Amanecer 4

El sultán de Hazari y su séquito se habían dado un tiempo para visitar las provincias de la frontera. Esa noticia llegó al reino vecino de occidente. Por supuesto, lo más apropiado para la corte del Rey Barry fue sugerir el empezar a crear relaciones amistosas con el imperio de al lado. Y no vieron una mejor oportunidad que aprovechar aquel viaje político que el regente de oriente estaba dando, para tener un verdadero acercamiento con él.

Entonces, más interesados por crear paz que por encontrar un nuevo amigo, se apresuraron a enviar un mensajero a través de la frontera para entregar una invitación. En la cual, el precioso papel con decorados dorados y listones rojos, anunciaba una fiesta en honor al príncipe Wally, quien celebraría el comienzo de su reinado en su propia provincia y que invitaba con toda la humildad del mundo al gigantesco y honorable sultán de Hazari.

Evidentemente, el aludido y compañía vieron muy difícil el negarse, pues no sólo el fastuoso papel se presentó llamativo y exagerado para ser sólo una invitación, sino que el mensajero llegó atiborrado con decenas y decenas de regalos caros, únicos y bastante ostentosos.

Así entonces, fue decidido que en cierta fecha en primavera, una celebración se llevaría a cabo y sería un suceso sin precedentes, ya que contaría con invitados destacables, sobre todo uno, el cual sería el mismísimo emperador de un reino poderoso e intimidante. Con ello y en consecuencia, esperaban y anhelaban que las relaciones diplomáticas mejoraran o al menos un nuevo aliado naciera.

Los días transcurrieron y la fecha indicada llegó para beneficio de todos los involucrados. La familia real principal finalmente arribó a aquella magnífica y próspera provincia. Fue hermosamente recibida por el anfitrión, quien se regocijaba por tan agradable visita. Así pues, el príncipe Wally dio la bienvenida a su tío, el Rey Barry y a sus sobrinos, Thaddeus y Bart, quienes prontamente se sintieron cómodos en aquel bello palacio, pero intimidados por el extenso terreno que era imposible de abarcar con un solo vistazo.

Más tarde, ese mismo día, la fiesta dio inicio. El cielo vespertino alumbraba el lugar con tonos naranja. El salón principal fue el escenario ideal para albergar a los invitados y sus elegantes presencias. La música, la comida y la entretención se manifestaban a la altura del motivo. Todos ahí se regocijaban felicitando al anfitrión y saludando a la familia Allen. El ambiente se suscitó perfecto y sin inconvenientes. Los nobles ahí, los militares y los comerciantes más ricos de la región se juntaron para celebrar despreocupadamente.

Cada una de las personas en el lugar estaba en lo suyo, incluyendo a Thaddeus, quien conversaba presumidamente con algunos jóvenes casaderos, hijos de algunas familias poderosas y a Bart, cuya linda silueta se paseaba entre la multitud repartiendo sonrisas y amables saludos.

De vez en vez, alguien se posaba frente al pelirrojo e intentaba platicar con él, por supuesto, Bart era atento y procuraba no rechazar a nadie, sin embargo, llegado un momento de rutina, el muchacho terminó aburriéndose. Entonces no detuvo su paso cuando decidió escaparse y explorar la propiedad por cuenta propia. No obstante, antes de poner un pie fuera del enorme salón, su hermano Thaddeus lo detuvo con su imponente presencia bajo el marco de la entrada.

-¿A dónde vas? –Le preguntó al hermano menor mientras adornaba su pregunta con una sonrisa malintencionada-.

-Al baño... ¿No puedo ir? –Preguntó Bart irónico-.

-El tocador está por aquel lado, hermanito... -Aclaró Thad señalando un camino completamente diferente al que Bart pretendía-.

-Sí, cierto... -Musitó Bart sintiéndose descubierto-. ¡Qué bueno que me lo aclaras! –Exclamó dando media vuelta-.

-¡Espera! –Pidió Thad entorpeciendo la huida del pelirrojo-.

-¿Qu-qué... qué pasa? –Demandó extrañado por la premura repentina de Thaddeus-.

-No... no me había fijado en este broche... -Señaló el mayor mientras posaba sus dedos sobre la joya que Bart portaba sobre su ropa-. ¿Es nuevo? Es muy bonito... -Habló concentrando de mala fe su vista minuciosa sobre el diseño del accesorio-.

-S-sí... Es nuevo... -Respondió Bart indiferente-.

-Lo sabía. –Dijo frunciendo el ceño-. ¿Y se puede saber cuándo escapaste del palacio para ir al pueblo y comprarlo? –Acusó Thad socarronamente-. Porque es obvio que nadie te dio permiso para salir, ¿o sí?

-¿Qué? ¿Escapar del palacio? –Repitió confundido por la aparente acusación-.

-¡Sí! Y es mejor que me digas o le diré al tío Barry para que él te castigue como se debe...

-¡¿Qué?! ¡No! ¡No me escapé! ¡El broche es un regalo! –Aclaró apresurado, pero un poco atemorizado debido a la amenaza de su hermano, pues definitivamente no quería otro regaño del tío-.

-¡Claro que no! ¡Ese broche lo compraste en el mercado! ¡No me mientas, Bart! ¡Dime cuándo fue que te escapaste!

-¡No te miento! ¡Te juro que es un regalo!

-¡¿De verdad?! –Inquirió incrédulo-.

-¡Sí!

-¡¿Y se puede saber de quién?!

-¡Fue el Almirante Rayner! ¡Él me lo dio! ¡Me lo dio justo antes de partir hacia aquí! ¡No me escapé de ningún lado! ¡Te juro que él me lo dio! ¡Si quieres pregúntale cuando regresemos y verás que no te miento!

-¿Ky-Kyle...? ¿Kyle te lo dio...? –Musitó Thad un poco dudoso en su voz-.

-¡Sí! ¡Así que no andes diciendo que me escapé, porque no es cierto!

-Ya... ya veo... -Murmuró Thad desviando su mirada-. ¿Y... y puedo saber por qué te lo dio...? –Preguntó un tanto arisco-.

-Pu-pues... Su-supongo que... pues... -Bart tartamudeaba buscando una respuesta que no delatara los avances de Kyle ni su pretensión a futuro-. Fue... para agradecerme que... que... hace como un mes, yo lo ayudé con sus clases de... de francés... Ya sabes que está tratando de aprender... y... y... y no tenía con quién practicar... ¡Sí! ¡Fue por eso! ¡Sólo me agradeció la ayuda! ¡Sólo eso!

-¿Clases de... francés? –Repitió Thad un poco molesto-. ¿Y por qué te las pidió a ti si yo también sé francés? Y hablo mejor que tú.

-Pu-pues... N-no... No lo sé... Quizás estabas muy ocupado ese día... O...

-¡Cómo sea! –Interrumpió secamente antes de suspirar para despejar la tensión en sus hombros-. ¡No me importa! –Expresó justo antes de girar sobre sí mismo y darle la espalda a Bart para marcharse-.

El hermano menor no comprendió mucho esa actitud y ciertamente estaba tan abochornado con esa fiesta que no le prestó mayor interés. Mejor aprovechó que Thad se apartó de la entrada para escabullirse a donde pensaba ir en primer lugar.

Luego de recorrer varios pasillos sin saber ciertamente a donde se dirigía, se adentró finalmente en un corredor bastante ajeno a los que vio antes. Ni siquiera se dio cuenta de los giros que dio al caminar y alejarse de la fiesta. Cuando menos lo notó, ya estaba más perdido en aquel fastuoso palacio. De ese modo, se acercó a una salida, cuyo final lo atraía con una luz cálida y cegadora, una señal clara que describía el exterior.

Se apresuró entonces a llegar a aquella puerta abierta, que no hizo más que regalarle al muchacho la entrada a un hermoso y espeso jardín. Uno que lo atrajo maravillándolo con sus fastuosas flores y bellos arreglos en los árboles. Era tan precioso e incluso más abrumador que el mismo palacio pérlico que los había acogido.

El pelirrojo impresionado y embelesado por aquellos hermosos y perfumados parajes, se internó irreflexivamente de sus pasos y de su propio rumbo. Irrumpió sin mesurar el tiempo o su impresionable admiración. Con cada zancada descubría flores nuevas o nuevas figuras en los arbustos. Fue tanto su asombro que ahí dedicó su tiempo hasta que la llegada del cielo azul profundo le dificultó la visión. Fue entonces que remarcó que no veía algún sendero que lo devolviera al palacio. Sin embargo, en lugar de asustarse o estremecerse, optó mejor por buscarse un rinconcito alejado y oculto que le otorgara un poco de tranquilidad y silencio. Ahí podría descansar un poco para luego retomar con más calma el regreso a la fiesta.

Para su buena suerte, halló un pequeño claro lo suficientemente cómodo como para sentarse sobre el césped y admirar el paisaje que pronto tiñó su lienzo de colores más obscuros. No obstante, Bart ya no pudo observar apropiadamente la llegada del cielo estrellado, pues el muy relajiento muchacho se había quedado dormido antes de ver los astros de diamante sobre su cabeza.

Pasaron otro par de horas y el joven príncipe no despertó por nada en el mundo. La noche tardía ya era una realidad y ahora lo cobijaba serenamente con su paisaje solitario. La luna ahora se alzaba imponente y brillante, por lo que el jardín se iluminó lo suficiente dando un aspecto mágico y edénico.

Bart yacía expandido sobre aquel pedazo de jardín sin nadie que lo molestara o lo interrumpiera. Así permaneció, intacto en todas sus formas y en todos sus deseos. Y de ese modo hubiera continuado de no ser por una despistada figura que terminó arribando al mismo sitio donde el príncipe durmiente se desenvolvía.

Aquella silueta se adelantó al pequeño claro buscando irrefutablemente un camino que también lo regresara a la fiesta, sin embargo, lo único con lo que se topó fue un cuerpo acomodado sobre la suave yerba. Se extrañó al principio e incluso se talló los ojos para confirmar lo que veía.

-Buenas noc... -Quiso saludar aquel invitado, pero su labia se bloqueó al tener tan cerca la faz de aquel muchacho que se desinhibía con sus ojos cerrados y su tenue respiración-.

Efectivamente, la cercanía con el muchacho tendido le confirmó que éste descansaba en el punto más alejado del jardín con el cielo nocturno como manta. Lo vio ahí, acorrucado, con sus brazos extendidos, recargado sobre su costado, respirando tan tenuemente que enternecía con sus suspiros. Verlo de ese modo, lo contrarió, pues al aproximarse con la esperanza de recibir la asistencia que había buscado durante ese largo rato que llevaba perdido, en realidad debió detener su impulso al darse cuenta que la siesta profunda que el muchacho se cargaba, estaba de verdad bastante arraigada.

Entonces, el invitado volvió a acercarse sin malas intenciones. Quizá si lo llamaba suavemente, lograría hacerlo despertar y podría pedirle ayuda. Sin embargo, estando a punto de exhalar una palabra, se paralizó instantáneamente en cuanto lo observó más de cerca.

Quizás haya sido la luz de la Luna o la tranquilidad de la noche, pero aquel rostro que se mostró en el medio de la oscuridad con esos reflejos platinados sobre la piel, le hizo sonrojar infantilmente. El sujeto entonces se tapó la boca para no emitir algún sonido que pudiera despertar al joven sobre la banca. Mejor se decidió por sólo mirar un poco más y hacerlo cuidadosamente para no interrumpirlo. No obstante, al querer retroceder un par de pasos, una diminuta piedra lo hizo tropezar tontamente, provocándole un desequilibrio que lo llevó directamente al suelo, siendo su trasero el que recibiera todo el impacto.

Aquel visitante se quejó irremediablemente y su vocecilla inoportuna fue suficiente para molestar a Bart, quien abrió los ojos preguntándose por la interrupción de su sueño.

-¿Qu-qué...? –Murmuró Bart sentándose al instante-. ¿Dón-dónde...? –Se inquirió observando todo a su alrededor mientras el resto de sus sentidos se reincorporaban a la realidad-. ¡Maldición! –Exclamó dándose cuenta de lo tarde que era y del tiempo que pasó durmiendo-. ¡¿Me quede dormido?! ¡No puede ser! ¡El tío Barry me matará por perderme la fiesta! ¡Rayos! –Expresó preparándose para ponerse de pie, dándole la espalda a la luna que justo iba a alcanzar las coronillas de sus admiradores-.

Con ese movimiento fue que su vista se topó con aquel sujeto yaciente en el suelo. Por supuesto, Bart se sobresaltó, inclusive se asustó por su presencia. Debió mirar dos veces para confirmarse que aquella persona era real y no una aparición.

-¡Perdón! ¡Lo desperté! –Ese sujeto habló primero, poniéndose de pie tan veloz que casi se vuelve a caer-. ¡No quise, yo de verdad no quise molestarlo, es que... es que me tropecé, pero nunca tuve la intención de despertarlo! ¡Por favor, acepte mis disculpas! ¡Por favor! –Anunció agachando su cabeza, reverenciándose en efecto-.

Bart no tuvo los instantes suficientes para comprender el contexto de todo aquello. No obstante, eso no le impidió observar a aquel hombre parado frente a él. Con ese gesto, Bart fue capaz de mirar su atuendo y los adornos de la tela. Con ese vistazo comprendió que aquel sujeto era uno de los invitados, pues sus atavíos parecían caros y bastante ostentosos, además de inusuales.

-Bueno... yo... En serio no quería molestar, así que le suplico me disculpe y si puedo hacer algo para remediar mi error, dígamelo y con gusto lo haré... -Completó el hombre levantando su rostro, mostrándolo sin obstáculos y con toda finura-.

Bart congeló momentáneamente sus pensamientos y sus conjeturas. Algo en aquellas facciones llamó extrañamente su atención. El pelirrojo incluso enmudeció intentando no distraerse con otra cosa que le apartara la vista de aquella presencia.

Mirar la quietud del muchacho recién despierto, confundió un poco al visitante. Pensó que lo había ofendido y ahora no hallaba una solución para calmar la situación.

-¿Se... se encuentra bien...? –Interrogó el invitado-.

-¿Qu-qué...? –Musitó Bart atendiendo su voz-.

-¿Se molestó? Lo lamento. Le aseguro que no quería interrumpir su descanso. –Acotó adelantándose unos pasos para disculparse mejor-.

-¿Mi... mi...mi descanso...? –Repitió Bart todavía anonadado por esa presencia que le robó toda su atención-.

-Sí. Discúlpeme. No quería despertarlo. Si hay algo que pueda hacer para que pudiera perdonarme o para hacerlo sentir mejor, yo...

-¿Des-despertarme?

-Sí. Lo siento, pero...

-¡¿Dormir?! –Exclamó Bart sonrojándose instantáneamente, ocultando su rostro de inmediato, pues comprendió súbitamente de qué iba todo ese drama, además, también realizó que se había quedado bastante tiempo embobado mirando al invitado-. ¡No, no, no, para nada! ¡Absolutamente no! ¡No, no tiene por qué disculparse! ¡Yo...! ¡Yo no estaba realmente durmiendo! ¡Sólo, sólo tomaba un poco de aire y estiraba mis músculos! –Afirmó el pelirrojo poniéndose de pie-. Por favor discúlpeme usted a mí por semejante imagen que debió ver. ¡Discúlpeme! –Habló Bart sin levantar su todavía ruborizada cara-.

-No, no tiene por qué disculparse. Todo fue mi culpa. Lo lamento. –Anunció el hombre posándose a un lado de Bart-.

-No, no tiene por qué decir eso. Usted es un invitado, ¿cierto? Así que mi deber es atenderlo de la mejor forma. –Explicó Bart abandonando repentinamente su lugar, postrándose frente al hombre, ahora dándole la cara a la Luna que le iluminó al instante no sólo su faz, sino sus ojos de por sí brillantes-. Por favor, si hay algo que pueda hacer por usted, no dude en pedírmelo. –Anunció revelando su sonrisa sincera y desinteresada-.

Sin embargo, esa dulce mueca que reveló Bart fue lo último que aquel hombre remarcó en un inicio. En realidad fueron los hermosos ojos que el pelirrojo poseía, los que terminaron por capturar la atención y el embeleso del invitado.

-Por Alá... -Murmuró el sujeto perdiéndose en aquel encanto que se intensificó en los iris de aquel muchacho de cabellos rojizos-.

-¿Per-perdón...? –Preguntó Bart al no entender lo que le sucedía al hombre-. ¿Pasa algo? –Interrogó dudoso por aquella expresión cándida que el sujeto estaba enseñando-.

-Son como el So... -Quiso decir el invitado, pero la voz de Bart al apartarse del frente lo extrajo de su ilusión-.

-¿Acaso se siente mal? –Demandó Bart virando alarmado en todas direcciones-. ¡No se preocupe, conseguiré ayuda! ¡Por lo mientras siéntese aquí! –Pidió en tanto le mostraba el césped-. Espere aquí, por favor. Volveré con alguien para atenderlo...

-¿Qu-qué...? –Musitó el invitado en cuanto su enajenación se rompió-.

-Le pregunté si se siente mal. –Repitió Bart un poco nervioso, terminando por a medias empujar al individuo para que tomara asiento-.

-¿Qué? ¡No! ¡Yo estoy bien, es que...! –Habló, pero no pudo seguir-.

De sólo pensar en revelar por qué se había quedado mirando como un niño impresionado por los fuegos artificiales, se sintió de verdad, estúpido e intimidado. Mejor cambió el tema y se preparó para confesar la razón principal que lo llevó hasta ese sitio en primer lugar.

-N-no. No es nada de eso. Yo estoy bien. –Continuó diciendo-. Le decía que lamento la interrupción, pero es que estaba buscando el camino de regreso hacia la fiesta. –Terminó confesando-.

-¿Qué? –Inquirió Bart levantando sus cejas-.

-Sí. Verá; necesitaba ir al tocador, pero cuando quise volver al salón principal, el guardia que me había acompañado, se había ido y no supe qué corredor tomar. Este palacio es exageradamente enorme y sus pasillos son casi iguales. Y al final, pues... Terminé en el jardín. Luego me encontré con usted y el resto es historia. –Explicó sonriendo tímidamente-.

Bart, lejos de mostrarse comprensivo o paciente con el caso, en realidad no resistió las ganas de reír. Y contra toda muestra de educación, liberó su risa sin mesura. Evidentemente, el invitado se sonrojó en cuanto entendió lo absurda que se escuchaba su historia.

-¿Qu-qué... qué es lo gracioso? Si me permite preguntar... –Inquirió el invitado, abochornado y un poco ofendido-.

-¡Bueno... es que... a mí...! –Tartamudeaba entre risas-.

-¡Lo siento, fui muy tonto!

-¡No, no, no, no, para nada! ¡Discúlpeme, usted! ¡No es mi intención sonar como un bufón...! –Explicó aplacando sus risas-. ¡Es que a mí... a mí me pasó lo mismo! –Declaró sonriente, limpiándose las diminutas lagrimillas que su risa le provocó-. ¡Yo también me perdí! –Anunció acercándose, postrándose frente al extranjero-.

-¿En... en serio...? –Musitó el invitado-.

-Sí. Así que no se sienta mal o avergonzado. Este lugar es de verdad enorme y todo parece igual.

-Cierto. Eso debo admitirlo. Este palacio es impresionante.

-Creo que es uno de los más grandes del sur. –Completó Bart extendiendo una sonrisa más tranquila, dándose el tiempo con su gesto para enfocar su mirada perfectamente sobre aquel ser frente a él-.

Con aquella sonrisa, el invitado terminó sonrojado, pero fascinado por aquella dulce expresión. Mismas circunstancias con el ojiámbar, que con aquella mirada más prolongada, se dio el lujo de observar bien las facciones del hombre extranjero. Dentro de ellas, Bart percató sus ojos obscuros, su piel bronceada y su fuerte quijada. No iba a negarlo; ese sujeto extraviado era muy llamativo y bastante equilibrado en su belleza. Cuando fue consciente de eso, Bart también se ruborizó.

El silencio se suscitó instantes después. Los atajó de forma desprevenida y acusadora. Los exhibió entonces, en la admiración que cada uno de ellos estaba mostrando por el contrario. Dándose cuenta de ello, los dos simplemente desviaron su rostro al mismo tiempo y se sonrieron tímidamente.

-Us-us-usted viene de Hazari, ¿verdad? –Inquirió Bart sin levantar propiamente su cara-.

-S-sí... -Habló el hombre todavía contagiado por lo raro del ambiente-. ¿Por-por qué lo menciona? ¿Se me nota mucho? –Preguntó jocosamente, tocando su propia ropa y su cabello-.

-Bueno... Lo supuse... Trae un hermoso atuendo que no había visto por estos lares... Sólo pensé que...

-Sí. Ésa es mi Tierra natal.

-Entonces... ¿Viene con el contingente que su Majestad, el Rey Barry, invitó?

-Así es. –Respondió sin miramientos, sonriendo, regresando su mirada sobre el pelirrojo-.

-¡Eso es asombroso! –Exclamó Bart emocionado-. ¡Debemos agradecer su presencia! ¡Gracias por venir! –Habló reverenciándose, agachando su cabeza y dedicando la extensión de sus brazos en el gesto-.

-¡Absolutamente no! ¡Gracias a ustedes por pensar en nosotros para este evento! ¡Estamos muy felices por los buenos momentos de prosperidad que nuestro vecino protagoniza! ¡Nos alegra su bienestar! –Anunció el hombre, también reverenciándose-.

-De verdad es fantástico que su Sultán haya podido venir. Nos halaga infinitamente que haya aceptado nuestra invitación. Nos honra muchísimo. –Dijo Bart sonriendo, posando su mirada otra vez sobre las facciones del hombre-.

-¿Nu-nuestro Sultán? –Repitió el extranjero un poco confundido-.

-¡Sí! ¡Y por cierto, supongo que debemos regresar! ¡Quizá el Rey Barry esté buscándome para que me presente con el Sultán como se debe y creo que a usted también deben estar buscando...! –Exclamó apresurado, ansioso por darse cuenta de las posibles circunstancias-.

-¿Bus-buscarme...? –Habló el hombre torciendo su boca, como si algo le reprochara-.

-¡Sí! ¡Y quizá tus amos te estén buscando!

-¡¿Mis "amos"?! –Repitió el invitado levantando sus cejas, mostrando su incredulidad-.

-¡Por Dios! –Expresó alarmándose-. ¡Y si no nos damos prisa, puede que se enojen contigo y te castiguen! ¡No, no hay que permitirlo! –Habló Bart virando en todas partes-. ¡Ven, juntos encontraremos el camino de regreso! –Anunció tomando atrevidamente la mano de aquel hombre-. ¡Ya no debemos perder más el tiempo! ¡No es su culpa que estos pasillos sean enredosos, así que no deben castigarlo por algo de lo que usted no es culpable! –Bart seguía hablando sin prestar atención al rubor que provocó en el hombre, quien avanzaba a disposición del pelirrojo, pero todavía atónito por aquel osado movimiento que lo ruborizó hasta lo profundo de su comprensión-. Mire, atravesemos estos arbustos, así deberemos llegar a algún lado-. –Dijo Bart mientras sus pasos se adelantaban a unos matorrales frondosos-.

El invitado ya no dijo nada, ni siquiera para aclarar su estatus en aquella fiesta. Todavía no alcanzaba a creer lo que aquel muchacho estaba haciendo. Sentir su mano estrechando la suya, así como su suavidad y su calor, sinceramente lo impregnaron de embeleso y candor. Aquella sensación que lo recorría desde los dedos hasta su pecho, muy pronto le invadió el resto del cuerpo, que terminó por provocarle una sonrisa.

Con esos pensamientos unilaterales, ambos se dejaron ir hacia las plantas. No obstante, al salir del otro lado, fue el invitado quien se adelantó al paso de los dos, pues los ropajes de Bart se atoraron entre las ramas provocándole una caída que lo hizo soltar el agarre.

El extranjero se preocupó de inmediato en cuanto percibió el enlace roto. Además, escuchar el gemido del muchacho al caer lo atiborró de angustia, ya que pensó que su acompañante se había lastimado.

-¿Se-se-se encuentra bien? –Le demandó a Bart mientras se arrodillaba junto al muchacho y se acercaba para saber mejor sus condiciones-.

-S-sí... sí... Estoy bien. Sólo me tropecé. –Respondió Bart desatorando sus prendas de las ramas-. Per-perdón... No vaya a creer que soy torpe, es sólo que estos pantalones se enredaron con las plantas y...

-No se preocupe. Yo jamás pensaría eso. Esas cosas suceden. –Profirió el hombre levantándose, extendiendo su mano para ayudar a Bart-.

-Gra-gracias... -Respondió el muchacho al ver el ofrecimiento, levantando inercialmente el rostro-.

Con ese movimiento, Bart quedó maravillado con la imagen propuesta ante sus ojos. La luz de la Luna se reflejaba directamente sobre el rostro de aquel individuo. La faz que descubrió en él, lo dejó perplejo, como si viera un guerrero magnánimo, fuerte, joven, decidido, pero con un gesto dulce, amable y confiable. Por supuesto, el rubor en las mejillas de Bart no se hizo de rogar. El chico enmudeció mientras estiraba su mano y permitía que aquel invitado la sujetara.

Suavemente, el hombre ayudó a Bart a levantarse. Prontamente ambos se encontraron nuevamente hombro con hombro. Ahí se quedaron un par de segundos tratando de comprender lo que estaban haciendo y lo que querían lograr.

-¿Está seguro que no se lastimó? –Preguntó el extranjero, aún sin soltar la mano del pelirrojo-.

-Sí. Estoy seguro... -Le respondió todavía conservando el color en sus mejillas-.

-Me alegro. –Musitó dedicando una sonrisa, la cual fue correspondida con otra igual-.

-Sí. Yo también. –Murmuró Bart casi apagando su voz-.

-Es mejor si continuamos, ¿no? –Sugirió el hombre un poco tímido-.

-S-sí... Sí. ¡Vamos! –Expresó Bart avergonzado por su lasitud en su comportamiento-. ¡Debemos volver! –Agregó apresurado, queriendo retomar el camino, adelantándose, pero siendo abruptamente detenido por el sujeto, quien tenuemente apretó su mano para indicar que ahora sería él quien iba a dirigirlos-.

-Es mejor si vamos por este lado. –Habló indicando un nuevo camino-. Mire, ahí hay un sendero. Quizá nos lleve a algún lado... -Aclaró invitando al pelirrojo a seguirlo, usando un delicado movimiento de su cabeza para reiterarle el liderazgo-.

-¡Ci-cierto! ¡Hay un camino! –Expresó Bart ignorando el agarre de la mano-. ¡¿Cómo no lo vi?! –Exclamó sintiéndose algo tonto al respecto-.

-No es muy fácil de ver. Los arbustos tapaban la vista. Si no los hubiéramos atravesado, quizá no lo habríamos visto. –Confesó el invitado sin soltar a Bart-. Es gracias a usted que lo encontramos. –Explicó retomando el paso, haciéndolo serenamente, sin apresurarse o jalar-.

-N-no... No lo creo. Creo que sólo fue suerte... -Musitó Bart agachando su vista, percatándose con ese gesto de su mano que yacía sostenida por la ajena-.

Se ruborizó todavía más, pero la sujeción era tan tenue y dulce que no le molestó. Al contrario, el agarre era tan amable y tan tranquilo que incluso copió el ritmo de los pasos contrarios. Todo para no romper la armonía de su andanza.

-Quizá no lo fue. Quizá fue el destino. –Habló el hombre queriendo conversar-.

-¿Des-destino? –Repitió Bart acompañando al invitado, llegando justo a su lado para que ambas siluetas caminaran a la par-.

-Sí. Quizá ya estaba previsto que usted decidiera atravesar esos arbustos para encontrar el sendero.

-¡¿Qué?! ¡¿Un destino para eso?! ¡¿Pero qué clase de destino es ése?! ¡Me caí! ¡Eso no fue muy prometedor respecto a lo que la vida tiene escrito para mí, ¿cierto?! –Exclamó Bart amenizando la charla-.

-Bueno... quizá eso sólo era un paso a seguir. Uno donde el objetivo de esa decisión era encontrar el camino de regreso. –Respondió mientras sus pies pisaban el empedrado de aquel sendero-.

-Qui-quizá... quizá tenga razón. –Habló comprensivo, simpatizando con la plática-.

-El destino puede ser juguetón a veces... -Mencionó sin detener su paso-.

-¡Eso también es cierto! ¡Espere un segundo! –Expresó Bart súbito e infantil-.

-¿Pasa algo? –Interrogó el hombre pausando su andar-.

-N-no... no en realidad... Más bien, me di cuenta de algo con sus palabras... -Aclaró tranquilizando al invitado, dándole pauta para continuar caminando-.

-¿De qué cosa se dio cuenta? –Inquirió curioso, aunque disimulando su sonrisa por aquella afabilidad que se estaba creando entre los dos-.

-Pues... si todo esto fue cosa del destino, eso quiere decir que nuestro encuentro también estaba predestinado, ¿no lo cree así? –Interrogó Bart un poco feliz al respecto, incluso satisfecho con aquel relato mágico que le permitió conocer a esa intrigante persona-.

-¡Vaya, tiene razón! ¡No lo había visto de ese modo! –Contestó el extranjero sorprendido por el comentario-. ¡Quizá sea cierto!

-¡Y eso implicaría que ambos estábamos destinados a perdernos en este enorme palacio! ¡Eso sí que es algo digno de contar! –Musitó Bart sonriente, divertido en el tono de su voz-.

-Concuerdo. Supongo que nuestro encuentro ya estaba escrito en las estrellas.

-¿Estrellas? –Repitió Bart curioso al respecto-.

-Así es. –Respondió seguro de sí mismo-.

-Pero ¿cómo? ¿Por qué las estrellas? ¿Acaso ellas son las que se encargaron de decidir que debía caerme?

-Bueno. Eso es lo que se cree en mi cultura. Se dice que si quieres conocer tu futuro, debes ver las estrellas.

-¡¿Qué?! ¡¿De verdad?! ¡¿Así de fácil?!

-Sí. Así de fácil.

-Pe-pero... -Musitó Bart alzando la vista, encuadrando en sus ojos las miles de estrellas centelleando en el cielo-. ¿Cómo es eso posible? Yo las he visto muchas veces y no creo recordar haberme visto cayendo por culpa de unas ramas... -Opinó serio y concentrado en sus palabras-.

-Bueno... eso... -Murmuró el hombre justo antes de soltarse a reír retraídamente-. Es... es... es sólo un cuento que se dice a los niños... -Agregó riendo un poco más-.

-¡¿Qué?! ¡Vaya! –Exclamó Bart ofendiéndose, pero también compartiendo la hilaridad del momento-.

Continuaron con su plática a lo largo del camino. De un momento a otro, los dos se encontraron casi al final de aquel sendero. Antes de darse cuenta, los dos juntos ya lo habían recorrido atravesando el jardín, tomados de la mano, lentos pero armoniosos en sus pasos. Y como ambos lo adivinaron, el camino los dirigió a una zona libre de césped y de flores. Una que los condujo a los perímetros del palacio. Sin querer, los dos se toparon ya con algunas luces que les marcaban las entradas principales.

-Mire, ahí está una puerta... -Exclamó Bart señalando el pórtico-.

-Ya veo. Entonces sí nos encontrábamos algo lejos. –Comentó el invitado mientras se acercaban a la entrada-.

-¡Cierto! –Exclamó riendo-. ¡Pero lo bueno de todo esto es que pude conocerlo y...! –Estuvo a punto de decir, pero una voz los interrumpió sin muchos ánimos en su temple-.

-¡Bart, ¿se puede saber en dónde estabas?! ¡¿Dónde te metiste?! –Era Thaddeus quien exigía explicaciones a la par de arribar toscamente junto a su hermano-. ¡Nuestra Majestad ha estado buscándote! ¡Quería que te presentaras al...! –Pero aplacó sus palabras en cuanto vio la compañía que se resguardaba a un lado de Bart-. Al-al... al Sultán... ¡Sultán! –Terminó exclamando, reconociendo de inmediato al hombre que sin disimulos, se aferraba a la mano de su hermano-. ¡¿Qu-qué... qué se supone que haces, Bart?! ¡¿Y por qué estás sosteniendo la mano del Sultán?! –Interrogó alterado por aquel semejante atrevimiento-.

-¿Qu-qué...? ¿Sultán? –Inquirió Bart sin comprender-. ¿De qué hab...?

-¡Discúlpelo, por favor, a veces es muy distraído! –Interrumpió Thaddeus, dirigiéndose al invitado mientras tomaba el brazo de Bart y lo jalaba hacia él-. ¡No se ofenda, mi hermano no es tan irrespetuoso como se ve! ¡Él entiende que cometió un error al tocarlo, por favor, perdónelo! –Explicó reverenciándose ante el hombre que el pelirrojo soltó debido al jaloneo-. ¡Le suplico, acepte nuestras disculpas, maravilloso Sultán! –Exclamó Thad agachando todavía más su cabeza-.

-N-no... No es para tanto... Yo... -Respondió el hombre sonriendo nerviosamente-. A mí me agradan las costumbres de otros países, así que por mí no hay problema. –Acotó sonriendo, levantando su vista hacia Bart, cuya expresión se transformó en una que revelaba sorpresa y bochorno, pues comprendió de inmediato la identidad de aquel a quien tomaba de la mano-.

"¡Por Dios! Él... él... él... ¡¿Él es el Sultán Jaime?!" Exclamó Bart para sus interiores, paralizándose al instante apenas entendiendo las circunstancias de todo ese aventurado encuentro que tuvo con él.

-Así es. Discúlpeme por no presentarme como se debe. –Añadió el sujeto que también se había perdido-. ¡Es un infinito placer conocerlo! ¡Soy Jaime de Hazari, Sultán del imperio del este! –Añadió reverenciándose apropiadamente-.

Continuará...

Nota: Saludos a todos. No olviden que comparto mis malos dibujitos en la página de Face: DC Magic Fic. Y recuerden que hay un grupo al que pueden unirse. 

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