Flatmates I
—Entonces, ¿vives tú sola, Léa? —me pregunta uno de los amigos de Ryan mientras cenamos en el restaurante.
—Oh, no, yo... —empiezo, pero soy rudamente interrumpida por Ryan.
—No, ella vive con su mejor amiga —dice mi novio.
¿Mi mejor amiga? ¿Qué?
Le miro, confundida, y él me da una de esas miradas de "sígueme el rollo". Así que sonrío y hago como si nada. Como siempre.
Mientras Ryan les cuenta no sé qué de su coche nuevo a sus amigos, mi mente viaja hasta los tiempos en los que yo tenía una mejor amiga, Maggie. Éramos inseparables, pero empecé a salir con Ryan y, al no vernos tanto, supongo que nos distanciamos y la amistad terminó. Hace ya un año que no sé nada de ella, y suelo echarla de menos pero me da coraje llamarla porque dudo que ella esté interesada en mí.
—Léa —me llama Ryan, sacándome de mis pensamientos.
—Dime —contesto, pero puedo ver por su expresión que él no está contento con mi distracción.
—Margaret te preguntaba si se vive bien en París.
—Ah, perdona —digo, dirigiéndome a Margaret—. Sí, se vive muy bien, es una ciudad muy bonita, aunque en invierno hace mucho frío.
—Oh, perfecto —sonríe la chica—. Puede que vaya a vivir por un tiempo allí con Marcus. Hablo francés desde pequeña, e ir a París será una gran oportunidad para ponerlo en práctica.
Su novio Marcus sonríe, orgulloso, y no puedo evitar sentir un poco de envidia de ella. Parece tan perfecta, tan educada, ella no se distrae nunca ni deja en ridículo a su novio.
Mi mente vuelve a volar a esos días en los que vivía en París con mi familia, pero me obligo a volver a concentrarme en la conversación.
Al cabo de unas horas, salimos del restaurante, y me subo en el coche de Ryan, quien adopta una expresión de descontento.
—No le digas a la gente que vives con un chico, y menos a mis amigos —me reprende—. Sabes que no me gusta nada que vivas con ese idiota de John, ya que te dejo vivir con él al menos no lo vayas contando por ahí. Me hace quedar como un estúpido.
—Lo siento —murmuro, avergonzada.
Hace ya un año que vivo con John. No hablamos mucho, ambos estamos casi siempre muy ocupados, pero él me cae bien, y no me gusta que Ryan diga que es un idiota cuando ni siquiera le conoce. Además, no es como si pudiera permitirme vivir yo sola. Ryan no lo entiende porque él vive con sus padres en una mansión, y no va a mudarse de ahí en mucho tiempo.
Llegamos a su mansión a una hora en la que afortunadamente sus padres estarán durmiendo. No tengo fuerzas ahora mismo para enfrentarme a mi suegra, quien está convencida de que una pobretona como yo no es suficiente para su hijo y no tiene reparos en recordármelo cada vez que me ve.
Subimos a su habitación y la ropa no tarda en sobrar. Estoy un poco cansada, pero me gusta tener éste tipo de momentos con Ryan. Él se pone encima y, tras besarme, me penetra. Se mueve durante varios minutos, haciéndome gemir, hasta que llega al orgasmo y cae rendido a mi lado, en la cama.
—Eso ha estado bien —dice, y sonrío.
—Lo ha estado —asiento.
Ryan se gira hasta quedar de lado, mirando hacia mí, y examina mi cuerpo desnudo.
—Has engordado un poco, ¿no crees? —me pregunta, y siento como si mi respiración se atascara.
—¿Q-qué? —pregunto, mirando a mi barriga desnuda—. ¿Tú crees?
—Deberías comer mejor —me dice, y simplemente suspiro antes de que él apague la luz.
Pues a lo mejor tiene razón, pienso mientras voy quedándome dormida.
— o —
Entro al apartamento cuando ya es de noche, después de haber estado ocho horas seguidas trabajando, como cada día. Lo primero que hago es quitarme los tacones, liberando un gemido de alivio tras hacerlo, y cogerlos para llevarlos a mi habitación.
Me doy una ducha, me pongo ropa cómoda y voy a la cocina. John aún no ha llegado, debe estar con Catherine o haciendo horas extra en el trabajo. Me preparo una ensalada y lleno un vaso con agua, para llevarlo todo al comedor y empezar a cenar.
—Joder, John, ¡¿ni siquiera puedes hacer eso por mí?! —exclama una voz femenina que identifico como la de Catherine al otro lado de la puerta, en el rellano, distrayéndome de la película que estoy viendo.
—¿No entiendes que tengo trabajo? No puedo no ir a trabajar así como así —dice John, sonando irritado.
—Si me quisieras pedirías el día libre —contesta Catherine.
—¿Y cómo se supone que voy a pagar el alquiler?
—No lo sé, pero estoy harta de que siempre me dejes plantada por el trabajo —se queja ella—. Si me quisieras...
—Si no te quisiera no estaría aguantando nada de esto —la interrumpe John—. Mira, siento no poder ir a la fiesta de tus padres, pero hay personas que trabajamos.
—Vete a la mierda —gruñe ella, y oigo el sonido de sus tacones seguido del de la puerta principal abriéndose.
Vuelvo mi atención a la televisión, haciendo como que no he oído nada, y John cierra la puerta detrás de él. Oigo cómo suspira y se sienta a mi lado en el sofá.
—Hola —dice, no muy animado.
—¿Todo bien? —le pregunto.
—Claro que no —suspira, y luego se levanta y coge su móvil—. Oye, voy a pedir pizza para cenar, ¿quieres?
—No, gracias —niego con la cabeza.
—¿Vas a comer sólo éstas cuatro hojas de lechuga? —me pregunta, levantando una ceja—. ¿Qué eres, una vaca?
—Al parecer sí —murmuro, y él hace una mueca.
—Ay, por favor, Léa, no te unas al club de chicas super delgadas y completamente huecas —rueda los ojos—. Ya tengo suficiente con las amigas de Catherine.
—No deberías decir eso, son las amigas de tu novia —le digo, frunciendo el ceño.
—Exacto, las suyas, no las mías —se encoge de hombros—. Voy a pedir una pizza para ti, ¿de acuerdo?
—No, no quiero —niego con la cabeza.
—Está bien —suspira—. Thomas vendrá en unos minutos, dice que se apunta a cenar.
—De acuerdo.
Thomas es su mejor amigo, es un chico muy carismático y alegre. Me cae bastante bien, aunque no he tratado mucho con él.
Al poco rato llega Thomas con un pack de cervezas, y minutos después llegan las pizzas de Thomas y John. Nos sentamos todos en el sofá, mirando una película de risa, y ellos empiezan a devorar sus pizzas como animales.
—Léa, ¿quieres un trozo? —me pregunta Thomas, y me rindo.
—A la mierda —murmuro—. Está bien.
—¡Esa es mi Léa! —exclama John, aplaudiendo.
Al final termino pidiéndome una pizza para mi, de la cual me como la mitad y esos dos buitres se comen la otra, y me bebo una lata entera de cerveza.
—Esperad, todavía no ha llegado la mejor parte —dice Thomas rebuscando en el bolsillo de su chaqueta, y saca un sobre de plástico con algo verde dentro.
—Por algo eres mi mejor amigo —dice John, abrazando a su amigo.
Bueno, creo que ya me he excedido suficiente por hoy. ¿Pizza y cervezas? Ésa no eres tú, Lea. Así que por la marihuana ya no paso.
—Chicos, creo que me iré a dormir —les digo, y Thomas hace un puchero.
—Vamos, Léa, quédate —me pide—. ¿No te gusta la maría?
—No la he probado nunca, ni pienso probarla —niego con la cabeza—. No me gustan las drogas.
—Por favor, que no te estoy ofreciendo LSD —rueda los ojos—. Pero como quieras, yo no voy a presionar a nadie. Buenas noches, Léa.
—Buenas noches —me despido de ambos, bajo la intensa mirada de John, que ya hace un rato que me examina.
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¡Hola! Volvieron las historias cortas :)
¿Qué os ha parecido el primer capítulo de ésta historia?
¡Feliz día del libro!
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