Una vez la campana sono dando al fin la hora de salida tomó sus cosas, fue por su biblioteca y se fue a la estación de policía, la misma en donde estaba el escuadrón más reconocido de todo Japón por su increíble forma de resolver los casos más difíciles en poco tiempo, lo que no sabían es que eso era gracias a Rampo ya que al pasar todas sus tardes ahí necesitaba la atención de algunos y al no tenerla les decía quien era el culpable, para sorpresa de todo el escuadrón ese adolescente nunca se esquivocada

Ya todos ellos conocían a Edogawa Rampo, un joven adolescente infantil de dieciséis años, hijo adoptido de su jefe Yukuzawa Yukichi

Al llegar dejo su biblioteca estacionada y entro a la comisaría, como siempre todos lo saludaron con una sonrisa en el rostro, el menor se fue a sentar en el sillón a comer los dulces que su padre siempre le tenía en la comisaría

—¿Dónde están Kunikida-san, Tanizaki-san y Kyouka-san?

—Kunikida fue a una misión y como Kyouka y Tanizaki son aprendices a su cargo lo siguieron

—Oh

—No te ves como siempre Rampo-kun, ¿Ocurre algo?

—¡Efectivamente mi querido Watson! Yo, el gran y todo poderoso Edogawa Rampo

Gritaba parándose en uno de los escritorios, nadie le decía nada ya que estaban acostumbrados a las rarezas del joven chico

—¡Estoy enamorado!

El ruido de algo quebrarse se escucho llamando la atención de todos, desviaron su mirada y vieron a Fukuzawa con una cara de espanto y la taza de café que antes tenía en la mano ahora estaba en el suelo

—¿Que estas qué?  

—Uy...

—Edogawa, a mi despacho

—Sí papá

Fukuzawa se adentro a la oficina y Rampo lo siguió dejando la puerta entreabierta por cualquier cosa que pudiera ocurrir

—Y, ¿Cómo es ella?

—¿Ella?

—La chica que te gusta, es la primera vez que te enamoras

—Ah, no es una chica

—...¿Qué?

—Es un joven muy guapo, es alto, delgado, piel blanca y cabello oscuro, tiene un aire como... es como una belleza extranjera que no se encuentra por estos lares

—Oh... nunca pensé que tú... ya sabes

—¿Estás decepcionado de mí?

—¿Qué? Claro que no, jamás lo estaría, sólo me sorprendió. Y, ¿Cómo se llama?

—No tengo idea... estaba en la biblioteca como siempre y de repente entro la bibliotecaria junto a ese monumento

—Mm... bien, entonces supongo que es un amor imposible ya que no sabes nada de él

—¡No lo será! Si fue para ver a Louisa seguramente volverá a ir a la biblioteca y cuando pase lo conquistaré

—Sí, sí, sólo procura por favor no poner a ninguno de mis empleados a investigar a ese chico

—Bien. Pero si por casualidad uno de mis amigos que casualmente es tu empleado decide por su propia cuenta investigarlo por mí, no podría rechazar tan generosa oferta

Dicho eso el adolescente salió de la oficina sonriendo y casi se le rompe la mandíbula al ver a su amado ahí platicando con Dazai

—Te traje la cena... no es mucho, solo unos sándwiches, no soy bueno para la cocina

Susurraba el chico mirando el suelo y tocándose los dedos, un claro síntoma de ansiedad

—Gracias bebé

Dazai le apretaba las mejillas a Poe lo cual evidentemente lo apenaba, le quito las manos de su cara y se fue a regañadientes

—...Es él

Sururraba embobado viendo como su príncipe se iba

—¿Quién?

—¡Mi futuro esposo!

—¿Edgar?... wow wow wow, ¿Estoy sordo o tú estas ciego?

—Dime Dazai, ¿Qué relación tienes con él?... se veían muy cercanos

—¿Estás celoso? No tienes porque, ya tengo un lindo novio que trabaja en el FBI. Edgar es mi hermanastro

—...¿Hermanastro?

—Si, cuando tenía diez años me entere que mi padre engaño a mi madre, mi mamá al verme lo recordaba él así que me echo, fui a vivir con mi padre y su otra mujer e hijo, Edgar en ese entonces tenía cuatro años. Un año después mi padre y madrastra murieron en un accidente automovilístico y nos enviaron a un orfanato, yo fui adoptado por Mori-san...

—¿Y Edgar?

—No lo sé... cuando me fui todavía no lo adoptaban. Hace como dos meses por un operativo lo encontré y nos juntamos una vez por semana, ahora me enteré que se mudo aquí y nos juntamos más

—Oh... así que... sabes mucho de él

Dijo con una sonrisa ladeada en su rostro, ya no debía chantajear a alguien para que le dé información