Spinnin [JinYoung x Jae Beom]
El reloj marca las seis en punto, se encuentra solo en casa, aburrido y necesitado de cariño. El suéter afelpado y las mantas lo mantienen caliente, pero es otro tipo de calor el que desea, de preferencia, proveniente de un cuerpo esbelto al que pueda aferrarse y que desprenda una sutil fragancia de hojas frescas.
Su dulce compañero no ha llegado del trabajo y Jae Beom se impacienta porque tiene unas tremendas ganas de verlo y abrazarlo, como si no hubiera estado lejos de él solamente por unas cuántas horas. No obstante, eso es más que suficiente para extrañarle como si de semanas o meses se trataran. Siempre fue alguien tímido y algo ajeno al mundo exterior hasta que Park JinYoung hizo presencia en su vida. De tonos monocromáticos que no variaban de color, el beta llegó para cambiar las cosas, le entregó a Jae Beom todo un arcoíris con el cual pigmentó cada rincón de su interior, llenándolo así de emociones que tenían un color en concreto y que jamás había tenido la dicha de sentir ni de ver.
Pocos entienden cómo pudo surgir amor entre ellos, porque los dos resultan opuestos, de diferentes mundos, y por lo tanto, su relación es poco convencional. Para empezar, Jae Beom es un omega que no encaja en el molde de uno convencional; es alto, de espalda ancha, ligeramente pesado y voz grave. Desde el principio podía verse que la persona que se llegara a fijar en él tampoco sería convencional, y justamente, JinYoung no lo es tanto. Proviene de una familia bien acomodada que reluce el apellido Park, a pesar de sus comodidades decidió irse por su propio camino al escoger algo diferente a lo que su familia esperaba, porque comparado con gestión empresarial, historia del arte es algo muy, muy aburrido y para nada encaja con los Park, pero de alguna forma sí se amolda a JinYoung. El beta es casi de su estatura, su cuerpo cincelado a la perfección es fuerte en los lugares correctos, su aroma -como el de todo beta- es muy tenue, sin embargo, tiene uno que no es usual entre los mismos de su rango.
Comparten varias cosas en común, pero es probablemente aquello que los distingue lo que los hizo amoldarse en la vida del otro. Jae Beom jamás había ido a un salón de baile, mucho menos había bailado lento y tan cerca de otra persona hasta que JinYoung lo llevó a un sitio de jazz escondido y que solamente los indicados podían encontrar. Se sintió como si estuviera en una película similar a Dirty Dancing, sólo que llena de romance desde un principio y totalmente plagada de suavidad. Por su parte, el beta nunca estuvo en un planetario como al que Jae Beom solía ir con frecuencia como pasatiempo para admirar y estudiar todo acerca del universo, el omega recuerda haber visto el reflejo de las estrellas en sus ojos desde ese día y supo que al igual que él, JinYoung quedó encantado con la parte de su mundo que fue revelado. Eran cosas diferentes a lo que estaban acostumbrados pero que acabaron por convertirse en algo especial que los llevó a querer descubrir más cosas escondidas en el fondo del alma del otro.
Jamás pensó enamorarse a tal grado y volverse meloso, pero debe admitir que le encanta ser así con su compañero, adora abrazarlo, darle caricias en su bien parecido rostro y besar sus mejillas una y otra vez hasta sentir que su corazón no puede con tanto cariño acumulado, y por supuesto, adora recibir los mismos tratos acaramelados.
Normalmente su compañero llega a casa alrededor de las 5:30, Jae Beom ya se encuentra esperándolo a esa hora porque su jornada laboral termina a las 4:00. El beta trabaja en un museo y como tiene demasiados contactos también se encarga de organizar exposiciones independientes en galerías para artistas nuevos. En su caso, el omega trabaja en una repostería con buena fama en la ciudad, siempre hay algo que hacer y postres que entregar todos los días, eso es algo que le encanta casi al mismo grado que los dulces de almendras que el chef repostero -su amigo Jackson- suele regalarle, porque está tan a gusto haciendo diseños, pastelitos, cupcakes y decorando que le sale tan fácil como para considerarlo un trabajo.
Ninguno trabaja los fines de semana, pero JinYoung suele adelantar ciertos asuntos algunas veces para no saturarse de trabajo, y así, pasar tiempo con su compañero.
Jae Beom no puede mantenerse por más tiempo en el sofá cuando dan las 7:00.
Poniéndose de pie decide que es hora de preparar la cena, porque los fines de semana son sus días para hacer la comida en vez de comprarla, ocupando su mente de esa manera para no caer en la desesperación; quiere mimos y acurrucarse con su encantador beta. No es tan bueno en la comida como con los postres, pero tampoco le sale mal, JinYoung siempre lo alaba por sus dotes culinarios, aunque siente que exagera un poco en realidad, no solamente en eso sino en un centenar de cosas. Casualmente ocurre lo mismo a la inversa, para Jae Beom no existe otra persona que haga las cosas tan espléndidas como JinYoung.
Se encarga de acomodar todo para que luzca como una cena romántica, incluso quería poner unas velas en el centro de la mesa pero no pudo encontrarlas, lo bueno que la intensidad de las bombillas puede ajustarse, así que el ambiente con luces cálidas hace ver todo aún más íntimo. Comida lista, mantel simétrico, cubiertos bien acomodados... ¿Debería colocar algo en el centro o dejarlo como está?
Jae Beom está pensando qué más agregar para que se vea deslumbrante, pero el sonido de la puerta desvía sus pensamientos, al oír los pasos amortiguados de JinYoung se dirige con prisa al recibidor y lo encuentra quitándose el abrigo junto a la bufanda y dejando ambos en el perchero. Las puntas de sus orejas están rosadas, siempre le aconseja llevar un gorrito para abrigarse mejor, pero JinYoung no está dispuesto a ponerse uno tan siquiera por cinco minutos. Es por eso que en el invierno siempre tiene las orejas y la nariz roja, algo que encuentra sumamente adorable en el beta pero que no menciona con frecuencia para no incomodarlo.
—¿Qué preparaste esta vez? Huele magnífico.
Jae Beom no espera ni un segundo más, se acerca hasta los brazos abiertos del pelinegro y acomoda la cabeza contra su cuello, aferra las manos en su torso y se deja embriagar por el aroma que tanto estuvo deseando.
—¿Por qué tardaste mucho?— pregunta un poco desanimado.
—Pasé a casa de mi hermana a llevarle algo que mis papás le mandaron. Había mucho tráfico, no me tardé por gusto. —Jae Beom se aferra con más fuerza cuando JinYoung deja caer los brazos. —¿Qué pasa? ¿Te sucede algo?
—No. Sólo quiero que me abraces.
—Jae Beom, tengo que bañarme.
—Pero si estás limpio.— le replica.
—Sabes que me gusta hacerlo al llegar del trabajo. Vamos.
Entre tropezones caminaron hasta la recámara, JinYoung riéndose de Jae Beom porque parecía un cachorro en busca de atención, y el omega mostrando su disgusto con el entrecejo fruncido por no salirse con la suya. No niega que con su pareja se convierte en alguien cliché, de esa gente que suele causar escalofríos o náuseas de tan dulces que son. A veces él mismo se da pena, pero como JinYoung es el único que le ve hacer y decir las cosas más cursis del mundo, para Jae Beom está bien.
—¿Me puedo bañar contigo?— le pregunta quedito.
Con el tiempo se han acostumbrado a verse sin nada que los cubra, pero eso no quiere decir que las cosquillas y la emoción se hubiesen perdido. Unas veces suelen quedarse abrazados en la bañera, simplemente disfrutando de la presencia del otro y probando jabones y esencias nuevas que a ambos les gusta, otras veces se ponen juguetones, y en esta ocasión no hay tiempo para esa clase de cariñitos. Es hora de la cena, los dos tienen hambre y el beta está agotado,
sólo sería una distracción.
—¿No te has bañado ya?
—No.
El beta cruza los brazos y le observa con los ojos entre cerrados porque sabe que no está diciendo la verdad. —Qué mentiroso eres. Sal de aquí.
No le queda más que tirarse a la cama con dramatismo y esperar a que su compañero salga. Pareciera que JinYoung lo está haciendo adrede, decide tardarse demasiado con su baño de burbujas y sales de baño, tanto que Jae Beom se puso somnoliento de tanto aguardar. Aún así, salta de la cama y se aferra a la espalda del pelinegro una vez que lo ve salir del baño vestido con pijamas igual de afelpados que los que Jae Beom trae, y secándose el cabello además. ¡Al fin!
Caminan con cuidado hasta la sala de estar porque JinYoung no quiere que se tropiece y se lastime. Jae Beom piensa que se va a sentar en el sofá, él ya ansía subirse a horcajadas y encerrarlo entre sus extremidades, pero Park hace otra cosa, se queda de pie acariciando su cabello con delicadeza.
—¿Fue un día duro para ti?
Los dulces ojos de JinYoung y las centellas que ve en ellos le recuerdan cuan asombrosa es su pareja, que luego de todos esos años aún le sonríe cariñoso, le trata de maravilla y le muestra todo de sí mismo tal y como es, sin excepciones. Ellos podrán ser una pareja no convencional, pero el cariño que se tienen -al igual que su relación- tampoco es corriente, sino que es lindo, real y duradero.
Jae Beom no comprende por qué tiene unas inmensas ganas de ponerse a llorar.
—Sí, te extrañé mucho, yo... lo siento, no sé por qué estoy así, creo que mi celo ha de estar próximo.
—No te disculpes por eso. Como tu pareja tengo el deber de cuidarte y mimarte todo lo que quieras y eso jamás será una molestia para mi.
Jae Beom siente que podría derretirse de amor, JinYoung siempre es tan atento y gentil con él, ese lado principesco fue uno de los aspectos que le hizo fijar su mirada en el beta desde la primera vez y lo que más adelante le hizo caer con rapidez en cada uno de sus siguientes encuentros.
Sin soltarlo, JinYoung colocó su teléfono sobre el buró y el corazón del omega se agitó contento al oír una bonita melodía suave que encajaba a la perfección. Recibió un beso casto en la puntita de su nariz y la frente, las manos del beta regresaron a su alrededor y mientras se movían despacio y al compás, Jae Beom suspiró satisfecho y sintiéndose más enamorado con cada segundo.
Amaba con locura cuando tenían momentos tan dulces e íntimos como este, bailando pegados sin necesidad de hacer movimientos obscenos o bruscos, todo su cuerpo se estremecía por los roces gentiles y su pulso volaba hasta el espacio. Con susurros, caricias y besos JinYoung lo hacía girar y girar como una bailarina dando fouettés.
La calidez que tanto quería ya podía sentirla alrededor de su cuerpo, el suave aroma de hojas frescas del beta le hacía burbujear el estómago y llenaba su corazón con el propio calor del pelinegro. Si fuera un minino estaría ronroneando de puro gusto.
—Se va a enfriar la comida. —Jae Beom dice en tono bajo al no querer alterar el momento.
—No importa.— JinYoung le responde del mismo modo, continuando con su trabajo de reconfortarlo con caricias leves en todos los lugares que sus manos traviesas tienen al alcance por debajo del pijama. Una que otra vez aprieta la piel caliente, lo cual desencadena reacciones de suspiros, sonrisas y cosquilleo. —Para algo tenemos el horno.
Labios esponjosos se pasean por su mejilla y cuello, sus aromas logran mezclarse creando así el toque perfecto para ese ambiente tan íntimo y único que se da entre los dos. Jae Beom podrá ser meloso y JinYoung un tanto afectuoso, sin embargo, es raro que se dediquen apodos y aquella frase de cinco letras, no es necesaria cuando es tan evidente y ninguno la exige. Cuando la dicen es porque realmente nace de su corazón.
Ahora no es necesario, el amor está muy visible ahí, gira alrededor de ellos y los encierra en una burbuja resistente que nadie más puede traspasar. Es curioso cómo el baile se convirtió en una forma especial de decir esa pequeña frase de cinco letras, la melodía renueva el sentimiento pero estar juntos y abrazados es lo que hace todo tan vívido y genuino.
Entre las suaves notas acompasadas de trompetas Jae Beom puede escuchar y sentir el ritmo calmo de sus corazones entrelazados que dan vueltas y vueltas.
JinYoung deja caer su cabeza sobre el hombro de Jae Beom y suspira complacido cuando es rodeado por su esencia de almendras favorita; se encuentra en casa y tiene al alcance de sus manos todo lo que cualquier humano en la faz de la tierra sueña obtener pero que pocos tienen la fortuna de conseguir. Ese simple acto hace que su corazón de giros un millón de veces más, porque se siente dichoso y ese fervor que nace desde su centro se plasma en la piel de sus mejillas como dos motitas de tinte rosa.
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Hice todo muy fluff porque es lo mío, las personitas que me han leído antes lo sabrán, y además porque se me dio la regalada gana.
El JJP es bien chido y hasta a Bam le consta. ¡Viva el JJP bien softie!
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