Saturn

La oscuridad era habitual.
Fría, abrasiva y...ausente. 

Antes de que todo explotase en aquel fatídico día en donde su vida se había menguado de aquel brillo constante, Shizuki Sakurai era una chica aislada. Si bien, aquel traumático evento había sido la fractura total de su vida, la fisura se había mantenido con el abandono de su madre y el estigma que representaba poseer ese nombre. En un país como Japón, en donde la superficialidad abunda como en muchos países asiáticos, el estatus y no llamar la atención es lo que verdaderamente importa en una sociedad moralmente cuestionable. Era una realidad que estar debajo del ojo público era una presión que pocos soportaban, y aún después de tantos años, la pelirroja no entendía como su padre había soportado tantas humillaciones una vez que su esposa decidió dejarlo.  Aquella mujer de largo cabello rojizo y mirada ausente nunca podría ser considerada madre por nadie, ni siquiera por su propia hija... pero sí lo intentó, muchas más veces de las que le gustaría admitir. 

Aún tenía vagos recuerdos de ella, recatada, silenciosa... pero lo que más recordaba era como se desvivía por sus investigaciones. El amor por la física y el universo por desgracia había nacido de todas las conferencias que la pequeña Shiho observó a hurtadillas por la rendija de la puerta de su oficina. Era la única vez que la podía ver sonreír. Aquella mujer se emocionaba y gesticulaba con efusividad los descubrimientos y sus investigaciones en un inglés perfecto. Tan elegante y brillante, era la única vez que Shiho recordaba haberla visto feliz. 

Claro que un niño de pequeña edad no procesa la información de la misma forma. Shiho comenzó a interesarse en el universo, recordaba perfecto como había memorizado los planetas junto con sus lunas para poder recibir aquel brillo que su madre solo desprendía en su trabajo, pero nunca lo logró. Nunca logró poder acercarse a tan irradiante luz.  

Shiho observaba como en los festivales deportivos todos eran recibidos por sus madres con almuerzos deliciosos y palabras de aliento, siendo ella la que quedaba rezagada en aquella oscuridad llena de estrellas mientras ella lentamente se iba apagando como la enana blanca que siempre se consideró. 

Cuando al fin su madre los abandonó, el dolor que Shiho sintió no fue por haber descubierto su armario vacío, ni la ausencia de ella en aquella oficina ya vacía. El dolor que había sentido por su ausencia lo había experimentado con ella presente, sin embargo, el dolor en su pecho fue al ver a su padre preguntarse tantas veces encerrado en el baño qué era lo que había hecho mal. Ver a aquel buen hombre que dio todo por su pequeña familia cuestionarse ello le hizo estrujar la fisura que la ausencia de su madre había dejado, generando un dolor en su pecho que pronto se volvió un agujero negro que todo lo consumía. 

Desde aquel momento, en el que vio a su padre fragmentarse como un asteroide sin orbita, Shiho decidió y se prometió a sí misma nunca darle problemas y ser la luz que iluminara la vida de aquel hombre que tanto se había sacrificado por sacarla adelante solo. Y así fue, con su padre Shiho resplandecía como un sol, su sonrisa era el motor principal para que aquella pequeña familia no se rompiera a pedazos, más de lo que ya se había fragmentado. Sin embargo, ni siquiera su padre pudo deducir que aquella enana blanca había emprendido un camino solitario por la galaxia hasta posarse en algún asteroide de los anillos de Saturno. 

Ausente, solitaria y alejada del resto. Desde mucho antes Shiho se había aislado del mundo. Mientras que Senku había encontrado apoyo y compañía ella se había alejado del núcleo, refugiándose en lo más alejado que pudiese, en dónde nadie pudiese abandonarla como su madre lo había hecho, en dónde nadie pudiese herirla... Pero no funcionó. 

En el segundo siguiente, en el preciso momento en el que salió de su escondite solo recibió un golpe de realidad tan brutal que las cicatrices eran el recordatorio perfecto de no confiar en nadie, de no salir nunca de aquel refugio aislado que Saturno le brindaba... Hasta que llegó él y lo cambió todo. 

Él había ido a buscar la luna y en el camino se encontró con ella, en medio de la inmensa oscuridad del universo, dos figuras celestes se encontraron y crearon supernovas al contacto con sus pieles. Una conexión tan irreal y genuina que por un momento olvidó las cicatrices, olvidó el abandono y olvidó que ella estaba rota. Porque el no veía eso, el veía lo que ella siempre había sido, una estrella brillante en el firmamento. 

Aún recordaba la primera noche que estuvo a su lado, observaron las estrellas. Él no lo notó en aquel momento, pero los ojos de Shiho se iluminaron al escuchar que él también tenía conocimiento científico del refugio que ella tanto amaba. Sin saberlo, cumplió su sueño de ver con alguien las estrellas, porque sí, Shiho nunca había compartido algo tan intimo con alguien hasta que había llegado Senku Ishigami a su vida. 

Estaba segura que no podía ser una casualidad que conectaran, porque sentía que... por alguna razón, en su realidad ellos nunca se hubieran encontrado. En un diez millones de posibilidades, encontrarse con alguien y conectar de aquella manera no podía ser posible. Era una posibilidad de una entre diez mil millones. 


Entonces... ¿Cómo no intervenir en algo tan importante? Las ordenes eran claras. No intervenir, no involucrarse, dejar que todo fluyera el mismo curso como estaba predicho pero... no podía. Y por segunda vez, salió de los anillos de Saturno solo con la única intención de salvarlo. 

Y así fue...

Fue un mero impulso de adrenalina, sus piernas se tensaron y corrieron a toda velocidad en medio de la penumbra, podía sentir como cada centímetro de sus músculos se contraían con el esfuerzo tan repentino de correr a una velocidad mucho más rápida de la que hubiese imaginado y de pronto se interpuso violentamente ante el peligro inminente. 

Sus ojos se ensancharon ante la sorpresa de ver un sesgo naranja en medio de la oscuridad, casi iluminado por las luces mercuriales. Genuinamente sintió cómo su corazón se aceleraba y al mismo tiempo se detenía en un vuelco violento; su cabello de fuego seguía tan intenso como la primera vez que sus ojos se cruzaron con ella.

—Shiho... —Murmuró en cuanto tuvo aliento. Era ella. Estaba ahí, frente a él. ¿Estaba soñando? ¿Estaba muerto? ¿Qué hacía ahí? Se preguntaba ante la incertidumbre y la confusión sin embargo el quejido de la fémina le hizo reaccionar notando como de su mano, gotas de sangre se deslizaban por su pálida piel mancillada en cicatrices. 

Le había protegido usando su propio cuerpo de escudo humano para que aquel hombre no le lastimara, Senku apretó los labios con fuerza intentando salir de la ineficiencia en la que estaba sumido. —¡¿Qué carajos haces? —Dijo el hombre que segundos antes había intentado asesinar a Ishigami. —¡No te entrometas! —Gritó. Estaba furioso y aunque la expresión de Asakura era de dolor por la herida profunda en su mano por el filo de la cuchilla no desistía de interponerse entre él y Senku.


—¡Basta, no le hagas daño! ¡Ella no tiene nada que ver en esto! —Gritó desesperado el científico.

—Cualquiera que tenga tu estúpida ideología debería pudrirse bajo tierra. —Gruñó aquel extraño empujando a la chica con intención de inmovilizarla para atacar al científico sin embargo Shiho lo golpeó en la mandíbula generando que éste diera un par de pasos hacía atrás observándola en suma cólera. —Maldita perra... —Murmuró entrecerrando los ojos, intentando ver de forma más nítida aunque la penumbra los cubría a todos. 

Los ojos de Asakura se entrecerraron por el dolor en su mano mientras gritaba con fuerza y claridez. —Vete de aquí, Senku. —Apretó la mandíbula. —¡Huye! —Gritó una vez más al verlo tendido detrás suya completamente pasmado por el golpe de realidad que tenía frente a sus ojos. Ishigami quedó paralizado y por primera vez en años no sabía como reaccionar. 

—Tardé en deducir quién eres... Ya te recuerdo. —En el momento en el que el atacante dijo esto, Shiho se tensó de inmediato apretando los puños al punto de enblanquecer sus nudillos. 

—No, no es verdad... —Mascullo la pelirroja frunciendo el entrecejo en molestia mientras se sujetaba la mano para evitar perder sangre. —Nunca nos hemos visto. 

—Tú no me conoces, pero yo a ti sí. —Murmuró oscureciendo la mirada en burla. —Tu estuviste en el atentado de hace 2 años. —Expresó. —Sería imposible no reconocer ese asqueroso cabello. 

—Aléjate de él. —Mascullo la pelirroja antes lanzarle una botella de cristal fino al contrario. En el momento en el que se la lanzó ésta se rompió con rapidez vertiendo el liquido sobre sus ropas. Casi de inmediato un olor fuerte comenzó a desprender de aquel liquido. Eso sería una distracción, saldaría la deuda. Sabía que Senku protegería su integridad, y que todo terminaría ahí, deseaba disculparse pero ya no era posible, al menos le había dado un poco de tiempo para salvarse... 

No obstante, bajo todo pronostico lógico Senku tomó la muñeca de la joven al oler el producto. Acido nítrico. No esperaría a que el hombre arremetiera de forma más violenta a ambos, por lo que sin esperar respuesta comenzó a correr junto con ella zigzagueando entre las calles de la ciudad. Su agarre era firme, lo suficiente para no lastimarla, de vez en cuando giraba su rostro para saber si aún seguía ahí, confirmando que no había perdido la cordura.

Ella no pudo evitar sorprenderse de aquella decisión tan arriesgada, conocía que Senku actuaba mediante la lógica, la opción más efectiva era tomar el tiempo que le había otorgado con su ataque... Ella genuinamente pensaba que la odiaba por haberle abandonado. Pues, para Shiho, el haberse ido representaba lo peor que podía hacer alguien, tal y como lo hizo su madre, pensó que era la única manera que él se desprendiera de sus sentimientos por ella... No entendía. 

En el trayecto había reinado el silencio, pues ninguno deseaba llamar la atención mientras estuviesen expuestos. Sin embargo conforme pasaban los minutos Shiho comenzaba a ponerse nerviosa, podía verse al morderse tanto los labios. Una vez cerrada la puerta de su apartamento Senku se quedó estático observando la manija de la puerta, dándole la espalda a Shiho quién ahora estaba en el pasillo observándole.

—Senku... s-soy consiente que... —Sus nervios eran latentes, podía notarse por la forma irregular en la que respiraba, casi hiperventilándose, un pequeño temblor recorría sus brazos, no sabía si era por la adrenalina, por su herida o por la misma situación de enfrentarlo después de la ausencia que ella había generado en su vida. Las palabras fueron calladas por Ishigami quién se giró en silencio y sujetó la mano de la joven para hacerle las curaciones adecuadas. En ningún momento la había visto a los ojos, y eso le generaba a Shiho una inseguridad enorme. El miedo comenzó a acrecentarse. 

—Senku... —Le llamó pero no recibió respuesta, sus ojos comenzaron a irritarse y no era precisamente por el alcohol en su herida, dolía más el silencio ajeno, pero no se sentía con el derecho de exigirle algo, le había abandonado y eso no podía negarlo. Era parte de su responsabilidad y aunque doliese lo aceptaba.

—Ya está... no ejerzas mucha presión o podrías abrir la herida de nuevo. —Murmuró alejándose de ella sin embargo en ese preciso momento fue que levantó la mirada, encontrándose con Shiho. Sus ojos conectaron nuevamente después de cinco años y al hacerlo tuvo el mismo efecto. Ambos lo sabían, lo sentían. 

—Senku, sé que debes odiarme... Yo lo entiendo... —Su voz se quebró cosa que generó que apretara los labios mientras desviaba su mirada de la vista ajena. Respiró profundo y continuó. —Y-Yo no pienso molestarte pero no podía dejar que esa persona te lastimara... No pude evitarlo... Yo... —

Las palabras quedaron en el aire, el silencio reinó en aquel departamento en penumbra. Ella pudo sentir nuevamente la calidez de su contacto al sentir como Senku deslizaba su mano por su cintura y la estrechaba en contra de él suavemente, fundiéndose en un abrazo profundo, necesitado y lleno de melancolía. Él le estaba abrazado, con tanta fuerza que sus manos temblaban mientras su rostro se escondía en el hombro de la pelirroja, quién no había evitado soltar en llanto y aferrarse a él de la misma forma. 

Tenía mil dudas, mil preguntas que formular, tenía tanto por decirle después de cinco años de ausencia, pero no cometería el mismo error que antes, no volvería a dejarla ir sin expresarle cada maldito segundo lo que sentía, por muy torpe que fuese. Prefería demostrarlo con sus acciones, puesto que las palabras se podían desvanecer en cualquier instante, tal y como pasó la ultima vez que se vieron. 

—Lo siento... —Susurró la pelirroja con la voz entrecortada en llanto mientras se aferraba al científico sintiendo la calidez de su cuerpo como aquella primera noche juntos. —Perdóname yo no quiero molestarte, no quiero romperte... no quiero... —Intentó inconscientemente alejarse, volver a Saturno como lo había hecho tantas veces, pero Senku se aferró a ella. 

—Por favor... Quédate conmigo...—Murmuró el joven en un hilo de voz. Aunque era más una súplica que una petición. 

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