XX
Bajo en el ascensor, por primera vez sola. Después de la exposición, la he acompañado a casa y, aunque me ha dicho que no hacía falta que subiese con ella, he insistido en hacerlo y la he dejado en su puerta. Creo que tanto ella como yo nos hemos quedado más tranquilas así.
Aún me dura la estúpida sonrisa y no puedo deshacerme de la sensación de flotar. Jamás me cansaré de ir a museos con Blanca, de su voz, de la amalgama de sentimientos que me provoca. De su forma de hablar y sus gestos, sus muecas divertidas y su risa. Ahora que me he separado de ella después de casi veinticuatro horas no me creo todo que ha pasado en ese lapso de tiempo.
***
Voy a clase con muchas ganas de ver a Blanca. Aunque haya pasado poco más de un día siento que necesito contrastar cada una de sus facciones con las que habitan, idénticas, en mi memoria. No me agrada demasiado encontrarme en este estado onírico constante donde todo pasa a segundo plano, porque me gusta ser objetiva y no dejarme llevar por las emociones, pero en parte siento que lo necesito, que lo he necesitado durante mucho tiempo sin saberlo.
Al entrar en la clase, Blanca responde a mi saludo con una simple sonrisa. Nos explica la técnica que vamos a aprender y recuerdo sus palabras, un susurro frente a un cuadro, esta es una de las técnicas que os voy a enseñar. No se me da muy bien el color pero me atrae mucho el ejercicio que nos ha mandado hacer; la expresión de una mirada. También he de decir que me ha puesto en un aprieto, pues la mirada más expresiva que conozco es la suya. Podría dibujar miles de miradas diferentes en sus mismos ojos, palabras que he visto quedarse encerradas al otro lado de las pupilas o sentimientos que no son capaces de viajar hasta sus labios. Esos condenados ojos oscuros encierran tantas cosas.
Cuando llega el momento de empezar a pintar me doy cuenta de que no tengo otra inspiración que ella y, mientras la mayoría comienza a acariciar el lienzo con el pincel, yo me quedo quieta.
– Si os bloqueáis, simplemente pintad. Pintad lo que os salga –aconseja Blanca empezando su lento paseo alrededor de la clase–. Cerrad los ojos y, cuando los abráis, intentad plasmar el primer pensamiento que os venga. Recordad que siempre acaba saliendo algo, chicos.
No me dirige la mirada en ningún momento mientras habla, pero sé que me ha visto antes de empezar, por lo que me tomo su consejo como si hubiese sido sólo para mi persona.
Cierro los ojos, respiro y los abro.
Es inútil. Una sola mirada ocupa mi mente tanto si tengo los ojos abiertos como cerrados. Tanto despierta como soñando. Así que, sin darle más vueltas, comienzo a pintarla. De todas formas, tampoco soy tan buena como para que se vaya a reconocer.
No pienso en ello hasta que está casi terminado. Blanca ha estado paseándose entre los atriles pero ni siquiera me he inmutado de tan concentrada estaba. Sólo tenía ojos para sus ojos.
Oigo sus tacones acercándose a mi lienzo y en ese momento veo el resultado. He usado un marrón más claro que el que colorean sus ojos, porque recuerdo la oscuridad que vi en ellos cuando la conocí años atrás. Recuerdo que incluso pensé que eran negros, sin embargo ahora ya no los veo tan oscuros. Ahora son de chocolate y se aclaran con la luz y con el alcohol.
Me da la sensación de haber conseguido captar su esencia, pero espero y confío en que sólo sea una impresión personal y que Blanca no reconozca sus propios ojos. Me hace sentir el corazón en un puño mientras observa mi ejercicio atentamente. Lleva demasiado rato pensativa como para que yo pueda respirar con normalidad.
– Interesante... –apunta para contemplarlo unos segundos más– ¿Te has basado en un modelo real?
No sé si relajarme porque no se haya reconocido o tensarme porque su pregunta alberga dudas al respecto, de modo que contesto con sinceridad.
– Sí.
Contrario a lo que espero, Blanca no dice nada más. Se limita a mirarlo y asentir con la cabeza.
– Muy bien. Continúa –dice simplemente, para seguir después su inspección por el resto de la clase.
Pero antes, apoya una mano sobre mi hombro dándome un suave apretón y la desliza hasta el otro mientras avanza, yéndose después con los brazos cruzados. Por cada golpe de su tacón contra el suelo al caminar mi corazón late mil veces. Aún siento sus dedos sobre mi hombro y ese cosquilleo en la espalda. Blanca nunca me ha parecido una persona muy partidaria del contacto físico, por eso es por lo que me ha sorprendido, pero desde luego agradezco equivocarme esta vez.
Devuelvo la atención a mi pintura, como si nada hubiera pasado. Como si nada estuviera pasando dentro de mí. Me concentro en observarla. ¿Se habrá reconocido?
La clase termina cuando casi todos hemos podido acabar nuestros ojos. Hay miradas de lo más interesantes en los trabajos de mis compañeros. Pero, sin duda, ninguna supera la de mi musa real.
Ese día salimos de la escuela juntas mientras charlamos y esa noche me dedico a pensar. No sé qué debo hacer con las cosas que sé sobre Blanca. Ni siquiera sé si debo hacer algo. Quizá lo mejor sea mantenerme al margen y ver cómo va evolucionando la situación; al fin y al cabo sólo me lo contó porque había bebido. ¿Y qué soy yo para ella?
Por suerte o por desgracia, unos días después me veré en la obligación de responder a mi propia pregunta. Soy la única persona que lo sabe.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top