Joya 5

La razón era del completo entendimiento de Damian. Razón que conocía de sobra y que lo invitaba a no retirarle la vista de encima a Jason. Lo seguía con la profundidad de su verde mirada y sus impredecibles inspiraciones. Observaba sus movimientos, sus atributos, sus gracias y el resto de su figura. Lo hacía clandestinamente mientras Jason se desvestía paulatinamente frente a sus ojos. Por supuesto, el ojiturquesa no remarcaba que era el objeto de admiración de su compañero, quien se retiró a la distancia y sin desearlo o preverlo, comenzó a embobarse con el espectáculo.

Permaneció quieto, aceptando vergonzosamente que aquel esclavo recién comprado había devenido una especie de escaparate personal de sus recuerdos y eso estaba a medias asfixiándolo. Quiso ignorar el hecho, pero incluso él, en presencia de su actuar y su innegable sobreprotección hacia ese desconocido, debía reconocer que algo en el porte de aquel ex soldado, ahora gladiador, le llamaba preferentemente la atención. Y como lo reiteró conforme sus pensamientos se anclaban en su entendimiento, ahora reconocía nostálgicamente la motivación que lo inspiraba a no quitar la vista de la silueta de Jason.

El sol se reflejaba sobre su torneada piel. Jason se movía delicadamente, aseándose con el agua templada de la pilas. Empezó con suaves rocíos sobre sus brazos y sus piernas, luego su cuello y su cara. Arribó un momento donde Damian ya no diferenció la refrescante agua de la pileta del brilloso sudor que le recorría las formas al ojiturquesa.

Con semejantes contoneos, el ojiverde quiso mesurar su pudor y apartar su vista, pero más tardó en parpadear que regresar sus ojos sobre aquella silueta que se perfilaba preparándose para desvestir sus hombros y su pecho. Hecho que protagonizó para frotar suavemente su piel con paños húmedos.

Verlo tocarse, sonreír al sentir la frescura del agua, pasar sus dedos por su cabello, cabello negro que se ajustaba perfecto a su mirada aguamarina, cuyo reflejo del agua se impregnaba mágicamente en sus ojos, todo aquello, aunado a la delicadeza del trato a su propio cuerpo, empezó a rodearlo en un manto de sensaciones que temió olvidar. La imagen de Jason inició una especie de invasión a sus recuerdos. Tan profunda que le fue imposible no dejarse caer en la nostalgia que aquella joven figura revivía de sus emociones decaídas.

"Dick..." Pronunció para sí mismo, hundiéndose hechizadamente en aquellos días de antaño, aquellos tan cálidos y armoniosos, tan suyos e íntimos, tan cortos, pero tan arraigados que aún afloraban en su corazón acelerado y en los suspiros que soltaba por él. Aquellos donde despreocupados, recorrían los senderos tomados de la mano, bebían juntos hasta perder la consciencia y compartían el lecho soñando uno al lado del otro. Mismos en los que se entregaron el alma desde que se conocieron y se apoderaron de sus cuerpos al final de sus noches. Sin dudar o temer a los arrepentimientos, para Damian; los mejores de toda su vida en conjunto.

"Te extraño..." Se dijo el ojiverde dibujando una sutil sonrisa en su rostro, suspirando en tanto destensaba sus hombros y se acomodaba en ese rincón bajo el único árbol en la periferia de las piletas. "Amor..." Pensó entristeciéndose mientras atraía a su memoria cada uno de los momentos que pasó en compañía de aquel hombre llamado Richard.

Entre destellos melancólicos, rememoró a aquel muchacho de ojos color del cielo y cabello azabache. Revivió en su memoria sus tenues gestos amables y sus sonrisas que disipaban cualquier dolencia. Construyó en sus evocaciones todas esas veces que lo miró a detalle guardando en su temple cada una de sus maneras y sus gracias. Se concentró en tal medida que comenzó a soñar despierto. Lo vio sonreírle, reírse de sus comentarios, acercarse cauteloso para besarlo, dormitar bajo la copa de un árbol, bailar, correr, llamarlo, pronunciar su nombre entre los suspiros sensuales cuando ambos intervenían en la intimidad, caminar juntos a un lado del río, tomar siestas al medio día, abrazarse, acariciarse, amarse. Eran demasiados recuerdos para resucitarlos en el presente. Tantos, que no creyó que le alcanzara la vida para atraerlos a su realidad.

El dulce rostro de Dick lo encandilaba y verlo en sus sueños le era suficiente para seguir. Ésa era su motivación del diario y su único sedante para el inmenso dolor que su ausencia le había dejado. Pensar en él lo mantenía vivo y consagrado en su lucha. Por él, escaparía y volvería a su hogar; por él, soportaría todo y levantaría su espada protegiéndose; por él, no le importaría arrebatar vidas; sólo por él, continuaría en su terquedad para regresar y acompañarlo hasta el último de sus días.

-Dick... -Pronunció embelesado, sumergido en sus memorias, apartado del lugar y del tiempo donde se encontraba-. De verdad te extraño... -Musitó devolviéndose al escenario que lo encadenaba-.

Pero no fue exactamente su voluntad la que lo expulsó de su paraíso, sino el ojiturquesa, a quien veía retroceder mientras era abordado por un trío de hombres repugnantes.

Damian se había apartado dándole espacio para asearse. Se alejó resguardándose en las raíces de un árbol, el cual lo proveyó de sombra y algo de privacidad. No obstante, dejando de lado sus remembranzas o sus observaciones con doble intención, en ningún momento y por su seguridad, le quitó un ojo de encima a su nuevo conocido. Por lo que no le fue ajeno aquel suceso que ciertamente les traería un poco de problemas.

Los hombres, igual en condiciones que el resto de los gladiadores esclavos, se aproximaron malintencionados a Jason. Al mirarlo retraerse y querer ignorarlos, Damian esfumó sus pensamientos y se puso de pie tensando sus músculos. Avanzó entonces regresando a las pilas de agua. Caminaba absorto, cavilando, analizando a los tipos que invadían el espacio personal de Jason. Observó sus cuerpos vaticinando sus intenciones, sus capacidades y su resistencia a una posible afrenta.

La distancia entre él y ese grupo de entrometidos iba disminuyendo. Damian apretó sus puños rechinando sus dientes. Miró la escena frente a sus ojos, y le bastó atestiguar cómo uno de ellos sujetaba la muñeca de Jason jalándolo para apresurarse y correr. Entonces, se abalanzó con todas sus fuerzas en calidad de ataque.

No obstante, Jason se las arregló ágilmente para hacerse soltar y romperle la quijada al tipo con un movimiento único. Damian se detuvo consecuentemente. Repasó instantáneamente lo que acababa de ver, pero no debió dudar de esa arremetida, pues en cuanto los otros dos remarcaron la embestida y se lanzaron furiosos contra Jason, vio impresionado cómo su compañero se deshacía de las molestias impregnando la lucha con sus habilidades y su fuerza.

Al ojiturquesa le costó un par de bien pensados puñetazos y una ligera evasión para controlar la situación. Eso desconcertó un poco a Damian, pero también admitió que se alegró de saberlo tan poderoso y talentoso para el combate. Iba a sonreír satisfecho, pero ni siquiera tuvo tiempo de reconocerle la victoria, cuando dos pares más de bravucones importunaron el buen ambiente.

Uno de ellos cubrió las espaldas de Jason empujándolo desmesuradamente. Con esa desleal entrada, el ojiturquesa perdió el equilibrio trastabillando. Hecho que no pasó desapercibido por los otros tres, quienes encajaron sus puños en la cara de Jason causando su encuentro con el suelo. El muchacho aterrizó golpeándose el costado, queriendo recobrarse para defenderse, pero al intentar levantarse, el más grande de ellos se postró encima sujetando las muñecas de Jason inmovilizándolo al instante.

-Es la clásica bienvenida para los niños bonitos como tú... -El tipo habló inclinándose, lamiendo la mejilla del chico atrapado-. Relájate y acepta nuestros saludos... -Agregó levantando su vista, dando instrucciones a los otros tres para que comenzaran a rodear a Jason-.

-¡Que ni se te ocurra, maldito cerdo! ¡Suéltame! –Reclamó el ojiturquesa forcejeando-.

-¡Ni loco! ¡Eres realmente hermoso, ¿por qué desaprovecharía esta oportunidad?! –Habló llevando su tosca boca hacia el cuello de su víctima, quien se retorció luchando contra aquella corpulenta masa-.

-¡Ni lo sueñes, imbécil! ¡Suéltame! –Exigió pataleando, moviéndose agresivamente para hacerse soltar, pues la pegajosa sensación que le dejaba el sujeto sobre su piel lo estremeció hasta enloquecer-. ¡NOOOOOOOOO! ¡DÉJAMEEEEEEE! –Gritó como signo de desesperación-.

Evidentemente, ese grito llamó considerablemente la atención de otros hombres no muy apartados de las pilas, quienes curiosos comenzaron a acercarse.

-¡DÉJAMEEEEEEEE! –Repitió Jason doblando sus esfuerzos para liberarse-. ¡NOOOOOOO!

-¡DIJO QUE LO SOLTARAS! –Anunció Damian arribando con una patada como presentación-.

La cual se incrustó al costado del gigantesco hombre, y cuya inercia lo lanzó apartándolo inmediatamente del ojiturquesa. El muchacho recién llegado se apresuró a tomarle las manos para levantarlo.

-¿Estás bien? –Le preguntó jalándolo suavemente para colocarlo detrás de él-.

-S-sí... -Respondió Jason dudoso, anonadado por esa intervención inesperada-.

-¡¿Tú quién demonios eres?! –Exclamó uno de los ultrajadores-.

-¡Soy quien te quitará la vida si no lo dejas en paz! –Contestó Damian arrebatado en el tono de su voz-.

-¡No te metas! –Le reclamó otro más, pero acompañando su orden con un claro ataque-.

Damian frunció el ceño enterrando sus uñas en su palma. Se perfiló para recibir aquel embiste, pero reiterando su sorpresa y su escepticismo, Jason se interpuso bloqueando el asalto, aprovechando para devolver el ataque y derribar al agresor. Damian abrió sus ojos impresionado, dejando actuar a su compañero con suma libertad. De cualquier modo, aunque quisiera ayudarlo, Jason ya había adelantado su paso para eliminar a todos aquellos que buscaron problemas.

Se desplazó ágil y sin titubear, alargando sus brazos para que sus estacazos arribaran al lugar indicado. Desplegó sus habilidades acabando con cualquiera se le pusiera enfrente. De ese modo, Jason se mantuvo hasta ya no ver opositores. Terminó ofuscado y tenso, pero considerablemente satisfecho por ver a sus agresores en el piso.

Jadeaba en tanto retomaba su posición junto a Damian, se peinaba un poco el cabello y atoraba sus respiros al pasar saliva, siendo esos últimos gestos las pautas que le dieron al ojiverde algunos instantes para observar sus aguerridas facciones y su postura propia de un soldado experimentado y talentoso.

-¡Váyanse a la mierda! –Exclamó Jason extendiendo la prenda que llevaba atada en la cintura, cubriendo su pecho y sus hombros-. ¡No vuelvan a meterse conmigo! –Acuñó sacudiéndose la ropa y sus brazos-.

Entonces, levantó su mirada buscando a Damian. Luego de ver su incrédula expresión, se interrogó las causas de su mueca inquisidora.

-¿Qué pasa? –Le preguntó posando su mano sobre la ajena-.

-¿Qu-qué...? –Expresó el ojiverde extrayéndose de su fascinación-.

-¿Estás bien? –Inquirió Jason insistiendo con su mano-.

-Claro... -Musitó Damian sonriendo con las cejas levantadas-. Y veo que tú... -Estuvo a punto de comentar algo más, pero el barullo que se aproximaba hacia ellos lo sacó de su zona apacible-. Es mejor si nos vamos... -Anunció devolviendo el gesto del ojiturquesa, siendo ahora él quien le tomaba la mano y lo jalaba para sacarlo del patio-.

No les importó pasar por encima de los caídos, ni empujar a los testigos que se habían acumulado en esos santiamenes que duró la pelea. Se abrieron camino serpenteando entre más personas hasta verse adentrados en las celdas techadas del recinto. Damian continuó jalando a Jason apretando cada vez más fuerte su mano. Se internaron en los obscuros corredores sin detenerse. Ya estaban tan metidos que las antorchaban encendidas remplazaban a la luz solar.

Los inquilinos más antiguos los miraban atravesar el corredor. Los vieron cruzar presurosos y decididos. Por supuesto, ninguno de ellos siquiera mostró interés en los nuevos agregados, quienes seguramente buscaban un lugar dónde descansar. Por lo que se indignaron en dirigirles alguna palabra o dedicarles al menos un gesto. Solamente se volvieron a lo que sin remedio estaban haciendo.

Damian no se detuvo hasta casi llegar al fondo del corredor. Ahí, encontró una celda vacía con una cama improvisada de paja y desocupada. No dudó en adentrarse y apropiarse de aquel humilde recinto.

Una vez en el interior, se ocupó de cerrar la reja y depositar a Jason lo más alejado que pudo de las barras. Lo soltó sólo hasta asegurarse de que el ojiturquesa se sentara sobre aquel montón de hojarasca.

-¿Qu-qué... qué fue todo eso? –Inquirió Jason confundido-. ¿Por qué huimos? No hicimos nada malo, nosotros no iniciamos la riña...

-Lo sé, pero ya oíste lo que Slade dijo... Es mejor si nos mantenemos al margen. Aquí nadie está exento de una paliza para asegurarse la victoria el día de mañana en la arena. –Respondió Damian mirando paranoicamente fuera de la celda-.

-Pero...

-Aquí no podemos confiar en nadie. Si alguien dentro de esa muchedumbre hubiera aprovechado la oportunidad, créeme, no habría dudado en lastimarte... O peor aún... matarte.

-Bueno... yo... No lo habría permitido. –Musitó Jason cabizbajo-.

-¿En serio? –Expresó Damian burlonamente, abandonando la reja para sentarse junto al otro ocupante-.

-¡Por supuesto! ¡Lo acabas de ver, ¿no?! ¡Yo solo los vencí a todos mientras tú mirabas! –Respondió altaneramente, riendo al final de su oración-.

-¡¿Qué?! ¡Claro que no! ¡Yo vi perfectamente cómo te derribaron y estaban a punto de usarte como un vulgar agujero!

-¡Cállate! –Exclamó Jason ruborizado-. ¡Eso fue un descuido, pero yo lo habría vencido sin tu ayuda!

-¡Sí, claro! –Habló socarronamente, sonriendo en tanto buscaba fastidiar a Jason con su actitud pueril-.

Jason admitió su derrota con la verdad expuesta. Sonrió también, pero en menor medida que Damian. Muy pronto su alegre expresión cambió a una taciturna y un poco preocupada.

-Gra-gracias por ayudarme otra vez... -Habló casi susurrando-.

-¿Ahora lo admites? –Preguntó Damian irónico-.

-Sí... y de verdad, gracias... -Pronunció entristeciéndose con cada palabra emitida-.

Su apagado ánimo fue difícilmente ignorado por el ojiverde, quien terminó también desapareciendo su sonrisa.

-Bueno... no es para que te pongas así... -Enunció Damian condescendientemente, estrechando la distancia de sus hombros-. Si quieres no vuelvo a ayudarte... -Ofreció en un mal intento por mejorar la moral aparentemente abatida del ojiturquesa-.

-No, no es eso... -Explicó Jason levantando su cara-. De verdad te lo agradezco, es que... -Se pausó al ver tan de cerca la mirada esmeralda de Damian, cuyos iris brillaron como la noche anterior en la carreta-.

Sus orbes reflejaban perfectamente la luz opaca de las antorchas, transformándola en una reluciente centella lumínica sobre las joyas que su compañero llevaba por ojos. Mirarlo tan cerca lo atontó un poco. Suspiró balbuceando algunas cosas. Jason se sonrojó inevitablemente sintiéndose enormemente avergonzado.

-Es que... -Quiso retomar la palabra, pero fue interrumpido por el aliento del ojiverde-.

-No te muevas... -Le susurró Damian dulcemente, evitando el letargo de Jason-.

Fue entonces que el ojiturquesa cayó en cuenta de la expresión que su amigo estaba develando. Se concentró tanto en su mirada que no vio su gesto igual de embelesado que el suyo. Lo vio entonces acercar su rostro mientras le pedía que no se moviera.

"Dick..." Pensó Damian cayendo en su propia trampa. Trampa que figuró aquel recuerdo sobre el acompañante que tenía enfrente. Fue tanta la emoción y expectación que sintió al revivir un encuentro con Richard, que a Damian no se le ocurrió otra cosa que ordenarle no moverse para evitar se esfumara su recuerdo.

Con aquella orden, Jason se paralizó confundido e interrogante por ese cambio en la atmósfera. Entreabrió su boca con palpables intenciones de decir algo, pero Damian desapareció el espacio entre ellos con un beso inadvertido y propiamente intencional. Damian no resistió y sacrificó su racionalidad por aquella esperanza de volver a sentir a Dick.

En cuanto sintió sus labios, Jason se estremeció asustándose. Se alejó de inmediato levantándose. Retrocedió un par de pasos hasta toparse con el enrejado. Se limpiaba la boca en tanto quería alcanzar la puerta de la celda.

-¿Jason...? –Inquirió Damian observando su reacción, cayendo en cuenta de la equivocación que acababa de cometer-.

-¡No te acerques! –Reclamó el ojiturquesa posando su mano en la salida-.

-¡No, lo siento! ¡Perdón! –Se disculpó Damian poniéndose de pie, avanzando hacia el muchacho alterado-. ¡Perdóname, lo lamento! ¡No sé en qué pensaba! ¡Lo siento mucho, no quise asustarte! –Insistió alarmado por haberse portado tan egoísta-.

-¡Eres igual que los demás! –Expresó Jason abriendo la reja-. ¡No te me acerques, maldito pervertido! –Habló emprendiendo su escape-.

Apenas dio un paso fuera de la celda y fue detenido por Damian, quien atajó su mano haciéndolo trastabillar.

-¡Jason, no, no te vayas! ¡Lo siento, pero es que me recodaste a alguien! ¡Perdóname! –Se excusó alzando un poco la voz, sin más en qué pensar que hablar con la verdad-. ¡Lo lamento! ¡Lo juro, no quería sobrepasarme contigo, perdón! –Insistió sin soltar a Jason, pero sin forzándolo a quedarse-.

Fue ese tono un poco desesperado en la voz de Damian lo que lo convenció para escuchar sus explicaciones. Jason se detuvo y permitió que el ojiverde lo devolviera gradualmente al interior de la celda. Ciertamente, su voz reflejaba arrepentimiento y algo de melancolía.

-De verdad lo lamento. No quise ofenderte. Perdóname. –Solicitó regresando tiernamente a Jason al cúmulo de paja-. No fue justo para ti. Discúlpame. –Añadió soltándolo, sentándose junto a él-. No quiero que pienses cosas innecesarias. Es sólo que me dejé llevar. Es que te pareces tanto a él. –Habló agachando su mirada, entrelazando sus manos para entretener su nerviosismo-.

Jason no pudo evitar sentir empatía por él. Algo en su personalidad lo invitaba a creerle, a no dudar de sus palabras ni de su gesto. Algo en esa postura retraída le argumentaba que Damian era sincero.

-¡Qué... qué buen truco! –Exclamó Jason burlesco, pero doble intencionado-.

-¿Truco? –Repitió levantando su rostro-.

-Sí, ya sabes... Decirle a un apersona que te recuerda a alguien para besarla... ¡Es bueno!

-¡¿Qué?! ¡Pero no fue un truco! ¡Es la verdad! ¡Creo que desde que te vi, encontré el parecido!

-¡Sí, claro! ¡¿Y por eso has estado ayudándome?! ¡Qué excelente excusa!

-¡Por supuesto que no! ¡Bueno... sí... quizá sí...! –Terminó por confesar, retomando su aprensivo estado, bajando reiteradamente su mirada-.

Sinceramente, Jason no esperaba esa respuesta. Enmudeció nuevamente sus réplicas. Comprendió entonces, ese amable comportamiento que mostró en cuanto se conocieron. Concluyó que ahora todo podría tener sentido, así que decididamente, sólo se concentró en preguntar directamente.

-¿A quién? –Inquirió consciente de lo incómodo que la charla devendría-.

Damian atendió la pregunta con un diminuto sobresalto en sus hombros.

-No creo que haya sido sólo a un amigo, ¿o sí? –Habló Jason picarescamente-. A un amigo no lo besarías así... ¿Quién era entonces? ¿A quién te recordé?

Damian alzó su mentón buscando con sus ojos la reciprocidad de su compañero. Lo enfocó repitiendo el escenario antes del arrebato con sus bocas. Sus encantadoras esmeraldas volvieron a reflejar la luz de las antorchas, pero esta vez, Jason pudo ver un juego de cristalinas gotas inundar su hechizante mirada.

-A mi prometido... -Respondió sin más el ojiverde. Sin matices en sus cuerdas vocales, sin lamentaciones o esperanzas, sólo aquel sombrío gesto que dejaba su significado a interpretaciones abiertas-.

Jason no se permitió otra reacción que la pena. Sintió la aflicción profunda en esa confesión. Desvió sus ojos en señal de empatía.

-Ya veo... -Musitó pensando lo peor-. ¿Entonces él...?

-Está muerto. –Aclaró Damian inmediatamente-.

El oyente tragó saliva estremeciéndose. Aunque no lo reveló propiamente, de verdad se sintió mal por ese hecho. Jason ya no supo qué decir salvo una tenue y protocolaria frase de comprensión.

-Lo... lo siento... -Habló Jason inundando aquel espacio con la demandada afonía-.

Ambos permanecieron en silencio mientras Jason se alejaba un poco y Damian frotaba sus ojos quizá limpiando algunos rastros de su aflicción. De pronto, un suspiro se escuchó de la respiración del ojiturquesa, con ello, su compañero se dio el valor para romper el círculo de reserva. Damian sonrió levemente acuñando un comentario para destensar el aire.

-Descuida, eso fue hace más de tres años. Aún lo extraño, pero... la vida continúa... -Habló impregnando su discurso de solvencia emocional-.

Jason volteó encuadrándolo en sus ojos, entendiendo que trataba de desviar el cauce de su irremediable tristeza, porque era evidente su tierno sentir hacia esa persona que ya no estaba. Lo miró entonces, sin un ápice de lástima, pero con toda la indulgencia del mundo. Le sonrió al ojiverde señalándole el fin de su incomodidad.

-¿Y sabes qué? –Enunció Damian irguiendo su espalda, mostrándose repentinamente animado-. Pienso que eres un exagerado; sólo fue un beso...

El comentario, irónicamente, no fue bien recibido por Jason, quien abandonó el lecho retrocediendo nuevamente.

-¡Cállate! ¡Tú no sabes lo mucho que me molesta ese tema! –Exclamó ruborizándose-. ¡Así que no lo vuelvas a hacer! ¡No soy un objeto, ¿entiendes?! ¡No eres nadie para tocarme de ese modo! ¡Y aunque lo fueras, jamás permitiría esos avances si yo no quiero!

-Jason, relájate, no te lastimé, ¿o sí? –Pronunció extrañado por la ofuscación desmesurada en la respuesta de su acompañante-. Fue sólo un beso. Y no lo haré otra vez.

-¡Más te vale, porque de verdad odio a los tipos que me abordan para eso! –Reclamó enfadado-.

-Sí, lo vi. –Expresó retomando su seriedad-. Esos sujetos quisieron propasarse contigo, ¿cierto?

-¡Son unos imbéciles! A donde quiera que voy, siempre hay estúpidos así. Eso de verdad me molesta. –Habló gruñendo, desviando su rostro y remplazando su ofuscación con cierta inquietud-.

-Pero te defendiste bien... Eso está bien. –Dijo Damian adornando sus palabras en condescendencia-.

-¡Ya cállate, no me gusta hablar de eso! –Exclamó Jason sin mirar de frente-.

-No es para tanto. –Expresó Damian queriendo aminorar el enojo de su compañero-. Es un trato común que reciben algunos esclavos. Sólo reza porque no te toque un amo demente.

Oírlo decir ese nefasto argumento lo sacó de balance. Jason se mordió los labios frunciendo el ceño, deseando ocultar su innegable preocupación.

-¿No es para tanto? –Repitió despectivamente-. ¿Tú qué vas a saber de eso? –Inquirió girándose para darle la espalda a Damian-. Tú no sabes nada. –Musitó mientras llevaba ambas manos hacia su vientre-.

Su acto extrañó sobremanera a Damian. De momento no comprendió ni su comentario ni su postura. De repente lo vio volverse frágil y mostrarse intimidado. Esa actitud levantó un presentimiento en su juicio. De pronto y en consecuencia, a su cabeza llegó un recuerdo que conectaba la sensibilidad de Jason con ese tema y ese sutil movimiento para proteger su vientre.

Damian entonces,  creyó haber descubierto una de las últimas leyendas vivientes. Y aunque en realidad no era posible, también reconoció que aquella posibilidad no era tan lejana a la realidad, por lo que no se limitó a sólo especular. Así reflexionó encontrando argumentos para algo que en esos tiempos ya no era posible.

No se apresuró a sacar conclusiones desacertadas. Caviló unos momentos esas probabilidades antes de levantarse curioso y querer indagar más sobre su acompañante. Abandonó el lecho analizando a Jason de pies a cabeza con sólo un vistazo. Miró sus piernas cerradas, su cadera, su retaguardia, su vientre todavía cubierto por sus manos, su espalda arqueada, su pecho hundido, su cuello tímido y su mentón oculto. No creyó cierto lo que su mente estaba maquinando. Entonces se acercó intencionalmente para corroborar su imposible teoría.

-Jason... ¿acaso tú...? –Murmuró a escasos pasos de colocar su mano sobre el hombro de su compañero-.

-¡Pero tienes razón, me defendí bien! ¡Esos brutos no supieron qué los dejó en el suelo! –Exclamó Jason repentinamente, girando para confrontar a Damian, quien se paralizó mirando el cambio súbito en la corriente de la conversación-. ¡Espero que eso sea suficiente para que no se me acerquen! –Anunció riendo en tanto palmeaba el brazo de Damian y lo esquivaba para lanzarse al lecho de paja-. Pero estoy seguro que los veré en la arena, así que no me preocupo; me desharé de ellos de una forma u otra. ¡Aprenderán a respetarme! –Exclamó estirándose en la cama-.

El ojiverde observó atento aquella actitud. Levantó las cejas permitiéndose algunas reflexiones al respecto.

-Oye, Jason... tú...

-¡Ya no hables, quiero dormir! –Interrumpió el aludido, girándose para ocultar su rostro en el muro-.

No hicieron falta más explicaciones, esa exclamación comprobó lo que el ojiverde llevaba en mente. Aunque mantenía sus dudas y sus reservas con la veracidad de la condición de Jason, optó mejor por dejarlo tranquilo y preguntarle luego; quizá cuando ambos rebozaran de más confianza, y sólo si el ojiturquesa deseaba corresponder la plática, si no, se limitaría a cuidarlo en la medida de lo posible.

Así entonces, Damian entendió de inmediato el bochorno que Jason pudiera estar pasando al hablar sobre su secreto, por lo que suspiró exhalando su insistencia y mejor asintió moviendo su cabeza verticalmente.

Caminó hacia la cutre cama y se recostó a un lado. Jason se sobresaltó al sentirlo queriendo levantarse en consecuencia, pero Damian se lo impidió apoyando el brazo sobre su cuerpo.

-¿Qué haces? –Demandó Jason un poco inquieto-.

-Cuido tu espalda. Tú, duerme... Cuando sea la hora de comer te despertaré. –Anunció levantando su brazo-.

El ojiturquesa volvió a caer en contradicciones. Tartamudeó en un vago intento por replicar, pero al verse despejado de cualquier toque ajeno, no encontró la necesidad de continuar. Agachó entonces su cabeza reacomodándose y enterrando su rostro entre sus brazos.

La lobreguez del lugar les regaló un descanso apropiado. Las antorchas cubrían lo templado del clima, por lo que no pasó mucho tiempo antes de verlos dormir. El silencio se convirtió en su aliado y lo profundo del pasillo les dio privacidad. De ese modo, se cubrieron de intimidad para poder relajarse y despreocuparse por lo que viniera después.

Caso contrario en el palacio, dónde los altos mando y los miembros más poderosos de la corte se regocijaban entre danzas y pláticas acompañadas de música y comida hasta el rincón más alejado. El ala principal los acogió permitiéndoles la convivencia. Todos ahí con la única idea de conocer al príncipe invitado, aquel que desposaría al hijo menor del emperador, el único que podía asegurarles protección en los territorios aun sin conquistar y que les evitaría guerras despiadadas e innecesarias. El mismo que crearía una alianza para compartir su poder y garantizaría paz entre las familias. Sin embargo, a pesar de la imperceptible espera, los asistentes se divertían con todo menos con la compañía del príncipe de oriente, quien todavía no hacía su acto de presencia luego de su desmayo público.

No obstante, lo que todos ignoraban, era que el representante de Azunia hacía santiamenes había despertado, pero no se atrevía a dejar solo a su prometido, cuyo ánimo no le permitía abandonar aquella habitación.

-Al menos dejaste de llorar. –Habló Jaime limpiando los últimos rastros de lágrimas-.

-Su majestad, de verdad lamento todo esto. –Comentó Jon hipando infantilmente-.

-Tranquilo, te entiendo.

-No me malinterprete, por favor.

-No lo haré. Yo pienso igual que tú, pero por el momento no podemos hacer nada.

-Pero...

-Ahora nos están esperando. Es mejor si vamos y calmamos sus impertinentes expectaciones.

-Príncipe Jaime... -Llamó considerando su propuesta, pues en realidad, Jaime no hizo más que tranquilizarlo y convencerlo para que llevaran las cosas más calmadamente con sus mentes frías, proponiendo abordar el tema de su matrimonio hasta que ambos se hubieran tranquilizado-.

-¿Te parece si retomamos esto en la noche, cuando no estemos tan apresurados?

-Pero... ¿usted cree que podamos llegar a un arreglo...?

-Por supuesto... Algo se nos ocurrirá...

-¡Pero ¿y si mi padre no acepta o sus padres no quieren romper el compromiso?!

-No te preocupes, siempre hay opciones.

-¡Pero...!

-Tranquilo... Todo estará bien. –Consoló sonriéndole al más joven-. Además, si no logramos un acuerdo, de verdad no me molestaría casarme con alguien como tú... Y no creo ser tan mal partido, ¿o sí? –Habló palmeando la espalda de Jon, empujándolo levemente-.

Pero Jonathan, lejos de comprender el nivel de familiaridad y las intenciones bufonas, apretó sus labios devolviendo un puchero a su conversación. No le sentó muy bien ese comentario.

-¡No, no llores, sólo estoy bromeando! –Explicó Jaime alterado y presuroso por evitar el llanto inminente-. ¡No hablo en serio! –Explicó disculpándose, reiterando su sonrisa para calmar al muchacho-. ¡Es una broma, una broma! ¡Bueno, sí eres muy atractivo y cualquiera querría casarse contigo, yo no te pongo ninguna excusa y no es que no quiera casarme contigo, porque sí quiero y...!

-¡¿Se va a casar conmigo?! ¡Pero dijo que...!

-¡Sí, digo no, digo... bueno... si no me obligaran, te buscaría, pero éste no es el caso...; lo que quiero decir es que... que... que...

Jon aspiraba impidiéndose el llanto, retrayéndose mientras Jaime balbuceaba incoherencias.

-Que... yo... ¡yo no te despresaría! ¡Eso!

-¿Entonces usted...?

-¡No, no me malentiendas! ¡Lo que quiero decir es que eres muy lindo y atractivo y pareces un ser extremadamente inteligente y bondadoso, pero... pero... pero... pero... no eres mi tipo! –Anunció finalmente, encontrando las palabras exactas a su profundo sentir-.

Con ello, Jon detuvo su aflicción comprendiendo el trasfondo de la declaración.

-Sí... eso... -Musitó Jaime abandonando su asiento-. No te ofendas, príncipe, pero aunque desearía decir que no quiero casarme porque comparto tus ideales de libertad y diplomacia, en realidad yo... -Dudó ruborizándose-. Yo... no quiero casarme porque... porque... porque estoy enamorado de alguien más... -Confesó bajando sus hombros, suspirando en tanto se frotaba la cara-.

Reconocía sus deberes. Jaime estaba al tanto de su obligación con su nación y su responsabilidad como príncipe, y hasta el momento en el que bajó del carruaje, se halló convencido y resignado con su misión, sin embargo, luego de ese consagrado acontecimiento en la explanada y de yacer en los brazos de su amor destinado, ahora Jaime ya no estaba tan seguro de querer proseguir con aquel matrimonio, muy a pesar de las consecuencias de sus decisiones. Y menos después de ver entre sueños a su idealizado y anhelado Sol. Sol que buscó durante más de quince años y ahora con suerte, quizá lo haya encontrado.

Mejor era dejar las cosas claras desde el principio. Jaime no estaba pensando en ofenderlo, pero el príncipe Jonathan debía saber lo que pensaba en realidad y sentía en su corazón. No iba a permitirse el engañarlo ni prometerle nada que no estuviera dispuesto a cumplir. Lo más adecuado era sincerarse, aún si sus explicaciones sonaran muy poco realistas.

-Amo a esa persona y ahora que lo encontré, yo... No voy a hacerlo a un lado... -Completó sonrojado, pero orgulloso en su confesión-.

Jon abrió sus ojos impresionado. Jamás en su vida hubiese adivinado aquella razón en un príncipe de su calibre. Le fue imposible no sonreír después de escucharlo. Se levantó por completo animado. Se limpió sus ojos enrojecidos, se acomodó su ropa y ajustó su tocado. Entonces se acercó al mayor devolviendo la palmada que recibió instantes antes.

-Entonces... no hay mejor motivo para anular esta boda. –Comentó Jon jocosamente-.

Jaime bajó sus brazos observando la calidez y amabilidad del ojiazul. Le correspondió con otra sonrisa ofreciéndole su mano.

-No sé si lo dices en serio, pero gracias por entender. –Habló Jaime insistiendo con su gesto-. No me creas egoísta, y te juro que venía con todas las intenciones de casarme contigo, pero luego de encontrarme con aquella persona yo...

-Claro que hablo en serio... -Acotó Jon observando la mano extendida de Jaime-. Aunque si le soy sincero, me alivia saber que hay algo que le impide casarse conmigo. –Añadió tímidamente-.

Jaime reforzó su sonrisa insistiendo con su mano. Jon no creyó entender al principio, pero no se limitó a ignorar su ofrecimiento. Extendió la suya esperando que Jaime hiciera su avance y grande fue su sorpresa al verlo estrechar un saludo y agitar ambas manos.

-Me alegra haber encontrado a un amigo como tú. –Anunció Jaime sinceramente-. Y no importa lo que pase después de esta noche, juro por todo mi reino que en mí, siempre tendrás un amigo al que podrás recurrir cuando lo necesites, confía en mí.

La expresión de Jon se resumió en una larga sonrisa apacible. Concordó entonces en corresponder el saludo posando su otra mano sobre su acercamiento.

-Usted también, príncipe Jaime. Cualquier cosa que necesite, estaré más que dispuesto a ayudarlo. –Profirió acrecentando su gesto armonioso y alegre-.

Así entonces, ambos muchachos calmaron sus ansias y se dispusieron a abandonar aquella habitación. Arreglaron sus atuendos y atravesaron las puertas del dormitorio. A las afueras, un par de guardias de Azunia y el propio Khaji esperaban custodiando la entrada.

En cuanto vieron a su regente, se reverenciaron para saludarlo. Jaime se tranquilizó inmediatamente al ver a su consejero.

-Me alegra que se encuentre mejor. –Habló Khaji solemnemente-.

-Sí, ya estoy mejor. –Respondió dándole paso a Jon para salir-. ¡Y todo gracias a él! –Señaló al ojiazul-.

Con su presencia, Khaji reiteró su reverencia. Jon inclinó amablemente su cabeza en señal de correspondencia. Luego sonrió escuchando el comentario de Jaime.

-¿De qué habla, su majestad? Yo no hice nada, usted es realmente fuerte. –Habló Jon llevando calma en sus palabras-.

-Gracias por su dedicación, joven príncipe. Es un honor contar con usted y sus cuidados. – Indicó Khaji presumidamente-.

-N-no, de verdad no hice nada, yo...

-Con usted junto a nuestro príncipe, todo el reino de Azunia le agradecerá sus amables atenciones. Con usted, nuestro príncipe vivirá muchos años.

Por supuesto, aquellas palabras sobrecogieron a ambos jóvenes. Se miraron confidentes por su arreglo privado. Les bastó con sonreír de lado mientras respiraban profundamente.

-Me-me-me... me disculparían unos momentos... olvidé algo... -Solicitó Jon un poco avergonzado-.

-Por supuesto, aquí te esperamos... -Contestó Jaime comprendiendo su rápida evasión-.

Jon asintió volviendo momentáneamente a la habitación. Khaji y Jaime lo vieron entrar mientras éste último no desaparecía su mueca complaciente.

-¿De verdad te sientes mejor? –Susurró Khaji cerrando la distancia entre él y su protegido-.

-Sí, no te preocupes. –Contestó Jaime atendiendo a su amigo-. No debimos viajar toda la noche.

-Además, estuviste muy tenso en todo el recorrido.

-¿Y era para menos?

-Por supuesto que sí. Tu desconcierto estaba mal infundado. Tu prometido resultó ser un hombre de bien y por lo que pude analizar cuando hablé con él, pude asegurarme de su increíble astucia e inteligencia. El príncipe Jon parece ser alguien muy capaz para gobernar contigo.

-Sí... bueno, hablando de eso... -Murmuró Jaime agachando su cabeza, mostrando su fútil intento por no alterar a su consejero-. Decidí no casarme... -Soltó sin remordimientos-.

Khaji enserió su expresión. Miró disimuladamente a los guardias y con un ademán les pidió retirarse. Obedecieron sin réplicas en tanto Khaji estrechaba la distancia con el príncipe de oriente.

-Disculpe, su majestad, pero creo que no lo escuché bien... -Habló el consejero perfilando su oreja-.

-Lo que oíste, Khaji. –Habló decidido, cruzándose de brazos-. No me casaré y ya debes saber mis razones.

-Perdonará, usted, mi señor, pero lo veo abrir su boca sin emitir alguna palabra coherente. –Enunció Khaji menospreciante-.

-¡He dicho y no cambiaré de opinión! –Exclamó Jaime preponderantemente-.

-Jaime, eso es ilógico. –Regañó repentina y cerradamente, asustando en cierta medida al menor-. Ya estamos aquí y ya habías tomado una decisión. No puedes hacer un largo viaje, exponiéndote y luego sólo negarte a un acuerdo que ya es por demás esperado y celebrado.

-Khaji...

-¿Y por qué? ¿Por una ilusión infantil? ¿Algo que no existe?

-Khaji, no hables tan fuerte...

-¡Ese sueño no es real! –Replicó serio, todavía reteniendo su alteración-.

-Khaji... tú...

-¡No es real! ¡Ya concéntrate! –Ordenó aguerridamente-.

-Khaji...

-¡No es...!

-¡SÍ ES REAL! –Gritó Jaime deteniendo rotundamente la discusión-. ¡Lo vi y tú también! ¡Lo encontré! ¡Encontré a mi Sol, finalmente lo hallé! ¡Y tú dijiste que siempre estarías de mi lado! ¡Y creí que así sería cuando lo encontrara! ¡Y así sucedió! ¡Lo encontré y no podrás, ni tú ni nadie, separarme de él! ¡Así que ya no hay vuelta atrás con esto! ¡No me casaré con el príncipe Jonathan y es mi última palabra! –Alegó atorando su respiración para recuperar la calma-.

-¿Esa es la mejor excusa que se te pudo ocurrir? –Inquirió Khaji más sombrío que de costumbre-.

-¡¿Qué?! ¡No es una excusa, es la verdad!

-No es la verdad, es un invento tuyo y muy desesperado, por cierto, para zafarte de esto, pero olvídalo, no irás en contra de la voluntad de tu padre y de la soberanía del reino. Además dijiste que sin importar qué, te casarías, que no huirías, así que te vas a casar y punto.

-¡No!

-Sí. Esa boda se celebrará sin ninguna interrupción y ya no quiero que se hable más del tema.

-¡No!

-Sí.

-¡Pero lo prometiste!

-Eso no tiene nada que ver.

-¡Sí tiene, así que ahora, cumple tu palabra!

-Jaime, prometí que no dejaría de rezar para que lo encontraras, no para apoyar tu desquicie.

-¡Bueno, pues... tus rezos dieron frutos!

-¿Qué?

-¡Te lo acabo de decir! ¡Lo encontré! ¡Encontré a aquel hombre de mi sueño!

-¿De qué hablas?

-¡Tenias razón, el hombre de quien me enamoré está en esta ciudad!

-¿Qué? ¿Quién? ¿El príncipe Jonathan?

-¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Cómo va a ser él si no me quiero casar?!

-¿Entonces quién crees que es?

-¡Tú lo sabes, tú lo viste!

-¿A quién?

-¡El hombre que me tomó en sus brazos cuando me desmayé! ¡Es él! –Declaró determinantemente-. ¡Él es mi Sol!

Khaji torció su boca irremediablemente. Quiso refutar aquella confesión, pero lo soso de su significado lo contrarió haciéndolo recapacitar. Levantó las cejas mostrando una mueca de insatisfacción y pena ajena.

-Jaime, no creo que entiendas lo ridículo que te escuchas... -Musitó Khaji menospreciablemente-.

-Lo juro por mi vida. –Añadió Jaime serio como si su existencia dependiera de ello-.

-Eso no va a librarte del compro...

-¡Gracias por esperar! –Interrumpió Jon arribando al instante-.

El consejero y el príncipe invitado callaron inmediatamente sus discursos. Jaime le sonrió al menor, quien se acomodaba algo en su cuello mientras lo cubría con su fastuosa capa roja. Le extendió su brazo ofreciéndole su compañía para caminar por los pasillos e ingresar a la celebración. Jonathan asintió gustoso, enredando delicadamente su extremidad al brazo de Jaime.

Comenzaron a avanzar, pero el castaño no perdió la oportunidad de hablar al pasar junto al consejero.

-Búscalo y entenderás. –Murmuró Jaime encubriendo sus palabras con otra sonrisa dirigida al más joven-.

Ambos se mostraron más confiados, por lo que anduvieron más tranquilos respecto a su imprescindible situación. No obstante, aquel compañero vigilante del regente de Azunia, no compartió su serenidad, pues esa última declaración, parecía conllevar más complicaciones que soluciones.

-¿El hombre que lo tomó en sus brazos...? –Inquirió desdeñosamente-. No puede ser... -Exclamó Khaji, de verdad inquieto-.

Continuará...

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