Escuchar la voz de mi mujer todos los días cada vez más desesperaba, me llenaba de impotencia. Quería despertarme, agarrarla y acurrucarla contra mí. Odiaba toda la situación, odiaba en como me encontraba, no me gustó nada lo que pasó.
Todo estaba planeado, todo estaba calculado. Un puto error fue que echó todo a perder. Y descubriría el culpable de eso, aunque ya sabía posiblemente quien era.
—Te amo…
Las palabras de Melissa seguían en mi mente todo el tiempo. Yo también la amaba, y la extrañaba tanto que todos los días deseaba despertar y ver su hermoso rostro.
—Oh amor, por favor despierta por favor amor…
Y ahí estaba de nuevo, la voz de mi Melissa sonando desesperada y me llenaba de impotencia no poder calmarla.
Amaba su valentía para enfrentar toda esta situación aunque sabía que se derrumbaba cuando estaba sola. Admiré a mi mujer aún más cuando me dijo todo lo que había hecho, por todo lo que había pasado. Me sentí orgulloso de ella, pero otra parte de mi se sentía preocupado por ella.
No se que pasó el día del atentado, venía de entregarle el dinero a los extorsionadores. No iba con los guardaespaldas ya que los maleantes me dijeron que yo, y estos me habían amenazado con hacerle algo a mi familia si iba con alguna trampa. Decidí hacerles caso, sin embargo, sabia que sus amenazas eran en vano porque no eran peligrosos. Lo que no estaba en mis planes era la embestida del otro problema. Con ellos ya había hablado y les había pedido dos días para arreglar las cosas y hacer lo que ellos querían, esos dos días lo tomaría para hablarlo con Melissa (ya que le debía explicaciones), hablarlo con James y a ver que podíamos hacer, pero todo se fue a la mierda.
Ese accidente no debió de haber ocurrido, pero estoy seguro que alguien movió sus teclas para afectarme.
En lo primero y único que pensé cuando sentí el impacto fue "No quiero morir, quiero decirle a Melissa que la amo y ver a mis hijos crecer" y lo último que recuerdo fue ver la sonrisa y los ojos brillantes de Melissa, para luego caer en la inconsciencia.
Mi mujer me seguía hablando pero esta vez la oí más nítido, y empecé a sentir toques en la mano. La apreté sin dudar, esperando a que se diera cuenta de que estaba ahí, que esperara un poco más.
—¿Henry? —Se escuchaba llorando.
Volví a apretar su mano, y la escuché gritar, me preocupé más. No quería que se alterara. Escuché como le dijo a alguien que le había apretado la mano y recé a todo los cielos que hicieran algo para poder despertar por completo.
Sentí dolor, sentí inyecciones pero nada, pero nada me hacía abrir los putos ojos. De un momento a otro todo se detuvo, ya no había dolor y no escuchaba a nadie.
Se habían ido.
Quería gritar, quería impulsarme y levantarme de donde estaba. Pero no podía.
No sabía cuánto tiempo había pasado, para cuando volví a escuchar una voz y está vez fue la de mi hermano.
—Mira, imbécil, si no te despiertas en este momento le diré a Melissa que se busque a otro hombre —argumentó—, y le diré a mis sobrinas que su padre por flojo no quiso despertar.
¿Sobrinas? No podía ser.
¿Mis bebés serían niñas? Empecé a llorar, no sé, pero sentía mi corazón latir más rápido, más fuerte. La emoción era sin igual y…
Empecé a ver luz, una luz cegadora, una luz esperanzadora. Empecé a ver borroso y la silueta de mi hermano fue lo que vi primero.
—Oh, mierda, sí funcionó —exclamó—, espera, no hagas nada. Voy a llamar a los médicos.
Vi más o menos como salió despavorido de ti, chocando casi con la puerta. Empecé a sentir la garganta seca, me dolía muchísimo. Di un gran suspiro haciendo que me dolería el pecho, pero no me importó. Sólo quería ver a mi mujer si saber si era verdad que mis bebés eran lindas princesas.
Mis princesas. Dos lindas nenas, una parte de mi y de Melissa, no me cabía la emoción en el pecho.
Decidí levantarme de ahí pero al momento de hacerlo un doctor y algunos enfermeros entraron. Me revisaron, con una luz molesta observaron mis ojos, revisaron mi pecho y me dieron un vaso de agua que me garganta agradeció. Estaba cansandome, ya quería irme de ahí y ver a mi mujer, q, quería abrazarla, besarla, decirle lo orgulloso que estaba de ella, decirle que la amaba. Porque sí, la amaba desde la primera vez que la vi.
Luego de un rato, los enfermos se fueron y sólo quedamos el doctor y yo.
—Bien, aunque acabas de despertar, debes de estar en reposo. Recuerda que tus defensas no son las mismas, tu estómago está débil y por ende no debes de comer nada pesado. Realizarás ejercicios leves para que tus músculos y huesos se adapten.
Asentí sin decir nada con respecto a eso.
—Solo una cosa, quiero ver a… Mi esposa, ¿donde está?
Sabía que por su amenaza de aborto estaría en el hospital.
—Está aquí, al lado —respondió—, puede verla pero recuerda tomar precaución.
Volví a asentir. Antes de ir a verla quería ducharme, lavarme los dientes y estar cambiado para ella. Luego de todo eso, que cabe recalcar que todo fue incómodo, un enfermero me ayudó con la silla de ruedas y la rodó hacia la salida de la habitación.
Sentí un picor en mis mejillas seguido de un beso, estaba durmiendo un poco luego de tantas emociones, pero los besos constantes en mis mejillas me hicieron abrir los ojos. Parpadee un par de veces para acostumbrarme a la luz, y volteé para encontrarme a ¿Henry?
—¿Amor? —dije asombrada—, dime que no estoy soñando, por favor.
Lo vi negar y mis ojos se llenaron de lágrimas cuando agarró mi mano y la colocó en su mejilla.
—Siénteme, estoy aquí, dulzura.
Jadee al escuchar su ronca voz, y me solté a llorar, lo vi levantarse con esfuerzo y me abrazó. Sentir sus grandes brazos alrededor de mi nuevamente me llenó de vida, me hizo olvidar todo lo anteriormente sucedido y sólo pude sollozar.
—Te amo, Melissa Jones —soltó y lloré aún más—, perdóname por todo, perdóname por no decirte nada, perdóname por dejarte sola, por dejarlas sola.
»Me sentía tan enojado conmigo mismo al oírte tan desesperada, quería despertar, lo juro amor, pero no podía y me sentía tan…
—Olvidemos eso —interrumpí—, ya estás aquí, eso es lo único importante.
Le vi sonreír y por primera vez luego de un mes entero, pude sentir sus labios contra los míos. Casi solté un gemido de satisfacción, extrañaba sus besos, extrañaba tenerlo junto a mí. Tras separarnos, quitó las lágrimas que tenía y volvió a besarme, está vez un beso corto.
—Así que ¿Alyssa y Hazel? —preguntó en un susurro.
Sonreí, con ganas de llorar de nuevo. Esos nombres se lo había dicho en una de nuestras conversaciones, le había dicho que si los bebés serían niñas le pondría esos nombres.
—Si, Alyssa y Hazel Campbell. —le confirmé—, Tus herederas.
Vi como sus ojos se pusieron aguados, queriendo llorar también.
—No, son mi mundo entero.
Seguidamente me besó, un beso largo, romántico. Un beso de te extrañé. Cuando nos separamos, se inclinó un poco hasta mi abdomen abultado y dio dos besos.
—Las amo —le susurró—, desde ahora les digo que serán las consentidas de papá. Nada, absolutamente nada les faltará.
Terminé sollozando de lo lindo que era. Sabía que Henry las amaría, él me había dicho que quería niñas.
—Ven —le dije.
Me hice a un lado de la cama para darle espacio, era grande y cabíamos los dos.
—Estoy bien así.
—No, ven aquí.
Él sonriendo hizo caso a lo que le dije, y con algo de dificultad se acostó de lado de mí y me acurruque en su pecho.
—Te amo, Henry.
—Y yo te amo a ti —besó mi coronilla—, eres el amor de mi vida, Melissa, y si en esta vida no estaríamos juntos te juro que en la siguiente sí.
Levanté mi cabeza y lo besé.
Nos quedamos un rato así, abrazados, sintiéndonos bien el uno con el otro. Quería fundirme en su pecho cada vez que suspiraba, lo extrañaba tanto.
Sin darme cuenta, me quedé dormida para cuando me desperté estaba sola, Henry no estaba y la silla donde estaba tampoco. El pánico vino a mi, y pensé que estaba soñando, como pude salí de ahí, el pasillo estaba vacío y empecé a tener miedo.
Llegué a recepción y pregunté por Henry, una chica me dijo que estaba en la oficina del doctor Fitcher, encargado de él. Suspire aliviada y caminé hacia la dicha oficina, entré sin tocar encontrándome con tres altos policías sentados y Henry hablándole igualmente sentado. Se veía muy guapo explicándoles a los policías.
—Disculpen —me hice notar—, sólo quería saber dónde estabas —le dije a Henry—, los dejo.
—No, ven aquí —ordenó mi hombre—, necesitamos que hables también.
Asentí comprendiendo, aunque Miguel Guevara estaba preso, tenía que rendir testimonio.
No había más sillas para poder sentarme, sin embargo, Henry señaló su regazo como diciéndome que me sentara ahí. Sin refutar lo hice.
—Te pongo el contexto, dulzura, lo de mi accidente fue planeado. Ya había hablado con Miguel para que me diera un plazo de dos días para darle noticias y él no me molestaría —agrandé los ojos—, pero alguien hizo algo para que sucediera lo que pasó.
»Aunque gracias a tu valentía pudieron agarrar a Guevara, todavía tenemos que agarrar a su cómplice.
Lo miré asombrada, pensé que ya estábamos a salvo, pero estaba viendo que no.
—Lo atraparemos, mi amor, te ayudaré a …
—No —me interrumpió—, ya hiciste mucho. Quiero que te cuides y cuides a nuestras princesas.
Como sumisa asentí, y en verdad tenía que cuidarme. Ya no quería pasar por nada malo.
—No se preocupe, señora Campbell —sentí como Henry se tensó cuando uno de los policías habló—, nosotros haremos nuestro trabajo.
—De acuerdo.
Luego de hablar un rato más, los policías se fueron y con cuidado salimos de la oficina. Henry no tardó mucho para que su piernas flaquearan. Agradecí al cielo cuando vi una silla de ruedas y se sentó ahí.
—Tenemos que hacer ejercicios —le dije en broma.
Se rió.
—Eso creo.
Decidí llevarlo al parque del hospital, para tomar algo de aire fresco. Me senté en una banca y Henry tomó mi mano desde la silla de ruedas. Al fijarse del anillo que cargaba, su cara se tornó sería.
—Joder, mierda, dulzura, lo olvidé por completo —juro que oí su voz quebrantada—, feliz cumpleaños, mi amor, Dios soy un mal hombre.
—Cállate y bésame.
Lo jale de su camiseta y pegué nuestros labios. No me importaba que lo haya olvidado, no me importaba nada. Ya me había dado su regalo, ya estaba aquí junto a mi.
—Estaba planeado un viaje para hoy, irnos lejos de aquí y darte el anillo —confesó—, maldigo todo lo que sucedió. Estaríamos haciendo otro cosa en vez de estar aquí, yo en silla de ruedas y tu…
—Shh, ya pasó. Olvidemos eso. —acaricié su cabello.
Besó mi mano.
—Lo haré, mi amor, pero cuando agarré al maldito traidor y me diga por qué lo hizo. —su voz se escuchaba enojada y su cara se veía también.
Fruncí un poco el ceño.
—¿Tienes a alguien en mente o …
—Si, estoy seguro de que fue… —Tragó grueso—, Dereck, sólo necesito saber porque lo hizo.
Asombrada agrandé los ojos, y sabía que a Henry le dolía esa traición.
Dereck se había portado bien conmigo en todo momento, hasta había colaborado con los policías ¿como podría ser tan falso? Pero sabía que algo no cuadraba en él, y mi intuición no falló.
~~~
Ya huelo el final 🙈
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