3.

Sonia.

Conduzco por una de las largas y solitarias carreteras que van directas al recinto mientras escucho unas de mis canciones favoritas. Comiendo a cantarla en voz alta motivándome poco a poco hasta que me doy cuenta de que no estoy sola. Puedo ver a través de uno de los espejos retrovisores a un Mercedes acercándose rápidamente.
Reduzco la velocidad para intentar ver las cara y cuando se acercan más apago el motor y bajo del coche dando un salto de alegría. Dos figuras masculinas van dentro de esos cristales tintados e intento no dar más saltitos de felicidad porque acabarán pensándose que me he vuelto loca.

-¡Jesús, Dani!-grito una vez paran a mi lado.

-¿Necesitas ayuda?-se oye una voz grave mientras se baja la ventanilla.
Abro los ojos como platos sonrojándome rápidamente al ver a un par de gemelos altos que no son mis gemelos. Mierda.

-Esto tiene que ser una maldita broma.-pongo los brazos en jarra.-Lo siento chicos, me he confundido.

-¿Qué hacías por aquí sola?-se pregunta uno descaradamente guapo.

-Esperar a unos gemelos que no sois vosotros.-sonrío sarcástico.-¿Es irónico, no?

-Un poco.-sonríe el otro.-Bueno, nosotros nos vamos, que somos monitores en un campamento de por aquí y llegamos tarde el primer día.

-¿CamPop?-sonrío entusiasmada y asienten seguros.-Yo también voy para allá.-les sonrío metiéndome de nuevo en mi coche.-Os sigo para allá.

*******

Paula.

Arrastro mis maletas con dificultad hacia la orilla de la carretera y me coloco bien las gafas de sol para que nadie me reconozca. Esto podría convertirse en una gran locura si lo hacen.

Llamo a un taxi pero el que pasa ya está ocupado y resoplo haciéndoles señas a otro. Parece que hoy no es mi día de suerte.

Me paso diez minutos sentada en una de mis maletas y esperando a que aparezca un maldito taxi y cuando estoy a punto de darme por vencida, el vehículo aparca a mis pies.

-Buenos días.-saluda un hombre bajando la ventanilla.-¿Le ayudo a subir las maletas?

-No hace falta, yo...-intento decir pero soy interrumpida por un pitido insistente de un coche.

Me giro dudosa y abro los ojos como platos al ver un descapotable en el que va el rubio de mi vida. No puede ser verdad. No, seguro que no es él.

Me aparto las gafas de los ojos colocándolas en mi cabeza y dejo la maleta en el suelo para salir corriendo y tirarme a abrazarlo con todas mis fuerzas. Madre del amor hermoso la que parió a este chico, ¿cómo ha sido capaz de cuidarse tanto y a la vez mantener esa cara de bebé?

-¡No me lo creo!-le digo entusiasmada sin soltarlo.-¡Por fin!

-¡Pero qué guapa estás!-sonríe separándose y observándome de arriba a abajo.

-Bueno, no soy yo la que ha ido al gimnasio.-le toco el brazo haciendo una mueca divertida.

-Bueno, sube que te llevo.-anda hacia mis maletas coqueto.-Supongo que vamos al mismo sitio.

Le sonrió mientras le ayuda a subir el equipaje al coche y me acomodo a su lado minutos después.

-No me lo creo.-hablo con la sonrisa de tonta en la cara.-Dios, tanto tiempo esperando y...-lo miro.-Aquí está.

-Si, eh.-arranca el motor.-Yo dudaba que alguna de vosotras se acordara.

-Por dios, es la fecha más importante de toda mi agenda.

-Oh, claro.-se ríe.-La señorita ya es muy famosa.

-¿Sabes algo de los demás?-dudo unos segundos y se gira para mirarme atentamente.

-Jesús y Dani tampoco se han olvidado.-admite centrándose en la carretera.-Y de las chicas no sé nada.

-Seguro que vienen.-digo con esperanza, sonriendo ante la gran señal donde pone: "A 10Km, CamPop."

-Eso espero.

*******

Jesús.

-Venga tío.-le meto prisa a mi hermano, que arrastra las maletas lentamente.

-Tranquilízate que seguro que llegamos los primeros.-habla mientras las guarda en el maletero y se acerca a mi.-Impaciente.

-Cállate o te dejo aquí.-gruño encendiendo mi nuevo y reluciente coche.-Y ni se te ocurra ensuciarlo.

-Estas demasiado gruñón.-sonríe de lado a lado.-¿Cuánto hace que no follas?-lo miro mal, arrancando el vehículo.-Lo digo enserio, va, hace tiempo que no tenemos estas conversaciones.

-¿Y tú?-le interrogo alzando ambas cejas.

-Hace dos días.-sonríe sin más.-Con Laya, mi secretaria.

-Típico.

-Te toca.-alza la mano para tocarme la oreja.

-No hagas eso.-suspiro.-Y hace algún tiempo.

-¿Eso cuanto es?-se ríe.-¿Hace cuatro años?

-Exactamente uno.-bufo.-Decidí dejar de ser un cabrón y empezar a madurar.

-No me lo creo.-me mira.-Lo estás diciendo en broma.

-No.-cierro los ojos con fuerza unos segundos.-Me siento mejor ahora, que follándome a una cada día y luego decirle que ya no quiero volver a verla.

-Si lo dices de esa forma...-susurra acomodándose en el asiento de cuero.-Pero seguro que hay algo más.

-¿Cómo?-levanto una ceja.

-Otra razón.-sonríe de lado.-Por ejemplo, Ann.

-La he olvidado.-aseguro por muy mentira que sea.

-Eso no te lo crees ni tú.-se ríe y le doy un suave codazo.-Venga, Jesús, te conozco mejor que tú mismo.

-Cállate ya.-señalo con la cabeza el gran cartel.-Estamos llegando.

Sonrío de lado al ver como Dani mira nervioso el gran letrero y como se agarra también con fuerza al cinturón. Sé que él está deseando ver a su chica de nuevo, porque por mucho que lo niegue, para el jamás ha dejado de serlo. Todo este tiempo me he preguntado cómo nuestra vida cambió tanto desde ese verano, y después de pensarlo cuatro años, he llegado a la conclusión. Solo encuentras a las personas que formaban parte de tu vida una vez, y cuando lo haces, por mucho tiempo que pase y por mucha distancia que haya de por medio, nadie podrá reemplazar el gran hueco que ocupan en tu corazón.

******

Ann.

No puede se verdad.
No me creo que mi padre aún no haya llegado a casa. Dios, me lo prometió.
Cinco minutos más, y si no llega, me largo en el primer taxi que vea.

Me siento en el portal de mi antigua casa apartando las maletas para que la gente pueda circular sin estorbos y saco el móvil donde ya me han llegado varios mensajes. Unos cuantos de mi amiga Hanna, que me pregunta cómo he llegado y me dice que me echará de menos. Otro es de el retrasado de Jack, que me ha enviado una foto de la apertura que ha echo entre las dos habitaciones para juntarlas. Será gilipollas. Los demás mensajes son de grupos tontos que paso de leer y bloqueo el móvil resoplando.
Me atrevo a levantarme de nuevo y aventurarme entre la gente para buscar cómo llegar hacia allí, hasta que choco con mi peor pesadilla.

-Valla, valla.-sonríe ampliamente, mirándome de arriba a abajo.-Pero si es la increíble Ann.

-No has cambiado nada.-arrugo el morro ante la sonrisa intacta de Rubén.-¿Tan poca suerte tengo?-me maldigo en voz baja.

-¿Has dicho algo?-levanta una ceja y lo miro con asco.

-Solo maldecía a mi suerte por haberme encontrado con un ser tan asquerosos como tú.

-Eh, que he cambiado.-me enseña su cartera.-Trabajo en una residencia.

-¿Si?-me hago la sorprendida.-Yo te veía de barrendero, pero tira, por lo menos has conseguido ser algo en la vida.

-¿Jamás dejarás de odiarme?-dice dando un suspiro.

-No te odio.-hablo y sonrío al ver el viejo coche de papá.-Bueno, en realidad sí.-le sonrió falsamente.-Me tengo que ir, hasta nunca.

Y sin decir nada, corro hacia la orilla para abrazar con fuerza al hombre que me ha criado desde siempre. Me dil mucha pena dejarlo aquí solo, pero bueno, tiene un trabajo y una novia muy guapa, aunque su sueldo no es para tirar cohetes. Lo bueno es que tiene una hija millonaria, yo, a la que cuando su abuela materna murió le dejó todos sus bienes.

-Me pensaba que no llegabas.-le digo sincero y me pide perdón con la mirada, ayudando a meter todas las maletas.-Pero no pasa nada, la espera merece la pena.

-¿Estás lista?-me mira sonriente una vez dentro del coche.

-Jamás lo había estado tanto.

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