28

Abro los ojos de golpe, notando una sensación rara en el estómago y la boca seca. Es de madrugada, todavía no ha salido el sol teniendo en cuenta que la única luz que entra a través de las cortinas es la de la farola que hay delante de la ventana.

Mis sentidos terminan de despertarse y es entonces cuando vuelvo a escuchar el ruido que me ha despertado: gritos.

No son gritos muy fuertes, de hecho son más como gemidos de dolor. Mi corazón se acelera y me levanto de la cama. Voy al salón caminando sigilosamente, un poco asustada por lo que pueda encontrarme, y casi se me corta la respiración al ver a Frank temblando encima del sofá. Corro hasta arrodillarme delante de él, y me alivio un poco al ver que está dormido, está gritando por una pesadilla.

Pongo mis manos en sus hombros y lo sacudo levemente, temiendo despertarle demasiado de golpe y que se asuste. Él no despierta ni reacciona en absoluto a mi tacto, así que lo sacudo con un poco más de fuerza.

—Frank —lo llamo en voz alta, pero sin llegar a gritar—. Frank, despierta.

Sus ojos se abren de golpe y empieza a respirar agitadamente, recobrando aire como si acabara de hacer un gran esfuerzo físico. En cuanto me reconoce, se abraza a mí con fuerza, como si fuera su salvavidas. Está temblando, y paso mis manos por su espalda para apretarlo contra mí.

—No pasa nada, estoy aquí —le tranquilizo, acariciando su cabello empapado por el sudor.

—N-no te vayas —me pide en un murmuro.

—No lo haré. —Niego con la cabeza, y él deja de temblar un poco.

Cuando parece que ya está más calmado, me levanto del suelo y lo ayudo a levantarse dándole la mano. Él la agarra y se levanta con un poco de dificultad. Lo llevo hasta mi habitación y lo ayudo a tumbarse en mi cama. Una vez tumbado, se abraza a sus piernas como si estuviera muriendo de frío, así que lo tapo aunque ya empiece a hacer calor, y me echo a su lado.

—Gracias. —Su voz es un susurro casi impredecible, pero sonrío y me quedo a su lado hasta que vuelve a quedarse dormido.

Cuando su respiración se normaliza y sé que se ha dormido, me levanto de la cama y voy a prepararme un vaso de leche caliente. Estoy preocupada por Frank, y cada vez más. Sé que pasar de consumir alcohol y cocaína casi todas las noches a dejarlo de golpe tiene que ser durísimo y evidentemente tiene efectos secundarios, pero por algún motivo me pensaba que sería más fácil de llevar. Evidentemente voy a estar a su lado pase lo que pase, aunque no sea el padre de mi hijo o hija sigue siendo mi mejor amigo, y voy a estar ahí para él.

Me siento en el sillón con mi vaso de leche entre mis manos y cojo el libro que he estado leyendo últimamente, "Cien años de soledad". Empecé a leerlo porque era un clásico, y la verdad es que me está gustando bastante. Me sumerjo entre las páginas del libro, intentando desconectar un poco de mis pensamientos, y sigo leyendo hasta que veo a través de la ventana que el sol empieza a salir.

Despierto lentamente, notando dolor cuando muevo el cuello. Me quedé dormida en el sillón casi sin darme cuenta, de hecho ni siquiera dejé el libro sobre la mesa, ya que está en el suelo, seguramente se me cayó cuando me dormí. Tengo una manta encima que no recuerdo haberme puesto, por lo que supongo que habrá sido Frank.

La casa está sumida en un silencio que últimamente se ha vuelto usual. Teniendo en cuenta lo de la manta, supongo que Frank estará despierto. Justo cuando lo pienso, se abre la puerta del piso y entra él, con el rostro bastante más animado de lo normal.

—Oh, hola, ya te has despertado —dice al verme, y asiento—. Deberías haber dormido tú en la cama, Dee, no es bueno para el embarazo que duermas incómoda.

—Bueno, no planeaba dormir en el sillón. —Me encojo de hombros y él sonríe.

—He ido a entregar currículums por ahí, espero que me salga algo pronto —me informa.

—Eso es genial —contesto, orgullosa de que esté mejorando cada vez más.

Hace ya una semana que supimos los resultados de la prueba de paternidad y, aunque al principio Frank parecía desanimado, ahora está mucho mejor. Está recobrando el control de su vida, y eso me hace feliz.

Me preocupaba que el hecho de estar dejando de tomar drogas y alcohol le afectara demasiado, pero quitando lo de las pesadillas y el temblor de su mano, parece que no va a recaer.

—También he quedado con Jen —dice, sentándose en el sofá y mirándome con precaución.

—¿Con Jen? —Frunzo el ceño— ¿Para qué?

—Me envió varios mensajes, y he pensado que tenía que dejarla definitivamente cara a cara —me explica—. Yo pensaba que ni se acordaba de mí y con eso ya no estábamos juntos, pero parece que se fue de la ciudad varios días.

—Entonces, ¿ya no estás con ella?

—No. —Niega con la cabeza, satisfecho— No me hacía ningún bien. Además, me irá bien estar solo un tiempo.

—Probablemente —concuerdo con él.

—¿Hoy trabajas? —me pregunta.

—Sí. —Suspiro al pensar en el trabajo.

—Vaya mierda —se queja—. Als ha dicho que nos invitaba a cenar.

—¿Has hablado con ella?

—Sí, me ha llamado hace un rato. Supongo que iremos solo ella y yo, entonces.

Comemos en casa mientras Frank me cuenta sobre las tiendas y bares donde ha ido a dejar currículums. A las cuatro y media, tras una merecida siesta, salgo de casa en dirección al restaurante.

Al parecer esta noche tenemos muchas reservas, porque nada más llegar Duncan ya está metiendo presión para preparar las mesas y empezar a encender la cocina.

Las dos primeras horas pasan relativamente rápido, es el mismo trabajo de siempre, pero a las siete y media Tim viene a hablar conmigo.

—Deena, hay una mesa en la que han pedido especialmente que les atiendas tú —me informa, y frunzo el ceño—. Es la mesa cuatro.

—Está bien, voy —contesto, intrigada.

Voy caminando hacia la mesa cuatro, pero mucho antes de llegar ya distingo una familiar cabellera azul al lado de una mata de pelo rizado recogido de cualquier manera en una cola.

Los muy hijos de perra han venido a cenar aquí.

Ruedo los ojos y voy hacia la mesa. Ellos me reciben con una sonrisa triunfal, y yo les doy los menús fingiendo una gran sonrisa porque no quiero que Duncan me vea pareciendo antipática con los clientes.

—¿Qué hacéis aquí? —les pregunto en un susurro.

—Cenar —contesta Alice, mirando el menú como si nada.

—Tranquila, mujer, que invita Alice —me dice Frank.

—Ah, si aún encima tendría que invitaros. —Levanto una ceja, y Frank se echa a reír— Bueno, decidme qué queréis para beber, que tengo mucho trabajo.

—Qué camarera tan borde —le comenta Alice a Frank, como si yo no estuviera ahí—. Pediré la hoja de reclamaciones.

—En serio, chicos —insisto.

Ojalá pudiera estar un rato con ellos, hace tiempo que no nos reunimos los tres, pero tengo mucho trabajo y mi jefe seguro que me lo reprocha.

—Bien, pues ponnos dos cervezas —pide Als, y miro a Frank.

—Yo tomaré solo agua —dice el chico, y Alice levanta las cejas.

—¿Frank pidiendo agua? —pregunta Alice, mirando a todos lados— ¿Qué es esto, un sueño? ¿Como en"Origen"?

—No me apetece beber hoy —se excusa, reafirmando el hecho de que no quiere que Als sepa de sus adicciones.

—Menudo debilucho estás hecho —se burla la peliazul—. A mí ponme una Guinness.

Apunto la Guinness y el agua en mi bloc y voy hacia la cocina.

—Torres. —La voz contundente de Duncan me para— Aunque vengan tus amigos, estás en el trabajo y no puedes distraerte.

—Lo sé, no volverá a ocurrir —le aseguro, aunque me da rabia.

Más de una vez me he sorprendido imaginándome a Duncan muriendo de formas dolorosas, es el típico jefe cabrón e insensible y nadie lo soporta, pero no voy a permitir que hoy me amargue el día. Me consuela saber que en unos meses cogeré la baja por maternidad y no lo veré en un tiempo.

Los chicos cenan bien, y hablo un poco con ellos cuando Duncan no mira. Me gusta que estén aquí porque me recuerda a los viejos tiempos, cuando éramos siempre nosotros tres, y me da esperanzas de que todo vaya mejor entre nosotros.

Cuando terminan de cenar deciden esperarme hasta que termine mi turno, así que les dejo quedarse en una de las mesas de fuera fumando y jugando a cartas, ya que hay bastantes mesas vacías y a Duncan no le importará.

Cuando por fin termino, me quito el estúpido uniforme y salgo del local. Al verme, Alice apaga su cigarro en el cenicero y le quita a Frank el suyo para hacer lo mismo.

—¡Hey! —se queja él.

—Ni "hey" ni mierdas, vienen Dee y el pequeño o pequeña Smeed, no podemos contaminarlos con nuestro humo —le reprocha ella.

—Ya está siendo una tía obsesiva, prepárate para cuando nazca —me dice Frank, y río.

—Además, ¿quién te ha dicho que su apellido será Smeed? Yo me apellido Torres —le digo a Als, y ella chasquea la lengua.

—Vas a extinguir al clan Smeed —dice de forma dramática—. Nah, ya lo hablarás con Louis, ¿has hablado con él?

—Hoy no, iban a hacer una excursión cerca del Himalaya —le explico.

—Les diré que me saluden al Yeti —bromea, y Frank se echa a reír.

—¡Bieeenvenidos al Himalayaaa! —exclama el chico, imitando la escena de "Monstruos S.A."

—Estáis fatal. —Niego con la cabeza, sonriendo.

Echaba de menos esto.

________
LO SIENTO

Llevo mucho sin publicar deoh he estado tan ocupada. Sé que os sigo debiendo un maratón, intentaré tenerlo listo este fin de semana.

Otra cosa: he decidido que no publicaré más capítulos de "Descubriendo a Alex" hasta que acabe esta novela. Quedan unos 10-12 capítulos para que acabe "Esperando a Louis", y quiero centrarme en esta novela.

Nos leemos pronto,
Claire

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top