un rápido movimiento —su dedo bajó de golpe, como si hiciera un tajo imaginario—, me hizo esta herida.

Preocupada por esa forma de actuar, Jackie se acercó rápido a Oliver, lo tomó de los hombros y lo alejó de Henrik. Este le ofreció una mirada de indiferencia a la chica, y luego se puso de pie, apoyando ambas manos en sus rodillas.

—¿Cómo se llaman?

Jackie le mantuvo la mirada, sin estar muy segura de si responder o no. Pero él seguía allí, esperando a que dijera algo. Sería mejor no hacerlo esperar.

—Jackie —se limitó a decir.

Henrik asintió y luego bajó la mirada hacia el chico, esperando que también respondiera.

—Oliver —dijo él, con voz tímida.

—Jackie, Oliver. Si tienen pensado unirse a los Halcones, hay un par de cosas que deberían tener en cuenta. Si no creen ser capaces de hacerlo, lo mejor que pueden hacer es buscar otro sitio donde vivir, uno en el que no deben preocuparse de las batallas. —Ninguno de los dos dijo nada—. Primero, nunca subestimen a ninguno de sus enemigos. Hasta el menos experimentado de ellos es capaz de matar a otra persona. No se le debe dar esa oportunidad. Segundo, aquí, la piedad no es una virtud, sino un lujo. Tener piedad con el enemigo puede costarles caro, así que, si se plantean hacerlo, deben saber el riesgo que corren. Y, por último, nunca se confíen. Similar a lo primero, sobreestimar nuestras capacidades nos hace vulnerables, porque si confías demasiado en tus habilidades dejas de tomar precauciones, y esos son momentos en que el enemigo podría aprovechar para acabar con ustedes. —Este se los quedó mirando. Después de escuchar esas palabras, la imagen que Jackie tenía de él cambió un poco. Ahora tenía la sensación de que estaba hablando con alguien que aprendió de sus errores, de alguien que quería ser mejor. Algo similar a lo que perseguía ella—. Para mí, ustedes son igual de peligrosos que un Perseguidor.

Henrik se había ganado algo de su respeto.

—Es bonito que intentes enseñar a los nuevos tan pronto —dijo Julie, rompiendo el ambiente que había generado Henrik.

—Solo quiero evitar que luego nos tengamos que hacer cargo de más cadáveres. Y hablando de trabajo —soltó un suspiro de cansancio—, supongo que debería encargarme del Perseguidor que me acaban de traer. —Henrik puso una expresión de molestia, movió su cuello y produjo un sonoro crujido—. Bueno, cuanto antes acabe con esto antes podré volver a lo mío. Suerte —dijo, antes de dar media vuelta y volver a su choza—. Y tú, ayúdame a entrar al Perseguidor.

El guardia asintió, también despidiéndose de los chicos. Ellos también se despidieron, y siguieron su camino con Julie.

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Oficialmente, Jackie y Oliver se encuentran en el territorio de los Halcones. Ahora toca que conozcan a Fargas. El líder de todos en el enclave.

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