23

Nicky

Mis uñas golpeando la gran mesa de la peculiar "casa" de mi padre, es el único ruido que se oye ahora mismo.
Él me mira con superioridad, intentando descifrar en mi mirada algo que le de la seguridad necesaria para saber que no encontraré a mi hermana. Pero conociéndome, si lo haré, y él lo sabe.

–Ya puedes irte.–dice dirigiendo su mirada a la ventana por la que he entrado.

–Yo creo que no.–sonrío sarcástica mientras busco su mirada.–Dime, ¿qué es exactamente lo que te preocupa de mi?–me levanto para acercarme a él.–Si según tu, no soy más que una pobre y desgraciada niña.

–No me hagas llamar a mis hombres.–gruñe mirándome con furia.–¡Vete!

–¿A tus hombres?–carcajeo.–Soy capaz de dejarlos inconscientes a todos en menos de un minuto, yo de ti no me molestaría en...

–¡Cállate!–grita pasándose las manos por el pelo.–¿Por qué no podías simplemente olvidarme?–da un paso hacia delante.–Me has echo la vida imposible desde que sabes que sigo aquí.

–¡¿Qué yo te he echo la vida imposible a ti?!–grito perdiendo completamente los papeles.–¡Fuiste tú quien mató a mi madre!–me acerco a él amenazante.–¡Intentaste matarme a mí!–logro que de unos pasos hacia atrás.–¡Y ahora me quitas a la única familia que tengo!

–También es mi hija.–dice tragando saliva.–Fuiste tu quien la rapto.

–¡Para que no le hicieras daño!–me muerdo el labio intentando calmarme.–En lo que llevo de vida lo he perdido todo.–susurro aportando la vista.–Y no pienso perderla a ella también.

–Si he querido recuperarla después de tanto tiempo es porque quiero remendar mis errores, ser un buen padre.–dice y ahogo una carcajada irónica.–Es la verdad.

–Tu no sabes ser un buen padre y jamás sabrás serlo.–cojo aire.–Para eso hace falta tener sentimientos, y tú no los tienes.

Se queda callado unos segundos, mirando al suelo sin saber qué decir. Jamás pensé que tendría el valor suficiente para enfrentarme a él y en estos momentos, me siento orgullosa.

–Te hice fuerte.–susurra de repente, consiguiendo que mi furia vuelva de nuevo.–Si no fuera por mí, no serías la persona que eres ahora.

–¿Qué persona?–alzo la voz de nuevo.–¿Esa que roba para poder comer?–intento reprimir las lágrimas.–¿O esa que tiene que fingir para estar a salvo?–cierro los ojos unos segundos.–Lo gracioso de todo esto es que encima crees que has echo algo bien.

–Joder Nicky, eres como un grano en el culo.–gruñe.–¿Quieres a tu hermana?–me mira directamente a los ojos.–Pues búscala.–dice apartándome y pasando por mi lado.

Antes de que me lo espere, una pistola me está apuntando. Trago saliva inconscientemente mientras miles de recuerdos de la última noche que pase con él me atormentan. Lo veo sonreír de lado, dispuesto a dispararme, a matarme.

–Si de algo me ha servido vivir en la calle...–pronuncio chasqueando la lengua.–Ha sido aprender a sobrevivir.

Y antes de que se lo espere, le agarro el arma con fuerza y se la aparto dándole en la cara con ella. Cae al suelo inconsciente por el golpe y cojo aire para luego expulsarlo. Se lo merece.

[...]

Jamás creí que disfrutaría tanto viendo a mi padre atado a una silla aún medio inconsciente. Puede que sea mala persona por sentirme así, pero ojalá y él sienta el mismo dolor con el que he vivido yo dieciséis años.

Veo como abre los ojos poco a poco, y aunque al principio se asusta, acaba mirándome con asombro.

–Tu...–coge aire.–¿Cómo...?

–No conseguiste matarme cuando era pequeña, no lo ibas a hacer ahora.–le contesto obvia, encogiéndome de hombros.


–Pero...sí solo eres una maldita adolescente.–dice mientras se mira con furia las cuerdas que lo rodean.

–Pues ya ves.–contesto conforme, echándole el pelo para atrás consiguiendo que mi chulería empiece a cabrearle.

–Maldita sea, Nicky, suéltame.–me mira mientras se revuelve en la silla.

–En cuanto me digas dónde está Hanna.–le sonrío sarcástica.

–Olvídate.

–Bien.–me levanto y me acerco a él. Meto la mano en uno de mis bolsillos traseros y saco la pistola que desde hace varios minutos ha pasado a ser mía.

–¿Qué haces?–me mira con los ojos abiertos como platos.–No hagas tonterías.

–¿Tonterías?–carcajeo mientras le apunto con el arma.–Se supone que estás muerto, nadie notaría tu ausencia.

–La verdad es que te hice con cojones, hija.–sonríe para luego tragar saliva.–Si me matas, jamás sabrás dónde está.

–Si te mato, obligaré a tus hombres a decirme dónde está.–sonrío orgullosa.–Esos gorilas solo te temen a ti, pero si yo logro matarte y soy una niña, cantarán como gallos.

–No puedo creer que esté pasando esto.–tensa la mandíbula.–Mi propia hija...

–Tic, tac.–canturreo posando el dedo en el gatillo.–Ahora mismo estás entre la vida y la muerte.

–¡Está bien!–grita furioso.–¡Te lo diré!

*****
Dani

–Ella es la pequeña.–pronuncio mostrándole la foto de la preciosa Hanna.

–¿Y la otra chica como es?–duda Joe, agarrando la fotografía y observándola atentamente.

–Ella.–le tiendo mi móvil.–No se le ve muy bien porque se la hice a tradición, pero algo es algo.

Ambos se quedan petrificados al ver la foto. Por alguna razón, la conocen, y que los mellizos Joe y Jack conozcan a alguien no es bueno. Nada bueno. Yo los conocí una de mis noches de camello, les conseguí un kilo de Marihuana y desde ese momento me deben una, y bien gorda. Por eso estoy aquí.

–Como no.–sonríe de lado Jack, devolviéndome el móvil.–Es raro que esta chica no se meta en problemas.

–¿La conocéis?–dudo sabiendo que la respuesta es si.–¿De qué?

–Es...confidencial.–apunta Joe mientras se lleva las manos a los bolsillos.–¿Y bien? ¿Qué quieres que hagamos?

–Encontrarlas.–digo mirándolos fijamente a ambos.–Y traerme al cabrón que tiene a la pequeña.

No ponen ninguna oposición y se marchan antes de que pueda decir nada más. Estoy preocupado, jodidamente preocupado por Nicky.
Nunca había conocido a nadie como ella, y el problema de todo esto, es que creo que no la conozco. Absolutamente nada.

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