El Precio de la Libertad

El aire se volvió denso, casi pesado, como si cada palabra pronunciada en ese momento dejara una marca indeleble en el destino de todos los presentes. El rey, con su rostro impasible, no parecía inmutarse ante la propuesta de Madara, pero yo sentía que mi mundo comenzaba a desmoronarse.

Madara me observó con una intensidad casi insoportable, como si estuviera esperando que dijera algo. Pero ¿qué podía decir? Ninguna de las opciones que tenía ante mí era una salida. Estaba atrapada entre dos mundos, entre dos fuerzas que no entendía completamente, pero que me devoraban por dentro.

—Te lo advertí, Sakura —dijo Madara, con una sonrisa cruel que no llegó a sus ojos—. Te ofrecí una oportunidad para ser libre, y ahora... la decisión es tuya.

El rey no dijo nada, pero su mirada se clavó en mí con una intensidad que me hizo sentir como si todo el peso de su mundo recayera sobre mis hombros.

—El destino de Sakura está sellado, no importa lo que decidas —comentó el rey, su voz firme, aunque su expresión permanecía oculta detrás de su arrogancia. Pero, en el fondo, su mirada parecía dudar.

Me sentí pequeña, como si todo lo que había sido hasta ahora se estuviera desvaneciendo. Todo lo que había conocido, todas mis creencias, las esperanzas que había guardado en secreto, todo se estaba rompiendo, y no podía detenerlo.

**El compromiso con Madara... o la condena a ser la sombra de un hombre que no me amaba.**

—Yo... —mi voz salió quebrada. Respiré hondo, intentando reunir el coraje que sentía que me faltaba. No podía seguir en este limbo, tenía que decidir. Tenía que encontrar una salida.

Madara dio un paso hacia mí, su presencia envolviendo el espacio. Aunque su postura era de control, había algo en su actitud que me helaba. Él no dudaba de su poder sobre mí. Me veía como una pieza más, como si mi alma no tuviera valor.

—No lo dudes, Sakura. Conmigo serías libre. No tendrás que depender de nadie más. Yo te protegeré de todo lo que te amenaza, incluso de él. —Madara hizo un gesto hacia el rey, que permanecía en silencio, observando, pero sus ojos mostraban algo más allá de la indiferencia. Había un dolor reprimido, algo que no podía ocultar, por mucho que intentara.

El aire alrededor nuestro parecía vibrar con una tensión palpable, y el ruido del viento en los árboles de cerezo lo hacía todo aún más extraño. Me sentía atrapada, con mi corazón latiendo frenéticamente mientras pensaba en la decisión que debía tomar.

**¿Qué era más importante: mi libertad, o mi lealtad a algo que nunca podría ser?**

La voz del rey rompió mis pensamientos:

—Madara, ya lo dije. No permitiré que te cases con ella. Sakura no será parte de tus juegos de poder.

Esas palabras resonaron en mi mente con fuerza. El rey estaba protegiéndome, sí, pero ¿a qué costo? Si no aceptaba la propuesta de Madara, ¿me quedaría atrapada en este lugar, bajo su control, sin esperanza de escapar? El dolor de esa posibilidad me aplastó, y las lágrimas que había intentado reprimir volvieron a brotar.

**¿Y si nunca pudiera volver a casa?**

De repente, un pensamiento atravesó mi mente. **¿Y si todo esto fuera parte de un plan mayor?**

—¿Por qué lo haces? —pregunté, mi voz temblorosa pero firme. Miré al rey directamente a los ojos, buscando algo, alguna señal de que había algo más detrás de su frialdad.

Él me miró por un largo momento antes de responder.

—Porque tú, Sakura, eres mucho más que una pieza en este juego. No permitiré que Madara te use para sus propios fines. Eres libre de tomar tus decisiones, pero no serás la sombra de nadie. No puedo permitirlo. —Sus palabras eran firmes, pero había un dejo de incertidumbre que me desconcertó.

Madara soltó una risa seca, como si lo que el rey dijera no tuviera importancia.

—No es tan sencillo, ¿verdad, Sakura? —Su tono se suavizó un poco, como si estuviera buscando algo en mí, algo que aún no había visto—. El rey te ofrece libertad, pero ¿qué es la libertad en este lugar? ¿La libertad de ser una espectadora? ¿La libertad de esperar una respuesta que nunca llegará?

Mi corazón se detuvo por un segundo al escuchar esas palabras. Madara tenía razón, en cierto modo. El rey me ofrecía libertad, pero al mismo tiempo, yo no sabía si esa libertad era real. Vivía en un mundo lleno de sombras y mentiras. La verdadera libertad, la que deseaba en mi corazón, parecía algo intangible, algo que se desvanecía cada vez que intentaba alcanzarlo.

Un suspiro me escapó sin querer, y sentí cómo las dudas se apoderaban de mí. ¿Acaso no estaba yo también buscando algo más? Algo más allá de la sombra de un amor imposible. ¿Qué quería de verdad?

Pero no era el momento de darme respuestas. No podía seguir perdiendo tiempo, no cuando la batalla por mi alma estaba tan cerca.

—Madara, ¿qué me propones? —pregunté, desbordada por las emociones y el miedo, pero también con una creciente determinación.

Él me observó, casi con sorpresa, como si no esperara que aceptara hablar con él. Luego, su rostro se volvió serio.

—Lo que te ofrezco, Sakura, es la única forma de ganar poder. El poder para cambiar las cosas, el poder para controlar tu destino. No sigas siendo una pieza en el juego de otros. Tómalo. Tómame.

Un silencio pesado llenó el aire. El rey, a mi lado, permanecía inmóvil, sin decir palabra, como si estuviera esperando mi decisión.

—Sakura, no caigas en sus palabras. —La advertencia del rey fue clara, pero su tono no pudo disimular la frustración que sentía. Sin embargo, también me miró como si esperara que tomara la decisión correcta, la que los salvaría a ambos.

**¿Pero qué era lo correcto?**

No podía quedarme quieta en este limbo, no podía seguir perdiendo el tiempo. Tenía que decidir, y pronto. Mi futuro no se podía quedar en manos de aquellos que no entendían lo que significaba para mí la libertad.

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