CAPÍTULO: N°16
El tiempo pasaba lentamente mientras me sumía en un mar de emociones encontradas. La incertidumbre y el miedo se mezclaban con la esperanza desesperada de que Luna saliera de esto bien. En la oscuridad de la noche, prometí en silencio que haría todo lo que estuviera en mi poder, aunque significara luchar contra la distancia y las circunstancias que nos separaban.
Las lágrimas seguían rodando por mis mejillas mientras me aferraba a la esperanza de que todo saldría bien. El amor inquebrantable que sentía por Luna era mi fuerza en medio de la desesperación. Cada pensamiento, cada recuerdo de su sonrisa, de nuestro amor compartido, me impulsaba a enfrentar lo desconocido con determinación.
Me encontraba en mi habitación, perdido en un mar de preguntas sin respuesta. ¿Cómo podría estar allí para ella? ¿Qué más podría hacer para ayudarla desde esta distancia insalvable? La frustración y la impotencia me embargaban, mientras mi mente buscaba respuestas que parecían esquivas.
En momentos como estos, la realidad se distorsionaba entre el temor por lo desconocido y la esperanza de un futuro donde Luna saliera adelante. Cada segundo se convertía en una eternidad de espera, con el corazón en un nudo y la mente en un torbellino de emociones.
Mi única certeza era esta promesa silenciosa: estaría allí para ella, sin importar las barreras que la vida pusiera en nuestro camino. Porque Luna no solo era mi amor, era mi fuerza y mi luz en la oscuridad más profunda.
Intentaba calmarme, pero cada intento era en vano. La noche se hacía más larga y cada segundo pasaba con una lentitud torturante. Desesperado, llamé nuevamente a María, necesitando escuchar cualquier noticia, cualquier actualización sobre Luna.
María contestó al segundo timbrazo. Su voz estaba cargada de cansancio y preocupación. "Tomás, tengo noticias..."
Mi corazón se detuvo por un momento. "¿Cómo está? ¿Qué ha pasado?" pregunté con la voz temblando.
"Tomás, Luna está en coma," respondió María, sus palabras eran como un golpe en el estómago. "Los médicos dicen que las próximas 24 horas serán cruciales."
Sentí que el mundo se derrumbaba a mi alrededor. La desesperación se apoderó de mí, y me sentí impotente ante la distancia que me separaba de ella. "María, no puedo entenderlo ni soportarlo... Este momento es crucial para Luna, pero también para mí. No estar con ella es insoportable. Necesito encontrar una manera de estar con ella, aunque sea a través de una pantalla, cantándole una canción, hablándole, haciéndole sentir que estoy a su lado."
María suspiró profundamente. "Tomás, intentaré ayudarte, pero hay un problema... Los padres de Luna no saben sobre ustedes."
Quedé pensativo por un momento, sintiendo el peso de la situación. Luego, decidí que ya era tiempo. "María, ellos deben saberlo. Deben saber que estaré siempre para mi hermosa Lunita, no importa la distancia que nos separe. Necesitan saberlo ahora, especialmente ahora que su vida corre peligro. No puedo permitir que no lo sepan. Necesito hablar con sus padres."
"Está bien, Tomás. Hablaré con ellos y haré lo posible para que puedas comunicarte con Luna," respondió María, su voz mostrando un rastro de esperanza.
Colgué la llamada y me hundí en mis pensamientos. Las lágrimas seguían cayendo mientras me repetía una y otra vez que debía ser fuerte. Recordé la promesa que le había hecho a Luna, de estar siempre allí para ella, de apoyarla en todo momento. La incertidumbre y el miedo me consumían, pero el amor que sentía por Luna me daba la fuerza para seguir adelante.
El tiempo parecía haberse detenido mientras me quedaba allí, en la oscuridad de mi habitación, aferrándome a la esperanza de que Luna saliera de esto. Sabía que, a pesar de la distancia, nuestro amor era más fuerte que cualquier adversidad. Y con esa certeza en mi corazón, me prometí a mí mismo que encontraría una manera de estar allí para ella, sin importar lo que costara.
El hospital clínico de Valencia estaba lleno de una atmósfera pesada y cargada de tensión. Las luces frías y el constante ir y venir de enfermeras y médicos solo acentuaban la gravedad de la situación. Estaba agotada, pero sabía que tenía que mantener la calma y la compostura para apoyar a la familia de Luna.
Después de la llamada con Tomás, sabía que tenía una tarea importante y delicada por delante: hablar con los padres de Luna sobre él. Miré a mi alrededor y vi a Juan, mi novio, quien estaba a mi lado, ofreciéndome su apoyo incondicional.
"Juan, necesito tu ayuda. Tenemos que hablar con los padres de Luna sobre Tomás," le dije, mi voz apenas un susurro.
Juan asintió, tomando mi mano con firmeza. "Estoy contigo. Vamos a hacerlo juntos."
Respiré hondo y me dirigí hacia los padres de Luna, que estaban sentados en una sala de espera cercana, visiblemente agotados y preocupados. Adam, el hermano de Luna, estaba a su lado, intentando consolar a su madre, que no podía dejar de llorar.
"Señor y señora Aether, necesitamos hablar con ustedes," comencé con delicadeza. Los padres de Luna levantaron la vista, sus ojos llenos de dolor y confusión. "Hay algo importante que deben saber sobre Luna... sobre alguien que es muy importante para ella."
El padre de Luna frunció el ceño. "¿De qué estás hablando, María? ¿Qué es tan importante ahora?"
Intercambié una mirada con Juan, quien me dio un leve asentimiento para que continuara. "Luna tiene un novio, su nombre es Tomás. Se conocieron en línea y han estado en una relación a distancia. Él vive al otro lado del mundo, pero su amor es muy fuerte y verdadero. Tomás quiere ver a Luna, aunque sea a través de una pantalla. Desgraciadamente, no puede venir ahora debido a obligaciones en casa y en el trabajo."
La madre de Luna se llevó una mano a la boca, sorprendida. El padre, en cambio, se levantó abruptamente, su rostro rojo de ira y estrés acumulado. "¿Qué dices? ¿Tiene novio y no nos lo ha dicho? ¿Y además a distancia? ¡Esto no puede ser!"
Di un paso hacia adelante, mi voz firme pero comprensiva. "Entiendo su sorpresa y su enojo, señor Aether. Pero Tomás no es cualquier persona. Es el chico más bueno y sensible que jamás haya conocido. Luna está muy enamorada de él, y él de ella y juntos forman una pareja maravillosa. Tomás daría su vida por Luna, y ahora mismo, él está destrozado por no poder estar aquí con ella."
Juan añadió con suavidad, "Tomás quiere ver a Luna, aunque sea a través de una pantalla. Está dispuesto a hacer todo lo posible para apoyarla desde la distancia. Por favor, intenten entender. Luna necesita todo el apoyo que pueda recibir, y Tomás es una parte crucial de su vida."
La furia del padre de Luna parecía disminuir, transformándose en una mezcla de confusión y preocupación. "¿Por qué no nos lo dijo?" murmuró, más para sí mismo que para los demás. "¿Por qué nos ocultó algo tan importante?"
Me acerqué, poniendo una mano reconfortante en el brazo de la madre de Luna. "Probablemente por miedo a cómo podrían reaccionar. Pero ahora, más que nunca, Luna necesita a Tomás. Necesita sentir su amor y apoyo, incluso si es a través de una pantalla."
Adam, que había estado escuchando en silencio, intervino. "Papá, mamá... Creo que deberíamos darle una oportunidad a Tomás. Si él puede hacer que Luna se sienta mejor, aunque sea un poco, deberíamos permitirlo."
Los padres de Luna intercambiaron una mirada larga y cargada de emociones. Finalmente, el padre asintió, aunque con una expresión de resignación. "Está bien. Que hable con ella. Haremos lo que sea necesario para ayudar a nuestra hija."
Sentí un alivio tremendo y asentí con gratitud. "Gracias. Vamos a hacer todo lo posible para que Luna sienta que no está sola, que tiene a todos los que la aman apoyándola."
Mientras me preparaba para contactar nuevamente a Tomás, sentí una oleada de esperanza. Sabía que este era solo el primer paso en un camino largo y difícil, pero al menos ahora, Luna tenía a todos los que amaba luchando por ella.
Respiré profundamente antes de marcar el número de Tomás nuevamente. Sabía que no sería fácil darle las noticias sobre cómo reaccionaron los padres de Luna. El teléfono sonó varias veces antes de que Tomás contestara.
"María, ¿hay alguna novedad?" Su voz temblaba con una mezcla de esperanza y miedo.
"Sí, Tomás. Hablé con los padres de Luna," comencé, tratando de mantener la calma en mi voz. "Debes saber que el padre de Luna está bastante furioso y alterado. No recibió la noticia muy bien. La madre está en shock y no dijo mucho. Pero el hermano de Luna, Adam, nos apoyó. Entiende lo importante que eres para Luna y quiere ayudarte a estar presente, aunque sea a través de una pantalla."
Tomás soltó un suspiro profundo. "Entiendo. Sabía que no sería fácil para ellos aceptar esto. ¿Qué vamos a hacer ahora?"
"Bueno," continué, "Juan y yo vamos a hablar con el doctor para ver si nos permite hacer una videollamada contigo. Sabemos que normalmente no permiten dispositivos electrónicos cerca de los equipos médicos, pero vamos a hacer todo lo posible para que acepten. Luna necesita sentir que estás cerca de ella."
"Gracias, María," dijo Tomás, su voz llena de gratitud y angustia. "Por favor, manténme informado de todo. Haré lo que sea necesario para estar con ella, aunque sea de esta manera."
"Lo haremos, Tomás. Mantente fuerte," le dije, tratando de infundirle algo de esperanza. "Vamos a hablar con el doctor ahora y te llamaré en cuanto tengamos alguna noticia."
Corté la llamada y me volví hacia Juan, que había estado escuchando. "Vamos, tenemos que encontrar al doctor y explicarle la situación."
Nos dirigimos a la oficina del doctor, y después de unos minutos de espera, logramos hablar con él. El doctor, un hombre de mediana edad con una expresión seria pero comprensiva, nos escuchó con atención.
"Doctor," comencé, "necesitamos su ayuda. Luna tiene un novio que vive al otro lado del mundo. No puede estar aquí debido a obligaciones familiares y laborales, pero quiere estar presente para ella a través de una videollamada. Sabemos que normalmente no se permiten dispositivos electrónicos cerca de los equipos médicos, pero esta es una situación excepcional. Luna necesita el apoyo de todos los que la aman, y Tomás es una parte crucial de su vida."
El doctor frunció el ceño, considerando nuestras palabras. "Entiendo su preocupación y la importancia del apoyo emocional en estos momentos. Sin embargo, debemos asegurarnos de que no haya interferencias con los equipos médicos. Permítanme hablar con el equipo técnico y ver qué podemos hacer."
Asentimos, agradecidos por su disposición a ayudar. "Gracias, doctor. Esperaremos aquí."
Mientras esperábamos su respuesta, me senté junto a Juan, sintiendo el peso de la situación sobre mis hombros. Sabía que estábamos haciendo todo lo posible, pero la incertidumbre era desgarradora. Miré a Juan, quien me dio un apretón de manos reconfortante.
"Vamos a lograrlo, María. Luna va a salir de esta," dijo con determinación.
Después de lo que pareció una eternidad, el doctor regresó. "Hablé con el equipo técnico. Podemos permitir una videollamada, pero bajo estricta supervisión y con ciertas limitaciones para asegurar que no haya interferencias. Vamos a preparar todo y les avisaremos cuando esté listo."
Sentí una oleada de alivio y gratitud. "Gracias, doctor. Realmente lo apreciamos."
Nos levantamos y nos dirigimos de nuevo a la sala de espera, donde los padres de Luna y Adam aún estaban. Me acerqué a ellos, tratando de mantener la calma.
"Hemos hablado con el doctor. Nos permitirá hacer una videollamada con Tomás para que pueda estar presente, aunque sea de esta manera. Están preparando todo ahora."
Los padres de Luna asintieron, y aunque el padre seguía luciendo tenso, había una chispa de aceptación en sus ojos. Adam nos dio una leve sonrisa de agradecimiento.
Las horas seguían pasando, los segundos parecían horas, los minutos meses, las horas años. La espera por una respuesta, por poder verla, se hacía interminable. Quería ver a mi amada, aunque fuera en un estado de coma. Esperaba que al escuchar mi voz, al sentirme a través de la pantalla, pudiera despertar, sentir mi amor por ella, el apoyo incondicional de sus padres, de sus amigos, y de mí. La necesito en mi vida. No puedo perderla, no, eso no.
Pensamientos me invadían, llenándome de una histérica desesperación, nublando mi mente. ¿Qué pasaría si no despertaba? ¿Qué haría yo sin ella? Me sentí impotente, atrapado por la distancia que nos separaba y las circunstancias que me impedían estar a su lado. De repente, mi teléfono vibró. Un mensaje de María. Lo leí rápidamente.
"Tomás, han aceptado hacer la videollamada. Están preparando todo, pero no sabemos por cuánto tiempo durará ni cuándo exactamente se realizará. Podrían cortarla en cualquier momento si hay un problema, así que mantente preparado."
Al leer el mensaje, sentí una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que al menos tenía una oportunidad de verla y hablar con ella, pero la incertidumbre de no saber cuándo ni por cuánto tiempo era abrumadora. Me preparé un café para mantenerme despierto, aunque ni siquiera podía cerrar los ojos porque cada vez que lo hacía, volvía a ver a mi amor, mi maravillosa Luna, en su silla de ruedas con su sonrisa, sus nervios, su miedo, su dolor, su amor. Todo esto y mucho más.
Acomodé todo en el salón. Coloqué mi portátil en la mesita, encendí el teléfono y dejé el vaso de café a un lado. La guitarra estaba cerca, por si necesitaba tocarle una canción. Me senté, con el corazón palpitando rápido, esperando el momento en que la videollamada comenzara.
Mientras esperaba, pensamientos de nuestras memorias compartidas inundaron mi mente. Recordé nuestras conversaciones nocturnas, su risa que llenaba de luz cualquier día oscuro, sus ojos brillantes cuando hablábamos de nuestros sueños y planes futuros. Me pregunté cómo sería nuestra vida juntos una vez que superáramos este obstáculo. Me negaba a aceptar la posibilidad de perderla.
Las palabras de María resonaban en mi mente: "Podrían cortarla en cualquier momento." La incertidumbre era desgarradora. Me di cuenta de que, aunque la situación era desesperante, debía mantenerme fuerte por ella. Luna necesitaba sentir mi presencia, mi apoyo, mi amor. Agarré mi guitarra y la coloqué a mi lado, listo para tocarle cualquier canción que pudiera reconfortarla, aunque fuera por unos minutos.
Mientras el café se enfriaba en la mesa, mi mente seguía corriendo. Pensé en lo que le diría cuando la viera. Quería decirle cuánto la amaba, cuánto la necesitaba, y cuánto deseaba estar a su lado. Quería que sintiera mi amor a pesar de la distancia, que supiera que no estaba sola. Decidí que, sin importar lo que pasara, estaría allí para ella, luchando a su lado, apoyándola en cada paso del camino.
El tiempo seguía pasando lentamente. Cada sonido en la casa parecía amplificado, cada segundo marcado por el tic-tac del reloj en la pared. Para mí, ya eran más de las 9:00 de la mañana, mis nietas Sofía y Sara ya se habían marchado al colegio, dejándome solo con Pipe, el que tenía solamente 3 añitos pero para Luna y su familia eran las 15:00 de la tarde. La diferencia horaria hacía que la espera fuera aún más angustiosa, sabiendo que ellos estaban enfrentando la incertidumbre y el miedo. Y para mí, era una espera interminable, llena de ansiedad y desesperación. Mis ojos no se apartaban de la pantalla del portátil, esperando cualquier noticia, cualquier señal de vida de Luna.
Mientras el café se enfriaba en la mesa, mi mente seguía corriendo. Pensé en lo que le diría cuando la viera. Quería decirle cuánto la amaba, cuánto la necesitaba, y cuánto deseaba estar a su lado. Quería que sintiera mi amor a pesar de la distancia, que supiera que no estaba sola. Decidí que, sin importar lo que pasara, estaría allí para ella, luchando a su lado, apoyándola en cada paso del camino.
Finalmente, el teléfono vibró con el mensaje de María. La videollamada tendría lugar después de que trasladaran a Luna a una habitación. Respiré profundamente, sintiendo un atisbo de esperanza mientras me preparaba mentalmente para lo que vendría.
Cada minuto que pasaba, mi ansiedad crecía. Las imágenes de Luna, su sonrisa, su risa, sus ojos llenos de vida, se mezclaban con el dolor de saber que ahora estaba en un estado crítico. Miré la pantalla de mi portátil una vez más, asegurándome de que todo estaba listo para la videollamada.
El pequeño pipe estaba sentado al lado mío En el salón jugando con sus juguetes Y viendo sus dibujos animados en la televisión. La fatiga comenzaba a pesarme. Mis ojos ardían por la falta de sueño, pero cada pensamiento seguía enfocado en Luna. La incertidumbre sobre cómo estaría, si podría sentir mi presencia a través de la pantalla, me invadía constantemente.
Pipe jugaba en silencio con sus juguetes en el suelo mientras yo ajustaba la configuración de la videollamada. Cada ajuste era un recordatorio doloroso de la distancia que nos separaba, de lo impotente que me sentía estando tan lejos.
El silencio en la casa era palpable mientras esperába. Pipe levantó la mirada hacia mí, tal vez sintiendo mi inquietud. Le sonreí débilmente y me incliné para abrazarlo, necesitando su presencia para darme fuerzas.
Finalmente, la pantalla de mi portátil cobró vida, mostrando la habitación de hospital donde yacía Luna. Mi corazón dio un vuelco al verla, tan quieta y frágil. Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras tomaba una bocanada de aire, preparándome para hablarle, para decirle todo lo que sentía, aunque estuviera en un sueño profundo.
La pantalla de mi portátil cobró vida, y finalmente vi a Luna, frágil y quieta en la cama del hospital. Sentí un nudo en la garganta y mis ojos se llenaron de lágrimas. Tomé una bocanada de aire y me preparé para hablarle, para decirle todo lo que sentía, aunque estuviera en un sueño profundo.
"Hola, mi amor," comencé, mi voz temblando. "Estoy aquí, aunque sea a través de una pantalla. Te extraño tanto. No puedes imaginar cuánto deseo estar a tu lado ahora mismo, sostener tu mano, besarte en la frente y decirte que todo va a estar bien."
Miré a María, quien estaba al lado de la cama de Luna, observando con atención. "María, ¿podrías dejarnos unos momentos a solas? Sé que es difícil, pero necesito hablar con Luna como si estuviera despierta. Por favor."
María asintió, comprendiendo la importancia del momento. "Claro, Tomás. Estaré justo afuera, si necesitas algo."
María salió de la habitación, dejando la puerta entreabierta. Me incliné hacia la pantalla, acercando mi rostro lo más posible para que Luna pudiera sentir mi presencia.
"Luna, mi hermosa Luna," susurré, las lágrimas corriendo por mis mejillas. "Estoy aquí, mi amor. No estás sola. Te prometo que voy a estar contigo en cada paso del camino, luchando a tu lado. Quiero que sepas que te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Eres mi luz, mi fuerza, mi todo."
Saqué la guitarra que había preparado y empecé a tocar una melodía suave. "Te voy a cantar nuestra canción, ¿recuerdas? La que siempre te hacía sonreír. Espero que puedas escucharla, sentirla, y saber que estoy aquí, justo a tu lado."
Empecé a tocar y a cantar, mi voz llenando la habitación con la esperanza de que, de alguna manera, Luna pudiera escucharme, pudiera sentir mi amor atravesando la distancia que nos separaba.
Terminé la canción y dejé que el silencio llenara el espacio por un momento. "Luna, eres lo más importante en mi vida. No puedo imaginar un mundo sin ti. Quiero que luches, que te aferres a la vida con todas tus fuerzas. Estoy aquí, siempre estaré aquí, amándote y apoyándote. Por favor, vuelve a mí."
El tiempo se detuvo mientras esperaba una señal, un movimiento, cualquier cosa que indicara que Luna podía sentir mi presencia. Pero la realidad de la situación seguía pesando en mi corazón. Sabía que esto era solo el comienzo de una larga y difícil batalla.
María volvió a entrar en la habitación, y me dio una sonrisa de apoyo. "Tomás, tienes que ser fuerte. Luna te necesita más que nunca."
Asentí, secándome las lágrimas. "Gracias, María. Haré todo lo posible para estar a su lado, aunque sea a través de una pantalla. No puedo perderla."
La llamada terminó, pero la promesa que hice en silencio seguía grabada en mi corazón. Estaría allí para Luna, sin importar las barreras que la vida pusiera en nuestro camino. Porque nuestro amor era más fuerte que cualquier adversidad, y con esa certeza en mi corazón, seguiría luchando por ella, sin importar lo que costara.
Los días pasaban lentos y pesados, cada uno igual de difícil que el anterior, pero al menos sabía que Luna ya no corría un gran peligro. Los médicos nos aseguraron que, aunque todavía estaba en coma, su condición era estable y no estaba en riesgo inminente. Esta noticia me trajo un alivio temporal, pero la ansiedad y la incertidumbre seguían presentes, como una sombra constante.
Cada día, mantenía mi rutina de videollamadas con Luna. Me conectaba desde mi apartamento, viendo la imagen borrosa de ella a través de la pantalla. Hablaba, cantaba sus canciones favoritas, recordaba los momentos felices que habíamos compartido. No sabía si podía escucharme, pero necesitaba creer que de alguna manera mi voz llegaba a ella.
María y yo nos turnábamos para estar con Luna en el hospital, ella físicamente y yo a través de la pantalla. Sus padres y Adam también hacían lo posible por estar a su lado el mayor tiempo posible. La atmósfera en el hospital seguía siendo tensa, pero había una sensación de esperanza renovada.
Una tarde, mientras estaba en una videollamada con Luna, mi teléfono sonó. Era María. "Tomás, hay algo que quiero discutir contigo," dijo, su voz reflejando una mezcla de emoción y preocupación.
"Claro, María. ¿Qué pasa?" respondí, mi atención completamente enfocada en su voz.
"He estado hablando con los médicos y creo que podríamos intentar algo nuevo," explicó. "Los estudios muestran que a veces, la estimulación sensorial puede ayudar a los pacientes en coma. Estaba pensando que podríamos grabar algunos de tus mensajes y canciones para que los médicos los reproduzcan cuando no estamos aquí."
La idea me pareció brillante. "Eso suena increíble, María. ¿Crees que realmente podría ayudar?"
"No lo sabemos con certeza, pero creo que vale la pena intentarlo," respondió ella. "Luna siempre respondía bien a tu voz y a tu música. Tal vez esto le dé la fuerza que necesita para despertar."
Pasamos las siguientes horas organizando todo. Grabé varios mensajes, canciones y pequeños fragmentos de nuestras conversaciones anteriores, con la esperanza de que mi voz pudiera llegar a ella en esos momentos en los que no podía estar presente físicamente.
Mientras tanto, Luna seguía recibiendo el mejor cuidado posible. Los médicos y enfermeras estaban dedicados a su recuperación, y aunque el progreso era lento, cada pequeño signo de mejoría nos llenaba de esperanza.
Los días se convirtieron en semanas, y aunque la espera era agonizante, la idea de que Luna estaba fuera de peligro inmediato me dio la fuerza para seguir adelante. Me aferraba a la esperanza de que algún día abriría los ojos y volvería a estar con nosotros, completamente despierta y llena de vida.
Durante este tiempo, mi relación con los padres de Luna también comenzó a mejorar, aunque de manera virtual. Aunque al principio habían sido reacios y llenos de dudas, con el tiempo, comenzaron a ver cuánto amaba a su hija y cuánto estaba dispuesto a hacer por ella.
Finalmente, un día, decidí que era el momento de presentarme formalmente ante los padres de Luna. Había llegado el momento de hablar con ellos cara a cara, aunque fuera a través de una pantalla. Coordiné una videollamada con ellos desde la cafetería del hospital, donde solían pasar tiempo mientras esperaban noticias sobre su hija.
La pantalla se encendió y pude ver a los padres de Luna, sentados uno junto al otro, con expresiones de cansancio y preocupación. Tomé aire profundamente, tratando de calmar los nervios.
"Hola, señor y señora Aether. Soy Tomás, el novio de Luna," comencé, mi voz un poco temblorosa. "Quería hablar con ustedes y agradecerles por todo lo que han hecho por Luna. Sé que estos momentos han sido difíciles para todos nosotros."
La madre de Luna fue la primera en responder. "Hola, Tomás. Gracias por estar aquí, incluso a través de la distancia. Hemos oído mucho sobre ti, y estamos agradecidos por todo el apoyo que le has brindado a Luna."
"Sí," añadió el padre de Luna. "Sabemos cuánto significas para ella, y apreciamos que sigas a su lado, incluso cuando las cosas están difíciles."
Me emocioné al escuchar sus palabras. "Gracias, señora y señor Aether. Luna es todo para mí, y haré todo lo que esté en mi poder para ayudarla a recuperarse. Su apoyo también ha sido fundamental."
La conversación continuó, llena de palabras de aliento y promesas de apoyo mutuo. Aunque estábamos separados por la distancia, sentí una conexión más profunda con los padres de Luna. La esperanza y el amor nos unían, dándonos la fuerza para enfrentar juntos cualquier adversidad.
La vida seguía su curso, pero mis prioridades habían cambiado. Todo giraba en torno a la recuperación de Luna, y aunque los días eran largos y llenos de incertidumbre, el amor y la esperanza me mantenían fuerte. Sabía que, juntos, podíamos enfrentar cualquier adversidad y esperar el día en que Luna despertara y pudiéramos reanudar nuestra vida juntos, más fuertes que nunca.
Los días seguían pasando con una lentitud agonizante para la familia de mi amada Luna y para mí. Cada jornada se sentía interminable, como si el tiempo se hubiese detenido en el momento exacto en que ella entró en coma. La esperanza y la incertidumbre se mezclaban en un torbellino de emociones, dejando en el aire una constante sensación de inquietud.
Cada mañana comenzaba igual. Me despertaba temprano, ansioso por saber si había algún cambio en la condición de Luna. María, siempre tan dedicada, me mantenía informado a través de mensajes y llamadas. A veces, su voz reflejaba una tenue esperanza, mientras que otras veces, la preocupación se hacía evidente.
La rutina diaria incluía largas videollamadas con Luna, aunque solo yo hablaba. Le contaba sobre mi día, nuestros sueños y planes futuros. A veces, la desesperación me consumía y me encontraba rogando, casi suplicando, que me escuchara y despertara. Sin embargo, mantenía la compostura, tratando de ser la fuente de fortaleza y amor que ella necesitaba.
"Buenos días, amor," susurraba al comenzar cada llamada. "Hoy he pensado mucho en ti. María me contó que te ves un poco mejor. Estoy aquí, como siempre, esperando a que abras los ojos."
Los mensajes grabados y las canciones que había preparado se reproducían continuamente en su habitación, llenando el aire con mi voz y recuerdos compartidos. A pesar de la distancia, hacía todo lo posible para estar presente, esperando que de alguna manera, mi amor le llegara y le diera la fuerza para regresar.
Los padres de Luna también estaban pasando por su propio calvario. Nos turnábamos para estar con ella, y aunque nuestras interacciones eran mayormente virtuales, la conexión que habíamos establecido durante nuestra videollamada en la cafetería del hospital se hacía más fuerte. Sentía que, a pesar de todo, estábamos unidos en nuestra lucha por la recuperación de Luna.
Cada noche, al finalizar mi jornada, me encontraba mirando el techo de mi habitación, perdido en mis pensamientos. La ansiedad y la incertidumbre me asaltaban, preguntándome si estaba haciendo lo suficiente, si había algo más que pudiera intentar. Mis sueños estaban llenos de imágenes de Luna, algunas veces despierta y sonriente, otras veces atrapada en un silencio que me rompía el corazón.
En uno de esos momentos de reflexión, recibí un mensaje de María. "Tomás, los médicos dicen que están viendo pequeños signos de mejora. Su cuerpo está respondiendo bien. Mantén la fe. Ella es fuerte."
Ese mensaje, aunque breve, me llenó de una esperanza renovada. Sabía que el camino por delante sería largo y difícil, pero la posibilidad de que Luna pudiera despertar me daba la fuerza necesaria para seguir adelante.
El capítulo de este período de nuestras vidas se cerraba con la misma pregunta que había estado rondando en mi mente desde el principio: ¿Cuánto más tendríamos que esperar? La respuesta era incierta, pero mi amor por Luna me impulsaba a seguir, a no rendirme jamás.
A medida que los días se convertían en semanas, mantenía viva la esperanza de que pronto llegaría el día en que Luna abriría los ojos y volvería a nosotros. Y mientras tanto, me aferraba a la fe y al amor, esperando el milagro que cambiaría nuestras vidas para siempre.
La espera continúa, y aunque los días son largos y llenos de desafíos, cada momento está impregnado de amor y esperanza. ¿Podrá Luna despertar de su letargo? ¿Será capaz de volver a sonreír, de regresar a nuestras vidas con la misma energía y alegría de antes? Me aferro a cada recuerdo, a cada risa compartida, imaginando el día en que sus ojos se abran y su sonrisa ilumine nuevamente nuestro mundo.
Cada segundo que pasa sin ella despierta es una prueba de nuestra fortaleza, un testimonio del amor que compartimos. A través de la distancia, siento su presencia y mantengo la fe en que lograremos superar esta prueba juntos. ¿Cómo podemos soportar esta incertidumbre? ¿Cómo podemos seguir adelante sin saber qué nos depara el futuro? Cada llamada, cada mensaje, es un recordatorio de lo frágil que es la vida y de lo fuerte que puede ser el amor.
Nuestra historia es una de amor y resiliencia, marcada por la lucha y la esperanza. Pero, ¿qué nos espera al final de este camino? ¿El destino nos reunirá de nuevo, o nos someterá a más pruebas y desafíos? En cada latido de mi corazón, sé que la espera, por difícil que sea, nos llevará a un lugar de reencuentro y felicidad. ¿Seremos capaces de encontrar esa luz al final del túnel? ¿Podremos algún día decir que todo valió la pena?
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