4

—Puedo ir sola hasta el hotel —le digo a Louis, sintiéndome algo nerviosa, pero él niega con la cabeza.

—Es tarde, y hay gente peligrosa por aquí —se justifica.

—Si alguna "persona peligrosa" nos ataca —digo, haciendo comillas con los dedos—, no cambiará mucho si estás tú o no.

—¡Hey! —exclama, haciéndose el ofendido—. A lo mejor soy cinturón negro de karate y no lo sabes.

—No eres cinturón negro —río, y él se encoge de hombros con una sonrisa.

—Pero podría serlo.

—Claro, claro... —digo, palmeando su hombro haciendo como que le consuelo, pero en ese momento él coge mi mano y tira de ella, pegando mi costado al suyo y pasando mi brazo por su hombro.

Me aparto de inmediato, sonrojada, y él suelta una risita. Maldito Louis Smeed, ya está jugando otra vez.

Estoy bastante segura de que Louis sabe que me gusta, o al menos que me siento un poco intimidada con su actitud, y se lo pasa genial haciéndome sonrojar. Y ha sido así desde que entré en la adolescencia y empezó a bromear conmigo de esta forma.

Suspiro, pasándome una mano por el cabello, y sigo caminando, ignorando a Louis, quien viene detrás de mí. Las cosas se han puesto un poco tensas de golpe, la conversación ya no fluye tan fácilmente como parecía hacerlo hace un rato, y todo por culpa de un gesto tan simple, pero que tiene tanto detrás.

Al cabo de unos minutos de caminata silenciosa, pasamos por delante de un bar, con un gran cartel luminoso, y Louis se para.

—Venga, te invito a una cerveza —propone.

—De eso nada —digo, y su cara adopta una expresión de decepción—. Esta vez invito yo.

Louis sonríe y entramos en el bar, yendo directamente hacia la barra. Me apoyo sobre ésta, y él hace lo mismo a mi lado para esperar a que nos atiendan. La verdad es que me apetece bastante una cerveza ahora mismo, las cosas están un poco tensas y creo que irá bien para relajar el ambiente, y para relajarme a mí misma.

—Hola guapa, ¿qué te pongo? —me pregunta el camarero, con una deslumbrante sonrisa, cuando por fin nos atiende.

—Dos cervezas, por favor —le pido, y el chico me guiña el ojo antes de agacharse para coger las dos botellas y tendérmelas.

Pago el importe correspondiente y cada uno cogemos nuestra cerveza. Louis está callado, parece pensativo, y cuando se sienta en el sofá del fondo del bar, que tiene una mesa delante, por fin habla.

—¿Por qué los camareros siempre ligan con las chicas? —pregunta, intrigado—. A mí nunca me dicen nada.

Y yo que pensaba que estaba reflexionando sobre algo profundamente.

—Imagen, supongo —me encojo de hombros—. A muchas chicas les vuelve locas pensar que el camarero les está tirando la caña.

—Pero a tí no —observa.

—A mí no —afirmo, y quiero decirle que cómo se supone que voy a fijarme en el camarero teniéndole a él a mi lado, pero no puedo decirlo, no debo.

Doy un trago a mi cerveza, observando a las personas que hay en el local para distraerme un poco de mis pensamientos. Siempre me ha gustado observar a las personas, por muy raro que suene. Me pregunto qué harán, a dónde irán, me pregunto si estarán confusos, si estarán tristes, si aunque sonrían, por dentro estarán sufriendo. Me pregunto si se sienten como yo, o si sus sentimientos son algo tan diferente que no puedo llegar a entenderlo.

—Eres tan rara —suelta Louis de repente, y salgo de mi ensoñación para mirarle, levantando una ceja.

—Vaya, gracias.

—No, de verdad —dice—. No eres como ninguna chica que he conocido nunca, sin contar a Alice, claro está, pero me refiero a que tú buscas cosas muy diferentes a las que buscan las demás chicas. Es como que, todas las personas que he conocido buscan tener una relación estable, ganar dinero, tener muchos amigos y luego casarse, tener hijos y todas esas cosas, y eso me aburre soberanamente. Pero entonces llegas tú, y eres tan indescifrable que no sé ni qué quieres. ¿Qué es lo que buscas del mundo, Deena?

Frunzo el ceño, extrañada por todo este discurso que me ha soltado, pero en cuanto veo su botella de cerveza ya casi vacía, lo entiendo. El alcohol nos pone filosóficos, aceptémoslo.

Y luego está su pregunta. ¿Qué busco del mundo, de la vida? Ojalá lo supiera. No, no busco tener una relación estable, busco estar con alguien a quien ame sin forzar las cosas, aunque no sea algo "estable". No me importa el dinero, en cuanto a amigos, con Alice y los chicos del bar ya tengo suficiente, no soy de esas personas que necesitan estar rodeadas de muchas personas para ser feliz, de hecho disfruto mucho estando sola.

—No lo sé —contesto, honestamente—. Quizás no busco nada, solo voy encontrándome con cosas.

Él inclina su rostro hacia un lado y achina los ojos, como si me estuviera analizando.

—Interesante.

—Y tú, ¿qué buscas? —le pregunto de vuelta, y doy otro trago a mi cerveza.

—Muchas cosas —se encoge de hombros, y se levanta para ir a buscar otra cerveza.

— o —

—Mañana voy a estar tan hecho mierda —dice Louis entre risas mientras caminamos hacia el hotel, al que ya casi estamos llegando.

—Como vayas a buscar a Noah con resaca, Alice y Nate te van a matar —contesto, y él ríe todavía más.

—Les diré que tú me obligaste.

—¡Yo no te he obligado a nada!

—No, pero no podía rechazar una cerveza contigo —sonríe, y me guiña un ojo.

—Lo has propuesto tú —le recuerdo, sin intentar ocultar mi sonrojo. Siempre puedo culpar al alcohol de que mis mejillas estén rojas ahora mismo.

—Ya, pero si no quiero que mis hermanos me maten, voy a tener que echarte la culpa a tí.

—Yo sé que ellos te quieren, no mucho, pero te quieren —bromeo.

—¿Y tú? —me pregunta, y le miro con una ceja levantada, sin entender a qué se refiere—. ¿Tú me quieres, Deena?

Casi me atraganto con mi propia saliva cuando dice eso. ¿Cómo puede preguntarme algo así? Sé que para él es un juego, probablemente sólo quiere ver cómo reacciono para alimentar su ego, pero yo lo paso mal.

—Eres el hermano de mi mejor amiga, te conozco de hace años, me caes bien —contesto, y afortunadamente en ese momento distingo el edificio del hotel.

—Tú no me caes bien —dice y le miro, sorprendida.

—Vaya, gracias —murmuro, algo dolida por sus palabras.

Sé que es una broma, pero me duele de todos modos. Joder, soy demasiado sensible, demasiado débil.

—Es mucho, mucho más que eso —dice, acercándose a mí, y yo por inercia empiezo a caminar hacia atrás hasta que quedo arrinconada contra la pared.

Qué situación tan cliché.

—Louis... ¿qué haces? —le pregunto, con la respiración acelerada.

—Algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo —murmura, cada vez más cerca de mis labios, hasta que los junta con los suyos.

Todos mis sentidos se nublan y lo único que siento son los labios de Louis sobre los míos en una presión leve que luego vuelve a repetirse varias veces, hasta que su boca se entreabre y profundiza el beso con mi permiso. Me permito disfrutar del beso unos segundos, pero luego le aparto, sintiendo cómo al salir de esa especie de trance provocado por su beso, el enfado y la decepción se apoderan de mí. Al fin y al cabo, él está ebrio. Si no lo estuviera, no haría esto.

—Puede que esto sea un juego para tí, Louis, pero para mí no lo es, así que no vuelvas a hacer eso —digo, enfadada, y dejo a un anonadado Louis ahí de pie mientras entro al hotel, sintiendo una abrumadora mezcla de emociones que de seguro no me va a dejar dormir ésta noche.

Jodido Louis y su manera de volverme loca.



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