Capítulo 8

No es justo, «¡odio la ducha fría, la detesto!», pensé mientras me daba un baño. Me dirigí a la cocina y mamá no estaba allí, supuse que seguía molesta conmigo y no le di importancia. Preparé y tomé un café para luego irme a la facultad en un taxi, porque ya era un poco tarde.

Al llegar ubiqué un asiento en la parte delantera y pronto comenzó la clase, que, por cierto, se me hacía aburridísima con un viejo profesor suplente, nada agradable.

—¿Disculpa, Fabiola es tu nombre? —preguntó una chica a mi lado.

—Sí, ¿y tú eres? —Levanté una ceja extrañada mirando a la chica de color que no conocía.

—Soy Michelle Zesti, no sé si lograste escuchar, pero debemos formar equipos para ronda de preguntas en unos días, estoy con Carla. —La señaló y al voltear la rubia que ya había conocido alzó la mano en modo de saludo y le sonreí—. Nos falta un integrante, ¿quieres formar equipo con nosotras?

—Mucho gusto Michelle, sí me parece estupendo —respondí sonriendo.

El profesor sustituto dio las cien preguntas a estudiar y quedé con mis compañeras en reunirnos dos días antes para repasar juntas, le apunté mi número de móvil y salí directo a la oficina.

Llegué justo a medio día y la chica de la entrada me informó que Leonardo no sé encontraba y que dejó como recado para mí que volvería en unos minutos, así que me dirigí a mi escritorio para revisar y organizar los pendientes de la tarde.

Habían pasado alrededor de veinte minutos, cuando la puerta rechinó al abrirse y entró Leonardo más guapo que nunca, seguido del chófer quien cargaba una bolsa de comida.

—Hola, nena. Aquí traje nuestros almuerzos espero que te guste, mi amor. —Se acercó y me besó.

—¡Gracias!, vamos a ver que ha traído el señor —dije esculcando en los envases.

—¡Mmm! Mariscos, ¡qué rico!
Lo besé y pensé en que sí, la decisión de dejar a Joel era la más acertada. El chofer se retiró de nuestra oficina para dejarnos almorzar en la intimidad.

—¡Nena, cuéntame!, ¿qué decidiste? —preguntó sentándose sobre su escritorio y escudriñándome con la mirada mientras yo sacaba la comida de las bolsas.

—Mi decisión eres tú, con o sin reglas, pero debes darme tiempo para arreglar lo de Joel no es tan fácil terminar así —mentí, no quería que viera mi desespero e interés por él, o bueno, por su dinero.

—Está bien, veré como ayudo a que decidas rápido. —Soltó una carcajada.

—Veremos entonces. —Le guiñé un ojo y degustamos nuestra comida en silencio. 

Toc toc . . .

—Adelante —indicó Leonardo.

—Señor, lo solicitan en mercadeo —dijo la recepcionista.

—Bien, enseguida voy.

—Nunca nos dejan terminar el almuerzo en paz —me quejé.

—¡Lo siento, hermosa! —Acarició mi mejilla.

—¿Cenaremos juntos esta noche?

—No, esta noche imposible, quizás mañana. —Me atrajo hacia él y me besó—. Si deseas ya puedes irte, le diré a mi chófer que te lleve a casa, ¿de acuerdo?

—Bien, entonces hasta mañana.
El chofer de Leo era formal y muy callado, en todo el camino no dijo ni una sola palabra y yo mucho menos.

Bajé del coche hacia la puerta de casa, me despedí del chofer con la mano y cuando me disponía a abrir, sentí como unas manos me tomaron fuerte del brazo y me voltearon de golpe.

—¿Por eso me dejaste? me abandonas para estar con un tipo con dinero, que bajo caíste, Fabiola —dijo Joel completamente borracho.

—¿Qué te pasa? ¡No me toques, ni me hables así! —dije entre dientes deshaciéndome de su agarre.

—Te desconozco, te comportas como una mujerzuela; me dejas por Alcatraz, bueno por su dinero.

—Tú qué sabes, Joel, por lo menos el me ofrece un buen futuro, no como tú.

—¡Te vas a arrepentir y tocarás a mi puerta, estoy seguro!

—¡Basta! Estás ebrio, qué vergüenza. Me das pena, Joel —sentencié furiosa entrando a casa y tirándole la puerta en la cara.

¿Habría visto el chofer aquella escena tan vergonzosa?, espero con todas las fuerzas de mi ser, que no, busqué rápido a mamá y la encontré en la habitación.

—Te das cuenta, mamá, si seguía con Joel terminaría como tú —grité y salí de su habitación.

—Fabiola —gritó tras de mí—. ¿Qué es lo que te pasa?, ¿por qué me hablas de esa manera? soy tu madre, aunque tú estés por cumplir veintidós años, ¿qué es lo que sucede ahora?

Mi madre se apresuró y pudo detenerme antes de entrar a mi habitación.
 
—Joel está afuera borracho, me sujetó del brazo muy fuerte y me dijo que era una zorra por haberlo dejado. —Lloré sin parar, de impotencia y decepción.

—Cariño, solo está dolido, tenían cuatro años de relación, Fabiola, el pobre está sufriendo —comentó en tono suave.

—No, mamá, por eso papá se aprovechaba de ti y te golpeaba, por pensar siempre lo mejor, de lo peor, me niego a ser y a pasar lo mismo que tú.

—Limpié mis lágrimas y dándole la espalda entré en mi habitación.

Quizás mis palabras hirieron a mi madre, pero no podía evitar decirle lo que sentía, además de que era la verdad, aunque sonara cruel, lo era. A ella todo le pasó por permisiva y tonta. Y yo no estaba dispuesta a seguir su ejemplo por nada del mundo.

«Tú eres más inteligente, tranquila, susurró esa voz»

Ignorando lo que me atormentaba, fui a darme una ducha y me vestí con ropa cómoda, luego de hacerlo ubiqué mi móvil e intenté estudiar con él, pero se me hacía complicado, pasé una hora batallando para estudiar, ya me sentía frustrada y cansada. Cuando estaba a punto de darme por vencida el móvil timbró y era Leonardo.

—Hola, nena, ¿qué estás haciendo? llamo para decirte que en vista de que se me dificulta un poco cenar contigo, te enviaré algo de cenar hasta tu casa para que compartas con tu madre.

—Hola, cariño mío, estoy intentando estudiar con mi móvil, pero me es difícil, en cuanto a la cena me parece un hermoso detalle de tu parte, mi amor, gracias. —Hice sonar un beso.

—¿No tienes laptop en casa? —preguntó cortante.

—No, cariño, por eso lo hago con el móvil —respondí con un tono de voz sutil, pero cargado de decepción y tristeza. —¿Tú qué estás haciendo?

—Estoy resolviendo unos asuntos, nos vemos mañana.
Leonardo colgó el teléfono yo dejé el móvil sobre mi cama y corrí a la sala a buscar a mi madre.

—Mami, disculpa por cómo te hablé hace un rato, ¿quieres cenar conmigo algo de fuera? —pregunté muy emocionada.

—Solo espero que no se repita. ¿Tú de dónde sacaste dinero para llevarme comer fuera? —dijo mirándome confundida.

—Mamá, Leo me mandar...
Ella me interrumpió poniendo las manos fuertemente sobre la mesa.

—Fabiola, yo no pienso aceptar nada de ese señor, ni apoyaré que te dejes comprar por él.
 
—Cómo quieras, mami. —Me di media vuelta de nuevo a mi habitación.

No sé porque mi mamá se empeña en arruinarme la vida. Solo quiero lo mejor para las dos y el dinero de él, nos lo dará; su orgullo y prepotencia no la deja ver más allá de sus narices.

Toc toc

—Te buscan afuera, Fabiola —dijo mamá al otro lado de la puerta de mi habitación.

—¡Gracias!

Caminé hacia la puerta de la entrada, donde un mensajero me hizo firmar un pequeño papel y me entregó un carrito con varias cosas bien organizadas. Me senté en el pequeño mueble de la sala y la primera caja era la de una pizza grande, en un lado, una botella de vino tinto y un pote de helado de fresa.

Leo pensó en todo: pizza, vino y helado de postre ¡Qué bien! dije en voz alta y sin importar como me miraba mi mamá desde la cocina. Una vez tuve el envase de helado en mis manos pensé que era todo, pero no; quedaba en una bolsa plástica oscura algo más, al abrirla vi un maletín vinotinto, deslicé el pequeño cierre y era una laptop con internet portátil, grité de la emoción y di saltitos como una adolescente, quise compartirlo con mamá, pero ella se fue con cara de indignación. Subí con todo a mi habitación y llamé a Leo emocionada mas no respondió.

Cené sola, pero feliz, guardé un poco de vino para otra ocasión y también pizza para comer por la mañana y me puse a estudiar con mi nueva laptop. Mi laptop me encantaba era pequeña y cómoda, por primera vez pude estudiar tranquila llena de absoluta felicidad, me sentía maravillosa, era inexplicable las emociones que tenía en el momento. Terminé un par de horas después y me acomodé en mi cama hasta quedarme dormida.
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Por la mañana me levanté tan contenta que ni la ducha fría me amargaría el día, así que luego de ducharme y arreglarme, comí pizza de nuevo, me preparé un café bien cargado, tomé mi maletín con mi nueva laptop y me fui a clases.

En mi salón de clases busqué un asiento en la mesa de en frente, saqué mis copias, libreta, mi laptop y me acomodé dichosa. Al girar la mirada observé a una sonriente Michelle entrando al aula.

—Hola, Fabiola, ¿puedo sentarme a tu lado hoy? —preguntó dándome un beso en la mejilla y mirando mi laptop.

—Sí, Michelle, adelante

—¡Ay, Fabi, no aguanto más!, que hermosa está tu laptop, es de último modelo, es bellísima.
Ella estaba muy emocionada y eso, elevaba mi ego.

—Gracias, me la regalo mi novio ayer —comenté con coquetería.

Ella sacó su laptop, la colocó junto a la mía y empezamos la clase juntas.
El día se me hizo agradable, con mi laptop las clases no se me hacían aburridas y esta chica, Michelle era buena compañía, una alarma sonó como aviso de que el ciclo de hoy había terminado, me despedí de Michelle y salí del edificio, donde me encontré con el auto negro de Leonardo que tanto me gusta, ¡bueno uno de ellos!, la verdad en este tiempo ya le había visto tres, el chofer estaba esperándome, subí y no fuimos directo a la oficina.
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Los días pasaban y Fabiola era feliz. Leonardo la llenaba de joyas y lujos, pero ella se había alejado de su madre porque no apoyaba esa relación. Leonardo siempre se despedía al terminar la jornada de trabajo y por alguna razón eran pocas las veces que volvía a llamar, cosa que a Fabiola no le importaba en lo más mínimo, ya que algunas noches del fin de semana se quedaban juntos y eso le bastaba. Con Michelle quedaban algunos días para investigar cosas de la universidad y se estaban haciendo buenas amigas, y eso a Leonardo no le agradaba.
Por otro lado, Joel bebía todo el tiempo en el mismo bar, donde siempre la chica que trabajaba en la barra terminaba acompañándolo a casa, él no podía superar que Fabiola lo había abandonado y estaba alcoholizándose sin darse cuenta.

Dos Meses Más Tarde
Un día antes del cumpleaños de Fabiola

—Querida, mañana es sábado y también es tu cumpleaños ¿Nos iremos de reventón para celebrar? —preguntó Michelle moviendo las caderas en modo gracioso haciendo reír mucho a Fabiola.

—Espero que sí, aún no lo sé; veré con que me sorprende mi adorado novio. —Soltó una carcajada.

—Hasta cuándo estaré sin conocer al millonario fabuloso, ¡Dios mío!, ojalá mañana sea el día. —Michelle hizo gesto de súplica mientras reía.

Las amigas se despidieron y Fabiola se marchó a la oficina.

Margarita en casa lloraba la pérdida de una hija que tenía, y a su vez no, se sentía tan sola ahora que estaba distante de Fabiola, sabía que su hija cumpliría veintidós años y no estaría con ella por primera vez en esa fecha y eso la destrozaba.

.Fabiola.

En la comodidad y soledad de mi pequeña habitación siendo las nueve de la noche, pensé en Joel y mis ojos se encharcaron en lágrimas. Un día como hoy, el estaría haciéndome bromas y creando planes para el otro día, mamá estaría horneando galletas y un pastel de chocolate para mí. ¡Cómo ha cambiado mi vida!, pero no importa, tengo dinero, nada me falta y aunque extrañe a Joel ya no interesa, me acomodé en mi cama y me quedé dormida.

Día del cumpleaños nro. Veintidós de Fabiola Castell

Abrí mis ojos y sentí la tristeza invadirme completamente, una vez más, porque Joel y mi madre no estaban aquí, cantándome las mañanitas como cada año.

«Deja de pensar estupideces»

—No comiences, ¡por favor!

Me coloqué un pantalón de jean blanco, una blusa de manga corta con cuello de tortuga color crema y zapatos de tacón del mismo color, para irme a la empresa. Una vez allí, las chicas que estaban afuera me saludaron y desearon un feliz cumpleaños.
Pero fue al entrar a la oficina cuando verdaderamente me emocioné. Todo estaba lleno de globos, un ramo de flores en mi escritorio y Leonardo me sonreía a su lado.

—Feliz cumpleaños, nena. Tengo una gran sorpresa para ti —dijo señalando la tarjeta que se encontraba en el ramo de flores.

La tomé en mis manos con premura y leí:

Mira hacia arriba, dentro del globo más grande, allí se encuentra tu regalo de cumpleaños.

Miré rápido hacia los globos y sí, había uno transparente más grande que el resto y estaba lleno de papelitos y serpentinas. Leonardo con una sonrisa me ofreció una aguja y luego de tomarla entre mis dedos con cuidado di un saltito para explotar el globo, y quedamos llenos de papelitos como en una fiesta de niños, busqué en el suelo como una niña y encontré un sobre.

—Ábrelo, espero que te guste, nena ¡Lo mereces! —Me guiñó un ojo.
Me intrigaba mucho saber que podría haber dentro, lo agité un poco y sentí que algo se movía, quería decir que no solo había papeles y de pronto lo imaginé, es más lo sabía... ¡No podía ser! Dios mío, este sería el mejor cumpleaños. Lo miré efusiva, abrí el sobre con nerviosismo y al sacar los papeles quedé maravillada. Grité y salté de emoción, me lancé encima de Leo y lo besé como se merecía.

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