Epílogo
El moreno se aparece en el sitio que le dijeron Blas y Carlos. Una remota playa desierta. Vuelve a llegar tarde, se entretuvo más de lo necesario.
Ser el Rey Supremo de los demonios tiene esa clase de inconvenientes. Aunque él ya está acostumbrado, hace tres años ya que asumió el cargo, Azael decidió que ya estaba preparado para ello.
A varios metros de él ve a un chico rubio, lleva un traje de chaqueta completamente blanco y una pequeña rosa roja en la solapa.
- Ya te vale, se supone que la que llega tarde es la novia, no el novio.
- Tranquilo que ya estoy aquí.
Ella se mira una última vez en el espejo. El sutil maquillaje que lleva le da luz a su rostro. Los mechones su flequillo rubio están recogidos en pequeñas trenzas que llegan hasta un complejo recogido.
- ¿De verdad que no se nota? -Pregunta la chica a su hermano pasando la mano por su todavía plano vientre.
- De verdad. -Dan tres suaves golpes a la puerta.- Es la hora, ¿estás listas?
- Estoy que me muero de los nervios.
- Sigo pensado que estas es la idea más loca que he escuchado en mi vida.
Abre la puerta y un chico moreno con ojos azules le da un beso a su recién estrenado marido.
- Llegó el momento. -Suspira el ojiazul.
- Blas, deja de ponerme nerviosa, ¿quieres?
Se coge del brazo de Carlos con un ramo de rosas rojas en la otra mano y salen de la pequeña cabaña en dirección a la playa. Un pequeño camino de antorchas le guía hasta un pequeño altar donde están David, Dani y Álvaro.
Los dos primero llevan trajes idénticos pero el de el rubio es blanco y el del moreno, negro. El último tiene en brazos a Clara, la hija de Carlos y Blas.
(...)
Tras la boda, los recién casado nos entramos en una de las cabañas. Aaroa se quita el aparatoso vestido y se tapa el cuerpo con una fina bata de satén.
- Oye, tenemos una sorpresa para ti. -Dani sonríe como un niño pequeño.
Su chaqueta, al igual que la de David está perdida en algún lugar de la fiesta de anoche. Su corbata no ha corrido mejor suerte.
- Tú siéntate aquí. -David la empuja suavemente hasta hacer que se siente en la cama.
Dani hace aparecer su guitarra y empieza a tocar una canción que cantan los dos a su reciente esposa.
Me he pasado cien mil canciones buscando
tu risa, tus ojos, tu boca y tus manos.
Dormías cada noche en mí,
me despertaba con doble latir.
Escuchaba el eco de un adiós
y un "te quiero", dueño de mis labios.
Quisimos vivir viviendo despacio,
ahogando las prisas en besos callados,
pero nos alimentamos bien
de sueños y proyectos por hacer.
Construimos un amanecer,
aunque a veces nos costó creer.
Te volvería a llamar y volvería a empezar.
Y lo haría con menos reproches
y más verdades, quizás.
Te volvería a besar, pero tocándote más,
volvería sin frenos
ni tantos reflejos de una vida fugaz.
Gracias por ser quien lleva las riendas
cuando quema la sed de ser quien yo quiera,
por mirarme como nadie miró,
por hacer de la tristeza una opción,
y llenarme de tanta verdad,
cuando el mundo hace más que divagar.
Le di vueltas y vueltas por miedo al fracaso,
pero he visto que en ti tengo escrito mis años.
Y a pesar de verlo todo a la mitad
y de amarnos a media velocidad,
puede que las cosas salgan bien,
aunque el miedo nos quiera vencer.
Te volvería a llamar y volvería a empezar.
Y lo haría con menos reproches
y más verdades, quizás.
Te volvería a besar, pero tocándote más,
volvería sin frenos
ni tantos reflejos de una vida fugaz.
No me dejes escapar,
que el amor que hay en mí no se va,
pero asusta quererte como te quiero a rabiar.
Estaba escrito que fuéramos dos,
pero es que a veces te miro y me extraño
de ver que podemos vivir como planeamos.
Te volvería a besar, pero tocándote más,
volvería sin frenos
ni tantos reflejos de una vida fugaz.
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