Nuestro destino


Al llegar, mis padres trajeron obsequios provenientes de nuestro reino. Los reyes nos recibieron con amabilidad, y nos sentamos en un gran salón.

—Entonces, ¿vienen desde tan lejos para arreglar un matrimonio con mi hijo, el futuro rey? —dijo el rey, con un aire temerario y firme en su rostro.

—Es muy hermosa. Seguramente tus hijos tienen la misma edad que mi hijo más pequeño, ¿verdad, querido? —comentó la reina. El rey a relajando su expresión. Es mas gentil con su esposa de lo que yo pude haber imaginado

—Sí, cariño —respondió con amabilidad—. El futuro rey es mi hijo mayor. Su nombre es Itachi. Lo señaló rápidamente. Era muy atractivo, pero no era el que yo había visualizado en mis sueños.

—Sakura es más pequeña que Itachi. Si me lo permites, cariño, creo que haría mejor pareja con Sasuke —sugirió la reina.

—Sasuke no será rey. Es terco y desobediente, aún no está listo. Además, por linaje no puede serlo —respondió el rey, con tono autoritario.

—Sasuke será el mejor rey que haya tenido este reino. Lo sé bien —exclamé rápidamente, sorprendiendo a mis padres, quienes voltearon a mirarme con incredulidad.

Sabían que no debía hablar más de lo necesario, y tenían razón. Debía ser más discreta.

—Sakura, ¿por qué no sales con tu hermano mientras nosotros hablamos, cariño? —propuso la reina. Asentí y mi hermano se levantó, extendiendo su mano para llevarme fuera.

—Qué lindos son —comentó la reina, encantada por la acción de Naruto. Al salir, mi hermano cerró la puerta tras nosotros.

—¿Ya sabes con quién te vas a casar? —me preguntó Naruto mientras caminábamos hacia el jardín. Asentí levemente. En ese instante, una brisa suave me rodeó y me impulsó hacia adelante, llevándome hacia una hermosa arboleda llena de cerezos en flor.

—Son hermosos —dije, admirando la belleza del lugar.

—¡Hermana, ven! —gritó Naruto. Corrí tras él, feliz de explorar aquel precioso lugar.

Mientras corríamos entre los árboles, noté un sendero cubierto de camelias que me llamó la atención. Me desvíe hacia él, y mi hermano, al percatarse de mi cambio de rumbo, me siguió. Caminamos por el sendero hasta que encontramos a alguien tendido en el suelo.

—¡El niño no sabe nadar! —exclamó Naruto.

—Naruto, ve por ayuda, yo intentaré sacarlo —le dije rápidamente. Aunque dudaba en dejarme sola, él hizo lo que le pedí, corriendo de regreso por el camino de camelias.

Me lancé al agua y nadé hacia el niño. Al tomar su mano, luché contra la corriente que intentaba arrastrarnos, pero logré llegar a la superficie. Una vez fuera del agua, empujé al niño hacia la orilla y, con esfuerzo, lo saqué del agua. Le apliqué los primeros auxilios que mi maestra médica me había enseñado, y lo rescaté de la muerte. Lo recosté sobre mis piernas y lo observé detenidamente.

No había duda: era él, el futuro rey de este lugar. Los pétalos de cerezo caían suavemente alrededor de nosotros, mientras las aves cantaban una melodiosa canción.

Sus rasgos eran tan suaves y perfectos que me tranquilizaron. Para asegurarme de que descansara mejor, hice que florecieran flores blancas a su alrededor, y de mi mano nació una flor. Antes de tocar su rostro con ella, sabía que debía sellar nuestros destinos. Me agaché lentamente y, con delicadeza, toqué sus labios con los míos, un beso inocente, puro, lleno de respeto y amor. Le transmití un poco de mi poder, esperando que sus habilidades mejoraran cuando fuera el momento adecuado. Después, acaricié sus labios con la flor.

Había sellado nuestros destinos en un amor eterno.

—¿Dónde estoy? —preguntó, despertando con dificultad.

—Estás a salvo, joven príncipe —respondí con calma, aunque aún temblaba por completo—. Te salvé de la muerte, y ahora estás en deuda conmigo.

No podía dejar de mirar su cabello. Con dificultad, levanté la mano y acaricié uno de sus largos mechones rosados.

—¿En deuda? —respondió él, con tono confundido, mientras acariciaba mi rostro.

Me sorprendió su gentileza al tocar mi cabello. Me miraba con calma, aunque veía la tristeza en sus ojos. Sabía que estaba pasando por un momento difícil, pero tenía que forjarse para ser el gran rey que su nación necesitaba.

—No te preocupes. Algún día, cuando seas rey, podrás saldar tu deuda conmigo. Mientras tanto... descansa —dije, viendo cómo sus ojos se cerraban hasta quedarse dormido.

—¡Sasuke! —gritó su madre al llegar al lugar.

—Se ha quedado dormido —respondí, levantándome para permitir que su madre lo tomara entre sus brazos.

—Muchas gracias —dijo ella entre lágrimas, con su ropa mojada. La reina decidió llevarlo al interior para revisarlo.

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