22

No creo que jamás haya estado tan asustada como lo estoy en este momento. Mi cuerpo entero suplica que escape y huya tan lejos como pueda de lo que espera por mi detrás de la puerta del apartamento, pero estoy tan preocupada por esa niña y me siento tan responsable por cualquier cosa que pueda pasarle que jamás me perdonaría el haberla dejado a su suerte, así que, cuando al fin llegamos, tengo que tomar una enorme bocanada de aire antes de decidirme a abrirme paso hacia el interior.

Para mi sorpresa, de todas las personas que esperaba encontrar al otro lado; encuentro a mi mejor amigo deshecho en el sillón individual de la sala con un moretón enorme en el ojo derecho y sangre fresca en sus muy hinchados labios.

-Levy -chillo al tiempo que la puerta se azota detrás de mí.

Al girarme encuentro a un hombre alto, calvo y con cuerpo tan ancho y musculoso que consigue darme a entender de inmediato que fue él quien se atrevió a lastimar a mi amigo.

-Bienvenida de vuelta, Madison. Te estábamos esperando -sonríe y luego me señala el camino a otro de los sofás.

-¿Dónde está Alison? -me cruzo de brazos cuando un arranque de adrenalina se apodera de mi cuerpo, pero a pesar de mi seriedad, el hombre se ríe antes de pasar un brazo sobre los hombros de Dylan que se encoje de inmediato.

-¿Quieres ayudarme con tu novia, chico lindo? -dice dándole unas palmaditas en la mejilla-. ¿O prefieres que lo haga yo, eh?

-¡Madison! -los chicos me advierten al unísono.

-No soy...

-Madison -Levy me interrumpe y cuando lo miro me lanza una intensa mirada de advertencia que me hace tragar saliva-. Cállate y siéntate, por favor -suplica y su insistencia me leva finalmente a obedecer.

-Bien hecho, preciosa -reconoce el hombre sentando a Dylan a mi lado.

-¿Dónde está...?

-Está de camino a San Francisco donde se encargarán de eliminar de su sangre toda la azúcar que le dejaste consumir los últimos días. Muchas gracias...-el doctor Hoffman responde a mi inconclusa pregunta saliendo de la habitación vistiendo una bata blanca que consigue ponerme los nervios de punta.

-Si la lastimas...

-Ay, por favor ahórranos el drama Madison. Ya tuve suficiente con la niña -me interrumpe frotándose las sienes y luego se sienta en un banco que desentona por completo con el resto del lugar-. Mejor aprovechemos este tiempo para explicarle a tus amiguitos la razón por la que estamos aquí hoy, ¿quieres? Préstame tu mano -dice estirando su mano hacia mí.

Me rehúso a obedecer sus instrucciones y con el solo movimiento de su mano, otro de sus hombres se encarga de forzarme a seguirlas, jalándome hasta ponerme de pie y contra toda mi voluntad alza mi muñeca izquierda hacia el odioso de Wen. Éste último, busca por algo en el bolsillo de su bata y después saca una pequeña lamparita que al presionar un botón, emite dos cortos pitidos y enciende una luz violeta que tan pronto entra en contacto con mi piel, me deja ver un código que de inmediato me crea un nudo enorme en la garganta.

-¿Sorprendida? -se burla el hombre al ver mi reacción mientras se encarga de mostrarle el mismo código tatuado en la muñeca de Alison a todos los presentes que solo lo miran y luego a mí como si de pronto viniera de algún otro planeta-. Vuelve a sentarte, linda. Muchas gracias.

Me empujan de vuelta al sofá con las miradas de todos llenas de lastima sobre mí que solo empeoran segundo a segundo como me siento.

-Blanchard, ¿te importaría explicarnos qué significa ese magnífico código? Nuestro amigo Dylan tenía muchas dudas esta mañana al respecto -señala haciéndome sentir completamente avergonzada.

Me siento como un bicho raro, como si de pronto me hubiera encogido tanto que casi soy inexistente en la habitación.

-Experimento ciento cincuenta -contesta Levy luego de que al reusarse un hombre se para junto a él dispuesto a obligarlo si es necesario.

Sus palabras, en cuestión de segundos convierten todo de pronto en una absoluta realidad, destruyendo la última parte de mi que se aferraba a la esperanza de que nada de esto fuera cierto. Que todo era tan solo parte de un muy mal sueño del que pronto despertaría, pero no.

Eso es lo que soy.

-¿Experimento? -titubea Dylan haciendo que me sienta mucho peor.

-¿Qué no te lo dijo? Madison posee una combinación perfecta de genes que un grupo de científicos hace diecinueve años se encargó de implantar en su ADN, lo cual la hizo extremadamente valiosa para el Centro Global de Investigación cuando era una niña y llevamos a cabo diferentes investigaciones en ella -anuncia Wen-. Ahora es la otra niña en quien trabajamos, sin embargo, a Madison por alguna razón se le ocurrió que sería buena idea sacarla del laboratorio y traerla hasta aquí. Lo cual es algo que tendré que discutir con ella en privado...

Todos nos quedamos en silencio por un rato donde ellos intentan procesar toda esa nueva información, mientras yo lo único que quiero es salir corriendo de aquí, y el doctor Hoffman parece estar teniendo el mejor maldito día de su vida.

Otros dos hombres salen de la habitación enseguida y sin decir más se disponen a forzar a los chicos a levantarse; lo cual parece todo un reto luego de las palizas que les proporcionaron.

-¡No pienso ir a ningún lado sin ella! -exclama Dylan, como si de pronto me hubiera convertido en alguien que necesitara de un salvador.

Pero no necesito que me salve, de hecho, no quiero volver a verlo jamás. Yo sola me metí en este problema y ahora soy yo misma quien tiene que resolverlo.

-¿Quieres alguna otra motivación? -lo cuestiona el hombre antes de sacar una pistola que apunta directo a su frente.

-¡No! ¡Detente! -me levanto de inmediato, interfiriendo entre la pistola y Dylan que ha pesar de haber arruinado todo, no podría soportar ver más lastimado por mi culpa-. Vete, por favor. Los dos háganlo -me giro de vuelta hacia Wen que me mira completamente sorprendido por mi reacción-. Tu problema es conmigo, no ellos.

-No podrías tener más razón -coincide poniendo el arma de vuelta en su bata y los chicos finalmente acceden a marcharse con sus respectivas escoltas, que al marcharse se llevan con ellos toda la adrenalina que me mantenía con valentía suficiente para enfrentar todo esto, y que tan pronto se esfuma, me deja hecha un mar de lagrimas y nervios en el sofá.

La mujer que se hizo pasar por la prima de Dylan se acerca a mí, y tan pronto levanto la mirada ella me extiende su mano que ya está cubierta por un guante, como si yo tuviera algo infeccioso que pudiera contagiarle.

-Dame tu brazo -me ordena cuando solo me quedo viéndola y en lugar de obedecer únicamente escondo mis brazos lo mejor que puedo para mantenerlos lejos de su alcance. Con un solo movimiento, ella consigue tomar mi brazo y clavar una aguja justo en mi vena.

La punzada de dolor tensa cada uno de los músculos de mi cuerpo y mientras el recipiente de cristal que me conecta se tiñe de rojo, lo más que puedo hacer es permanecer inmóvil.

-Trabajo con niños cariño, podría hacer esto contigo brincando -me dice al terminar y después sin más, la fría medica se lleva esa pequeña parte de mí con ella.

-Su nombre es Olivia Behlier y es la subdirectora del C.G.I -anuncia Wen volviendo a su lugar en la silla junto a mí-. Me temo que puedes imaginar hasta dónde ha llegado la noticia de lo que hiciste o, mejor dicho, lo que intentaste hacer si ella está aquí -señala-. No creo que haya sido la mejor forma de agradecerles por salvarte la vida -agrega.

-Tú no me salvaste la vida, mi madre los obligó -alego.

-¿Georgina? -bufa-. Ella te arrebató la oportunidad de hacer algo grandioso en tu vida. No te salvó, solo te dio este mediocre intento de normalidad.

-Iba a morirme -replico y él alza las cejas.

-¿Realmente hubiera sido tan malo?

¿Hubiera?

-Siempre pensé que tu te convertirías en mi gran éxito -sigue hablando, y cuando menos lo noto ya se ha movido a mi lado en el sofá. Sostiene una enorme jeringa llena de un líquido que al parecer ahora contiene mi sangre bastante diluida-. Tenía todas mis esperanzas puestas en ti. Eras una niña muy especial... siempre obediente y dispuesta a superar cualquier prueba que te impusiéramos... eras fuerte.

-Era ingenua y totalmente manipulable -contesto.

-Tanto potencial... completamente desperdiciado -señala jugueteando con la jeringa entre sus dedos que amenaza con atravesar mi piel en cualquier momento. Me pierdo en el azul vibrante de sus ojos cuando se acerca un poco más a mí y la jeringa desaparece de sus manos que ahora de pronto sostienen las mías, cuando la pasa a otro de sus hombres.

-No, ¡suéltame! -lloro.

-Shhh... vas a estar bien Maddie -murmura poniéndome aún más nerviosa de lo que ya estaba-. Mientras cooperes, no tienes nada que temer.

-¿Qué vas a hacer? -mi voz tiembla a punto de romperse cuando otro de sus hombres se encarga de quitar los mechones de mi cabello para descubrir mi cuello y después siento la puntiaguda punta de la jeringa contra mí-. ¡Por favor no lo hagas! -entro en pánico.

-No te muevas o tu misma te lastimarás -me advierte-. Solo quiero saber quien metió esta estúpida idea a tu cabeza, no voy a hacerte daño -me dice limpiando una gruesa lagrima que recorre mi mejilla por el miedo que siento en este momento-. ¿Quién te dijo que lo hicieras?

-Yo lo hice -me apresuro a decir-. No podía dejar a esa niña en tus manos y no lo haré. Vamos a salvarla y tu pagarás por lo que nos has hecho -lloro y la filosa punta me presiona más el cuello como en una amenaza.

¿Va a matarme? ¿Es eso a lo que han venido hasta aquí?

-Fue Georgina, ¿cierto? ¡Ella te dijo que lo hicieras! -presiona al igual que la aguja contra mi piel-. ¡Contéstame! -grita y el sobresalto ante la forma en que me levanta la voz me lleva a asentir.

Casi de inmediato un dolor agudo se apodera de mi cuello esparciendo un ardor terrible en mi garganta cuando empujan la sustancia a mi interior y ésta con rapidez comienza a esparcirse por todas partes.

-Detente -le suplico al hombre que continúa sujetándome con fuerza.

-Cuenta hasta tres -me indica acariciando mi mejilla como si realmente intentara consolarme.

Uno...

El terrible dolor persiste por lo que parece una eternidad y ya no logro resistirme.

Dos...

Cuento en mi cabeza cuando mi cuerpo comienza a ceder ante lo que sea que me inyectan.

-Eso es, ya casi acabamos -me dice, o quizás lo imagino, no lo sé, pero la oscuridad comienza a reinar en mi campo de visión.

Tres.

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