Capítulo 8

No me detengas ahora;

lo estoy pasando tan bien

Don't Stop Me Now — Queen

Shinsou no comprendía del todo a Kaminari.

A veces, incluso, se preguntaba si pertenecían al mismo universo siquiera.

Y es que Kaminari irradiaba una energía desconocida. Una que estaba rebosante de vitalidad, locas ideas y también llena de luz. Cada lugar al que el muchacho se acercaba, era como si se contagiara de su extraña y brillante energía.

Y Shinsou a veces se sentía absorbido por esa energía. La suya, sin embargo, siempre había sido como un agujero negro: se expandía y expandía, al punto de que terminaba engullendo a cualquier cosa que se atreviese a brillar con tanta intensidad.

Con Kaminari le pasaba lo opuesto. Sentía como si la fuerza de sus vibras resonasen más fuerte que las tuyas. Ni siquiera el agujero negro tenía tanta fuerza contra un colosal sol.

—Esto no tiene sentido —Shinsou dijo con la vista clavada en el techo, la espalda pegada sobre el piso alfombrado—. ¿De qué nos sirve comprender al autor para entender su obra?

—Shinsou, eres simplemente aburrido —Kaminari exclamó indignado—. ¡Nunca quieres ver más allá de las cosas! Además, de esa forma hago que el ratón en mi cabeza tenga que trabajar menos...

Shinsou se levantó para recargarse contra sus codos para desafiarlo con los ojos. Kaminari descansaba sobre su desordenada cama king size, esfumándose por un momento entre las páginas de Drácula.

Llegaba a admirarlo demasiado por aquella pasión.

—Es que realmente no tiene sentido —Encogió los hombros—. Un libro deja de pertenecer al autor en cuanto lo publica. Es a partir de entonces que cada persona decide darle el significado que le plazca a lo que está escrito en sus páginas.

—Eso es deprimente —Kaminari hizo una mueca—. Eso es porque te metes demasiado en los libros. Es por eso que algunos los aman, o los repudian... yo prefiero verlo todo desde afuera como si fuese una bonita película.

Shinsou bufó. Volvió a recostarse contra el suave suelo del cuarto de Kaminari. Pensó que era más cómodo que incluso su propia cama.

No consiguió dejar de dar vuelta a sus palabras.

—Quizá por eso no me gusta leer —contó Shinsou—. A veces creo que siento demasiado la angustia de las palabras como si fuesen mías.

Estoy desesperado por comprender lo que me pasa, agregó en su interior.

Y quizá aquella poca comprensión era la que le hacía sentir una marea de emociones en cuanto encontraba una historia que reflejara todo el vacío y el dolor.

—No creo que eso sea sano para el consciente sumiso... ¿o era el dominante? Ciertamente, no recuerdo —dijo pensativo con un dedo en los labios—. ¡Diablos! Ahora siento que las partes de mi mente están follando muy cochinamente en este momento... que descanse en paz mi inocencia...

—Kaminari, se le llama subconsciente —Shinsou frunció—. ¿De qué demonios hablas? ¿Siquiera aprobaste psicología? ¿Y acaso tienes algún tipo de inocencia?

—¡Oh! —exclamó con una sonrisa bobalicona—. Es que Sero dijo que el subconsciente era sumiso... así que el consciente tiene que ser el que va a arriba...

Shinsou bufó. En realidad, estaba algo avergonzado de que Kaminari ignorase su pregunta acerca de la inocencia; y ahora decidía ignorarle otra vez, enfocándose en el libro —como si aquella charla no tuviera ni una pizca de relevancia.

Le observó de reojo. Definitivamente, aquel chico no daba con el perfil de un ávido lector. Mucho menos cuando hacía comentarios en alusión a los «roles sexuales» de los aparatos psíquicos humanos.

Esa misma mañana le suspendieron por dos días ya que una maestra los pilló a Sero y a él traficando con exámenes robados de matemáticas. Tenía el pelo bien peinado, y sacaba la lengua por la comisura de la boca de una manera casi estúpida cuando se concentraba demasiado en leer un libro.

Y casi siempre, cuando levantaba los ojos para encontrarse con los suyos, le dedicaba esa mirada curiosa y abstraída de la vida que siempre tenía. Kaminari se enfocaba tanto en lo que le gustaba, que la mayor parte del tiempo ni siquiera sabía en dónde estaba parado.

Era como si no consiguiese separar la línea entre la realidad y aquella ficción en la que había elegido ser un espectador.

De alguna manera, Shinsou, podía entender la razón por la que aquel modo de lectura le hiciera ser un obsesionado de la misma.

Kaminari conseguía adaptarse a cada molde que los libros le ofrecían. Él era todos los personajes, y a la vez ninguno.

Creyó que era un curioso modo de escaparse de la realidad.

Si Shinsou hubiese tenido agallas, tal vez le hubiera preguntado a qué le escapaba realmente.

Pero no lo hacía. Porque no sería capaz de responder cuando le hicieran la misma pregunta.

No llevaba muchos días estudiando en sus horas libres en las siestas con Kaminari, pero Shinsou casi podía sentirlo como si se volviera una rutina.

Era de esas personas que hacían contar cada minuto. Como si la vida pudiese escapársele de las manos cuando menos lo esperaba.

Shinsou veía las cosas de una forma diferente. No imaginaba la vida como un momento en el que estabas y al siguiente ya no —se había pasado toda la adolescencia deseando no existir, pero jamás ocurrió nada en absoluto.

Supo entonces que, si en verdad quería dejar de existir, entonces tendría que ponerse él mismo manos a la obra.

Sabía todo eso de sobra.

La puerta sonó aquella noche. Hitoshi tuvo que dejar descuidada su sopa durante un momento para ir a recibir a quien fuese que perturbaba la paz aquella noche.

No supo cómo le hizo para no rodar los ojos cuando reconoció a Chisaki Kai.

Era el vecino solterón, irritante y obsesivo, que apareció por el marco de la puerta esa noche. No podía tener más de treinta años; tal vez incluso menos.

El hombre tenía largas pestañas que delineaban su rostro de una forma más andrógina, junto con sus ojos dorados y el cubrebocas negro que nunca se quitaba. Su pelo era castaño y corto, perfectamente peinado y oliendo a shampoo de almendras. El perfume que usaba olía demasiado fuerte.

No podía saber si Chisaki sonreía. Eso era lo más inquietante de todo.

—Buenas noches —carraspeó Chisaki—. Espero no estar importunando.

Shinsou bufó en su mente. Por supuesto que no.

—Hola —contestó fingiendo ser cortés—. ¿Le puedo ayudar en algo...?

Chisaki tamborileó sus dedos cubiertos con guantes por encima de su propio brazo. Le dio una gélida mirada a Shinsou.

—De hecho, sí —dijo el hombre con falsedad—. Deberían limpiar el jardín delantero. Molesta a mi vista de las mañanas...

Chisaki enseñó con su propia mano hacia el jardín delantero de la casa como si quisiera dejar en claro un punto. Shinsou observó su propio jardín, con una ceja arqueada, buscando cuál era la presunta molestia.

Sí, el césped estaba demasiado alto. Sí, tenían muchos trastos que Shinsou colocaba en bolsas y las dejaba allí depositadas. Había algo juguetes tirados, elementos de jardinería llenos de herrumbre...

Nada como el perfecto patio de Chisaki; el que podaba con ahínco todas las semanas y con todas sus hermosas orquídeas.

—Lo haré en cuanto pueda —Shinsou dijo. Era su respuesta de siempre—. Ahora, si me disculpa...

Shinsou iba a cerrar la puerta en su cara. Tenía una sopa que cocinar; su hermana necesitaba la cena. Pero Chisaki puso el pie en la puerta, y Shinsou se sintió repentinamente amenazado.

Sus ojos dorados se veían como los de un depredador.

—No me agradas —Chisaki habló—. Lo sabes, ¿no? Solo eres un niño flojo que ni siquiera puede cuidar de su casa. En mis tiempos, eso se solucionaba con un buen castigo.

A Shinsou no le gustó la forma en la que Chisaki decía la palabra castigo. Pero ya sabía que no debía provocar a ese hombre con posibles problemas mentales.

—Sí. Lo que diga. Soy flojo, muy flojo —Hitoshi asintió—. Me la paso durmiendo y con los videojuegos...

Chisaki apretó los ojos. No le gustaba que se burlaran en su propia cara.

—Tu padre debería encargarse de ti —A Chisaki se le escapó una risita amarga mientras se rascaba la mejilla con un dedo enguantado—. Si es que podríamos llamarle así.

Shinsou se contuvo. Tenía que contar hasta cinco para calmarse. Era lo que Yamada hacía cuando Chisaki se ponía demasiado molesto —era desde entonces que tenían que padecer a ese esperpento.

—La juventud está perdida. Perdida y enferma —Chisaki negó con la cabeza—. Pobre esa niña, siendo criada por ti...

Parecía estar diciéndoselo a sí mismo, pero no quitaba que fuera ofensivo. Shinsou estaba a un milisegundo de partirle toda la cara.

Pero Chisaki volvió a dirigirse a él con los ojos empequeñecidos. Tal vez sonreía. Pero una sonrisa suya no podía ser una buena señal —mucho menos si siempre la llevaba tapada.

—Esperaré la limpieza —Chisaki dio una corta reverencia—. Buenas noches.

Shinsou le vio desaparecer en dirección a su bonita casa, de color vino con detalles en negro y marrón. Era bastante elegante para el barrio en el que vivían.

Dio un portazo. Estaba lleno de frustración por culpa de aquel loco. Se fue dando zancadas hasta la cocina, en donde apoyó la frente contra la fría mesada.

¿Acaso necesitaba que alguien más le recordara lo patético de su vida? Por supuesto que no. Y mucho menos si ese alguien era el despreciable Chisaki Kai.

—¿Toshi? —preguntó entonces Eri con la cabeza ladeada—. La sopa se está volcando de la olla...

Shinsou sacudió la cabeza al escuchar la vocecita de su hermana; ni siquiera supo cuándo llegó a la cocina. Sin haberse dado cuenta, la sopa de pollo y vegetales que estaba preparando llegó al punto máximo de ebullición bajo la tapa... y estaba hirviendo de tal forma que la hacía temblar mientras chorreaba el líquido.

En su afán por destapar la olla, Shinsou se olvidó de usar la manopla; la manija de metal estaba demasiado caliente y se quemó la punta de los dedos. Eri soltó una risilla al escucharlo sisear como un gato enojado.

Que, hablando de gatos, una oscura figura se encaramó sobre la ventana abierta de la cocina. Shinsou había conseguido bajar el fuego y destapar la olla, pero sus dedos seguían ardiendo aunque los pusiera bajo el grifo de agua fría.

Dio un salto cuando escuchó aquel lastimero maullido. Podía reconocerlo en cualquier parte.

—¡Oh! —Eri exclamó con una sonrisa gigante—. ¡Señor Bigotes ha vuelto!

—Señor Bigotes... —Shinsou resopló una sonrisa amarga—. Qué cortés de su parte visitar cuando hay comida.

El gato volvió a maullar. Shinsou intentó verse intimidante con aquel gato negro raquítico, con ojos grises como una tarde tormentosa y una oreja mordisqueada... pero falló en el intento. Aunque ese gato fuese un rufián que solo buscaba comida, Shinsou le quería. Los gatos eran su debilidad.

El animal dio un salto adentro de la casa. Eri sabía bien que no debía abalanzarse al animal para darle caricias —un gato callejero no era así.

Recibía amor cuando quería. Y en dónde lo quería. Con tan solo seis años de edad, Eri había comprendido bastante bien al gato a un nivel más emocional.

Shinsou sintió como el gato se frotaba contra su pierna. Hubiese querido acariciarlo, pero sus dedos quemados comenzaban a formar ampollas en las yemas.

—Él te quiere —rió Eri—. Se parece a ti.

—¿Acaso soy un gato callejero que parece un esqueleto negro y tiene una oreja cortada...?

—No, tonto —dijo su hermana—. Los dos son un poco reacios a recibir cariño.

Shinsou frunció las cejas al escuchar aquello. Cerró el grifo para voltearse hasta Eri, que le observaba sin comprender. Dio unos largos pasos hasta su silla, agachándose para quedar a la altura de los enormes ojos de su hermanita.

—¿En dónde diablos aprendiste esa palabra? —inquirió—. ¿«Reacio»?

Eri usó sus pequeñas palmas para aplastarle las mejillas con todas las fuerzas que tenía.

—Lenguaje, Toshi —Eri chasqueó la lengua mientras negaba con la cabeza—. Y la leí en un libro que Kota me prestó.

—Ah, un libro —asintió Shinsou con sorpresa—. Y Kota.

—No te pongas celoso —rió Eri—. Yo no te he dicho nada de que ya no vuelvas por las siestas a casa...

Shinsou carraspeó. Se sintió un poco incómodo de repente.

—¿Qué tratas de decir? —preguntó inocente—. ¿De qué se me acusa?

—¿Tienes novia? —Eri abrió los ojos sorprendida. Su voz era casi un susurro; como si no estuviesen solos en la casa—. ¿O novio?

—No y no —Shinsou dijo tajante—. Solo me junto a estudiar con un compañero.

—¿Qué estudian?

—Cosas.

—¿Qué cosas?

—Literatura.

—¿Y qué es literatura...?

Shinsou resopló cansado. Se frotó la cara con los dedos que tenía sanos. Tener una niña curiosa en la casa era una ardua tarea.

—Libros, Eri —contestó—. Estudio sobre libros con mi compañero.

—¡Ah! —La cara de Eri se iluminó—. ¡Como Kota y yo!

Puede que solo fuese una niña, pero Shinsou sabía a qué se enfrentaba si respondía que a su hermanita.

—Algo así —carraspeó incómodo—. Como sea... espantaré a ese Kota si te lleva de mi lado.

—Claro que no hará eso —dijo Eri como si fuese imposible—. Tú y yo viviremos juntos para siempre.

A Shinsou se le encogió el corazón al escucharla. Era inevitable sonreír a Eri; especialmente cuando te miraba con esos ojitos de niña pequeña que depende de ti para todo —ese tipo de mirada que los niños solían dar a sus padres como si fuesen el mundo entero para ellos.

Y aquello le borró la sonrisa.

Porque Shinsou no era su padre. Ni siquiera tenían lazos biológicos. De hecho, no compartían apellido —Eri llevaba el de Aizawa, mientras que Shinsou decidió conservar el suyo como una especie de homenaje a la mujer que le dio la vida.

Miró hacia la puerta. El padre de Eri —de ambos— no se dignó en aparecer aquel día.

No quería ser catastrófico, pero Hitoshi solo podía pensar en que, algún día, por aquella puerta podría pasar un agente de servicios sociales...

Y se llevarían a su hermana de sus brazos. Para siempre.

Empezó a temblar de solo pensarlo. Pero no quería que Eri lo supiera. Puso la única sonrisa que era capaz de esbozar en ese momento, y volvió a agacharse para quedarse a su altura.

—¿Eri? —inquirió viéndola a los ojos.

—¿Sí, Toshi?

—¿Me das un beso? —preguntó Shinsou—. De esos ruidosos que te gustan a ti.

Shinsou puso la mejilla, preparado para que su hermana se lanzara hacia él y le diera un inocente beso que le recordara que ella seguía allí. Con él. Que no se la habían quitado.

Eri arrugó la nariz.

Nope —contestó la niña. Le puso otra mano en la mejilla—. Pinchas. No te afeitaste otra vez...

Shinsou se frotó la otra mejilla. Gruñó al sentir una incipiente barba de casi dos días; un poco despareja, sin embargo.

—Lo olvidé —dijo abatido—. Prometo hacerlo esta noche.

—¿Por qué no lo hiciste antes? —inquirió ella con sospecha—. ¿Demasiada literatura?

—No me gusta ese tono, jovencita —Shinsou habló tras ponerse de pie—. Tendré que decirle al tío Toshinori que te escarmiente con demasiados abrazos para que se te quite lo insolente.

Eri, como la buena niña manipuladora que era, extendió sus bracitos hacia Shinsou. Le agitaba los dedos como si le estuviese incitando a algo.

—Mejor castígame tú —rió ella—. ¡Tío Toshinori huele a viejito!

—¿Entonces Midoriya...? —Se hizo de rogar—. Estoy seguro que aceptará ser tu verdugo...

—¡No, él huele a hamburguesas! —Eri refunfuñó—. ¡Porfa, Toshi...!

Shinsou hizo como que se lo pensaba. Se le hacía demasiado difícil fingir indiferencia al puchero en la boca de su hermanita y sus brazos suplicándole por un abrazo.

La tomó desprevenida cuando la tomó entre sus brazos. Eri chilló por la sorpresa, o tal vez por la costumbre —siempre le hacía lo mismo. Shinsou la sujetó fuerte y con cuidado de no dañarla. Ella le rodeó el cuello como si se tratara otra vez de un bebé pegajoso.

Pero Shinsou era un adulto pegajoso cuando se trataba de Eri. La había cuidado, sostenido, alimentado y protegido durante todos esos años... era difícil pensar que crecía a pasos agigantados.

Y que estaba poniéndose lo suficientemente pesada como para ser levantada por sus enclenques brazos.

—¿No crees que comes demasiado...? —Shinsou silbó—. Creo que ese tal Mirio te está dando demasiadas manzanas acarameladas.

—Todos ustedes me engordan —dijo ella—. Estoy segura que me van a tirar a la parrilla para fin de año...

—No te creas —Shinsou rodó los ojos—. La carne de niñita debe saber demasiado empalagosa.

Eri le tiró del cabello en venganza. Shinsou intentó quitársela de encima, pero ella ya estaba colgada de su cuello casi asfixiándolo.

Le gustaba ser el hermano mayor. Ser el padre sustituto dolía demasiado. Pero siendo solo el hermano...

Podían fingir que nada malo pasaba. Que la casa no se venía abajo. Que apenas tenían para preparar una sopa que debía durar tres días. Que su verdadero padre estaba gastándose la pensión de su difunto marido en licores baratos.

—¡Oh, no...! —Eri dejó de reír de repente—. ¡Señor Bigotes se está comiendo la sopa!

Shinsou la depositó rápidamente en el suelo para así ahuyentar con la escoba al esquelético gato que intentaba hundir la lengua en su escueta sopa de pollo.

Ojalá un gato vagabundo y que robaba sopa fuese el mayor de sus problemas.

Cuando la suspensión de Kaminari terminó, Shinsou le encontró escondido detrás de una de las escaleras durante la hora libre.

La mayoría de los estudiantes se encontraba disfrutando del sol de primavera en el campus de la escuela. Midoriya y los demás le habían invitado a salir —como una docena de veces— pero Shinsou no tenía ganas de estar donde no encajaba.

También estaba seguro que vio al grupo de Kaminari... o algo así. Ashido estaba demasiado ocupada en frotar sus muslos con la entrepierna de Sero; mientras que Bakugo y Kirishima jugaban una partida en la Nintendo Switch del segundo... y el perdedor debía besar allí donde el ganador le ordenaba.

¿Cómo es que las autoridades de la escuela permitían todo aquello?

—¿Se puede saber qué haces? —inquirió Shinsou con una ceja arqueada—. ¿Estás buscando tu inteligencia?

Kaminari dio un saltito. Se llevó una mano al pecho —la que tenía libre—, pero suspiró de alivio al descubrir que solo se trataba de Shinsou.

Volvió a sonreír maliciosamente mientras regresaba toda su concentración a la escalera.

—Estoy en una misión ultra secreta...

—Déjame adivinar —Shinsou levantó la palma de la mano—. ¿Perdiste otra apuesta con Sero?

Kaminari alzó los brazos, indignado. Aquel día llevaba una holgada sudadera de Pikachu y una gorra roja hacia atrás que estaba casi seguro vio tiempo atrás en la cabeza de Kirishima.

—¿Tan mal piensas de mí, Shinsou...?

—¿Entonces no la perdiste?

Kaminari se cruzó de brazos. Chasqueó la lengua ya rendido.

—No, sí la perdí —suspiró—. ¡Pero no es razón para que me expongas!

—Seguro —Shinsou apretó la boca para no sonreír con burla—. Bueno, te dejaré para que sigas con tan noble misión...

—¡No, espera! —Kaminari le sujetó del codo—. ¡No me dejes solo!

Shinsou volvió a arquear las cejas. Kaminari se acomodó la gorra que casi se le cayó cuando se apresuró a sujetarlo. Fue entonces que descubrió que cargaba una esfera rosada entre los dedos.

Casi parecía esas bombas de baño multicolores de las que Uraraka y Midoriya hablaban de vez en cuando. Bueno, Shinsou no estaba seguro de cómo se veía una... pero debía ser así.

Kaminari debió notar que estaba chismeando la esfera, ya que la levantó orgulloso delante de su cara.

—Ashido la hizo —dijo—. Es una bomba fétida... huele a mayonesa vencida, huevos podridos y popó de perro cuando haces que lo de adentro estalle.

—Asqueroso —Shinsou comentó con la nariz arrugada.

—¡No, es una idea muy genial! —exclamó Kaminari—. ¡Ashido es una genio del mal!

Todo tu grupito es una pandilla de genios del mal, Kaminari.

—Pandilla —repitió pensativo—. Creo que me gusta.

—No se supone que te guste...

Unos pasos resonaron en la escalera. Kaminari empujó a Shinsou por el pecho hacia el pedazo de pared que les cubriría de quién sea que estuviese bajando.

El rubio sacó un encendedor del bolsillo y prendió la llamita mientras la acercaba hacia la bomba. Sus ojos espiaron por el barandal de la escalera a quién bajaba...

Eran solo unos estudiantes de último año. Kaminari apagó el encendedor después de suspirar.

—¿Se puede saber quién es el pobre diablo...? —preguntó Shinsou.

—Ya lo verás —Kaminari se rió entre dientes—. Será hermoso.

—No se escucha como si estuvieras sufriendo por pagar tu apuesta, Kaminari.

El aludido encogió los hombros como si no le importara.

—¿Qué te digo? —sonrió—. Soy un chico malo, muy malo...

Shinsou negó con la cabeza. No se dio cuenta que incluso sonreía. Ni tampoco que habían estado tan cerca que podía oler el shampoo de coco en el cabello de Kaminari.

—Un chico malo que ama la literatura —comentó Hitoshi—. Y como sigas siendo un tonto, te van a expulsar y me quedaré sin un tutor...

—Aw —Kaminari dijo conmovido con una mano en el pecho—. ¿Me extrañarás?

—No, seguro se lo pida a Yaoyorozu —contestó—. Estoy segura que ella no hace bombas fétidas.

Kaminari alejó la bomba de Shinsou como si no quisiera que el objeto escuchase sus hirientes palabras. De verdad que podía ser un bobo a veces.

—No entiendes, Shinsou —dijo Kaminari—. ¡Si no cumplo con esto, Sero no me dejará entrar a su fiesta!

Hitoshi volvió a arquear las cejas hasta el cielo.

—¿Fiesta? —repitió—. ¿Todo esto es por una tonta fiesta?

—No es una tonta fiesta, Shinsou... ¡es la fiesta del año! —exclamó mientras le golpeaba con un dedo en la frente—. ¡Alcohol! ¡Porros! ¡La mejor música, incluso en vivo! Y también mucho se-...

—Entendí —Shinsou levantó una mano. Se empezó a sentir incómodo y fuera de tono—. Una fiesta genérica y muy divertida. Yay.

—¿Quieres ir? —Kaminari preguntó con cuidado—. Soy amigo del dueño de casa. Puedo invitar a quien yo quiera...

—Convengamos que tu invitación está en juego gracias a una bomba fétida, Kaminari...

El muchacho rió como si le gustase la broma. No es como si Shinsou no hubiese dicho eso como una manera de evitar responderle acerca de la petición a la fiesta.

No iría a una fiesta. Aquello era estúpido.

—Entonces... —Kaminari canturreó—. ¿Irás?

—Yo no voy a fiestas, Kaminari.

—Y yo no le suplico a la gente que vaya a fiestas, Shinsou —espetó con la mano en la cadera. Se lo pensó dos veces—. Espera, lo hago todo el tiempo...

Hitoshi rodó los ojos. Kaminari sí que era un tonto a veces. Cambió su tono defensivo por uno más molesto y suplicante.

—¡Anda, ve! —Juntó ambas manos, la bomba fétida en medio de ellas—. ¡Nos vamos a divertir!

—¿No puedes ir a pedirle a un amigo, y ya? —contestó Shinsou, irritado.

—¿Y qué estoy haciendo ahora? —Kaminari preguntó con seriedad.

Shinsou apretó los ojos.

No somos amigos, casi respondió.

¿O acaso sí lo eran?

Abrió la boca para decir algo. Kaminari parecía esperarlo, pero sus sentidos se activaron en cuánto más de un par de pasos caminaban de forma elegante por el rellano de la escalera.

Kaminari espió rápidamente. Se alteró en cuanto confirmó que quien se acercaba era el pobre infeliz que sus amigos eligieron como blanco.

—¡Shinsou, sujeta la bomba!

—¡Kaminari, no...!

No pudo hacer nada ya que el rubio le lanzó la asquerosa bomba fétida a las manos. Shinsou la agarró antes de que cayera al suelo y ocurriera una desgracia —Kaminari se apresuró en prender el encendedor con dedos temblorosos.

Le quitó la bomba a Shinsou. Vio el momento exacto en que Kaminari prendió la superficie rosada de la esfera hasta que comenzó a humear...

Y la arrojó directo a la escalera cuando dos chicos rubios bajaban por ella.

—Ah, Pony, es un hermoso día —exclamó una voz que Shinsou reconoció—. Otro hermoso día para ser superiores a la clase...

—¡Monoma! —chilló con horror Pony, su acompañante.

Shinsou se asomó junto a Kaminari. La bomba humeante cayó a los pies de la escalera, en el exacto momento en que Neito Monoma y Pony Tsunotori —ambos de la clase B— pisaron el último escalón.

—Pero, ¿qué...? —preguntó Monoma, cejas fruncidas, bajando la cabeza para inspeccionar mejor.

Corre —masculló Kaminari mientras tomaba la muñeca de Shinsou y le obligaba a huir a través del pasillo.

Shinsou escuchó el momento exacto del estruendo. Se dio la vuelta para encontrarse con una cortina de humo rosado; de allí adentro solo podía escuchar chillidos, lamentos y también arcadas.

Solo fue capaz de atisbar la cara de Monoma retorcida en asco. Shinsou incluso hizo una mueca; el fétido olor de la bomba le llegó hasta sus fosas nasales y fue lo más espantoso que olfateó en su vida.

Mina Ashido en serio era una genio del mal.

Kaminari no le soltó mientras escapaban por el pasillo vacío.

—¡Lo hicimos! —exclamó Kaminari entre carcajadas—. ¡Ah, cómo hubiese querido grabarlo...!

Shinsou no comprendía muy bien lo que decía. Solo podía reproducir la cara sorprendida de Monoma en su cabeza justo antes de que explotara la bomba asquerosa.

Incluso tenía... hasta deseos de reírse junto con Kaminari.

Kaminari se detuvo en un pasillo vacío. Shinsou se tuvo que recargar contra un casillero para regular su ritmo cardíaco y ser capaz de respirar con normalidad otra vez.

El otro chico se tiró al suelo boca abajo. Apoyó su enrojecida mejilla contra el frío y muy poco salubre suelo —no parecía importarle en absoluto.

—¡Somos los putos amos de la escuela, Shinsou! —gritó Kaminari entre risitas—. Claro, hasta que nos suspendan...

—¿Qué más da? —jadeó Shinsou—. Al menos me salvaré de presentar el informe de Drácula...

Kaminari levantó la cara para mirarle con suspicacia. Como si no se lo creyera. Empezó a reírse como un maniático, rodando por el piso lleno de tierra y polvillo, sujetándose el estómago.

Shinsou también se rió. Pero lo suyo había empezado con una media sonrisa después de ver a Kaminari haciendo una estupidez adolescente.

El cuerpo entero le ardía. No conseguía regularizar todos sus sentidos. En cualquier momento les encontrarían para suspenderlos por molestar al pomposo Monoma. Incluso empezaba a sentirse a sí mismo el olor metálico del almizclado por correr a tanta velocidad por todos esos minutos...

Y no le importaba.

No le importaba en absoluto.

Tal vez la fiesta ya no le parecía tan estúpida. Siempre y cuando estuviera Kaminari allí, haciendo otra vez de las suyas para sacarle una sonrisa que le haría olvidar lo pesado que se sentía sobrevivir día a día.

Y hacerle apreciar lo ligero de simplemente vivir.

El tiempo pasa tan rápido que nunca me doy cuenta que ya es jueves ;;u;;

El capítulo es tranqui, pero tiene un gran momento de evolución entre estos dos ;;; ya comienzan a divertirse juntos, se dan cuenta que les gusta estar cerca del otro

Y presten atención a Chisaki, porque va a tener un rol importante >:0 ya saben que siempre pueden teorizar por acá

Hoy no traigo buenas noticias, ya que no avancé mucho de la fic desde lo último que les conté :C se rompió mi laptop y apenas hoy me prestaron una que es más lenta que una patata... pero quiero creer que al menos para escribir y trabajar, me servirá ;;;;

Muchísimas gracias por todos sus votos y hermosos comentarios! ♥️ saben que me hacen muy feliz ;;;; tengo varias cositas nuevas ShinKami planeadas, pero a ver si puedo hacerlas con esta otra laptop ;;;; las otras actus por ahora las tengo al día (Milagro! xD) ya que ayer actualicé DHYL

Nos vemos el otro jueves!! Besitos ♥️

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