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Vuelvo de trabajar sintiéndome muy cansada, hoy he tenido que hacer horas extra y quedarme en el restaurante hasta las dos de la madrugada. En realidad no me va mal, prefiero estar trabajando que quedarme en casa sola comiéndome la cabeza.
Me gusta ser camarera, es un trabajo que no exige mucho —aunque tengo que estar muchas horas de pie— y la paga no está nada mal, pero a veces me siento tan vacía... Me he planteado varias veces retomar mis estudios de Veterinaria, ya que al haber hecho dos años de universidad sólo tendría que hacer dos más, y realmente es una profesión que me gustaría ejercer, pero siempre hay algo que me tira atrás.
Me pongo el pijama y me echo a dormir, ya que mañana he quedado para comer con Alice y tendré que despertarme temprano para limpiar un poco la casa, ya que hace demasiado que no lo hago.
Tengo ganas de hablar con Alice, aunque la vi hace un par de días, pero siento que necesito hablar con alguien sobre todo lo que está jodiendo mi cabeza. Todavía no voy a decirle nada sobre lo que siento por su hermano, pero ella ya sabe que amo a alguien y que la cosa está difícil.
A la mañana siguiente me levanto más tarde de lo que planeaba y, tras darme una ducha y ponerme ropa cómoda me dedico a limpiar el piso durante más de dos horas.
Cuando por fin termino, me cambio y me preparo para ir a ver a Alice. Hemos quedado en un pequeño restaurante mexicano cerca del piso de Liam y Alex, donde Alice está viviendo temporalmente, ya que ella necesita salir un poco y a mí tampoco me iría mal salir de casa a hacer algo que no sea trabajar.
La calle está vacía, algo raro siendo sólo las doce del mediodía, pero lo agradezco ya que me permite fijarme en cosas, me permite pensar más claramente. Pero en cuanto salgo de la calle en la que vivo, me encuentro con la abarrotada avenida, llena de gente que viene y que va, haciendo su vida, ajenos a la de los demás. Agacho la cabeza y camino entre la gente, bajo el cielo nublado que amenaza con llover de nuevo. Me fijo en mis pies, que chapotean en los pequeños charcos que formó la lluvia de ayer, y pido perdón de vez en cuando, cuando me choco contra alguien por no estar mirando hacia adelante.
Llego al restaurante al cabo de quince minutos que han pasado demasiado rápido, y me sorprendo al ver que Alice ya está ahí, sentada al lado de la ventana con los pies subidos en la silla, quedando sus rodillas pegadas a su pecho, y observando a la calle. Ella no suele llegar temprano a los sitios, de hecho creo que es la primera vez en trece años de amistad que ella llega a la hora cuando quedamos.
—Mira a quién le ha dado por llegar temprano —digo, sonriendo, y el delgado rostro de Alice se gira hacia mí.
Ella me devuelve la sonrisa, pero sigue sin ser una sonrisa completamente feliz, como las que tuvo cuando estaba con Noah y Liam. Ahora al menos ha recuperado a Liam, aunque Noah es otro asunto...
Me siento en la silla que queda justo enfrente de ella, y Alice se sienta bien.
—¿Cómo estás? —me pregunta, y levanto una ceja.
—Eso debería preguntártelo yo —le digo.
—Pero ya sabes cómo estoy, sigo igual que hace dos días —contesta—. Bueno, en realidad no... tengo buenas noticias.
—¿Y a qué esperas? ¡Cuéntamelo!
—En cinco días Liam y yo nos vamos a Los Ángeles —me explica—. Liam y los gemelos conspiraron a mis espaldas.
—Tienes una suerte de tener a Liam —suelto de repente, en realidad me ha salido involuntariamente, pero no es ningún secreto.
—La verdad es que sí —asiente—. No sé qué habría sido de mí sin él, me ha ayudado en tantas cosas...
En ese momento viene la camarera a tomarnos nota, y tras pedir unos nachos para las dos, la mujer nos trae una botella de agua y vuelve a desaparecer dentro de la cocina.
—Me gusta este lugar —comento—. Vine una vez con mis padres.
—¿Cómo están? —me pregunta Alice, llenando su vaso de agua.
—Bien, como siempre —me encojo de hombros—. Volvieron de Cuba hace una semana.
—Qué bien viven —ríe—. Oye, en realidad quería hacerte una propuesta.
—Dispara —digo, interesada.
—Sé que lo estás pasando mal con todo lo de Frank, y con lo que sea que signifique lo que me dijiste en la fiesta —explica, refiriéndose a cuando le conté que estaba enamorada de otra persona—. Necesitas despejarte, y yo necesito a mi mejor amiga en un momento difícil, así que ¿por qué no vienes a Los Ángeles?
Levanto las cejas, sorprendida. No, no me esperaba que me propusiera esto. Realmente pensaba que ahora que Alice tiene a Liam mi papel en su vida ya no era tan importante —algo que no me molesta, simplemente constato un hecho—, así que sí, estoy sorprendida.
—Als, no tengo dinero para ir a Los Ángeles.
—Pagan mis hermanos, se lo he propuesto y me han dicho que les parece bien —explica.
—No, no voy a aceptar dinero de tus hermanos —niego con la cabeza, y la camarera nos trae los nachos.
—Ay, por favor, mi padre les da algo de dinero al mes —dice, cogiendo un nacho del plato—. Ni siquiera lo necesitan, pero supongo que lo hace para sentirse bien consigo mismo. La cosa es que el dinero de los billetes teóricamente es de mi padre, quien es el malo de esta película, así que podemos aprovecharnos de él.
—Eres tan retorcida y malvada... pero está bien, en ese caso acepto.
Ella sonríe honestamente, y seguimos comiendo y hablando de banalidades hasta que llega la hora de marcharnos.
Hoy no trabajo, y he quedado con Frank para ir al Arkham, tal y como le prometí, pero primero debo ir a casa a cambiarme de ropa.
Cuando salimos del restaurante, algunas gotas de lluvia ya han empezado a caer, así que saco mi paraguas del bolso y lo abro, anticipándome a la tormenta que seguramente está por caer. Me despido de Alice en la misma puerta, ya que tenemos que tomar direcciones opuestas, y voy hacia mi casa mientras el cielo empieza a llorar sobre las calles de Londres.
— o —
—¡Deena! —exclama Kathy, abrazándome—. ¿Cuándo has llegado? No te he visto entrar. ¡Hace tanto que no vienes por aquí! Ni tú ni Frank, y ahora estáis aquí los dos, ¿es una cita?
Me río incómodamente, al igual que Frank, pero ahora no es momento de darle explicaciones, así que dejamos esa risa como nuestra única respuesta. Doy otro trago a mi copa, bien cargada de ron, y me levanto de la mesa para ir a bailar. Frank no dice nada, simplemente se queda bebiendo.
Antes de que empezáramos a salir, él seguramente habría salido a bailar conmigo, habríamos ido a fumar afuera, nos habríamos hecho un par de rayas de coca en el lavabo, pero ahora cualquiera de estas cosas nos haría sentir incómodos. Porque ya no es sólo mi mejor amigo —o ex mejor amigo, mejor dicho—, ahora es el chico del que me enamoré, el chico al que besé, con el que me acosté, el chico que fue mi novio durante pocos meses, el chico con el que viví y dormí. Y eso es una mierda.
Sé que arrepentirse no sirve de nada, pero si sirviera de algo a lo mejor sí me arrepentiría de haber salido con Frank. Sí, fuimos felices mientras estuvimos juntos, pero ahora he perdido a mi mejor amigo, y dudo que las cosas vuelvan a ser como antes. Todo ha cambiado tanto, y aunque sé que para algunos ha cambiado a mejor, no puedo evitar que me duela. Echo algo de menos a Alice, ella solía ser el alma de la fiesta, pero en realidad me alegro de que ella haya salido de este mundo que solo la perjudicaba.
Suspiro, intentando dejar de darle vueltas a la cabeza, y voy a bailar con Kathy al ritmo de una canción de punk rock cuyo nombre no sé, pero conozco la letra entera. Lo que tiene haber frecuentado mucho este tipo de bares. Ella ríe y me abraza, y seguimos bailando durante un buen rato, y luego voy a por una bebida, y vuelvo a bailar, y vuelvo a beber...
Lo siguiente que recuerdo es estar esnifando una raya de cocaína con Diego y Chris en los baños, y luego recuerdo presionar el icono de la llamada al lado del nombre de Louis en mi teléfono.
—¿Deena? —pregunta, sorprendido, y yo soy incapaz de contestar.
Incluso su voz me da ganas de llorar, llorar de impotencia, porque sé que él no se fijará nunca en mí, para él siempre será un juego el hacerme sonrojar por sus frases salidas de tono, a él le parece jodidamente divertido pero yo ya no puedo más.
Termino la llamada y me siento en el suelo del baño, enterrando mi cabeza entre mis piernas.
—Hey, Deena, ¿estás bien? —me pregunta Chris—. ¿Te ha sentado mal? ¿Quieres que avise a Frank?
—No, no le digas nada a Frank —niego con la cabeza, y me levanto con la cabeza bien alta, sintiéndome eufórica de repente. Seguramente sean los efectos de la droga—. Frank y yo ya no estamos juntos.
—¿Qué? —pregunta Diego—. Pero si parecía que estabais bien.
—Pero no lo estábamos —niego con la cabeza—. Nada estaba bien, y ahora todavía menos.
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Hoooolaaa
¡Aquí el segundo capítulo! ¿Qué os parece?
Os recuerdo que esto que está sucediendo en este capítulo pasa cuando Alice está en el piso de Liam, un par de días después de que él la encuentre en esa fiesta y se reconcilien y justo antes de que se vayan a Los Ángeles a buscar a Noah.
¡Hasta el martes que viene!
Claire
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