Seraphine: Crisis Y Secuestros

—¡Te juro que no tengo nada que ver! —exclama Atlas en su defensa—. Soy leal a ti, a tu padre, a tu familia.

—Entiendo, pero tu existencia se está volviendo un problema y mi padre lo sabe —respondo firme—. Los agitadores se están volviendo más violentos, mi padre le gusta resolver de la forma pacífica, pero no tiene miedo en escoger el camino de la violencia —exclamo firme—. Seguirás aplacando a los agitadores en oeste, yo me encargo de la capital y mi padre del resto. Tienes permiso de ejecutar a cualquiera que interfiera o ponga en duda la corona de mi padre y tu dios.

—Sí, su majestad —él asiente resignado. Me acerco hacia a él y le tomo de la mejilla—. Te juro que soy leal.

—Lo sé, pero estamos en tiempos convulsos —me pongo en puntillas para darle un beso—. Vamos a cenar, creo que Louisa debe estar esperándonos.

Los dos caminamos tomados de la mano. Los dos estamos comprometidos, pero no quiero casarme, al menos no ahora. Quiero que sea mi propia decisión escoger la fecha y no tengo prisa en hacerlo, tengo asuntos más importantes que mi boda. La coronación de mi padre dejo muchos agitadores al descubierto, se suponía que me iría con Atlas a su ducado en cuanto terminara la coronación. Pero al ver a tantos traidores juntos, no podía dejar a mi padre así. Él me dejó a cargo de la capital mientras que él recorrería el reino para sentar su nombramiento de rey y así poner fin a los agitadores.

Su viaje durará varios años, donde vendrá en contadas ocasiones para ver cómo va todo. No le he dicho a Louisa sobre la duración, ella ha estado deprimida desde que nos mudamos, me doy cuenta por su estado. No he tenido tiempo para estar con ella, ni siquiera mi cumpleaños lo pude celebrar de forma apropiada. Solo una pequeña cena con mis hermanos y ya. Todos estamos tensos por la creciente inestabilidad dejada por la guerra.

Atlas y yo cenamos solos porque Louisa se había acostado temprano. No le he hablado de los asuntos del reino, es muy pequeña para abrumarla con eso. Al terminar, conduzco a Atlas a mi habitación.

—¿Exactamente que planeas? —pregunta en el medio del cuarto. Me acerco a él y le quito la casaca negra, el chaleco también se va, al igual que la camisa—. ¿Sexo?

Me deshago de sus pantalones y tengo su miembro en mi mano. Lo masajeo hasta que se ponga duro, él suelta un suspiro ahogado.

—Quítame la ropa —le ordeno soltando su pene. Me volteo y él deshace los nudos de mi vestido rojo sangre, me levanta la falda y el vestido se va. También me quita el camisón, solo quedo con las botas, él se arrodilla y me las retira, al igual que las medias. Me apoyo en sus cuernos mientras que él me va tocando las piernas hasta llegar a mis muslos—. ¿Me amas?

—Más que a mi vida —responde y procede a darles besos a mi vientre y desciende justo en el clítoris. Sus besos se vuelven más frenéticos, sus manos se van a mis nalgas pegándome más a su cara impidiendo que huya.

Suelto varios gemidos, su mano también se une a su juego e introduce dos dedos en mi interior, generándome oleadas intensas de placer.

—No eres la única que sabe satisfacer —dice pegado a mí, me mira con una sonrisa pícara. Él toma mis piernas y las pasa por sus hombros cargándome. Él tiene una fuerza increíble, sus manos sostienen mi culo a su cara y yo me aferro a sus cuernos. Me tumba en la cama, y antes que pueda hacer algún movimiento, él ya se encuentra encima de mí.

—Eres mío —le digo y le planto un beso apasionado. Él me abre las piernas y se introduce dentro de mí. Me lo hace de forma brusca y apasionada al mismo tiempo, su mano aprieta mi pecho mientras que la otra mi cuello.

Se separa un poco de mí, pero sus caderas siguen pegadas a las mías. Su mano abandona mi pecho y se va a mi cintura, pero no abandona mi cuello.

—No pares, ni se te ocurra —gruño extasiada por la avalancha de placer que recorre mi cuerpo. Gimo aliviada, se siente como si estuviera hecha de varios nudos y ahora todos se han deshecho.

Atlas sale de mí y se acuesta a mí lado. Lo abrazo y apoyo mi cabeza en su pecho, puedo escuchar su corazón desbocado por la actividad sexual reciente.

—Lo hiciste muy bien —digo dándole un pequeño beso en su pecho velludo.

—Tú estuviste increíble como siempre —dice con la voz entrecortada—. Quisiera quedarme más tiempo.

—Pero no puedes —respondo seria—. Solo nos queda aprovechar estos pequeños momentos de placer.

—¿Pero, no podrían ser más que solo pequeños momentos de placer? —pregunta acariciando mi cabello.

—No me quiero casar ahora, si es eso lo que insinúas —rechazo la idea de facto.

—¿Y cuándo sería? —cuestiona cambiando el tono de voz—. Sería bueno para frenar las revueltas. Que la hija del actual rey se case con el hijo bastardo del rey muerto.

—Quiero que sea mi decisión —me siento en la cama—. Mis padres me quitaron la decisión de escoger mi compromiso, no quiero que la boda se una a la lista.

—No es cuestión de caprichos, es cuestión de estabilidad, de sellar esta alianza ¿o caso quieres enviar a tus soldados a reprimir a su propia gente? Hay que tomar la vía pacífica —él se sienta a mi lado—. Ya nosotros no somos personas individuales, con acciones individuales. Todo lo que hagamos tiene consecuencias mayores.

—¿Y te parece justo tomar esta decisión para complacer a otros? —le recrimino molesta.

—Te casarás conmigo, hablas como si fuera el fin del mundo —exclama molesto—. No quiero ejecutar personas, odio las guerras y haré todo para evitarlas. Si quieres muerte, que corra por tu mano, no por la mía.

—¿Por qué no puedes entenderme? —le recrimino irritada.

—No es cuestión de entenderse, sino de supervivencia —él toma mi mano—. ¿Quieres que tu padre gobierne tranquilo, quieres que tus hermanos estén a salvo, quieres seguir aquí? —señala la habitación—. Entiendo que esto te molesta, entiendo que quieras hacer las cosas a tu modo, pero ya no eres una niña. Estás a cargo del reino de tu padre, eres una diosa, tienes responsabilidades y no tienes que estar sola en todo eso. Te amo Seraphine, seamos uno solo. Déjame ser tu esposo y sirviente como deseas.

Suspiro resignada, él me abraza y me regresa a la cama.

—¿En serio crees que nuestra boda sea de ayuda? —pregunto acostada en su pecho, él pasa sus fuertes brazos por mi espalda atrayéndome más hacia a él.

—Calmará a un sector de la población, pero los agitadores seguirán —él corre las sábanas y nos quedamos dormidos o al menos hacemos el intento.

Mi padre me dejó la responsabilidad de arreglar el cagadero político que dejaron los antiguos ministros del rey. Mi padre se quedó con dos y el resto los encarceló a la espera de una sentencia justa. Si fuera por mí, ya estarían muertos, los traidores no pueden vivir.

Me encargo también de terminar la mayor cantidad de obras públicas que amerita el reino. Actualmente me encuentro resolviendo el servicio de alcantarillado de la zona sur, en serio es un cagadero ese lugar. La solución que decidieron hace doscientos años es que, todos los desperdicios debían de llegar a ese lugar. Ahora tengo un brote de disentería y una muchedumbre enfurecida.

No logro dormir lo suficiente, me levanto primero que Atlas. Él duerme por debajo de la cabecera de la cama por sus cuernos. Me asombra lo grande que pueda ser, con sus dos metros y diez centímetros y sin contar los cuernos, porque ya serían 2.40 metros. Me dirijo al cuarto de baño y me ducho lo más rápido que puedo. Tengo demasiados asuntos que atender. Salgo goteando agua y me seco con una toalla, me voy a mi amplio vestidor, con magia escojo unos pantalones negros, camisa negra; casaca de cuero roja, los costados son largas y gruesas tiras de tela. Me visto de forma práctica para el largo día que me espera, los vestidos elaborados los dejo para los bailes o eventos. Mi pelo lo amarro con una coleta de caballo.

Salgo del vestidor y me encuentro a Atlas sentado en la cama.

—¿Me ibas a dejar? —pregunta saliendo de la cama, su torso perfectamente trabajado y grisáceo me provocan volver a sus brazos—. La verdad, no sería una sorpresa.

—No empieces, ya acepté la boda. Si quieres vístete y vamos a desayunar juntos —le digo poniéndome de mejor humor—. Vamos —le hago señas para que me acompañe, él suspira resignado, empieza a sobre pensar—. Perdón.

—¿Por qué esta vez? —cuestiona poniéndose la camisa—. Exactamente no te entiendo. Primero me tratas con respeto y cariño, y ahora solo soy tu disfrute sexual.

—Estoy presionada, tengo muchas cosas en la mente. No tengo el mismo tiempo que antes de todo esto —señalo la habitación—. Disculpa si no te dedico el tiempo que te mereces. No voy a mentir al decir que esta dinámica se mantendrá por un largo tiempo hasta que resolvamos las revueltas. Lo que sí puedo hacer o decir es que, intentaré darte el respeto y el amor que te mereces, pero no quiero que me presiones.

Él asiente resignado y se termina de vestir. Los dos salimos tomados de la mano y en silencio. Él no se siente cómodo estando en este lugar, la única vez que estuvo, no fue recibido con los brazos abiertos. Aun siente recelo en ciertas áreas.

—Puedo hablar con mi madre para ir planeando la boda —le digo para sacarlo de sus pensamientos.

—Quiero que quieras planear la boda —comenta para sí—. Puede ser en mi ducado. Tienen una catedral bonita, el castillo sería el lugar de la recepción. Yo me ocupo de eso.

—Está bien —digo ausente.

Llegamos al comedor y se encuentra mi madre con Louisa.

—¡Mamá! —exclamo emocionada, me voy a su silla y la abrazo con todas mis fuerzas.

—¿Y esta extraña demostración de afecto? —cuestiona devolviéndome el abrazo—. Yo también te extrañé hija.

—¡Se quedará dos meses! Eso es muchísimo considerando sus antecedentes —dice mi hermana sacando un libro—. Atlas, necesito que me ayudes con mi tarea.

—¿Y por qué no me dijiste ayer? Tuve toda la tarde libre —cuestiona mientras que se sienta a su lado.

—Estaba en una crisis existencial, lo menos que me provocaba era hacer tarea —dice mi hermana explicándole su tarea. Mientras que me siento al lado de mi madre.

—Te necesito, necesito tu sabiduría cósmica —le tomo de la mano suplicante a mi madre.

—Sí, supe que tu padre me ha reemplazado contigo —ella hace un ademán con la mano y empiezan a servir el desayuno—. Se supone que yo soy la reina.

—Eres central, no puedes tomar decisiones en este reino —le digo observando a los sirvientes sirviendo la comida. Cuando llega mi madre es algo impresionante, y no solo los pasillos iluminados, son los sirvientes más eficaces, los soldados son más de lo necesario y las personas se vuelven más temerosos—. Pero eso no quiere decir que no me puedes orientar.

—Eso no le gustará al consejo —ella empieza a picar su huevo hervido.

—La gran mayoría están en prisión —confieso tomando una rebanada de pan y untándole la jalea.

—Sí, me enteré. Tu padre no es fanático de las ejecuciones —dice moderando su tono de voz.

—Tengo un grupo de académicos como consejeros temporales —como la rebanada de pan—. Padre ha negociado con algunos, otros no han dado su brazo a torcer.

—Luego hablamos de eso —dice eso y nos concentramos en la explicación de Atlas a Louisa sobre el idioma espectral, necesario para la magia de los espectros. Hay tres niveles dentro de la magia, la primera es la magia negra, luego le sigue la magia espectral y, por último, la magia del caos. Las tres las domina la señora Laila, pero ahora hay tres dioses oscuros que se las dividen. Demian con la magia negra, es un gran y poderoso hechicero. Le sigue mi padre con la magia espectral. Y por ultima estoy yo, la más inestable y con mayor facilidad de perder el control.

—Tienes que estar pendiente donde pones los putos, porque la oración decía: la liebre está en el parque izquierda —Atlas borra las oraciones de Louisa y le indica que debe poner y que no—. El punto este indica dirección hacia la izquierda, el punto oeste indica lo mismo, pero hacia la derecha. El norte indica el lugar en futuro y el sur el pasado. Por ejemplo, esta oración de aquí —le señala en el libro—. ¿Cómo sabes dónde va los puntos? El mismo contexto de la oración te lo dará, si la acción estará haciendo en el futuro, debes poner el punto arriba. Si es una acción que terminó en el pasado, debe ir el punto abajo. Si la acción está sucediendo en el lado izquierdo, el punto debe ir en el lado izquierdo de la acción. Y así con el punto oeste.

—¿Por qué los puntos del este y el oeste? —pregunta mi madre intrigada.

—Porque los espectros se manejan con las estrellas, esos puntos indican en que posición deben ir. Es más que todo en el uso de la navegación, lo usan mucho los marineros o los que se movilizan demasiado —habla Atlas cortés—. Si te vas a la derecha, te irás hacia los planetas; pero si te vas a la izquierda te acercas más hacia el reino de las sombras.

—¿Por qué el idioma espectral es tan hermético para los extranjeros? —pregunta mi madre bebiendo su jugo de naranja.

—Por su sistema de magia, porque la reina Olena lo decretó así hace años, por misma persecución y caza a las criaturas espectrales. Por muchos motivos, prefiero inclinarme por los múltiples conflictos que han tenido el reino de las sombras con los espectros —responde empezado a comer su avena.

—Tristan era reacio a enseñarme a leer, aunque sea un fragmento —explica mi madre molesta.

—Sí, los extranjeros no pueden enseñar nuestro idioma a no ser que uno de sus hijos tenga o desarrolle la magia espectral. En este caso, Seraphine y Louisa la desarrollaron —comenta Atlas tranquilo.

Atlas termina de ayudar a Louisa con su tarea, mientras que mi madre y yo desayunamos. Louisa guarda sus cosas velozmente y se lleva tres rebanadas de pan para el camino. Atlas igual desayuna y termina.

—Ya me tengo que ir —él se levanta de la mesa y se despide de mí con un beso en la frente y le hace una reverencia a mi madre.

Las dos terminamos igual y nos vamos al despacho de mi padre. Se cierran las puertas cuando las dos estamos dentro.

—El reino está en bancarrota —suelto sin más. Ella se sienta en el mueble y me mira atenta—. El dinero de las arcas públicas está en números rojos desde hace mucho tiempo y el poco dinero que entraba, se lo repartían así sin más. Muchos ministros, habían dimitido, pero cuando mi padre revisó las finanzas del reino y yo leyendo las mentes. Fue cuando los encarceló.

—¿Qué tan malo es? —cuestiona mi madre manteniendo la calma.

—Lo suficiente como para decir que el antiguo planeta de mi padre tiene más dinero que la capital —confieso mortificada—. Estoy resolviendo con lo poco, el saneamiento del reino y poniendo un hospital en óptimas condiciones por un brote de disentería.

—¿Tú padre que piensa de todo esto? —cuestiona cruzándose de piernas. Me viene a la mente los gritos de él al descubrir todo esto.

—Mal, se fue a recorrer el reino para recolectar las deudas que tienen muchos duques con la corona. También a poner orden con las revueltas de otros territorios que se están alzando en contra de él —me mantengo de pie nerviosa.

—Comprendo ¿la señora Laila o el señor Seth saben de esto? —cuestiona mi madre.

—Sí, el señor Seth acompaña a mi padre en su viaje. La señora Laila dijo que no iba a dar ni un centavo para resolver esto. Que ella ya había dado un dinero cuando ustedes se casaron —respondo sentándome a su lado—. Estoy en conversaciones con varios economistas para mantener esta crisis, pero tarde o temprano se destapará todo. Pusimos a prueba el congelamiento en las tasas de los impuestos, estamos incentivando el pago de impuestos al decirles a las personas que sus impuestos valen, ya que estamos trabajando en mejora el reino.

—Me parece bien, pero con solo impuestos no salvarás este reino —reconoce mi madre—. Tienes que impulsar el comercio entre las grandes casas y crear una economía de libre mercado. Otra cosa —ella respira profundo—. Te voy a apoyar moralmente todo lo que pidas, pero por los momentos no te puedo ayudar económicamente hablando. La señora Laila tiene razón en no darles el dinero, y sé que tu padre y tú no tienen la culpa. Pero este reino está tan hundido que, para sacarlo, se necesita de demasiados años y los intereses que se generarán, serán impagables...

—¡Su majestad! —exclaman en la puerta.

—¡Adelante! —le grito al guardia. De inmediato entra Atlas todo desarreglado.

—Atacaron la carrosa de Louisa, al parecer intentaron secuestrarla —exclama Atlas alterado—. Ya tengo a espectros y sombras buscándola, al parecer pudo escapar del ataque.

Mi madre y yo nos levantamos al mismo tiempo. Mi madre pierde toda pizca de tranquilidad porque se escuchan unos truenos tan espantosos que por un momento el cielo se vuelve blanco. Los tres salimos del castillo, mi madre moviliza su ejército para la búsqueda de mi hermana, mientras que Atlas y yo movilizamos el nuestro para la captura de los secuestradores. ¡Ahora sí estoy furiosa!

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