CAP. 3: Sans el yandere
–Bueno, pueeees... -dije, entrecortada-tú quédate aquí, si quieres, que yo voy a b-
Sans me cogió del brazo, y me tiró al lado suya.
–No irás a dejarme dormir sólo, ¿verdad?
Mis mejillas comenzaron a colorearse de rojo. Sentía como mi cara ardía, como mi corazón latía, como mi respiración se entrecortaba.
Por un momento, Sans sostenía mis manos con dulzura. Sus falanges y mis dedos se entrelazaban. Él me estaba mirando a los ojos, cuando pareció despertar de un sueño que nunca tuvo.
–H-heh heh... P-perdona, sólo era una b-broma.
–Eh... -dije con un hilo de voz-, V-vale, p-pero si no quieres dormir solo...
Yo abracé sus cubiertas costillas con suavidad, y en acurruqué con él.
Lo cierto es que no era la primera vez que dormíamos juntos, pero ahora, parecía algo tan vergonzoso...
Sans me correspondió el abrazo. Así nos quedamos por horas.
Yo estaba despierta cuando Sans me apartó un poco y se levantó.
–Cría...¿Estás despierta, Frisk?
Yo permanecí en silencio. Sans me dio un beso en la frente, (un beso de Sans es como apoyar su mandíbula), como muestra de cariño, a lo que respondí:
–No puedo dormir bien.
Oí como algo se cayó al suelo. Entreabrí los ojos, y vi a Sans en el suelo. Parecía nervioso.
–¿E-estabas despierta?
–Obviamente
Sans me miró, pareciendo que no entendía mis acciones.
–F-frisk, -se cubrió con el gorro de su chaqueta-, t-tengo algo que contarte.
–Dime...
–Y-yo... E-estoy e-e-nam-
–¡A desayunar!
Toriel le interrumpió, llamándonos para tomar el desayuno.
–¿Qué querías decirme?
–N-no, n-nada...
En el pasillo, Sans parecía enfadado, y susurraba para sí; "Tan cerca..."
–¿Tan cerca qué?
–¡¿E-eh?! Nada, nada, cosas mías.
–Vale...
Llegamos a la cocina, y Toriel nos miró, sorprendida.
–¿Y los demás?
–Se han ido, mamá.
–¿Y os han dejado solos?
–Sí, Tori. Nos han dejado... ¡Huesolos!
Toriel y yo nos reímos instantáneamente.
Abrí la nevera. Y les pregunté que qué querían tomar.
–Yo nada, cielo. Estoy tomando té.
–¿Hay Ketchup?
–Sabes que sí, Sans.
Le serví a Sans su Ketchup y yo me tomé un chocolate caliente.
–¿Y cómo es que os han dejado solos?
–Bueh, no lo se. Cuando me he dado cuenta, ya no estaban.
–Es verdad, mamá, se fueron todos.
–¿Y qué hicisteis?
–Nada, mamá.
–No mientas Frisk. Nos pusimos a dormir.
–Ah, bueno. ¿Y qué tal os lo habéis pasado?
–Bien, mamá.
–¿E iréis hoy a ver la lluvia de estrellas?
–¿Lluvia de estrellas?
–¡Sí! No me acordaba. ¿Sans, tu vendrás?
–¿Qué lluvia es esa?
–¡Oh! ¿No sabes lo que es, Sans? Bueno, yo luego te lo explico allí.
–Va. ¿Te vienes a Grillby's?
–¡Ok! Adiós, mamá.
–Pasaoslo bien.
Sans y yo salimos de las Ruinas, para llegar a Snowdin. Por el camino, Sans parecía feliz. De vez en cuando, me miraba de reojo.
–Hola gente.
Un barullo de voces comenzó a sonar. Lo cierto es que Sans era bastante popular allá dónde fuese.
–Hola Grillby -saludé-.
Yo directamente fui a saludar a el dueño del bar, mientras Sans hablaba con la gente. Yo me llevaba bastante bien con Grillby.
–Hola, Frisk. Hace tiempo que no te veía por aquí.
Sí, bueno. He estado avanzando mucho con las clases, así que no he tenido tiempo.
–¿Qué clases tienes?
–Además de las clases de Toriel, voy a cocina, danza y ciencias.
–Vaya, eres una chica inteligente. Sans tiene suerte de tenerte.
–Eh, ¿gracias?
Mientras charlaba, la voz de Sans resonó entre las demás. Estaba llamándome por mi nombre.
–¡FRISK! ¡¿Dónde estás?!
Yo me levanté y fui hacia él.
–¿Qué quieres? Estaba en la barra con Grillby.
Sans me cogió de la muñeca y me llevó afuera.
–Me habías asustado. Pensé que te habías perdido. ¿Por qué no te quedaste a mi lado?
–Porque estabas hablando con la gente, así que yo sobraba un poco.
–Frisk. No digas tonterías. Nunca sobras. E incluso si a ellos les molestase, deben aguantarse. Vienes conmigo. Además de que los volviste libres a todos. La próxima vez quédate junto a mí. Si te llega a pasar algo nunca me lo hubiera perdonado. Si te llega a pasar algo...
–Sans. -le puse la mano en el hombro- Estoy bien. No me iba a pasar nada.
–¿Y si te llega a pasar?
–Tú no estuviste cuando luché con los monstruos, ¿verdad?
–Es verdad, pero ahora estoy aquí. Espero que nadie se atreva a tocarte (Megalovania intensifies).
–Sans... No sé si eso es bonito o si da miedo.
–Ahora, vamos adentro.
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