2.

Nicky.

Salto de tejado en tejado, cogiendo carrerilla y volviendo a saltar como si fuera la cosa más fácil del mundo.
Sonrío orgullosa al darme cuenta de que no he perdido facultades después de dos meses en la cama y me paro ante la orilla de un gran edificio abandonado. Aún recuerdo como si fuera ayer lo rápido que pasó todo, casi ni me di cuenta cuando uno de esos perros a los que adiestran para atrapar a la gente como yo, se me agarró a la pierna y me dejo totalmente inconsciente. A las semanas desperté en mi cama, con goteros y la pierna totalmente vendada. Y hasta hoy no me han dejado volver, por más que insistiera.

Doy un gran salto hasta atravesar una de las ventanas sin cristales del lugar donde vivo y una vez estoy dentro me deshago del pañuelo que cubre mi cara. Salgo de la habitación y ando hasta las escaleras para bajar hasta donde están organizándolo todo.

–Cuando queráis deshaceros de mi, recordad que yo soy la lista.–me cruzo de brazos enfadada, llamando su atención.

–¡Nicky!–se acerca la pequeña de la casa, Hanna, que me abraza cariñosamente intentando dejar de llorar.–¡Creíamos que te había cogido la poli!

–Óscar ha ido a por ti.–se acerca Marc a mi.–¿Enserio te crees que no te queremos aquí?

–¿Enserio?–doblo un poco la cabeza hacia un lado para mirar con rencor a Mario, el que pone una mueca de culpabilidad.

–Lo siento, ¿vale?–me mira arrepentido.–Teníamos a la policía muy cerca y no me he fijado si estábamos todos.

–Esta bien.–me acomodo en uno de los sofás y giro la cabeza al oír el ruido de la puerta principal.

–No está por ningún lado.–habla Óscar en tono preocupado.

–Si, estoy aquí.–levanto la mano para que me vea y después de sonreír se acerca corriendo a mi.

–¿Estás bien?–se preocupa.–¿Y tú pierna?

–Si.–me chupo los labios.–Y la pierna ya está bien desde hace mucho tiempo.

Asiente dudoso antes de darse la vuelva para entrar en la cocina. Hoy le toca preparar la cena a él y eso me alegra, porque todo lo que hace le sale riquísimo.

-Amanda me ha traído este libro pero se está duchando.–se sienta en mi regazo la pequeña.–¿Me lo lees?

*****

Daniel Oviedo.

Apoyo mi cabeza en mis manos intentando no dormirme, pero tener a primera hora historia y que nos hayan puesto un vídeo sobre la Segunda Guerra Mundial no ayuda nada.

–Tienes una cara de dormido que se merece una foto.-bromea mi hermano en un susurro.–¿Qué has echo toda la noche?

–Intentar dormir, pero no se que me pasa.–admito dudoso.

–Seguro que ha sido por la chica esa con la que chocaste.

–No lo sé, pero estoy dispuesto a hablarle, aunque sea por WhatsApp.

–Bien.–asiente.–Por cierto, ayer me entró curiosidad y...–sonríe un poco bajando la voz para que el profesor no nos regañe.–Y vi su foto de perfil.

–¿Y bien?–lo miro interesado.

–Pues que tenías razón.–sonríe agachándose para sacar su móvil y buscar algo sin que lo vean.–Es una de las chicas más guapas que he visto en mi vida.

No puedo evitar sonreír ante sus palabras y me acomodo en la silla para inclinar la cabeza y mirar la preciosa imagen de una adolescente de más o menos mi edad.

–Hostias.–me sorprendo muy gratamente.–Es mucho más guapa de lo que me imaginaba.

–Te juro que si tú no la llamas lo haré yo.

–No te molestes.–me burlo consiguiendo que él profesor me mire advirtiéndome.–Lo siento.–le digo en un susurro, volviendo a colocar mi cabeza encima de mis manos y cerrando los ojos.–Esta tarde pienso hablar con ella.

[....]

Intento no caerme pero la escayola que llevo pesa demasiado y pierdo el equilibrio varías veces. Me siento en un banco dándome por vencido y dejando que sea Jesús quien valla a por las golosinas al quiosco de la calle de detrás.

Me quedo mirando a las adolescentes que pasan a estas horas por ahí y me sorprendo gratamente al ver una cara conocida. Hago el amago de levantarme para verla un poco mejor pero cuando me doy cuenta ya ha desaparecido. Mierda.

Saco el móvil para mirar los mensajes que me han llegado y cuando levanto la vista no puedo evitar sonreír al ver a una niña de unos ocho o nueve años acariciando una paloma.

–Hola.–la saludo y me sonríe un poco como única respuesta.–¿Te gustan las palomas?

–Si.–la deja en paz para mirarme detenidamente.–Pero no me dejan tener una.

–Las palomas deben ser libres, Hanna.–habla esa dulce voz que no pienso olvidar en la vida.–Para que niñas como tú puedan verlas y jugar con ellas.

–Tiene razón.–sonrío y la pequeña hace una mueca que me hace reír débilmente. Miro a la chica que tengo al lado ahora mismo, es ella, lo sé.

Parece darse cuenta de que no paro de mirarla, porque gira la cabeza volviendo a clavar sus grandes ojos azules en los míos y haciéndome sentir pequeño, mucho. Traga saliva y sonrío un poco, sé que se ha dado cuenta de que soy yo, y que yo, sé que es ella.

–Deberíamos irnos ya.–se dirige a la niña que ha vuelto a centrar su atención en las palomas.

–Pero Nicky...–reprocha y alzo las cejas sorprendido. Así que así se llama.

–Nicky.–repito yo haciendo que me mire con una mueca de terror y nerviosismo.–Pensaba que me costaría más averiguarlo.

–Tu no me conoces.–me advierte agarrando a Hanna en brazos y volviendo a desaparecer entre la gente.

–¿Esa era...?–susurra Jesús sentándose a mi lado y asiento seguro.

–Si.–me muerdo el labio sin creérmelo.–Te presento a Nicky, la mujer de mi vida.

–Que casualidad.–susurra y lo miro orgulloso antes de robarle una lengua de picapica.

–¿Aún sigues pensando que es una ladrona?–me burlo de él viendo cómo se sienta y resopla.

–No lo voy a descartar aún.–admite y ruedo los ojos.–Venga, vayamos a casa.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top