CAP 9: Un beso accidental
(Aún Sans)
La noche cayó, y Frisk despertó.
–¡Papyrus! ¡Sans!
Papyrus estaba cocinando, y de pronto, pegó un grito:
–¡¡LA HUMANA ESTÁ DESPIERTA!!
Bajé corriendo las escaleras. Frisk estaba roja como un tomate, y andaba como un pato mareado.
–Frisk... ¿Cría, estás bien?
–¡Humana, ¿estás bien?!
Frisk nos miró, y ladeó la cabeza.
–¿Qué hago aquí?
Mi "corazón" se paró unos instantes.
–Humana...
–Frisk... ¿No recuerdas lo que hemos hecho antes?
–Fuimos a ver las estrellas y volví a Las Ruinas.
–S-Sans, -dijo con voz suave, Papyrus-, se ha olvidado.
Yo me senté en el suelo, y me di con la mano en el cráneo.
–Papyrus, ¿nunca lo voy a conseguir, verdad?
–Sans... -dijeron Frisk y Paps a la vez-.
Frisk se levantó y puso una mano en mi "hombro".
–Sans, ¿ha pasado algo importante?
–Y-yo... -suspiré- Estoy siendo un amigo terrible. Has enfermado por mi culpa, y ahora sólo estoy pensando en mí mismo.
–¡¡SANS!! -Chilló Papyrus-. ¡¡NO TE ATREVAS A DECIR ESO!! ¡¡LE PROMETÍ QUE BUSCARÍA EL SEGUNDO MÁS GUAY, Y ESE HAS DE SER TÚ!!
–¡¿E-eh?! -exclamamos Frisk y yo, a la vez-.
–Papyrus, deja que se recupere.
–¡Pero esto te está haciendo daño, Sans!
–Ya, pero...
Miré a Frisk. Estaba colorada, pero no de la fiebre, y nos miraba con sus ojos como platos. Parecía no poder articular palabra.
–Sans... -se atrevió a decir, por fin-, ¿qué te he dicho exactamente?
Comencé a narrarlo todo con paciencia. Los detalles eran a la milésima.
–¡¡Cáspita, qué bonito!!
–Paps, ¿estás llorando, hermanito?
–¡¡NO!! El gran Papyrus NUNCA llora, es sólo que tengo algo en el ojo.
–¿Ah, sí? ¿El qué?
–¡¡Lágrimas!!
Sonreí a Paps, y miré a Frisk. Pronunció mi nombre, pero de una manera que significaba algo para ella.
–Sans... L-lo siento.
–¿Tú? Ha sido mi c-
Frisk saltó hacia mí, y me dio un abrazo. Sí, ese abrazo en el que, sin querer, se te cierran las cuencas de los ojos.
–¡Lo siento, Sans!
Papyrus fue corriendo a la cocina. Los espaguetis se estaban quemando.
Frisk se separó de mí, y me sonrió pobremente.
–Sans... Haga lo que haga mientras estoy enferma, que sepas que no soy yo. Es la fiebre.
–No te preocupes, cría. Yo estaré a tu lado.
–Gracias. Pero, en realidad, no es para tanto. Sólo es fiebre.
–¿Y por qué te comportas así cuando la tienes?
–Es complicado. Si la tienes muy alta, es como si perdieras la capacidad de controlarte a ti mismo. Haces cosas, pero sin querer.
–No suena muy agradable.
–No, no lo es.
Frisk se tambaleó un poco, y se sentó.
–¿Tienes hambre? -pregunté.
Frisk negó con la cabeza. De pronto, se levantó, y fue hacia la entrada.
–Frisk, ¿qué esta-?
Frisk abrió la puerta, y se aventuró en una ventisca.
–¡¡Frisk!! -grité- ¡¿Qué haces?!
Fui detrás de ella, y me la encontré tumbada en la fría nieve.
–Sans, ¿qué pasa? -se asomó Papyrus- ¡¡SANS, ¿QUÉ HACE FRISK AHÍ FUERA?!!
Papyrus corrió hacia fuera, y nos llevó hacia dentro.
–¿En qué pensábais?
–Se ha salido sola.
–¿Eh? Pues, ¡vamos a echar el pestillo!
Papyrus nos sirvió espaguetis. Ricos espaguetis, ya comestibles.
–¿Quieres, Frisk?
Frisk estaba sentada a un lado, y negó con la cabeza.
Comimos, mientras Frisk se levantaba, se sentaba en el suelo y miraba al techo.
–Papyrus -susurré-, ¿crees que debería dormir conmigo?
–Siempre dormiís juntos, Sans.
–Ya... Pero ahora es diferente.
–Sans, -me rodeó Paps en forma de abrazo-, nada a cambiado. Seguiís siendo Sans y Frisk. Ella sigue siendo la piadosa humana que nos salvó, y tú sigues siendo el esqueleto bonachón que cuenta chistes malos.
–Heh, heh... Tienes razón.
Por un momento, Frisk y yo cruzamos nuestras miradas. Ella, con una sonrisa algo extraña, miró hacia la cocina.
–Frisk, ¿estás bien?
–Sí, Sans, perfectamente.
Estaba mintiendo. Esa sonrisa no era suya. La sonrisa de Frisk es pequeña y expresiva, y muestra calidez. Cuando la hace, entrecierra sus ojos. Pero... Ahora era diferente. Tenía los ojos bien abiertos y sus labios formaban una amplia sonrisa.
Frisk empezó a temblar.
–¿H-humana?
Frisk cerró los ojos, y su sonrisa cesó.
–No es nada.
Frisk bostezó. Me levanté y la cogí por la cintura, subiéndola en mis brazos.
–Vamos, debes descansar.
Me despedí de Papyrus y, con Frisk en brazos, subí a mi habitación. Abrí la puerta, y tumbé a Frisk en la cama.
No tardó en quedarse dormida.
Mi sonrojo comenzó a salir mientras la observaba.
–Eh... Heh, heh -reía yo, nervioso.
Me acerqué para besarle la mejilla, pero ella, aún dormida, se giró, haciendo que yo accidentalmente le diera un beso en los labios. Yo pegué un brinco del nerviosismo, y me separé de ella. Me llevé las falanges a la mandíbula, y me la cubrí.
–M-mi primer beso -dije en voz baja.
Me cambié, con un notorio sonrojo aún, y me acosté junto a ella.
–E-eh... -suspiré- Me pregunto si esto contará como un beso de verdad, teniendo en cuenta -miré a Frisk- que ella estaba inconsciente. S-supongo que no...
Frisk sonreía levemente, mientras dormía plácidamente. Le aparté el pelo, y la abracé por los hombros, apoyando mi mano ligeramente encima de su pecho, (No, malpensados, no le toqué nada).
Al poco tiempo, caí dormido.
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