Mentira o verdad


Mientras dure el hechizo, me hice invisible ante sus ojos. Podía moverme sin ser detectada, siempre que me mantuviera en la penumbra o en la oscuridad. Sin embargo, el hechizo tenía un límite temporal. Debía materializarme nuevamente en unos minutos, o si él realizaba un movimiento brusco.

Este conjuro era ideal para la evasión o para moverme sigilosamente sin ser vista, pero también exigía un control absoluto y concentración, pues perderme en la oscuridad misma podía resultar fatal.

Me refugié en la arboleda cercana. Necesitaba esperar un momento antes de abrir un vórtice que me llevara de vuelta a casa. Sin embargo, mientras más me alejaba del palacio, más débil se volvía mi magia. No podía mantener la invisibilidad por mucho tiempo, me agotaba demasiado, además de que no dominaba completamente el hechizo.

Cuando finalmente sentí que el hechizo se desvanecía, me materialicé de nuevo, ya visible ante sus ojos. Me deslicé en silencio detrás de los árboles de cerezo y me dejé caer al suelo, cubierta por la fragancia dulce de las flores. Las lágrimas seguían saliendo sin que pudiera detenerlas. Este amor erróneo me estaba destrozando por dentro. ¿Realmente podía estar enamorado de Hinata? ¿De verdad lo estaba? Y yo... yo no podía hacer nada. Ni siquiera mi hermano podía ayudarme. Tenía que regresar a casa, romper ese vínculo antes de que fuera demasiado tarde.

—Sakura—. La voz de él me heló. No podía ser. ¿Cómo era posible? Había salido del palacio o, peor aún, había venido en mi búsqueda.

—Sakura—. Su grito resonó fuerte y claro, haciéndome tapar la boca instintivamente. No podía usar mis poderes, no aún. Estaba demasiado vulnerable.

—Sé que estás aquí. Estoy conectado contigo, ¿recuerdas?—. Maldito. Mi corazón latía con fuerza mientras mi mente buscaba una salida.

De repente, vi cómo las camelias comenzaban a florecer a mi alrededor, formando un sendero que apuntaba hacia la salida. Era como si me guiara hacia algo que no podía evitar. No podía moverme, no aún. Necesitaba esperar la oportunidad adecuada.

—¡Rey!—. La voz de Hinata me sorprendió, haciéndome volver la cabeza hacia el origen del sonido. No podía verlos, pero la situación era tan tensa que sabía que debía mantenerme oculta. Si me dejaba ver, él me encontraría.

—¿Qué sucede?—. La preocupación en su tono fue evidente. Por un momento, el silencio se instaló entre ellos.

—La hechicera se ha ido—. La voz del rey fue seria, incluso grave. Mi estómago se apretó al escucharla. ¿Qué pensaba hacer ahora?

Me levanté lentamente, dispuesta a escuchar lo que fuera que tuviera que decir, pero mis piernas temblaban. Sentía que no podía controlarme.

—Es esencial que la encuentre—. La urgencia en su tono me desconcertó aún más.

—¿Por qué?—. Hinata preguntó con rapidez.

—Porque ella...—. El rey vaciló un momento. No quería escuchar esas palabras. Sabía que el solo me utilizaría como una pieza más en una guerra que se avecinaba.

De repente, no pude soportarlo más y, sin pensarlo, corrí hacia el sendero de camelias, buscando escapar. El camino me llevó hacia el puente que había visto en mis sueños. El puente donde él me esperaba. ¿Sería posible que si lo cruzaba, podría regresar a casa?

El corazón me latía con fuerza mientras caminaba hacia él. Al tocar la estructura de madera, sentí cómo se activaba la conexión entre nosotros, como si todo mi ser se alineara con ese lugar.

Suspiré, aliviada, pero al dar el último paso hacia el otro lado, sentí una mano fuerte que me agarraba, tirando de mí con fuerza.

—Así que no escapaste—. La voz de Madara me sobresaltó. Me giré, encontrándome con su mirada penetrante.

—¿Qué haces aquí?—. El miedo se apoderó de mí, pero no pude evitar desafiarlo con la mirada.

—Vine porque el rey te está buscando, Sakura. Eres muy importante para él—. La frialdad en su voz era palpable, y sus palabras me helaron por dentro.

—No importa si no te ama—. Madara dio un paso hacia mí, y mi piel se erizó al escuchar sus siguientes palabras—. Ahora le perteneces.

—No, no es verdad, Madara. Ya tiene a Hinata. No seré su esclava—. La desesperación hizo eco en mi voz.

—La única forma de que no seas su esclava—. Madara se acercó aún más, sus ojos fijos en mí—. Es que aceptes casarte conmigo.

Mi respiración se detuvo por un momento. ¿Qué estaba diciendo? ¿Él quería que aceptara ese trato?

—¿El rey lo aceptó?—. No pude evitar preguntar, aunque la respuesta me helaba por dentro.

Madara me soltó con suavidad, su rostro serio, pero una ligera brisa recorrió el aire, elevando las camelias que nos rodeaban.

—El rey me dijo que lo que hiciera contigo no era importante. Podía hacer lo que quisiera—. Las palabras de Madara me golpearon como una bofetada. No podía creer lo que escuchaba.

De repente, el aire se volvió más denso, como si todo a mi alrededor estuviera colapsando.

—Así que te ofrezco tu libertad a cambio de que te cases conmigo—. La propuesta flotó en el aire como una amenaza disfrazada de oferta.

Antes de que pudiera responder, escuchamos una voz familiar.

—¡Sakura!—. El rey apareció, y ambos nos volteamos al instante. —¿Madara? Pensé que habías ido con los guardias a buscarla fuera del palacio. Pero veo que no es necesario, ya que ella está aquí—. Su tono era serio, pero al mismo tiempo, había una extraña calma en sus palabras.

Madara se inclinó ligeramente, respetuoso, pero la tensión entre los tres era palpable.

—Rey, debo informarle que Sakura no desea quedarse aquí... a menos que se case conmigo—. Sus palabras fueron como una chispa en un campo de pólvora.

El rey se quedó en silencio por unos segundos. Mis ojos no podían apartarse de su rostro, esperando su respuesta. Lo que él dijera definiría mi destino.

Finalmente, sus palabras resonaron en el aire, claras y firmes.

—Madara ya te lo había dicho, tienes que respetar mi decisión. No puedo permitir que te cases con ella.

Esas palabras me cortaron la respiración. El corazón me latió con fuerza, no solo por la revelación, sino por la incertidumbre que ahora se cernía sobre mi futuro.

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