Interrogatorio a Yami Atemu
Capítulo 3
Interrogatorio a Yami Atemu
Estamos en silencio, él frente de mí y ambos sentados en la sala de interrogatorios, él ocupando el lugar donde antes estaba Motou.
-¿Qué tipo de relación tiene con el joven Motou?-pregunto mirándole y quitándome las hebras castañas de la frente, llevo todo el día en este caso, mi cabello es un desastre.
-Pensé que estábamos aquí por el asesinato de Joey-dice con crudeza pero después prosigue –somos pareja –finaliza y sé que no dirá más al respecto.
-¿Cómo era su relación con Joey?-pregunto
-Joey era el mejor amigo de Yugi, también era mi amigo, íbamos en el mismo salón, hacíamos reuniones en casa de Yugi, jugábamos videojuegos juntos –dice con un deje de tristeza en la voz y sus ojos rubí me enfocan de nuevo –Éramos buenos amigos-
-¿Visitó alguna vez a Joey en su casa? –
--No, jamás, a Joey no le gustaba que fuéramos a su casa, nunca nos dijo siquiera donde vivía, ahora creo que se avergonzaba de ello, él era una persona bastante reservada aunque a simple vista no lo pareciera-su ceño se frunce ante sus propias palabras reprobando aquella conducta de su fallecido amigo.
-¿Reconoce esto?-pregunto mientras de mi saco, sustraigo una bolsa de evidencia, la caja metálica con las cartas
Yami se sorprende al verla –El deck de Juego de Monstruos de Joey, ¿Cómo lo consiguió? Pensé que todo se había perdido en el incendio- dice tomándolas como si fueran algo vivo y preciado, recorre una por una mirando las imágenes con nostalgia -Era un excelente jugador, a pesar de ser novato, ¿sabe?, jugaba con el corazón y por ello ganaba casi siempre por los pelos sus batallas-dice acariciando las cartas con delicadeza, hasta que llega al final frunciendo el ceño extrañado revisando de nuevo el mazo –Falta una- me mira acusatorio como si la hubiera robado - ¿Dónde está su dragón negro de ojos rojos?-pregunta con cierto exalto en la voz
-Son todas las cartas que encontramos, de milagro no se quemaron, estaban bajo una tabla suelta en el piso de su habitación–le explico y este asiente aun meditabundo y mirando las cartas como si fueran un enigma para él.
-¿Sabían que Joey trabajaba de tiempo extra?-le pregunto sacándolo de su abstracción.
-Lo suponíamos, pero nunca nos habló de ello, Joey era terco y orgulloso, jamás hablaba de su vida privada, no le gustaba que supiéramos que tenía carencias, siempre buscaba ser un héroe para los demás, podía cargar con las penas de otros y las suyas sin quejarse, él era admirable-dice con la voz triste y profunda
-Gracias por su ayuda joven Atemu, creo que eso será todo –digo despidiéndolo –su información es útil para el caso
Atemu estrecha mi mano y me mira fijo con unos ojos sabios que trascienden al tiempo, como si un hombre viejo me mirara, sus ojos son misteriosos y rubí, un color peculiar, no suelta mi mano aunque el contacto a durado demasiado, al punto que me pone nervioso.
-Joey era importante para mí, era un gran amigo y tenía un corazón de oro, tal vez usted no lo entienda señor pero alguien como Joey no merece que sus restos no reciban sepultura y que su nombre no sea honrado, no hemos podido llorarle a su cuerpo porque ustedes lo tienen para sus análisis, espero que entienda el sentimiento que ha causado y la perdida por la que pasamos-dice soltándome por fin retirándose de ahí
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Llego al puesto de periódicos, por hoy terminé mis interrogatorios, aún debo concertar más tiempo para los demás amigos de Joey, por otra parte William, la otra víctima, ha sido más difícil de rastrear, llego al lugar donde Joey trabajaba, un hombre fornido me recibe al parecer era el jefe de Joey.
-Joey trabajaba aquí de 5 a7 de la mañana de lunes a viernes, era un chico feliz y buen mozo-dice el hombre que se toma unos minutos de su tiempo en responder mis preguntas.
– Trabajaba aquí desde pequeño, iba a las colonias a entregar los periódicos, pero también era a veces mesero en un restaurant cuando necesitaban suplentes, el mantenía a su ebrio padre, su sueldo era poco pero él administraba, un buen chico le digo-me dice con un gesto confianzudo -Es una pena que haya muerto, no puedo creerlo aún, lo vamos a extrañar aquí al buen Joey –finaliza con tristeza y yo agradezco sus atenciones mirándolo retirarse a seguir con su trabajo y yo con el mío.
-¡Vaya Joey!, eras un chico trabajador, con un padre ebrio, viviendo en una diminuta casa, manteniendo a tu familia y en un lugar poco sano para el desarrollo, sí que tenías problemas-digo al aire metiéndome en mi carro ya que aún debo buscar más información acerca del caso
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Miro el edificio, la Escuela Estatal Domino, una preparatoria publica, los chicos deben de estar en clase pero yo me dirijo hacia Dirección y Sala de Maestros, las autoridades estudiantiles ante mi placa deciden responder a mis preguntas sin vacilación facilitándome el expediente de Joey, frente al Director en su oficina lo hojeo.
-Joey era un estudiante becado al parecer-digo leyendo los oficios que conforman el legajo de su expediente estudiantil.
-Joseph Wheleer, tenía una beca de escasos recursos, era un pésimo estudiante y un vándalo, impuntual, peleonero y bocón-dice el hombre enumerando sus infamias.
-Estuvo varias veces en mi oficina por iniciar peleas, los suspendimos unas cuantas veces, mandamos llamar a su padre pero nunca se presentó, estuvo a punto de perder el ciclo escolar en varias ocasiones pero siempre se salía con la suya, parecía tener más suerte de la que le correspondía-concluye el hombre mayor frente a mí quien considera las faltas a la disciplina como pecados capitales
-ya veo-digo conociendo cada vez más a Joey mirando sus notas donde física, química y matemáticas las había reprobado varias veces pasándolas a veces de puro milagro, mientras que arte, literatura, deportes, talleres de actuación, música, dibujo y canto tenía unos impresionantes nueves y dieces -¿No le importa que hable con algunos de los maestros de Joey?-le pregunto al decano
-No, está bien, pero ese Wheeler... un asesinato, un chico tan joven, es triste saber que le ha pasado eso-chasquea la lengua con desaprobación- Cuando terminaba de regañarlo, me veía con sus ojos de perro regañado y con la cola entre las patas, descarado me pedía un dulce de mi escritorio y cuando se lo concedía me prometía que iba a mejorar, sonreía y agitando la mano se iba corriendo a su salón, era un buen chico señor, se lo aseguro, un diamante en bruto, solo le faltaba más disciplina y mejores ejemplos, de eso estoy seguro-dice sonriendo mirando el jarrón de cristal sobre su escritorio lleno de dulces, adivino que se lamentaba ya no poder darle nunca uno más a aquel estudiante rubio.
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-¿Joseph Wheleer?, si lo recuerdo a la perfección, era pésimo en mi materia, siempre intentaba mejorar cuando veía que ya iba a reprobar, tenía la suerte de tener buenos amigos que le pasaban las tareas o lo dejaban copiar sus exámenes, más de alguna vez los sorprendí, le ofrecí cursos de tutorías, pero al parecer no tenía tiempo, así que le regalaba juegos de copias con ejercicios, pobre chico nunca traía dinero para sus libros, cuadernos ni uniforme, puras cosas de segunda mano-dice la maestra con signo de tristeza
-Gracias por su información es muy útil en mi investigación-le digo a la angustiada mujer que en el salón de clases ahora vacío mira un banco de manera fija, supongo que sería donde se sentaba Joey
-Era revoltoso y nunca se quedaba callado, pero no merecía que lo mataran, encuentre al culpable señor, alguien como Joey es de los que no hay-dice perdida en sus pensamientos.
Había hablado con las otras maestras y maestros de Joey, parecía que su situación económica era muy precaria porque nunca podía ir a los viajes escolares o salidas, ni tenía dinero para comprar el material que le pedían. Siendo menor de edad es difícil encontrar trabajo, y casi imposible uno bien pagado, solo le quedaba la opción de repartir diarios y después apresurarse para llegar a la escuela, con razón siempre llegaba tarde, trabajando a todas horas para ayudar en su casa no tenía tiempo para tutorías, alguien tan joven con tan dura carga, al menos ahora en muerte podría descansar en paz, sentía que cada vez me hacía un mejor cuadro de quien era Joey Wheeler.
Con ese pensamiento abandone la escuela aún tenía más interrogatorios que realizar.
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