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Mientras me encontraba sentada en el balcón, mirando el horizonte de aquel lugar, que en su momento estaba lleno de obscuridad y frialdad, se había convertido en un hermoso paraíso afrodisíaco. Lleno de alegría y felicidad. Podía sentir las risas de los niños, de las mujeres y de los hombres.
Hacían una bella melodía en el viento refrescante. Flores seguían creciendo en aquel balcón, flores preciosas de color rojo, blanco. Haciendo un lugar un poco calidad
—¿Como lo haces?—. No volteo a verlo—. ¿Como haces que todo luzca así?
—Mi poder siempre ha estado más allá de lo que puedo controlar y dominar.
—¿Y si te enseñara?—. Volteo rápidamente su cabello negro hacía que se viera demasiado temerario. Es una persona demasiado compleja que despierta una mezcla de admiración, amor y preocupación. Tiene una gran fuerza y dignidad, pero hay algo que no había visto en él y eso es la soledad y el sufrimiento detrás de la fachada de trata de emitir.
La pasión de Sasuke por venganza y su determinación por alejarse a todos lo convierte en una figura que inspira tanto dolor como frustración. Es una persona herida, que necesita sanar.
Cierro los ojos y volteo a otro lado, para evitar más el contacto incómodo entre ambos.
—Está bien, enséñame, Sasuke —dije en voz baja, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba al pronunciar su nombre. A pesar de todo lo que había ocurrido, de todo lo que nos había separado, en algún rincón de mi ser aún albergaba la esperanza de que podría comprenderlo, de que tal vez, al aprender de él, podría acercarme más a esa parte suya que aún permanecía oculta y lejana.
Sasuke no respondió de inmediato, y la quietud que nos rodeaba se volvió aún más profunda. Los sonidos del viento, el canto lejano de los pájaros y las risas de los niños parecían disolverse en el aire, dejando solo el murmullo de nuestros pensamientos. Era como si el tiempo se hubiera detenido por un momento, y todo lo que quedaba entre nosotros era el silencio cargado de una tensión que ambos conocíamos demasiado bien.
Finalmente, se acercó un poco más, aunque su presencia seguía siendo tan distante como siempre. La luz del atardecer reflejaba sus facciones, dándole un aire más melancólico de lo habitual. Podía verlo, aunque no lo mirara directamente: la batalla interna que libraba dentro de sí mismo, su lucha por decidir si ceder o seguir adelante, y lo doloroso que resultaba ese dilema.
—No se trata solo de enseñar —dijo, su voz grave y controlada. No necesitaba mirarlo para saber que sus ojos reflejaban algo más profundo, algo que no podía ser descrito con palabras. Quizá ni él mismo sabía cómo explicarlo—. Se trata de aprender a aceptar lo que eres, y de hacer paz con lo que has sido. No todos tienen esa capacidad.
Mis dedos se apretaron contra la barandilla del balcón. Su voz resonó en mi mente como un eco, una verdad que no podía ignorar, pero que también me aterraba. Porque en sus palabras había algo de dolor, algo que trascendía más allá de lo que podía ver o tocar.
—Lo sé... —musité, sintiendo una presión en el pecho. Había comprendido eso de alguna manera, pero siempre había sido incapaz de encontrar la forma de ayudarlo a sanar. De sanarme a mí misma.
Sasuke guardó silencio por un largo rato, como si estuviera valorando lo que acababa de decir. Y cuando al fin habló de nuevo, su tono era más suave, casi imperceptible, pero sin dejar de tener esa carga de sabiduría que solo los años de sufrimiento pueden otorgar.
—El poder no siempre se trata de destruir, Sakura. A veces, se trata de crear... y aprender a proteger lo que realmente importa. Y esa es una lección que ninguno de nosotros ha podido dominar por completo.
Lo miré por fin, encontrando sus ojos oscuros, tan profundos como la misma noche, y vi en ellos lo que siempre había temido encontrar: no era solo su alma herida lo que me estaba mostrando, era su vulnerabilidad, la misma que había estado escondida bajo capas de frío y desprecio durante tanto tiempo.
—¿Y tú? —le pregunté, sin poder evitarlo—. ¿Has aprendido ya a proteger lo que importa?
Sasuke parpadeó lentamente, como si no esperara esa pregunta. Luego, una leve sonrisa, casi imperceptible, cruzó sus labios.
—Aún estoy en ello —respondió con sinceridad.
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