Una pluma manchada de sangre cae al suelo.

Miro el resultado en el espejo y ni yo misma me reconocería. Llevo unos legings de cuero con unos botines de tacón de aguja también negro y una ajustada y escotada camiseta de tirantas.

- No parezco yo.

Dani: En eso consistía, tiene que parecer un demonio.

- Sigue sin hacerme gracia eso de ir al infierno, si nos pillan podemos darnos por muertos. –Hago una mueca e intento tirar de la camiseta para que no se me va tanto el pecho.

Me da un beso en la mejilla pero voluntariamente giro la cara y sus finos labios encuentran los míos. El beso es diferente al de esta mañana, menos tímido. Sus labios acarician los míos con cariño y yo le respondo del mismo modo. Después de varios segundos así, nos separamos.

Dani: Maquíllate tú que yo voy ahora a vestirme.

Me siento en el suelo frente al espejo. Me pongo base de maquillaje, me hago una gruesa raya negra y me hecho rímel. Me cambio mis gafas de pasta por lentillas marrones y me echo pintalabios rojo. Frente al reflejo de esa chica que no parezco yo, pienso en los dos besos que nos hemos dado, en si están bien o están mal.

Tampoco tienes que pensar tanto, vive el momento.

¿Quién eres tú?

La parte de tu consciencia que quiere con qué estés Dani.

Ella quiere a David.

Genial, ahora no tengo a una conciencia, tengo dos.

Como último paso, me recojo mi media melena rubia y me pongo una peluca morena. Si alguien puede pensar que soy algo más que una mortal, se inclinara por la opción de un demonio. Acaricio con la yema de los dedos la zona donde está mi tatuaje en la muñeca que ahora mismo me cubre una venda. Ya no me duele tanto pero tampoco está completamente curada.

Me coloco la chaqueta de cuero también negra con cuidado y bajo las escaleras pegada al pasamano intentando no caerme y consigo llegar al salón. David ya está listo, él no tiene que medio disfrazarse como Dani y yo.

Me siento a su lado en el sofá y el me pasa un brazo por los hombros pegándome a él y besa mi frente pero yo no respondo su afecto, me siento demasiado culpable. He besado a Dani, dos veces. Él nota que me pasa algo.

David: ¿Estás bien, pastelita?

- Si, solo estoy un poco cansada. –Miento.

David: Cuando volvamos, te acuestas. No llegaremos muy tarde.

- ¿Estás seguro de que no nos van a pillar?

David: Seguro.

Me abraza más a él y veo bajar las escaleras a Dani. Lleva una chaqueta de cuero, unos vaqueros ajustados, y unas botas militares. Viste completamente de negro. Lleva el pelo peinado con gomina que le hace parecer más moreno aunque sus ojos azules resaltan igual o más que antes. Frunce el ceño al ver a David tan abrazado a mí.

Dani: ¿Nos vamos ya? –Dice seco.

David: Vámonos.

Nos cogemos los tres de la mano y yo estoy en medio de ellos dos. Una corriente eléctrica me recorre cuando agarro las manos de los dos chicos.

Cierro los ojos y cuando los vuelvo a abrir estoy en algún sitio con oscuros muros de piedra. Andamos por varios pasillos antes de detenernos frente a unas puertas de madera oscura.

Se abren y dejan ver una gran sala oscura. Las paredes están adornadas por tapices. Al fondo de la sala hay un hombre pálido como la pared y con una melena lacia y negra hasta la cintura. Sus ojos son rojos como la sangre y sus corneas negras como la noche. Tiene un rostro atemporal, ningún signo refleja su edad.

A su lado hay una chica de mi edad más o menos. Lleva una minifalda, que casi podría ser un cinturón ancho, y un top corto y ajustado, con escote corazón. Su melena desordenada y pelirroja le cae libre por la espalda solo sujeta por una cinta que lleva en la frente

Al vernos, el hombre sonríe mostrando una dentadura con colmillos como los lobos. Este no es un demonio cualquiera, es el Demonio con mayúsculas. Se levanta de su especie de trono y se acerca a nosotros tres, en especial a mí, con pasos elegantes y despacio como una pantera a su presa. Y esa presa soy yo, lo sé. Quiero correr pero no veo ningún signo de preocupación en los rostros de Dani o David.

Demonio: No me dijiste que era hija de Uriel, esto tal vez complique un poco la transformación. –Dice levantando mi barbilla para verme mejor.

- ¿Transformación? ¿Transformarse en qué?

Demonio: En un demonio, por supuesto. –Su voz es áspera y me da escalofríos.

- No pienso convertirme en demonio.

David: Pero Aaroa, cariño...

- Ni Aaroa ni ostias. ¿No se te ha ocurrido consultármelo siquiera? –Miro a Dani. – ¿Tú también lo sabias? –Él simplemente agacha la cabeza y guarda silencio. – ¡Esto es el colmo!

Desaparezco y cuando abro los ojos estoy en el primer sitio que se me pasó por la cabeza. La casa de David y Blas. El salón sigue tal cual estaba antes de que yo me fuera, solo hace tres días de eso pero me parecen años.

En el sofá están Blas y Carlos besándose. El moreno le quita la camiseta a mi hermano y en ese momento Carlos se da cuenta de que estoy aquí. Se levanta del sofá tirándose sin querer a Blas al suelo y se vuelve a poner la camiseta.

Carlos: ¿Aaroa? –Pregunta sorprendido.

Me quito la peluca y mi flequillo cae desordenado por mi frente.

Blas: ¿Qué haces aquí? -Pregunta sobándose la cabeza por el golpe que se ha dado al caer.

-Discutí con los chicos. -Respondo escogiéndome de hombros.

Carlos: Ahora queremos la explicación larga. -Responde poniéndose bien la camiseta.

Suspiro y me siento en el sofá.

- David quería que me convirtiera en lo que él es sin ni siquiera consultarme si yo quería o no.

Carlos: ¿Y que es David?

- Un demonio

Blas: ¿Pero que todo eso de los ángeles es verdad?

Me levanto del sofá y extiendo las alas.

- ¿Lo crees ahora?

Blas: Si, ¿puedo tocarlas?

- Claro.

Se levanta y las roza con la yema de los dedos. Siento igual que si pincharán miles de agujas justo donde Blas posa sus dedos aunque lo haga con todo el cuidado del mundo.

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¿Crees que Aaro debe convertirse en un demonio o no? ¿Creías que yo sé la madre del diablo Aaro y Carlos? Eso y muchas más preguntas se resolverán en el capítulo siguiente me encontré con un ángel.

Pd: Eso sonaba en el anuncio. ¿Qué piensa usted de esto?

Pd2: Happy birthday to my little pastelita <3

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